sábado, 4 de agosto de 2012

Una palabra profunda y reveladora en todos los tiempos, L. Cervantes-Ortiz


5 de agosto, 2012

El salmo 19 es uno de los más altos himnos de celebración de la revelación divina. Las dos etapas de su redacción son evidentes por la diáfana distinción entre lo que se denomina “revelación general” y “revelación especial” (escrita). El texto toma partido por la segunda, luego de mostrar tan alta consideración por la primera en una afirmación notable del esfuerzo divino por hacer inteligible su voluntad en medio de la conflictividad humana. Someterse a la arbitrariedad del lenguaje es uno de los mayores méritos y una muestra extraordinaria de amor por parte de quien quiere revelarse a la humanidad.
El énfasis celebratorio y poético abre la puerta para que en cada metáfora y expresión quede bien claro que el contenido de la revelación escrita se estableció progresivamente como normativo y que su fijación escrita formó parte de un proceso espiritual y cultural que permitió superar las limitaciones de la fenomenología religiosa. El apego a la palabra escrita y la opción tan fuerte hacia un discurso literario y teológico genéricamente plural, pero coherente, hizo que la fe de Israel alcanzara un carácter liberador y que misma praxis religiosa atisbara formas nuevas.
El salmo da cuenta de una evolución del pensamiento de fe que fue capaz de separarse de sus lazos con las fuerzas naturales, incapaces de transmitir aspectos de lo sagrado que reclamaban subir “escalones culturales” para alcanzar una inteligibilidad necesaria para vehicular los contenidos éticos que, de otra manera, se hubieran quedado en mera religiosidad externa y ritualista. De ahí surgió también el cuestionamiento de actitudes y acciones ligadas a la magia. Los dos poemas se relacionan en cuanto el primero expone la grandeza y belleza de la creación como portadora de la magnificencia de Dios, pero sin alcanzar, con todo, el impacto y la fuerza de la Ley/Palabra escrita. “Hace ya mucho tiempo que se reconoce que Sal 19 está compuesto de dos salmos. La sección A es un himno de alabanza a Yahvé por su manifestación en la naturaleza; la sección B es una glorificación de la Ley. Las diferencias entre las dos partes del salmo son tan sorprendentes, que no necesitan ulterior explicación. Sin embargo, sería improcedente estudiar el Sal19 A y el 19 B como dos textos completamente dispares. La tradición reunió ambas partes”.[1]

A
1 Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos. (RVR 1909)
El cielo azul nos habla/ de la grandeza de Dios/ y de todo lo que ha hecho. (Traducción en Lenguaje Actual)
Los cielos proclaman la gloria de Dios,/ el firmamento pregona la obra de sus manos. (La Biblia de Nuestro Pueblo)

El mundo confiesa ante Dios su condición de criatura; el cielo “proclama”, el firmamento “pregona” (Sal 19.2). En un contexto de teofanía, el poeta puede exclamar: “El cielo pregona la justicia de Dios” (Sal 97.6) (G. von Rad, Sabiduría en Israel, 203s) (Kraus, 382).

2 El un día emite palabra al otro día, Y la una noche á la otra noche declara sabiduría.
Los días y las noches/ lo comentan entre sí.
Un día le pasa el mensaje a otro día,/ una noche le informa a otra noche.

En el v. 2 el himno comienza con una descripción del cántico de alabanza entonado por los cielos. El espacio celeste y el “firmamento” aparecen como poderes vivos que “narran” y “proclaman”. La “expansión”, como concepto cosmológico designa la plancha (en latín, firmamentum) que contenía y represaba el mar azul del océano celeste (Gén 1.6ss; Ez 1.22ss; Sal 150.1). La alabanza entonada por esa esfera celeste glorifica a Dios y “la obra de sus manos”). […] El cántico de alabanza de los cielos va dirigido a Dios, que tiene su trono sobre los cielos (cf. Sal 29.9.10), que está presente en Sión y cuya luz deslumbradora inunda toda la tierra (Is 6.3). Las estrellas son “la obra de tus manos”, Sal 8.4). Con eso, el v. 2 anuncia ya el himno del sol, que resalta en el v. 5b. Por tanto, el contenido del cántico de alabanza de los cielos es el esplendor de la manifestación de Yahvé, y este cántico realza, al mismo tiempo, la obra de la creación divina. “La gloria que Dios ha concedido a la creación como imagen de su propia gloria, se refleja en la creación e incide de nuevo en Dios como confesión de fe en él” (Franz Delitzsch). (Kraus, p. 380)

