sábado, 28 de diciembre de 2013

Letra 351, 29 de diciembre de 2013

REGALOS DE NAVIDAD
Vilma Fuentes
La Jornada, 27 de diciembre de 2013

FotoHoy se cumplen 90 años del fallecimiento de Gustave Eiffel, quien diseñó uno de los emblemas más famosos de París. La imagen fue captada en la capital francesa, que en estos días padece tormentas invernales.
Las fiestas navideñas son propicias a la expansión de los buenos sentimientos: generosidad, solidaridad, amor del prójimo, se comparten en familia y, de amigo en amigo, en toda la sociedad. Los cánticos de Navidad invitan al recogimiento ante la santidad de Stille nacht, Heilige nach. En Francia, el villancico navideño más célebre, aparte el Minuit Chrétiens que se canta de preferencia en la Misa de Medianoche, es una canción por completo laica, si no pagana, inmortalizada por el muy célebre cantante popular Tino Rossi, originario de la isla de Córcega donde su celebridad rivaliza con la de otro nativo del lugar: Napoleón. Las palabras de la canción de Tino Rossi comienzan: “Petit papa Noël, quand tu descendras du ciel, n’oublies pas mes petits souliers…”, es decir, solicitando no olvidar un regalo. La emoción de la noche de Navidad es rebasada por otra emoción más tenaz y urgente: ésa que arde en el corazón de los niños que esperan recibir los regalos soñados.
¿Qué padre o madre de familia, qué pariente, qué adulto, podría resistir a una imploración tan conmovedora? No todos poseen un corazón de pierda, por fortuna, y los regalos colocados bajo el árbol de Navidad o a las orillas del Nacimiento, según las convicciones religiosas, aún son el medio más evidente de manifestar su ternura y generosidad, cada persona lo sabe y nadie osaría escapar a la regla. Son incluso, a veces, los más pobres quienes se muestran más generosos.
En Francia, según las informaciones de la prensa y otros medios, una noticia chocante y singular ha hecho, sin embargo, su aparición. Presentada bajo la forma de un estudio estadístico, adquiere la autoridad casi científica de una verdad irrefutable. ¿De qué desgracia habla esta información para adquirir el rango de noticia? Nos anuncia, sin miramientos para nuestras buenas conciencias: seis personas sobre diez, sí, seis sobre diez, revenden la mañana siguiente los regalos que recibieron en Navidad. En el caso de los adolescentes y los niños, la estadística es aún más grave: tres cuartos de ellos ponen de inmediato en venta los tiernos regalos recibidos de los inquietos padres por demostrar su amor y dar una prueba tangible de éste a su progenitura.
De qué pasar brutalmente del sueño a la realidad y de bajar aún más rápidamente de las altura del cielo para aterrizar sobre la ingrata superficie de la tierra.
Esta venta inmediata es facilitada por los progresos de la técnica: los jóvenes saben utilizar internet mejor que sus mayores, pues ésta forma parte de su cultura. Saben que existe en la tela del web una infinidad de redes que permiten vender en línea todo lo susceptible de ser vendido y comprado. Así, se precipitan a proponer en el mercado el costoso juguete que causó tanta inquietud, y tanto dinero en ocasiones, a sus padres, para satisfacer sus deseos y, lo que ellos creen, sus secretos.
Nada más que el secreto de tres cuartas partes de los jóvenes franceses es simplemente cambiar los regalos contra algunos billetes.
Es fácil indignarse. Acusar a los jóvenes de uniformarse a las leyes de la sociedad en la cual se les ha hecho nacer sería injusto. No son los adolescentes de hoy quienes inventaron la sociedad mercantil, serían más bien sus padres y sus abuelos. Más vale interrogarse sobre el sentido de esta reventa inmediata. No queda sino admitir que muchos de los regalos no corresponden para nada al verdadero deseo de quienes lo reciben. ¿Quién puede vanagloriarse de hallar, en cada ocasión, el objeto, ordinario o muy raro, que responde exactamente al deseo del otro? ¿Quién escucha el deseo del otro, así sea el de la persona más amada? Encontrarlo sin equivocarse sería, acaso, una excepcional prueba de amor. De alguna manera, una perla aún más rara que las más bellas perlas de los mejores pescadores de perlas.
Y, después de todo, a semejanza de la abuela, o la vieja tía solterona, el travieso escuincle, ¿no se da más gusto al ofrecer que al recibir un regalo?
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EN NAVIDAD HACE 140 AÑOS
Carlos Martínez García
Protestante Digital, 22 de diciembre de 2013

