viernes, 10 de agosto de 2012

Letra 282, 12 de agosto de 2012

EL SALMO 119
Walter Brueggemann

El salmo 119 no sólo es el más extenso de los cantos de la Toráh sino el más largo de todos los salmos. Si no se reconoce su intento estructural puede llamar la atención por su monotonía y aburrida redundancia. Pero su creación es, de hecho, una realización intelectual masiva. Es un salmo acróstico maravillosamente labrado. (El mismo mecanismo del salmo 45, donde se usa sucesivamente una letra al inicio de cada línea hasta recorrer todo el alfabeto. En aquel salmo la estructura pretendía capacitar para una plena alabanza, aquí, para ofrecer plena obediencia.) La característica notable aquí es que cada letra del alfabeto contiene ocho versos sucesivos antes de que el poema pase a la siguiente letra. En términos artísticos, es como si tuviéramos aquí ocho poemas acrósticos simultáneos. Eso hace al salmo tan largo y tan estilizado. Es una lástima que tal logro se pierda inevitablemente en la traducción.
Para apreciar el salmo, nos debemos preguntar por qué habría alguien de trabajar tan intensa y rigurosamente este tema. Se nos ocurren tres razones posibles: primera, el salmo es deliberadamente didáctico. Refleja el trabajo de un maestro de clase. Su objetivo no es casual. Pretende instruir al joven en el abc de la obediencia a la Toráh. Segunda, el salmo quiere hacer una afirmación comprensiva de la adecuación de una vida orientada por la Toráh. Afirma que la Toráh cubrirá todas las facetas de la existencia humana, de la A a la Z. No hay crisis humana o tema en el que necesitemos salir fuera del campo de la obediencia de la Toráh para vivir plenamente. Tercero, el intento dramático es encontrar una forma proporcional al mensaje. El mensaje es que la vida es segura y plenamente simétrica cuando se respeta la Toráh. Así, el salmo proporciona una experiencia literaria pedagógica de seguridad y plena simetría. Una vida ordenada por la Toráh es segura, previsible y completa como la dinámica del salmo.
Cuando somos conscientes de la forma, no necesitamos decir mucho más sobre la sustancia. Pero podemos hacer dos observaciones. Primera, la Torán no es una letra muerta (II Cor 3.2-6), sino un agente activo vivificador. Esto es, la Toráh no es sólo una serie de reglas sino un modo de presencia del Dios que da la vida (Cf. Dt 4.7-8). La obediencia a la Toráh es fuente de luz, de vida, de alegría, de satisfacción, de deleite. Ciertamente, “deleite” (shaíaí) es una repetida respuesta a la Toráh (vv. 16, 24, 47, 70, 77, 92, 143, 174). La Toráh no es una carga sino un modo de existencia gozosa. El poder activo vivificador de la Toráh se refleja también en el salmo 19.7-9, en el que la Toráh es restauradora de vida.
Los maestros de este salmo no están preocupados o seducidos por el legalismo. No consideran que los mandamientos sean restrictivos o pesados. Más bien son personas que han decidido algunos básicos compromisos de vida. Saben a quién les compete, y responderán. Por tanto, saben quiénes son y han establecido, en buena parte, la postura moral hacia la vida, que asumirán. Hay un enfoque de la vida, una ausencia de frenético dilema moral. Un sentido de prioridades acompañado de ausencia de ansiedad. En un mundo bien ordenado, tal decisión puede salvarnos de un desgastante e interminable reinventar la decisión moral. Debido a que el mundo se mantiene unido la forma de obediencia es segura y el resultado no es la opacidad o la amargura sino la libertad. Dos veces usa el salmo la palabra rehob, “lugar grande”: “Corro por el camino de tus mandamientos,/ pues tú mi corazón dilatas” (v. 32). “Y andaré por camino anchuroso,/ porque tus ordenanzas voy buscando” (v. 45).