El texto afirma que un día transmite su palabra al otro día, y una noche, a la otra noche, “como dos coros que se alternan” (F. Notscher). El himno contempla en acción una cadena tan misteriosa como maravillosa. Por lo demás, Os 2.23s habla –en otro sentido- de una cadena continuada de efectos en el ámbito de la naturaleza. Los vv. 2.3 suscitan la impresión de que el cantor ha trasferido al ámbito celeste la tradición hímnica y didáctica de la creación, que existía en los círculos sacerdotales de Israel. (Kraus, p. 381)

3 No hay dicho, ni palabras, Ni es oída su voz.
Aunque no hablan ni dicen nada,/ ni se oye un solo sonido,
Sin que hablen, sin que pronuncien,/ sin que se oiga su voz,

La afirmación que se hace en el v. 3 es singularísima. Después de las descripciones que se hacen en los vv. 1 y 2, esa afirmación tiene carácter de paradoja. La trasmisión de la “palabra” (dabar), en el v. 2, de alabanza y de saber se efectúa “sin palabras y sin lenguaje”. […] La “palabra” (dabar) y el “lenguaje” de los poderes celestes, no pueden oírlo los oídos humanos. Por consiguiente, las negaciones que hay en el v. 3a señalan un proceso singularísimo de proclamación, un proceso que no tiene analogía, y que se realiza en los lejanos espacios de la creación. Pero es una proclamación que está muy alta, por encima del hombre, y no puede ser escuchada por él.

4 Por toda la tierra salió su hilo, Y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol.
sus palabras recorren toda la tierra/ y llegan hasta el fin del mundo./ En el cielo Dios ha puesto/ una casa para el sol.
a toda la tierra alcanza su discurso,/ a los confines del mundo su lenguaje./ Allí le ha preparado una tienda al sol:

El cantor del Sal 19 A oye cómo este sonido de los cielos, un sonido hímnico y, al mismo tiempo, sobrecogedoramente instructivo, va a toda la tierra (cf. Is 6.3). […]

5 Y él, como un novio que sale de su tálamo, Alégrase cual gigante para correr el camino.
Y sale el sol de su casa/ feliz como un novio;/ alegre como un atleta,/ se dispone a recorrer su camino.
Se regocija cual esposo que sale de su alcoba,/ como atleta que corre su carrera.

6 Del un cabo de los cielos es su salida, Y su giro hasta la extremidad de ellos: Y no hay quien se esconda de su calor.
Sale por un lado/ y se oculta por el otro,/ sin que nada ni nadie/ se libre de su calor.
Asoma por un extremo del cielo/ y su órbita llega al otro extremo;/ nada se escapa a su calor.

Como en Gén 1.17, Dios da órdenes al sol. Se asigna un lugar para el sol. El sol no tiene un palacio, sino una tienda. Tal vez estos arcaísmos fueron conservados deliberadamente por Israel para establecer el debido contraste […] en la mente de nuestro texto, es el lugar donde el sol pasa la noche. Por la mañana, el sol deja su alcoba  y sale radiante como un esposo, como un “reciéncasado”. Alegre como un héroe, hace su aparición […]

B
7 La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma: El testimonio de Jehová, fiel, que hace sabio al pequeño.
La ley de Dios es perfecta,/ y nos da nueva vida./ Sus mandatos son dignos de confianza,/ pues dan sabiduría a los jóvenes.
La ley del Señor es perfecta: devuelve el aliento;/ el precepto del Señor es verdadero:/ da sabiduría al ignorante;

El Sal 19 B es un cántico de alabanza de la Torá, la cual, contemplada en su perfección y en sus efectos, es tema de gozosa meditación. Para explicar la comprensión subyacente de la Torá, habrá que recurrir a la concepción deuteronómica tardía: la Torá es la revelación terminada y consignada por escrito de la voluntad de Dios, para su lectura en público (Dt 31.9-11)o en privado (Jos 1.7; Sal1.,2). En esta expresión de la voluntad de Dios, que contiene principalmente la ley de Dios, se incluyen también las proclamaciones históricas (Dt 1.5; Sal 78.1; Neh 8.13ss).No obstante, el verdadero centro de la Torá es y sigue siendo la ley de Dios transmitida por medio de Moisés (Mal 3.22).Pero, en todo caso, la Torá es —especialmente desde Esdras— la “Sagrada Escritura” con carácter autoritativo y oficial.

