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25 de agosto de 2012
Un panorama general del contenido de la Biblia para enfatizar sus características formales, es decir, justamente aquellos elementos menos destacados en la enseñanza tradicional.
PALABRAS PRELIMINARES
La Biblia, libro de libros es un intento por clarificar de manera personal el significado que, con el tiempo, ha tenido para su autor la lectura constante de la Biblia. Solicitado originalmente como material para grupos semanales de estudio, este cuadernillo surgió como un apoyo para acceder a las riquezas literarias y espirituales de las Escrituras judeo-cristianas mediante un panorama general de su contenido con la idea de enfatizar sus características formales, es decir, justamente aquellos elementos menos destacados en la enseñanza tradicional, pues el comprensible interés por mostrar su mensaje frecuentemente deja de lado esos aspectos, fundamentales también, pero que se subordinan siempre a la lectura religiosa.
Ciertamente es un atrevimiento trasladar la experiencia de algunas personas a otras en su trato con las Escrituras, pero es posible, y hasta deseable, compartir el testimonio vivo y el impacto permanente de su lectura, especialmente si existe la intención de relacionar su contenido religioso con las grandes alturas literarias que contiene.
Esta idea la han expuesto críticos literarios tan notables como el también clérigo canadiense Northrop Frye, George Steiner y Harold Bloom. El primero, al advertir que buena parte de la pérdida de esta integración, que sería tan fecunda, se debe al escaso conocimiento bíblico de las nuevas generaciones de lectores. Frye se quejaba de los estudiantes de letras, que dejaban de apreciar el trasfondo bíblico de muchos grandes autores. Para remediar esa situación, escribió un volumen notable: El gran código. Una lectura mitológica y literaria de la Biblia. Para él, la Biblia es la veta de todos los símbolos, mitos, géneros y desarrollos posteriores de la literatura, puesto que sus grandes temas (la creación, la caída, el exilio y la redención, entre tantos otros) reaparecen una y otra vez por doquier.
Steiner, en su Prefacio a la Biblia Hebrea (Madrid, Siruela, 2004), sondea en profundidad los alcances literarios de los textos antiguos y encuentra lazos valiosísimos con buena parte de la literatura occidental pues, dice, sin esa plataforma existencial y cultural, ésta sería muy diferente. Sus palabras son claras e inobjetables:
En Occidente, pero también en otras partes del planeta donde el “Buen Libro” ha sido introducido, la Biblia determina, en buena medida, nuestra identidad histórica y social. Proporciona a la conciencia los instrumentos, a menudo implícitos, para la remembranza y la cita. Hasta la época moderna, estos instrumentos estaban tan profundamente grabados en nuestra mentalidad, incluso —tal vez especialmente— entre gentes no alfabetizadas o pre-alfabetizadas, que la referencia bíblica hacía las veces de autorreferencia, de pasaporte en el viaje hacia el ser interior de la persona. Las Escrituras eran (para muchos lo son todavía) una presencia en acción, tanto universal como singular, compartida por todos y de la mayor intimidad. No hay otro libro como éste; todos los demás están habitados por el murmullo de ese manantial lejano (hoy en día los astrofísicos hablan del “ruido de fondo” de la creación).
Bloom, por su parte, ha señalado que los/as autores bíblicos, reconocidos o no como tales, no tendrían mucho que envidiar a los grandes escritores de la literatura universal y que quien se acerca a los libros bíblicos entra en contacto directo con un interminable océano literario, siempre propicio para la edificación, el aprendizaje y el goce estético, aunque el orden no sea siempre éste . Su idea de canon literario es completamente bíblica y la ha aplicado en obras directamente relacionadas con el libro sagrado: ¿Dónde está la sabiduría? (sobre los libros sapienciales), Jesús y Yahvé: los nombres divinos , y El libro de J , delicioso análisis de la denominada “tradición yahvista”, según él, buena parte de la misma habría sido escrita por una o varias mujeres debido a la sensibilidad que manifiesta en el tratamiento de los personajes femeninos; además, su texto acerca de Job es sublime. En el ámbito de los estudios especializados, Luis Alonso Schökel (1920-1998) apostó fuertemente por el análisis literario de los textos bíblicos y dejó una huella fecunda en numerosas traducciones y comentarios notables, entre los que destacan los que dedicó a los Salmos (Treinta salmos: poesía y oración) y al Cantar de los Cantares.