Aquí se contraría nuestro prejuicio moderno que ve los mandamientos como algo restrictivo. Éstos liberan y dan a la gente espacio en el cual ser humanos. Este salmo nos instruye en la necesidad, posibilidad y deleite de establecer los temas fundamentales de identidad y vocación. La Toráh viviente nos exige mantener abiertas opciones sobre quiénes seremos.
Segundo, los maestros en este salmo no son simplistas o reduccionistas. No imaginan que la vida pueda reducirse a un mandamiento de vida monodimensional. Más bien, la obediencia a la Toráh es un punto de partida, una plataforma de lanzamiento, desde donde montar una conversación progresiva con Dios a través de la experiencia cotidiana. Así, el salmo no es estrechamente inegnuo acerca de la Toráh como podría indicar un primer vistazo. Explora una variedad de temas relacionados con la fe. Cumplir la Toráh no es toda la fe bíblica pero sí el punto indispensable de partida. A partir de una sólida orientación en la obediencia el salmo explora luego otros temas. Incluye una queja contra Dios que pregunta: “¿Cuánto tiempo?” (vv. 82-86). Le pide a Dios que actúe con amor firme hacia el siervo de la alianza (vv. 76, 124, 149; cf. 33.5, 18, 22). Anticipa la paz (v. 165). Para entrar en la piedad de este salmo debemos romper ese estereotipo de retribución regularmente asignada aquí. No es un salmo de regateo sino un salmo de plena confianza y sumisión. En cierto modo se equipara a la prosa narrativa de Job 1-2 que lucha contra el mismo estereotipo. En esa narrativa tampoco se arguye que “la gente buena prosperará y la mala sufrirá”. Más bien, es simplemente una afirmación de una declaración de confianza y sumisión a un Dios que ha resultado ser bueno y generoso.
El salmo 119 es estructurado así, con sofisticación delicada sobre la vida del espíritu. Por un lado, entiende que la vida con Yahvé es una calle de doble sentido. Los que guardan la Toráh tienen derecho a esperar algo de Yahvé. La obediencia da entrada a buscar la atención de Dios, y el don de Dios. Aunque muy cercano a ello este salmo no regatea. Este es el lenguaje de alguien que tiene acceso no por arrogancia sino por sumisión. El lenguaje no es indebidamente irrespetuoso y sí no-estridente. Es vincular una expectativa legítima entre socios que han aprendido a confiar mutuamente.
Por otro lado, estas legítimas expectativas de Dios tienen un tinte evangélico. Finalmente, habiéndose ganado el derecho a hablar, no obstante el autor se arroja en la misericordia de Dios y espera un impulso divino —impulso libre, destrabado, sin coerción, proveniente de Dios. Hay, por supuesto, cierta comodidad y conveniencia en recordar la Toráh (v. 52). Pero finalmente, el salmo no sobrevalora la Toráh: la herencia del que habla es Yahvé, no la Toráh (v. 57), ni ésta lo es del que la guarda. Así la Toráh se convierte en punto de entrada para explorar toda la gama de interacciones con Yahvé. Claramente este salmo prueba, más allá de la formulación simplista del salmo 1. Una vida de plena obediencia no es una conclusión de fe: es punto de partida y acceso a una vida plena de comunión múltiple con Dios. Una vida así vive por misericordia y no por obediencia (v. 77).