8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón: El precepto de Jehová, puro, que alumbra los ojos.
Las normas de Dios son rectas/ y alegran el corazón./ Sus mandamientos son puros/ y nos dan sabiduría.
los mandatos del Señor son rectos:/ alegran el corazón;/ la instrucción del Señor es clara: da luz a los ojos;

En el v. 8 se ensalza a la Torá por ser “perfecta” es propiamente un término de la lengua de los sacrificios Al animal sin defecto, inmaculado, se le llama “perfecto”. Aquí la palabra expresa la suficiencia de la “Sagrada Escritura” (cf. Dt 32.4). El efecto de esta Torá perfecta se ve ahora en que “restaura”. Esto quiere decir que vuelve a dar vigor a la vida (cf. Lam 1.11, 16) De la Torá dimana vigor refrescante. La Torá es “fiable” y transmite sabiduría al simple, al que se deja seducir fácilmente (Prov 1,22,7,7,9,6,19,25,21,11, Sal119,130) En los Sal 1 y 119 se asocian también concepciones de la teología posterior con la comprensión de la Torá existente después del destierro vida y sabiduría brotan a raudales de la instrucción divina. La Torá es instrucción para la vida.

9 El temor de Jehová, limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
La palabra de Dios es limpia/ y siempre se mantiene firme./ Sus decisiones son al mismo tiempo/ verdaderas y justas.
el respeto del Señor es puro: dura para siempre;/ los mandamientos del Señor son verdaderos:/ justos sin excepción;

10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
Yo prefiero sus decisiones/ más que montones de oro,/ me endulzan la vida/ más que la miel del panal.
son más valiosos que el oro,/ que el metal más fino;/ son más dulces que la miel que destila un panal.

11 Tu siervo es además amonestado con ellos: En guardarlos hay grande galardón.
Me sirven de advertencia;/ l premio es grande/ si uno cumple con ellas.
Aunque tu servidor se alumbra con ellos/ y guardarlos trae gran recompensa,

Esta “alegra el corazón” (v. 8a), “ilumina los ojos” (v. 8b), es decir, da nuevo vigor a la vida (“para siempre”) permanece la palabra que Yahvé habla por medio de la Torá. Todas las “instrucciones” en materia de derecho son verdad y “justos” o “rectos” en sentido pleno. El v 10 habla del gran valor y del efecto vivificador de la Torá, mientras que el v. 12 entona después las notas de una lamentación.

12 Los errores, ¿quién los entenderá? Líbrame de los que me son ocultos.
Nadie parece darse cuenta/ de los errores que comete./ ¡Perdóname, Dios mío,/ los pecados que cometo/ sin darme cuenta!
¿quién se da cuenta de sus propios errores?/ Purifícame de culpas ocultas;

13 Detén asimismo á tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí: Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
¡Líbrame del orgullo!/ No dejes que me domine!/ ¡Líbrame de la desobediencia/ para no pecar contra ti!
del orgullo protege a tu servidor,/ para que no me domine./ Entonces seré irreprochable/ e inocente de grave pecado.

El Sal 19 B termina con una fórmula de dedicación (cf. Sal 104.34; 119.108).Tales formas, en los tiempos antiguos, se pronunciaban al ofrecer el sacrificio, y ahora sirven de final al cántico hímnico. “La oración es el sacrificio ofrecido por el hombre interior” (Franz Delitzsch). […]
El cosmos celebra “la gloria” de Dios, pero no nos enseña su voluntad. Por eso, se añadió el Sal 19 B como referencia decisiva, como una clave- por decirlo así-para descodificar el mensaje cifrado. En la Torá sí podemos captar a Dios. Allí sí aprendemos quién es Dios. En la Torá llega a nosotros la manifestación de la voluntad de Dios. La Torá logra lo que la naturaleza no es capaz de lograr: nos da instrucción y nos dirige para ser sabios; alza a quien está desesperado, y abre camino a través del ámbito de la culpa. La comprensión de la Torá que hallamos en el Sal 19 B, no tiene nada que ver con el nomismo. Lejos de eso, este salmo debiera impulsarnos incesantemente a pensar acerca del misterio y la maravilla de la revelación de Dios en su palabra, es decir, acerca de la palabra que contiene estímulo y exigencia. Esta palabra es el lugar en que Dios mismo, como Creador, se encuentra con el hombre, y se encuentra con él con fidelidad creadora y mantenedora de vida. En esta palabra es donde podemos captar lo que el mundo creado no cesa de proclamar, aunque no logre por sí que nosotros lo entendamos.

Conclusión
14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío
¡Tú eres mi Dios y mi protector!/ ¡Tú eres quien me defiende!/ ¡Recibe, pues, con agrado/ lo que digo y lo que pienso!
Que te agraden las palabras de mi boca,/ que te plazca el susurro de mi corazón,/ ¡Señor, Roca mía, Redentor mío!


[1] Hans-Joachim Kraus, Los salmos. Salmos 1-59. I. Salamanca, Sígueme, 1992 (Biblioteca de estudios bíblicos), p. 379.

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