LA FUNCIÓN PATERNA EN LA NUEVA DINÁMICA
FAMILIAR
La
dinámica familiar tradicional donde el padre era el
proveedor principal del hogar y la madre estaba dedicada a las tareas
domésticas se replanteó sustancialmente. Los hogares pasaron de una estructura
familiar arraigada con jefatura masculina a una mayor diversidad, en la cual
puede observarse un aumento notable de hogares donde ambos cónyuges aportan
ingresos, e incluso presentan jefaturas femeninas.
Hoy se observa una demanda creciente sobre los varones
para que asuman mayores responsabilidades en las tareas del hogar y de cuidado.
Se asiste a un momento de transición, en el cual se pasa de la valoración del
padre proveedor a la del padre comprometido con el bienestar emocional de la
descendencia, con más implicación afectiva, disponibilidad y proximidad a la
familia, y mayor involucramiento en las tareas domésticas y de cuidado.
La
paternidad no puede restringirse a un asunto meramente biológico. La conducta
parental excede la función de procreación, poniendo en evidencia
comportamientos de cuidado y protección de los hijos.
Hoy, la paternidad, por ejemplo, no se considera
aceptable si ella no incorpora, a la par la función proveedora material, la
creación de lazos afectivos firmes y permanentes que requieren mayor cercanía
de los padres con su descendencia.
Según autores como Alatorre, Fuller y Olavarría las
paternidades son procesos socioculturales y subjetivos, que se construyen
social e históricamente y se reproducen al interior de las familias. De este
modo, la paternidad es entendida como un hecho social.
Como señala Viveros M., la paternidad es un fenómeno
complejo y cambiante, que no se puede entender sin considerar sus
articulaciones con la maternidad y las relaciones de parentesco. La paternidad
comprende a todos los miembros de una familia y al lugar social que dicha
familia ocupa en su entorno.
El padre cumple un papel fundamental en las etapas
tempranas de desarrollo: actúa como soporte emocional de la madre a la vez que
representa el elemento separador de la díada madre-niño al insertarse
precozmente entre ellos. La función paterna permite al hijo individualizarse
separándolo de la madre, introduce al hijo en la cultura y el lenguaje (T.
Anatrella).
El
padre va alejándose de su antigua imagen autoritaria para construir una nueva,
más protagónica en la crianza de los hijos y vinculada a los sentimientos. En
la década del 70 surgió una imagen paterna distinta, la del hombre sensitivo
que comienza a tomar conciencia de su responsabilidad con la naturaleza y los
hijos, y comparte con la madre algunas tareas, todo ello sin perder su
virilidad. Esto dio lugar a la modificación de diversas costumbres: se incluyó
al padre en el momento del parto y en algunas sociedades se instituyó la
licencia por paternidad.
La
nueva conducta está caracterizada por:
·
La interacción: tiempo que el padre comparte con su
hijo.
·
La accesibilidad: la posibilidad que tiene el niño de
contar con el padre para interactuar.
·
La responsabilidad: función que asume el padre en lo
referente a las actividades de los niños.
Entre
el deseo cultural y la realidad familiar
Un
estudio de Wainermn (2003) de 200 hogares urbanos en Argentina revela que tres
cuartos de los hombres participan nada o muy poco en las actividades cotidianas
del cuidado de la casa En especial, con respecto a la atención de los hijos,
sostiene que si bien los hombres tienen en la actualidad una mayor
participación, están lejos de alcanzar niveles de responsabilidad que tienen
las madres. La principal responsabilidad de la crianza de los niños sigue
siendo de las mujeres.
Incluso cuando los varones participan en el cuidado de
los hijos, típicamente definen este cuidado como “ayudar”, no como una tarea en
la que decidieron participar o de la cual ellos sean responsables. Y aun cuando
asumen estas tareas, siguen pensando que pueden optar por excluirse de ciertos
aspectos de los quehaceres domésticos. Aunque la disponibilidad de los padres
para con sus hijos aumentó, ello no significa que inviertan tanto tiempo en
criarlos o participen de la misma manera que las madres.
Mientras los varones afirman participar mucho más en
las tareas domésticas, de hecho lo hacen en forma asistemática y a modo de
colaboración, sin asumir la responsabilidad por la tarea. “Los hombres ven su
trabajo doméstico como una especia de regalo a las mujeres o como algo que se
hace en ocasiones especiales, pero rara vez como una cuestión de justicia”
(Barker).
Una
paternidad presente, cálida, de apoyo y no demasiado controladora produce
buenos resultados para los hijos, ya que los beneficia en términos de su
desenvolvimiento social y emocional, muchas veces mejora su desempeño en la
escuela, les facilita entablar relaciones más sanas como adultos, y también
puede influir significativamente en decisiones relacionadas con conductas
antisociales, tales como el uso de sustancia, actividad sexual a temprana edad
y actos criminales.
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EL POPULISMO CRISTIANO
Roberto Blancarte
Milenio Diario, 11 de junio de 2013
Por
lo visto, el populismo de la derecha cristiana llegó a México para quedarse.