En Navidad hace 140 añosEl 25 de diciembre de 1873 abrió sus puertas al culto evangélico el antiguo claustro mayor de San Francisco, en Gante número 5, céntrica vía en la capital del país. Desde entonces la Iglesia metodista la Santísima Trinidad ha sido un referente histórico no nada más para la denominación protestante a la que pertenece, sino también para el conjunto del protestantismo mexicano que más conocimiento tiene de los antecedentes de cómo echó raíces en la ciudad de México un cristianismo distinto al católico romano.
La construcción del primigenio templo de San Francisco fue concluida en 1525. La edificación fue “la primera iglesia que hubo en todas las Indias de lo que se llama Nueva España y Perú”. En sucesivas reconstrucciones y ampliaciones el lugar gana en extensión, hasta que San Francisco, “entre atrio, capillas, templo principal y convento propiamente dicho, cubría casi toda el área comprendida actualmente entre las avenidas Madero, San Juan de Letrán [Eje Central Lázaro Cárdenas] y calle de Venustiano Carranza, hasta lo que hoy es Edificio Iturbide y Banco Mexicano [actual Palacio de Cultura Banamex]”.
San Francisco desempeñó una función muy importante para la catequización católica de los indígenas. “Con la llegada, a fines de 1526 o principios de 1527, de fray Pedro de Gante, quien se trasladó a México después de haber residido en Texcoco, San Francisco vino a albergar la primera gran escuela para indios que hubo en el Continente, el claustro vio a menudo discurrir, ora en fervorosa actividad, ora en profundas meditaciones, su nobilísima figura: ¡el más grande educador que en aquel siglo tuvo América!”.
El Claustro Mayor de San Francisco fue obra del padre Buenaventura de Salinas, iniciándose la construcción en 1649 y concluida dos años más tarde. 4  Durante el resto de la Colonia española y hasta 1861, bajo el dominio político de los liberales juaristas, San Francisco continúo como pieza clave para las tareas del catolicismo romano en el país.
En octubre de 1821 en el Claustro de San Francisco tuvo efecto la Acción de Gracias por la consumación de la Independencia. La ceremonia fue presidida por Agustín de Iturbide, quien para ese entonces todavía no se había hecho investir como Emperador de México. En 1855 el edificio albergó por tres días (1 al 3 de junio) las ceremonias eclesiásticas para celebrar la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción de María.
Las leyes de Reforma promulgadas por Benito Juárez tuvieron como consecuencia que para los últimos días de diciembre de 1860 San Francisco fuese abandonado por los frailes. Al año siguiente, en abril, fue abierta la calle de Gante con el objetivo de unir Independencia (hoy 16 de septiembre) y San Francisco (hoy Madero).
La nacionalización de algunos bienes del clero católico romano hizo posible que en mayo de 1862 un  particular, Emilio  Degollado,  comprara el Claustro  de San Francisco. A partir de entonces el lugar tendría subsecuentes propietarios y variados usos. Fue teatro, salón de bailes y circo. En mayo de 1873 cesaron las representaciones de zarzuelas en el lugar, y a partir de entonces cerró sus puertas. Los dueños buscaron ponerlo en venta.
Desde los primeros días de su arribo a la ciudad de México (23 de febrero de 1873) el misionero metodista William Butler se hizo a la búsqueda de un espacio que pudiese usarse como lugar de reuniones para la que vendría a ser la Iglesia metodista episcopal en México.
Antes que él había llegado el obispo Gilbert Haven, quien desembarcó en Veracruz el 28 de diciembre de 1872, y el 3 de enero del año siguiente estaba instalado en la capital mexicana. Permaneció en el país tres meses, tras los cuales regresó a los Estados Unidos. Haven y Butler comprobaron que en la ciudad de México, que entonces contaba con 200 mil habitantes, ya existían bien implantados núcleos evangélicos, particularmente los vinculados al movimiento de la Iglesia de Jesús.
La que llegó a ser la Iglesia de Jesús tuvo sus antecedentes en el grupo de los llamados Padres Constitucionalistas. Éstos fueron sacerdotes católicos que iniciaron su organización en 1854, apoyaron la gesta liberal y la Constitución de 1857 que abrió la posibilidad de que en el país pudiesen existir legalmente organizados otros credos religiosos distintos al catolicismo romano. El de los Padres Constitucionalistas fue un movimiento que se caracterizó por ser “reformista intracatólico, nacionalista y antirromanista”.
Uno de los sacerdotes identificados con la lid por crear en la nación mexicana un cristianismo sin lazos con Roma organizó en su casa reuniones de estudio bíblico, en las cuales también se practicaba la Cena del Señor la cual impartía en dos especies. El pan y el vino “los distribuía [Manuel Aguilar Bermúdez] de rodillas”. Esto acontece antes de la Intervención francesa en México, es decir entre 1861 y principios de 1862. Su domicilio estaba localizado en el número 4 de la calle de la Hermandad de San Pablo.
En 1864 el sacerdote Manuel Aguilar Bermúdez, y el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, John William Butler, entre otros, tienen reuniones de carácter evangélico en la ciudad de México, “en los bajos de la casa núm. 21 de la calle de San José del Real”. Entre los asistentes se encuentran José Parra y Álvarez, Prudencio G. Hernández y Sóstenes Juárez.
No mucho después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador Maximiliano (26 de febrero de 1865), Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres constitucionalistas forman la Sociedad de Amigos Cristianos. Al triunfo de la República sobre los conservadores y Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad Evangélica, y sus integrantes abren al público sus reuniones que continúan desarrollándose en San José el Real.

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