OREMOS
POR QUIENES SERÁN PROPUESTOS Y ELECTOS/AS COMO OFICIALES DE LA IGLESIA
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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes
14 de agosto, 19 hrs.
Pioneros
del presbiterianismo (IX): Arcadio Morales (IV) (Salmo 105.12-24)
Modera:
D.I. Israel Núñez C.
AUTOBIOGRAFÍA (III)
Arcadio Morales
Por supuesto que
entonces no había Biblias en la capital de la República sino en poder de los
curas, quienes tenían buen cuidado de ocultarlas de la vista del pueblo, pero
la buena Providencia de Dios quiso que cuatro años después, cuando yo entré a
aprender el oficio, allí entre una vitrina de libros que tenía mi maestro, el
señor Aguilar, se encontrara la Biblia y se me permitiera leerla. ¡Qué día tan
feliz fue aquel cuando pude volver a casa diciéndole a mi madre que el maestro tenía
las Sagradas Escrituras y que me concedía libertad de leerlas! Desde entonces,
es decir, por espacio de 43 años somos conocidos el Libro de Dios y yo. Por
supuesto que yo no entendía lo que leía y más bien se pudiera decir que era una
inocente diversión para mí; me recreaba leyendo acerca de la creación, de las
plagas de Egipto, de las guerras de Israel y algo del Nuevo Testamento. Lo que
siempre me impresionaba era la idolatría, pero con todo yo seguía siendo un
ferviente católico: me confesaba, hacía penitencias, peregrinaciones a la
Villa de Guadalupe porque no había quién me enseñara, pues aunque mi madre era
completamente opuesta al romanismo, nada sabía de la salvación de Cristo y
además, casi ni sabía leer.
Por
fin, después de otros seis años de espera, un martes, cuando yo volvía del
trabajo, mi madre me recibió con la noticia de que la habían invitado a un
culto protestante que existía en la calle de San José del Real número 21,
porque se iba a celebrar un bautismo; como yo era un fanático católico me
escandalicé de estas invitaciones, y tanto me escandalicé al saber que mi madre
que era la invitada, no podría concurrir y me mandaba a mí; yo me resistía,
pero mi madre no retrocedió y tuve que ir casi como quien va al patíbulo
llevado por el señor Julián Rodríguez, tío del señor Manuel Zavaleta.
La
capilla estaba en alto. Cuando íbamos subiendo yo sentía que el suelo era de
algodón y mi corazón latía fuertemente. Hubiera querido escaparme, pero era
imposible. Por fin llegamos al lugar del culto y para sorpresa mía me cercioré
de que los protestantes no tenían cuernos, ni cola, ni patas de gallo, ni olían
a azufre… y me tranquilicé. Y cuando el señor Lauro González tomó a mi antiguo
amigo —el Libro—, la Biblia en sus manos y leyó en él el capítulo tercero de
Mateo, entonces me volvió la sangre al cuerpo.
http://inp-biografias.blogspot.mx/2010/09/arcadio-morales.html.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
18 – Taller
de interpretación bíblica
19 – Aniv.
del Coro Laudate Dominum/ Inicio de cursos
26 – Clase
unida: “Leer es
interpretar”
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