Introducida por Fox el irresponsable (quien bajo la sombra de la Virgen de
Guadalupe al parecer ahora se dedicará a sembrar mariguana) y amparada por
gobiernos ignorantes e incompetentes de todos los colores, está surgiendo en el
país una nueva camada de políticos priistas y panistas, miembros de una difusa
corriente que está convencida de que lo que esta sociedad necesita es más
religión y temor a Dios y no tanto una educación cívica o el respeto de las
leyes. El último y desafortunado ejemplo de esta postura la representó de
manera pública y ostentosa la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes,
quien a nombre de Dios todopoderoso hizo entrega de la ciudad “a nuestro señor
Jesucristo” y lo estableció como “la máxima autoridad en la ciudad”. Lo más
grave del asunto es que este tipo de personajes, ante la impunidad con la que
actúan (pues las autoridades federales “responsables” no hacen nada), en
flagrante violación de leyes y la Constitución, tienen muchos seguidores. Y
tanto a éstos como a los políticos mencionados les parece lo más normal que un
funcionario electo actúe como líder religioso en un acto público, promoviendo
una fe en particular. No parece que se den cuenta de las graves implicaciones
de sus actos. Sus respuestas a las críticas son: “No se rasguen las vestiduras,
no pasa nada”, o “Ustedes también lo hacen”. De esa manera, las Alianzas de
Pastores de Monterrey entran a la competencia y muestran que los evangélicos
también pueden conseguir algún político dispuesto a entregar a Jesucristo una
ciudad o una entidad federativa. Se les adelantan así a quienes hubieran
querido dedicar la ciudad al sagrado corazón de Jesús. Así, en lugar de un
Estado laico, estamos en la vía de un Estado multiconfesional.
No estoy seguro, sin embargo, que quienes defienden la
libertad religiosa de la alcaldesa estarían dispuestos a concedérsela a alguien
más. Pongamos un ejemplo hipotético: imaginémonos que en Monterrey la alcaldesa
se convierte (se vale) al Islam y que en un acto público ella decide, porque
cree tener derecho a hacerlo, a entregar la ciudad a Allah, el misericordioso,
estipulando en ese acto que Allah y Mahoma su profeta son la máxima autoridad
en la capital regiomontana. Mucha gente,
incluidos los evangélicos que aplau-dían a la alcaldesa, estarían en contra y
la condenarían por mezclar religión y política y pretender imponer una religión
a través de su cargo público. Bueno, pues eso es precisamente lo que hizo
Margarita Arellanes, aunque ahora diga que lo que hizo fue a título personal.
Fue invitada como alcaldesa de Monterrey, se presentó como tal y “entregó”
(¿con qué derecho?) ¡la ciudad! a Jesucristo. ¿Estarán de acuerdo los judíos
que viven en esa ciudad? ¿Se sentirán cómodos los miembros de otras religiones?
¿Se sentirán representados las decenas de miles de agnósticos regios? ¿Verán
los católicos con buenos ojos a esta alcaldesa que participa públicamente y
promueve lo hecho por una alianza de pastores evangélicos? ¿Estarán tranquilos
los ciudadanos que votaron por una servidora pública y se encuentran ahora con
una lideresa religiosa? Estas preguntas tienen todas que ver con una cuestión
central: hay una razón por la que nuestra Constitución y nuestras leyes separan
los asuntos religiosos de los asuntos públicos y hay una razón por la cual las
leyes establecen que los funcionarios no pueden participar, en cuanto tales, en
ceremonias religiosas de culto público. Lo cual quiere decir que Margarita
Arellanes podría haber participado a título personal, pero entonces ¿por qué
entregó esa persona la ciudad de Monterrey a Jesucristo? Si alguien me contesta
que sí puede, entonces eso quiere decir que yo a título personal puedo entregar
el universo a los dioses del Olimpo, o a las fuerzas del mal de La guerra de
las galaxias. Lo cual sería obviamente ridículo, pero muestra el tamaño del
despropósito de esa funcionaria pública. Porque eso fue exactamente lo que
hizo.
Lo peor del caso es que Margarita Arellanes no sabe lo
que hizo cuando declaró que ya no es ella, sino Dios, la máxima autoridad en
Monterrey. Como ella no es la única que puede hablar a nombre de Dios, sino que
cada uno de nosotros puede hacerlo, eso quiere decir que a mí Dios puede
haberme dicho lo que hay que hacer en esa ciudad, o cualquier líder religioso
puede presentarse y argumentar lo mismo. En pocas palabras, ella negó el voto
popular que recibió en las urnas y lo entregó a cualquiera que pretenda hablar
a nombre de Dios. Por lo tanto, en términos teóricos, cualquiera podrá estar
por encima de su autoridad, nulificando el ejercicio democrático. Ese es el
enorme riesgo de introducir a Dios en la vida pública del país. O de aparecer,
como funcionario público, en una ceremonia religiosa, generando inmediatamente
privilegios y discriminaciones. Habrá que pensar por ello si la culpa reciente
no la tiene Enrique Peña Nieto, cuando se presentó como Presidente de la
República en una ceremonia religiosa en el Vaticano. Quizás él fue quien abrió
la puerta a este tipo de intervenciones tan nocivas para nuestra democracia;
una verdadera caja de Pandora que costará trabajo cerrar.
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