Luego de un tiempo, los textos reunidos aquí reaparecen aderezados con algunas citas que únicamente buscan proporcionar referencias para que quienes deseen ir más allá conozcan por sí mismos cómo se ha desarrollado el debate sobre la importancia religiosa y cultural de la Biblia.
Sobra decir que los cinco temas abordados son apenas pequeños esbozos de discusiones muy amplias que continúan en la actualidad, pues tal como lo demostró Carlos Monsiváis, la presencia de los textos sagrados se desdobla interminablemente en los diversos aspectos vitales de las personas que se han familiarizado entrañablemente con ellos. (LCO)
DESCARGA GRATUITA
Puede leer o descargarse aquí en pdf la obra de Leopoldo Cervantes-Ortiz, La Biblia, libro de libros ( http://issuu.com/lcervortiz/docs/la_biblia__libro_de_libros ).
Un panorama general del contenido de la Biblia para enfatizar sus características formales, es decir, justamente aquellos elementos menos destacados en la enseñanza tradicional.
PALABRAS PRELIMINARES
La Biblia, libro de libros es un intento por clarificar de manera personal el significado que, con el tiempo, ha tenido para su autor la lectura constante de la Biblia. Solicitado originalmente como material para grupos semanales de estudio, este cuadernillo surgió como un apoyo para acceder a las riquezas literarias y espirituales de las Escrituras judeo-cristianas mediante un panorama general de su contenido con la idea de enfatizar sus características formales, es decir, justamente aquellos elementos menos destacados en la enseñanza tradicional, pues el comprensible interés por mostrar su mensaje frecuentemente deja de lado esos aspectos, fundamentales también, pero que se subordinan siempre a la lectura religiosa.
Ciertamente es un atrevimiento trasladar la experiencia de algunas personas a otras en su trato con las Escrituras, pero es posible, y hasta deseable, compartir el testimonio vivo y el impacto permanente de su lectura, especialmente si existe la intención de relacionar su contenido religioso con las grandes alturas literarias que contiene.
Esta idea la han expuesto críticos literarios tan notables como el también clérigo canadiense Northrop Frye, George Steiner y Harold Bloom. El primero, al advertir que buena parte de la pérdida de esta integración, que sería tan fecunda, se debe al escaso conocimiento bíblico de las nuevas generaciones de lectores. Frye se quejaba de los estudiantes de letras, que dejaban de apreciar el trasfondo bíblico de muchos grandes autores. Para remediar esa situación, escribió un volumen notable: El gran código. Una lectura mitológica y literaria de la Biblia. Para él, la Biblia es la veta de todos los símbolos, mitos, géneros y desarrollos posteriores de la literatura, puesto que sus grandes temas (la creación, la caída, el exilio y la redención, entre tantos otros) reaparecen una y otra vez por doquier.
Steiner, en su Prefacio a la Biblia Hebrea (Madrid, Siruela, 2004), sondea en profundidad los alcances literarios de los textos antiguos y encuentra lazos valiosísimos con buena parte de la literatura occidental pues, dice, sin esa plataforma existencial y cultural, ésta sería muy diferente. Sus palabras son claras e inobjetables:
En Occidente, pero también en otras partes del planeta donde el “Buen Libro” ha sido introducido, la Biblia determina, en buena medida, nuestra identidad histórica y social. Proporciona a la conciencia los instrumentos, a menudo implícitos, para la remembranza y la cita. Hasta la época moderna, estos instrumentos estaban tan profundamente grabados en nuestra mentalidad, incluso —tal vez especialmente— entre gentes no alfabetizadas o pre-alfabetizadas, que la referencia bíblica hacía las veces de autorreferencia, de pasaporte en el viaje hacia el ser interior de la persona. Las Escrituras eran (para muchos lo son todavía) una presencia en acción, tanto universal como singular, compartida por todos y de la mayor intimidad. No hay otro libro como éste; todos los demás están habitados por el murmullo de ese manantial lejano (hoy en día los astrofísicos hablan del “ruido de fondo” de la creación).
