5 de agosto, 2012
El salmo 19 es
uno de los más altos himnos de celebración de la revelación divina. Las dos
etapas de su redacción son evidentes por la diáfana distinción entre lo que se denomina
“revelación general” y “revelación especial” (escrita). El texto toma partido
por la segunda, luego de mostrar tan alta consideración por la primera en una
afirmación notable del esfuerzo divino por hacer inteligible su voluntad en
medio de la conflictividad humana. Someterse a la arbitrariedad del lenguaje es
uno de los mayores méritos y una muestra extraordinaria de amor por parte de
quien quiere revelarse a la humanidad.
El énfasis celebratorio y poético abre la puerta para que en cada
metáfora y expresión quede bien claro que el contenido de la revelación escrita
se estableció progresivamente como normativo y que su fijación escrita formó
parte de un proceso espiritual y cultural que permitió superar las limitaciones
de la fenomenología religiosa. El apego a la palabra escrita y la opción tan
fuerte hacia un discurso literario y teológico genéricamente plural, pero
coherente, hizo que la fe de Israel alcanzara un carácter liberador y que misma
praxis religiosa atisbara formas nuevas.
El salmo da cuenta de una evolución del pensamiento de fe que fue capaz de
separarse de sus lazos con las fuerzas naturales, incapaces de transmitir
aspectos de lo sagrado que reclamaban subir “escalones culturales” para alcanzar
una inteligibilidad necesaria para vehicular los contenidos éticos que, de otra
manera, se hubieran quedado en mera religiosidad externa y ritualista. De ahí
surgió también el cuestionamiento de actitudes y acciones ligadas a la magia.
Los dos poemas se relacionan en cuanto el primero expone la grandeza y belleza
de la creación como portadora de la magnificencia de Dios, pero sin alcanzar,
con todo, el impacto y la fuerza de la Ley/Palabra escrita. “Hace ya mucho tiempo
que se reconoce que Sal 19 está compuesto de dos salmos. La sección A es un himno
de alabanza a Yahvé por su manifestación en la naturaleza; la sección B es una glorificación
de la Ley. Las diferencias entre las dos partes del salmo son tan sorprendentes,
que no necesitan ulterior explicación. Sin embargo, sería improcedente estudiar
el Sal19 A y el 19 B como dos textos completamente dispares. La tradición reunió
ambas partes”.[1]
A
1 Los
cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos. (RVR 1909)
El cielo azul nos habla/ de la grandeza de Dios/ y de
todo lo que ha hecho. (Traducción en Lenguaje Actual)
Los
cielos proclaman la gloria de Dios,/ el firmamento pregona la obra de sus
manos. (La Biblia de Nuestro Pueblo)
El
mundo confiesa ante Dios su condición de criatura; el cielo “proclama”, el firmamento
“pregona” (Sal 19.2). En un contexto de teofanía, el poeta puede exclamar: “El cielo
pregona la justicia de Dios” (Sal 97.6) (G. von Rad, Sabiduría en Israel, 203s) (Kraus, 382).
2 El
un día emite palabra al otro día, Y la una noche á la otra noche declara
sabiduría.
Los
días y las noches/ lo comentan entre sí.
Un
día le pasa el mensaje a otro día,/ una noche le informa a otra noche.
En
el v. 2 el himno comienza con una descripción del cántico de alabanza entonado por
los cielos. El espacio celeste y el “firmamento” aparecen como poderes vivos que
“narran” y “proclaman”. La “expansión”, como concepto cosmológico designa la plancha
(en latín, firmamentum) que contenía y
represaba el mar azul del océano celeste (Gén 1.6ss; Ez 1.22ss; Sal 150.1). La alabanza
entonada por esa esfera celeste glorifica a Dios y “la obra de sus manos”). […]
El cántico de alabanza de los cielos va dirigido a Dios, que tiene su trono
sobre los cielos (cf. Sal 29.9.10), que está presente en Sión y cuya luz
deslumbradora inunda toda la tierra (Is 6.3). Las estrellas son “la obra de tus
manos”, Sal 8.4). Con eso, el v. 2 anuncia ya el himno del sol, que resalta en
el v. 5b. Por tanto, el contenido del cántico de alabanza de los cielos es el
esplendor de la manifestación de Yahvé, y este cántico realza, al mismo tiempo,
la obra de la creación divina. “La gloria que Dios ha concedido a la creación
como imagen de su propia gloria, se refleja en la creación e incide de nuevo en
Dios como confesión de fe en él” (Franz Delitzsch). (Kraus, p. 380)
El
texto afirma que un día transmite su palabra al otro día, y una noche, a la
otra noche, “como dos coros que se alternan” (F. Notscher). El himno contempla
en acción una cadena tan misteriosa como maravillosa. Por lo demás, Os 2.23s
habla –en otro sentido- de una cadena continuada de efectos en el ámbito de la
naturaleza. Los vv. 2.3 suscitan la impresión de que el cantor ha trasferido al
ámbito celeste la tradición hímnica y didáctica de la creación, que existía en
los círculos sacerdotales de Israel. (Kraus, p. 381)
3 No
hay dicho, ni palabras, Ni es oída su voz.
