GRITOS DE ADVIENTO
Juan Simarro Fernández
En esta época de Adviento, tenemos también
que gritar a todas las naciones y a todos los pueblos, a todos los habitantes
del planeta Tierra: ¡”Venid a ver, venid, la flor del Soberano, linaje de
David”.
No hace muchos
años, quizás desde la década de los años cincuenta, en las iglesias evangélicas
que no eran de corte reformado, iglesias muchas de ellas muy conservadoras y un
tanto ajenas en muchos casos no sólo a la celebración de lo que se puede llamar
el año litúrgico, sino a la propia historia del protestantismo y, por tanto,
bastante ajenas a la historia de la Reforma, la palabra Adviento no se usaba. Si alguien, procedente de otros ambientes hablaba de Lutero, se le
podía decir: “Aquí predicamos a Cristo, no a Lutero”. Épocas un tanto
oscurantistas, sólo en cuanto a la historia, en varias iglesias evangélicas
que, por otra parte, predicaban un Evangelio puro y libre de tradiciones
humanas. Todavía hoy habrá muchas en las que se pase de largo de esta celebración
que nosotros queremos reavivar: el Adviento.
Hay evangélicos hoy en España que, sacados de sus congregaciones
conservadoras cuando eran niños, allá por los años cincuenta, pasada ya la
posguerra, en tiempos de gran dificultad sociopolítica en España y en el área
de las libertades religiosa, tiempos en los que muchos maestros de las escuelas
públicas habían sido depurados, tiempos en que muchos intelectuales, artistas y
profesionales estaban en el exilio, momentos en los que se podía perder el trabajo
por ser protestante, épocas cuando se cantaba obligatoriamente en Cara al Sol
en las escuelas públicas y, además, muchos niños evangélicos tenían problemas
por el hecho de serlo. En esta época, ya superando la dura
posguerra, a
muchas de las regiones de España llegó una noticia de que en Madrid existía un
colegio evangélico al que podían ir los niños que tuvieran
problemas en las escuelas públicas, los hijos de los migrantes españoles que
tenían que salir por la falta de trabajo en España —eran los tiempos de la
emigración española muy superior a la de ahora—, donde podían asistir niños
huérfanos o de familias en situaciones de dificultad económica a los que se les
podía buscar padrinos en el extranjero, fundamentalmente en Norteamérica. Era
un colegio que había estado cerrado durante y después de la guerra civil y que
abría sus puertas tímidamente, casi en la ilegalidad, sin tener reconocidas sus
enseñanzas, pues los alumnos tenían que ir a examinarse como alumnos libres a
los institutos… Tiempos difíciles.
Pues bien, muchos niños de diferentes regiones, proviniendo de aquellas iglesias
conservadoras, acabaron recalando como alumnos en este este Colegio Evangélico
llamado El Porvenir buscando un ambiente evangélico sin discriminaciones por
razones religiosas. Muy diferente aquella situación a la de ahora.
Era, realmente, un hogar en donde niños se formaban. Había niños de toda España
y de todas la denominaciones, pero era un colegio vinculado a las iglesias
reformadas de la IEE en donde había presbiterianos, luteranos y otros
reformados. Una interrelación denominacional que favoreció tanto a la iglesia
reformada de la IEE como a las diferentes denominaciones más conservadoras.
¿Qué pasó con
aquellos niños de esas iglesias conservadoras? Pues que quedaron, entre otras
cosas, como deslumbrados por la celebración del Adviento, celebración
desconocida para ellos. Para esa celebración, en el techo de un
comedor bastante grande, se colgaba una gran corona de Adviento con sus cuatro
velas rojas, largas, de las cuales se encendía una cada domingo de Adviento. En
un devocional que teníamos cada noche durante todo el año que, simplemente, se
le llamaba “La Oración” y que se hacía después de la cena, durante toda la
época de Adviento sólo se cantaban himnos relacionados con este momento del año
litúrgico. Muchos niños, acostumbrados solamente a celebrar la Navidad o la
Semana Santa dentro del calendario litúrgico de sus iglesias conservadoras,
quedaron impresionados y se fijaban en cómo toda la celebración iba acompañada,
durante las cuatro semanas, de la lectura de las profecías. Los niños podían
ver cómo todo estaba anunciado, previsto, cómo iba madurando en el quehacer
profético hasta culminar con el Niño que nos es nacido, el Hijo que nos es
dado.
Allí aquellos niños pudieron escuchar
algunos de los gritos de Adviento. El
primer grito de Adviento del que hacemos mención hoy, lo contenía un himno del
himnario que usaba la IEE: ¡“Venid
a ver, venid, la flor del soberano, linaje de David ”! Había que gritar en el Adviento para
que la gente se acercara, para que los pueblos vieran. Hacía
alusión a un rosal lejano en el arcano de los tiempos, que comenzaba a
rebrotar. Se acercaba la Flor del Soberano, esa flor que comenzó siendo como un
botoncito verde que después se transformó en un capullo hasta que reventando,
comenzaba a mostrar su color y finalmente se abría como una rosa. ¡Cómo te vas
a quedar quieto e inmóvil! ¡Tienes que venir a ver! ¡Venid todos!
