1 Santiago, servidor de Dios y de Jesucristo,
el Señor, saluda a todos los miembros del pueblo de Dios dispersos por el
mundo.
2 Alégrense profundamente, hermanos míos, cuando se sientan
cercados por toda clase de dificultades. 3
Es señal de que su fe, al pasar por el crisol de la prueba, está dando frutos
de perseverancia. 4 Pero es preciso que la
perseverancia lleve a feliz término su empeño, para que ustedes sean perfectos,
cabales e intachables. 5
Si alguno de ustedes anda escaso de sabiduría, pídasela a Dios, que reparte a
todos con largueza y sin echarlo en cara, y él se la dará. 6 Pero debe pedirla confiadamente,
sin dudar, pues quien duda se parece a las olas del mar, que van y vienen
agitadas por el viento. 7
Nada puede esperar de Dios una persona así, 8 indecisa e inconstante en todo cuanto emprende.
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