Bloom, por su parte, ha señalado que los/as autores bíblicos, reconocidos o no como tales, no tendrían mucho que envidiar a los grandes escritores de la literatura universal y que quien se acerca a los libros bíblicos entra en contacto directo con un interminable océano literario, siempre propicio para la edificación, el aprendizaje y el goce estético, aunque el orden no sea siempre éste . Su idea de canon literario es completamente bíblica y la ha aplicado en obras directamente relacionadas con el libro sagrado: ¿Dónde está la sabiduría? (sobre los libros sapienciales), Jesús y Yahvé: los nombres divinos , y El libro de J , delicioso análisis de la denominada “tradición yahvista”, según él, buena parte de la misma habría sido escrita por una o varias mujeres debido a la sensibilidad que manifiesta en el tratamiento de los personajes femeninos; además, su texto acerca de Job es sublime. En el ámbito de los estudios especializados, Luis Alonso Schökel (1920-1998) apostó fuertemente por el análisis literario de los textos bíblicos y dejó una huella fecunda en numerosas traducciones y comentarios notables, entre los que destacan los que dedicó a los Salmos (Treinta salmos: poesía y oración) y al Cantar de los Cantares.
Luego de un tiempo, los textos reunidos aquí reaparecen aderezados con algunas citas que únicamente buscan proporcionar referencias para que quienes deseen ir más allá conozcan por sí mismos cómo se ha desarrollado el debate sobre la importancia religiosa y cultural de la Biblia.
Sobra decir que los cinco temas abordados son apenas pequeños esbozos de discusiones muy amplias que continúan en la actualidad, pues tal como lo demostró Carlos Monsiváis, la presencia de los textos sagrados se desdobla interminablemente en los diversos aspectos vitales de las personas que se han familiarizado entrañablemente con ellos. (LCO)
DESCARGA GRATUITA
Puede leer o descargarse aquí en pdf la obra de Leopoldo Cervantes-Ortiz, La Biblia, libro de libros ( http://issuu.com/lcervortiz/docs/la_biblia__libro_de_libros ).
CONTENIDO
Palabras preliminares
1. La literatura bíblica, legado espiritual y cultural de la humanidad, 7
1.1 La literatura bíblica
1.2 La Biblia, legado espiritual
1.3 La Biblia, legado cultural
2. Los géneros literarios de la Biblia y su utilidad para la lectura, 13
2.1 Los géneros literarios en la Biblia: un universo fascinante
2.2 Utilidad del reconocimiento de los géneros literarios para la lectura de la Biblia
3. La lectura cotidiana de la Biblia, acto espiritual y tarea cultural, 19
3.1 La lectura cotidiana de la Biblia
3.2 Leer la Biblia, acto espiritual
3.3 Leer la Biblia, tarea cultural
4. La lectura comunitaria de la Biblia, diálogo con la Palabra, 25
4.1 La lectura comunitaria de la Biblia y sus diferentes niveles
4.2 La tarea interpretativa de la comunidad cristiana
4.3 El diálogo con la Palabra en la comunidad cristiana
5. Lectura y predicación protestantes de la Biblia: acto profético permanente, 31
5.1 Lectura y estudio de la Biblia en el contexto protestante actual
5.2 Profetismo y predicación bíblica
5.3 Lectura y predicación pertinentes para el mundo de hoy