Nosotros ahora también, en esta época de
Adviento, tenemos también que gritar a todas las naciones y a todos los
pueblos, a todos los habitantes del planeta Tierra: ¡”Venid a ver, venid, la flor del Soberano, linaje de David”!
Muchos evangélicos, hoy ya mayores, aprendieron allí, en ese Hogar, a celebrar
el Adviento. Allí estaba también la cuestión del linaje, de la descendencia de
David que daría luego lugar al grito: “¡Jesús, Hijo de David”! como se
dirigieron a Jesús muchas gentes. Ese reguero de linaje se podía seguir también
a través de las profecías.
Por tanto, celebremos también hoy. Alegraos pobres de la tierra. Regocijaos
ante el segundo grito que viene. Aquí lo tenéis. Es el segundo grito de
Adviento que proponemos: “Fortaleced
las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón
apocado: esforzaos, no temáis; he aquí que Dios viene con retribución y pago;
el mismo Dios vendrá y os salvará”. ¡Qué gran grito! Palabras de
Adviento. Palabras esperanzadoras. ¿Quién
lanzará hoy este grito de Adviento? Lo lanzamos desde estas páginas, pero
quizás sea insuficiente. ¡Gritadlo todo el mundo!
Podríamos decir: Gritad y alegraos, pueblos
de la tierra, desclasados del mundo. Buscad consuelo los sufrientes de una
sociedad injusta. Avanza el Adviento. La Navidad se aproxima. Se acerca el
momento en el que las profecías dicen que ”se alegrarán el desierto y la soledad, el yermo se gozará y florecerá
como la rosa”. Son tiempos de alegría, de regocijo.
Seguid escuchando. Vamos a lanzar el tercer grito de Adviento: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice
vuestro Dios”. Consolaos. Dejad
las penas. Haced una gradación de la alegría. Es un proceso de
acercamiento. Nos acercamos a la Navidad. Id contando días, semanas. Coged el
calendario. Pasan los días de Adviento, los domingos de Adviento, las semanas
de Adviento. Cuanto más se acerca el tiempo, más emoción, más alegría, más
ternura del corazón, más esperanza.
Tiene que llegar el clímax. La explosión de gran alegría. El momento
cumbre. ¡Cantad! ¡Aclamad! ¡Entonad salmos a su nombre! Llegad al otro de los
gritos del Adviento. El cuarto grito que lanzamos desde aquí. Sí. Hay
otro de los gritos de Adviento en el que el profeta explota de alegría porque
quiere que todo esto sea sabido por toda la tierra y estalla de regocijo y
grita como con voz de trompeta: “Regocíjate
y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de
Israel”. Final glorioso, es la apoteosis del gozo… el corazón se rompe
de alegría en la culminación del Adviento.
Aún falta otro grito, el último que os dejamos hoy aquí. Es el quinto grito que lanzamos hoy: “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu
voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá:
¡Ved aquí al Dios vuestro!”. Son
preciosas palabras de Adviento que nos llenan de olor grato, el olor de la Flor
de Adviento, del Dios que llega, que se nos acerca. Aprende a celebrar el
Adviento. Levanta fuertemente tu voz en compromiso con esas cañas cascadas y
esas rodillas endebles. El mismo Dios vendrá y nos salvará. ¡Feliz Adviento!
Gozaos y alegraos. Dios se acerca a nuestra historia.
Nuestro agradecimiento al Colegio El
Porvenir que, a tantos niños provenientes de lugares lejanos de todos los
rincones de España, nos enseñó a celebrar el tiempo de Adviento.
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EL
CMI HONRA EL LEGADO DE NELSON MANDELA
Evocando a Nelson Mandela como un líder que con su esfuerzo adquirió una
sabiduría y una madurez sin parangón en nuestros tiempos, el secretario general
del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) ha dado las gracias a Dios por la vida de
Nelson Mandela, al que ha calificado de “regalo para Sudáfrica y para el mundo
entero”.
Nelson Mandela, destacado activista de la
lucha contra el apartheid, Premio Nobel de la paz y primer presidente negro de
Sudáfrica, falleció el jueves 5 de diciembre a los 95 años en su casa de
Houghton, cerca de Johannesburgo.
“Será recordado como el líder que trabajó
por la unidad de una nación que una vez fue dividida deliberadamente según
consideraciones raciales”, afirmó el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, el secretario
general del CMI. El Rev. Dr. Tveit añadió que Nelson Mandela fue un “libertador
que con su fuerza y su personalidad emblemática elevó la dignidad de los
africanos tras siglos de colonialismo, opresión y discriminación”.
Describió la relación de Nelson Mandela con
el CMI como una relación especial, recordando su visita a las oficinas del CMI
en Ginebra en 1990, poco después de haber sido puesto en libertad. Durante
dicha visita, expresó su gratitud por el apoyo de las iglesias a la lucha
contra el apartheid.
Cuando era presidente de Sudáfrica, Nelson
Mandela realizó una intervención durante la Octava Asamblea del CMI, celebrada
en Harare (Zimbabue) en 1998. Durante esta intervención, elogió los esfuerzos
de las iglesias contra el apartheid en Sudáfrica, así como a los misioneros que
hicieron posible que durante su infancia pudiera beneficiarse de la mejora en
el nivel de educación que estos aportaron a África. […]
ALC Noticias, 10 de diciembre
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