viernes, 10 de agosto de 2012

Actividades

OREMOS POR QUIENES SERÁN PROPUESTOS Y ELECTOS/AS COMO OFICIALES DE LA IGLESIA

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 14 de agosto, 19 hrs.
Pioneros del presbiterianismo (IX): Arcadio Morales (IV) (Salmo 105.12-24)
Modera: D.I. Israel Núñez C.

AUTOBIOGRAFÍA (III)
Arcadio Morales

Por supuesto que entonces no había Biblias en la capital de la República sino en poder de los curas, quienes tenían buen cuidado de ocultarlas de la vista del pueblo, pero la buena Providencia de Dios quiso que cuatro años después, cuando yo entré a aprender el oficio, allí entre una vitrina de libros que tenía mi maestro, el señor Aguilar, se encontrara la Biblia y se me permitiera leerla. ¡Qué día tan feliz fue aquel cuando pude volver a casa diciéndole a mi madre que el maestro tenía las Sagradas Escrituras y que me concedía libertad de leerlas! Desde entonces, es decir, por espacio de 43 años somos conocidos el Libro de Dios y yo. Por supuesto que yo no entendía lo que leía y más bien se pudiera decir que era una inocente diversión para mí; me recreaba leyendo acerca de la creación, de las plagas de Egipto, de las guerras de Israel y algo del Nuevo Testamento. Lo que siempre me impresionaba era la idolatría, pero con todo yo seguía siendo un ferviente católico: me confesaba, hacía penitencias, peregrinaciones a la Villa de Guadalupe porque no había quién me enseñara, pues aunque mi madre era completamente opuesta al romanismo, nada sabía de la salvación de Cristo y además, casi ni sabía leer.

Por fin, después de otros seis años de espera, un martes, cuando yo volvía del trabajo, mi madre me recibió con la noticia de que la habían invitado a un culto protestante que existía en la calle de San José del Real número 21, porque se iba a celebrar un bautismo; como yo era un fanático católico me escandalicé de estas invitaciones, y tanto me escandalicé al saber que mi madre que era la invitada, no podría concurrir y me mandaba a mí; yo me resistía, pero mi madre no retrocedió y tuve que ir casi como quien va al patíbulo llevado por el señor Julián Rodríguez, tío del señor Manuel Zavaleta.

La capilla estaba en alto. Cuando íbamos subiendo yo sentía que el suelo era de algodón y mi corazón latía fuertemente. Hubiera querido escaparme, pero era imposible. Por fin llegamos al lugar del culto y para sorpresa mía me cercioré de que los protestantes no tenían cuernos, ni cola, ni patas de gallo, ni olían a azufre… y me tranquilicé. Y cuando el señor Lauro González tomó a mi antiguo amigo —el Libro—, la Biblia en sus manos y leyó en él el capítulo tercero de Mateo, entonces me volvió la sangre al cuerpo.

http://inp-biografias.blogspot.mx/2010/09/arcadio-morales.html.
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