El mensaje de los salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998 (Palabra viva, 2), pp. 54-58.
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“EN AMÉRICA LATINA SE HA CAMBIADO LA PROCLAMACIÓN POR LA ADORACIÓN”: ENRIQUE MONTENEGRO
Protestante Digital, 9 de agosto de 2012

“Latinoamérica ha sustituido la predicación por la adoración”Pese a llevar 23 años viviendo en España, Enrique Montenegro, pastor y misionero argentino, mantiene vínculos con numerosas iglesias evangélicas en Latinoamérica. Sigue ministrando en diferentes naciones y viaja más de 100.000 millas aéreas anuales. “Mi trabajo con la Cooperación Misionera Iberoamericana (Comibam Internacional) me ha dado el privilegio de conocerles y ser conocido, exceptuando Cuba, Ecuador y Nicaragua, donde no he tenido la oportunidad de ministrar, frecuentemente estoy ministrando en todas las demás naciones”, explica. […]

La iglesia latinoamericana
Considera Montenegro que la mayor fortaleza de la Iglesia Latinoamericana es “su gran expansión, su inmenso crecimiento numérico y su mayor compromiso social”. Como reflejo de esto último menciona “el servicio al prójimo supliendo las necesidades básicas, y los innumerables centros de rehabilitación, trabajo social, orfanatos, hogares de ancianos, escuelas, universidades, etcétera, que se han levantado por el obrar de la iglesia en América Latina”.
Respecto al lado más débil de la Iglesia latinoamericana, observa que es justamente la otra cara de su propia fortaleza. “El gran crecimiento numérico ha hecho que la mayoría de las iglesias se centren en sí mismas olvidando el mandato del Señor que nos encomendó alcanzar a todas las naciones. Por causa de su propia dinámica, las iglesias en América Latina han dado lugar a una generación de adoradores, a cambio de perder una generación de evangelizadores, y eso es tergiversar el sentido de la propia existencia de la Iglesia”, señala. Añade también que “se ha cambiado la proclamación por la adoración, olvidando que hay más gozo en el cielo por uno que se arrepiente que por noventa y nueve justos que estén reunidos celebrando cultos de adoración”.

Autoridad impuesta
Un tema polémico en países de América Latina es la ola de “profetas” y “apóstoles” que recorre el continente. Al respecto, Enrique Montenegro afirma que cree en la existencia actual de los cinco ministerios, “pero, lamentablemente, ni todo el que dice ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, como tampoco todo el que se llama (o se hace llamar) Apóstol lo es”.
Montenegro reconoce “el desparpajo de muchos en tratar de tener el titulo sin el oficio”, lo cual conlleva “tratar de imponer una autoridad que nadie les ha dado y pretender hacerlo sobre quienes no han engendrado”. Señala también que “muchos desvirtúan el oficio ofreciendo su supuesta ‘cobertura’ sobre obreros y congregaciones que ellos no han levantado ni han engendrado. Consecuentemente esta manera de actuar trae un gran perjuicio para la iglesia local por causa de las divisiones que se originan con estas actitudes poco éticas y para nada bíblicas”. Como contrapartida, dice que “muchos obreros locales oportunistas, ven una ocasión para ‘ponerse bajo una cobertura’ de alguno de estos ministerios que ejercen a 10.000 Km de distancia, a fin de poder hacer lo que quieren sin rendir cuentas a nadie localmente”. Señala también que “lamentablemente esta corriente, ya ha llegado también a España”.

Guerra espiritual territorial
En cuanto a los profetas, el pastor afirma que cree en la profecía y añade que el papel de la misma es totalmente claro en las escrituras para con la Iglesia: “Es para edificación, consolación y exhortación. No para dirección”. Reconoce Montenegro que “algunos/as pretenden tener una palabra gobernante para la iglesia sin querer admitir ningún análisis o cuestionamientos sobre sus dichos, siendo que la Biblia manda examinarlo todo y retener lo bueno, lo que implica que no siempre todo lo que se dice es lo correcto”.
El misionero señala como “tema preocupante” la ya famosa guerra espiritual territorial, que ha tomado el lugar de la evangelización. “Es más fácil decir que ‘batallo sobre los aires de un país para que sea salvo’, que ir y predicar la palabra a los que viven bajo ese territorio. Hemos suplantado la predicación por la oración. Mientras que la Biblia declara que la gente creerá por escuchar la Palabra”.

Grandes ministerios
En cuanto a los llamados “grandes ministerios” que se han levantado en América Latina, Enrique Montenegro opina que “los hay de todo tipo” y que “sin duda alguna Dios está haciendo algo nuevo en el continente”. Afirma tener el privilegio de conocer y tener amistad con muchos de los que hoy pastorean inmensas congregaciones y reconoce que humildemente valora muchísimo el trabajo de muchos de ellos.
“El lado negativo es que el progreso de muchos que han trabajado honestamente, ha desatado una cierta competencia en otros muchos ministerios por tratar de demostrar quién tiene la iglesia más grande. Paralelamente, mientras algunos parecen competir, otros tratan de imitar el modelo sin valorar ni el costo, ni el llamado peculiar, ni mucho menos la manera de conseguir los resultados”, explica Montenegro. […]

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