Aunque
no hablan ni dicen nada,/ ni se oye un solo sonido,
Sin
que hablen, sin que pronuncien,/ sin que se oiga su voz,
La
afirmación que se hace en el v. 3 es singularísima. Después de las descripciones
que se hacen en los vv. 1 y 2, esa afirmación tiene carácter de paradoja. La trasmisión
de la “palabra” (dabar), en el v. 2, de
alabanza y de saber se efectúa “sin palabras y sin lenguaje”. […] La “palabra” (dabar) y el “lenguaje” de los poderes celestes,
no pueden oírlo los oídos humanos. Por consiguiente, las negaciones que hay en el
v. 3a señalan un proceso singularísimo de proclamación, un proceso que no tiene
analogía, y que se realiza en los lejanos espacios de la creación. Pero es una proclamación
que está muy alta, por encima del hombre, y no puede ser escuchada por él.
4 Por
toda la tierra salió su hilo, Y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso
tabernáculo para el sol.
sus
palabras recorren toda la tierra/ y llegan hasta el fin del mundo./ En el cielo
Dios ha puesto/ una casa para el sol.
a
toda la tierra alcanza su discurso,/ a los confines del mundo su lenguaje./ Allí
le ha preparado una tienda al sol:
El
cantor del Sal 19 A oye cómo este sonido de los cielos, un sonido hímnico y, al
mismo tiempo, sobrecogedoramente instructivo, va a toda la tierra (cf. Is 6.3).
[…]
5
Y él, como un novio que sale de su tálamo, Alégrase cual gigante para correr el
camino.
Y
sale el sol de su casa/ feliz como un novio;/ alegre como un atleta,/ se
dispone a recorrer su camino.
Se
regocija cual esposo que sale de su alcoba,/ como atleta que corre su carrera.
6
Del un cabo de los cielos es su salida, Y su giro hasta la extremidad de ellos:
Y no hay quien se esconda de su calor.
Sale por un lado/ y se oculta por el otro,/ sin que
nada ni nadie/ se libre de su calor.
Asoma por un extremo del cielo/ y su órbita llega al otro
extremo;/ nada se escapa a su calor.
Como
en Gén 1.17, Dios da órdenes al sol. Se asigna un lugar para el sol. El sol no tiene
un palacio, sino una tienda. Tal vez estos arcaísmos fueron conservados deliberadamente
por Israel para establecer el debido contraste […] en la mente de nuestro texto,
es el lugar donde el sol pasa la noche. Por la mañana, el sol deja su alcoba y sale radiante como un esposo, como un “reciéncasado”.
Alegre como un héroe, hace su aparición […]
B
7
La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma: El testimonio de Jehová,
fiel, que hace sabio al pequeño.
La ley de Dios es perfecta,/ y nos da nueva vida./ Sus
mandatos son dignos de confianza,/ pues dan sabiduría a los jóvenes.
La
ley del Señor es perfecta: devuelve el aliento;/ el precepto del Señor es
verdadero:/ da sabiduría al ignorante;
El
Sal 19 B es un cántico de alabanza de la Torá, la cual, contemplada en su
perfección y en sus efectos, es tema de gozosa meditación. Para explicar la
comprensión subyacente de la Torá, habrá que recurrir a la concepción
deuteronómica tardía: la Torá es la revelación terminada y consignada por
escrito de la voluntad de Dios, para su lectura en público (Dt 31.9-11)o en
privado (Jos 1.7; Sal1.,2). En esta expresión de la voluntad de Dios, que contiene
principalmente la ley de Dios, se incluyen también las proclamaciones
históricas (Dt 1.5; Sal 78.1; Neh 8.13ss).No obstante, el verdadero centro de
la Torá es y sigue siendo la ley de Dios transmitida por medio de Moisés (Mal
3.22).Pero, en todo caso, la Torá es —especialmente desde Esdras— la “Sagrada
Escritura” con carácter autoritativo y oficial.
8 Los
mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón: El precepto de Jehová,
puro, que alumbra los ojos.
