sábado, 4 de agosto de 2012

Salmo 19, Reina-Valera, revisión 1909





1 Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos.
2 El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría.
3 No hay dicho, ni palabras, ni es oída su voz.
4 Por toda la tierra salió su hilo, y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol.
5 Y él, como un novio que sale de su tálamo, alégrase cual gigante para correr el camino.
6 Del un cabo de los cielos es su salida, y su giro hasta la extremidad de ellos: Y no hay quien se esconda de su calor.
7 La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma: el testimonio de Jehová, fiel, que hace sabio al pequeño.
8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón: el precepto de Jehová, puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Jehová, limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos: en guardarlos hay grande galardón.
12 Los errores, ¿quién los entenderá? Líbrame de los que me son ocultos.
13 Detén asimismo á tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí: entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.

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