28 de diciembre,
2014
Pero,
al llegar el momento cumbre [pléroma]
de la historia, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen
de la ley, para liberarnos del yugo de la ley y alcanzarnos la condición de
hijos adoptivos de Dios.
Gálatas 4.4-5, La Palabra (Hispanoamérica)
Mientras los evangelistas Mateo y Lucas complementaron sus relatos del
nacimiento de Jesús con el recuerdo de las promesas proféticas sobre el Mesías
venidero, las genealogías y personajes atípicos, sus colegas, Marcos y Juan, fueron
directamente al relato de las acciones de Jesús de Nazaret y lo presentan como
un profeta mesiánico que ofrece su mensaje . Pablo de Tarso, por su parte, sólo
hace algunas alusiones al nacimiento humano de su Señor con un énfasis muy
diferente al de los evangelistas. Entre ellas podemos mencionar las siguientes:
“Así que en adelante a nadie valoramos con criterios humanos. Y si en algún
tiempo valoramos a Cristo con esos criterios, ahora ya no” (II Corintios 5.16),
en donde se refiere a la insistencia de los primeros apóstoles en la cercanía
física que tuvieron con él. La segunda es de carácter más reflexivo: en cuanto
a la encarnación del Hijo de Dios en el mundo: “Ya
conocen cuál fue la generosidad de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico como
era, se hizo pobre por ustedes para enriquecerlos con su pobreza” (II Corintios
8.9). De modo que se puede afirmar que al apóstol de los gentiles no le
interesó mucho profundizar en las llamadas “historias navideñas” pues él, más
bien, quiso profundizar en la esencia misma de los sucesos.
Aquí nos ocuparemos de las palabras paulinas de Gálatas 4.4, que
manifiestan la manera en que el apóstol comprendió los acontecimientos que hoy
denominamos “navideños”, es decir, los entretelones de la aparición del Hijo de
Dios en el mundo. Y lo hace en el contexto de su discusión sobre los derechos
de los hijos biológicos y adoptivos: para acabar con la tutela de la ley que
hacía de los hijos mismos algo similar a los esclavos, Dios ha enviado a su
Hijo y, por lo tanto, “Dios es padre-abbá de todos, somos todos hermanos/as”.[1]
Lo que destaca en el contraste planteado por la afirmación paulina es “el
cumplimiento del tiempo”, “la plenitud de la historia”, un concepto que san
Pablo compartió con muchos de sus contemporáneos: “La “plenitud de los tiempos”
es una expresión de origen apocalíptico, que encontramos en Mr 1.1: “Se ha cumplido
el plazo (se ha llenado el tiempo) y ya llega el reinado de Dios. Enmendaos y
creed la buena noticia”. Así, pues, no se trata de un progreso de la civilización
que permita la venida del Salvador, [pues] sólo Dios decidió el tiempo de la
encarnación y sólo él decidirá la hora de la parusía (Mr 13.32; 1 Tes 5.1-2)”.[2]
San Pablo ubica entonces a la “Navidad” como el “momento cumbre de la historia”,
hacia el cual se dirigió siempre y a partir del cual deberá reinterpretarse
todo lo que acontecería en el futuro posterior. Ésa será la pauta que permitirá
apreciar todas las acciones divinas realizadas en la antigüedad y lo que
sucederá después de la presencia de Jesucristo en el mundo. “El movimiento del
pensamiento de Pablo consiste en poner la venida del Hijo en relación con el
mundo que ha de salvar”. Por ello, expone dicha venida en el contexto
conflictivo representado por la encarnación biológica misma (“nacido de mujer”)
y por el sometimiento a la ley. El movimiento del texto es muy explícito al
respecto: a) acción divina: envío del
Hijo; b) modalidad: nacido de una mujer;
c) modalidad: sometido a la ley; d) finalidad: liberar de la ley; y e) finalidad: conferir la adopción
filial. “Se da un paralelismo entre las dos modalidades y las dos finalidades
La expresión ‘nacido de una mujer’ subraya sin duda el realismo de la encarnación
pero sobre todo la fragilidad humana (Job 14.1; 14.14; 25 4). […] Sometido a la
ley, Cristo no se distingue en nada de los hombres (compárese con Fil 2.7) que
están encerrados en la ley (3.23), sufrirá su maldición (3.13) aunque no tenga
pecado (Ro 8.3; II Co 5.21). […]“El paralelismo entre ‘nacido de una mujer y ‘nacido
bajo la ley’ manifiesta que Pablo piensa ante todo en la precariedad de la
existencia que Cristo asume para salvarnos (como en Fil 2 7 se despojó, tomó la
condición de esclavo y se hizo como los demás hombres)”.[3]
He ahí varias de las conflictividades humanas planteadas por la
encarnación divina en el mundo: tiene que lidiar con todas las limitaciones y
condicionamientos humanos obligatorios (deseos, responsabilidades, incomprensión,
contradicciones, etcétera) y con los impuestos por la obediencia de la Ley
antigua (tradiciones, prohibiciones, alimentación, rituales…), todo ello a
contracorriente de la libertad que el Hijo de Dios traía para ser experimentada
por la humanidad: “Si el Hijo los liberta, serán verdaderamente libres”, había
dicho el apóstol Juan (8.36). Y ése es precisamente uno de los grandes temas de
la carta paulina, pero antes el propio Hijo de Dios debía atravesar y cumplir, “en
la carne”, las obligaciones marcadas por la ley y por los criterios humanos que
la interpretaban.
Esa conflictividad sigue rodeando cada celebración del nacimiento de Jesús,
tal como lo narra Mateo al incluir la historia de la persecución, la huida a
Egipto y la masacre de los niños inocentes, puesto que la irrupción de la luz
en un mundo invadido por las sombras de la muerte y el pecado tiene que
enfrentar, necesariamente, enorme oposición. Tal como lo ha resumido el
historiador Jean Meyer en estos días:
De modo que el misterio de Navidad es doble; misterio
de la luz y misterio de la oscuridad, del bien absoluto y del mal absoluto,
esperanza de salvación en medio de la desesperanza. Entre los hijos de la luz y
los hijos de las tinieblas no hay paz, no habrá paz hasta el fin del mundo.
Edith Stein reflexiona que “esta es una dura y grave lección, en verdad, que el
encanto delicioso del niño en el pesebre no debe velar a nuestra vista. Puesto
que el misterio de la encarnación y el misterio del mal están estrechamente
relacionados. Frente a esta luz que baja del cielo, la noche del pecado aparece
más negra y más densa”.[4]
[1] Eduardo de la Serna, “Gálatas: la
novedad de estar en Cristo”, en Revista
de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 62, www.claiweb.org/ribla/ribla62/eduardo.html.
[2] Edouard Cothenet, La carta a los Gálatas. Estella, Verbo
Divino, 1981 (Cuadernos bíblicos, 34), p. 45.
[3] Ibid.,
p.
46.
[4] J. Meyer, “Misterio de Navidad”, en El Universal, 21 de diciembre de 2014, http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2014/12/73928.php.
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