Las
normas de Dios son rectas/ y alegran el corazón./ Sus mandamientos son puros/ y
nos dan sabiduría.
los
mandatos del Señor son rectos:/ alegran el corazón;/ la instrucción del Señor
es clara: da luz a los ojos;
En
el v. 8 se ensalza a la Torá por ser “perfecta” es propiamente un término de la
lengua de los sacrificios Al animal sin defecto, inmaculado, se le llama
“perfecto”. Aquí la palabra expresa la suficiencia de la “Sagrada Escritura”
(cf. Dt 32.4). El efecto de esta Torá perfecta se ve ahora en que “restaura”. Esto
quiere decir que vuelve a dar vigor a la vida (cf. Lam 1.11, 16) De la Torá dimana
vigor refrescante. La Torá es “fiable” y transmite sabiduría al simple, al que se
deja seducir fácilmente (Prov 1,22,7,7,9,6,19,25,21,11, Sal119,130) En los Sal 1
y 119 se asocian también concepciones de la teología posterior con la
comprensión de la Torá existente después del destierro vida y sabiduría brotan
a raudales de la instrucción divina. La Torá es instrucción para la vida.
9
El temor de Jehová, limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová
son verdad, todos justos.
La palabra de Dios es limpia/ y siempre se mantiene
firme./ Sus decisiones son al mismo tiempo/ verdaderas
y justas.
el
respeto del Señor es puro: dura para siempre;/ los mandamientos del Señor son verdaderos:/
justos sin excepción;
10 Deseables
son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que
la que destila del panal.
Yo prefiero sus decisiones/ más que montones de oro,/ me
endulzan la vida/ más que la miel del panal.
son
más valiosos que el oro,/ que el metal más fino;/ son más dulces que la miel
que destila un panal.
11 Tu
siervo es además amonestado con ellos: En guardarlos hay grande galardón.
Me
sirven de advertencia;/ l premio es grande/ si uno cumple con ellas.
Aunque tu servidor se alumbra con ellos/ y guardarlos trae gran
recompensa,
Esta
“alegra el corazón” (v. 8a), “ilumina los ojos” (v. 8b), es decir, da nuevo vigor
a la vida (“para siempre”) permanece la palabra que Yahvé habla por medio de la
Torá. Todas las “instrucciones” en materia de derecho son verdad y “justos” o “rectos”
en sentido pleno. El v 10 habla del gran valor y del efecto vivificador de la
Torá, mientras que el v. 12 entona después las notas de una lamentación.
12 Los
errores, ¿quién los entenderá? Líbrame de los que me son ocultos.
Nadie
parece darse cuenta/ de los errores que comete./ ¡Perdóname, Dios mío,/ los
pecados que cometo/ sin darme cuenta!
¿quién
se da cuenta de sus propios errores?/ Purifícame de culpas ocultas;
13 Detén
asimismo á tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí: Entonces
seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
¡Líbrame del orgullo!/ No dejes que me domine!/ ¡Líbrame
de la desobediencia/ para no pecar contra ti!
del orgullo protege a tu servidor,/ para que no me domine./ Entonces
seré irreprochable/ e inocente de grave pecado.
El
Sal 19 B termina con una fórmula de dedicación (cf. Sal 104.34; 119.108).Tales
formas, en los tiempos antiguos, se pronunciaban al ofrecer el sacrificio, y
ahora sirven de final al cántico hímnico. “La oración es el sacrificio ofrecido
por el hombre interior” (Franz Delitzsch). […]
El cosmos celebra “la gloria” de Dios, pero no nos enseña
su voluntad. Por eso, se añadió el Sal 19 B como referencia decisiva, como una clave-
por decirlo así-para descodificar el mensaje cifrado. En la Torá sí podemos captar
a Dios. Allí sí aprendemos quién es Dios. En la Torá llega a nosotros la manifestación
de la voluntad de Dios. La Torá logra lo que la naturaleza no es capaz de lograr:
nos da instrucción y nos dirige para ser sabios; alza a quien está desesperado,
y abre camino a través del ámbito de la culpa. La comprensión de la Torá que hallamos
en el Sal 19 B, no tiene nada que ver con el nomismo. Lejos de eso, este salmo debiera
impulsarnos incesantemente a pensar acerca del misterio y la maravilla de la revelación
de Dios en su palabra, es decir, acerca de la palabra que contiene estímulo y exigencia.
Esta palabra es el lugar en que Dios mismo, como Creador, se encuentra con el hombre,
y se encuentra con él con fidelidad creadora y mantenedora de vida. En esta palabra
es donde podemos captar lo que el mundo creado no cesa de proclamar, aunque no logre
por sí que nosotros lo entendamos.
Conclusión
14 Sean
gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh
Jehová, roca mía, y redentor mío
¡Tú eres mi Dios y mi protector!/ ¡Tú eres quien me
defiende!/ ¡Recibe, pues, con agrado/ lo que digo y lo que pienso!
Que
te agraden las palabras de mi boca,/ que te plazca el susurro de mi corazón,/ ¡Señor,
Roca mía, Redentor mío!
[1] Hans-Joachim Kraus,
Los salmos. Salmos 1-59. I. Salamanca, Sígueme, 1992 (Biblioteca de estudios bíblicos), p. 379.
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