1 de octubre, 2017
Dios estaba contento con todas estas personas,
pues confiaron en él.
Hebreos 11.39a, TLA
La aprobación por medio de la
fe
Hebreos 11.39a es enfático: todos los “héroes” y “heroínas” de la fe
mencionados líneas atrás “fueron aprobados por el testimonio de la fe”, es
decir, pasaron la prueba histórica delante de Dios y forman parte de la
“multitud de testigos” de su salvación en el mundo en medio de situaciones
críticas. El impacto de todos estos personajes en la fe del pueblo de Dios está
fuera de toda duda y la epístola que los incluye es parte del testimonio de su
fuerza espiritual que ha llegado hasta nuestros días. Cada uno de ellos
enfrentó pruebas, crisis, persecuciones y rechazo por parte de gobernantes,
sacerdotes y también del pueblo común para hacer visible el testimonio de una
fidelidad inquebrantable a los planes de Dios.
El recuento que hace este importante
capítulo es un ejercicio de memoria histórica de fe para reconocer, en las
diversas etapas de la historia de la salvación, la forma en que estos creyentes
honraron su compromiso de lealtad para con Dios. Sus palabras son contundentes:
“Ellos confiaron en Dios, y por eso conquistaron países; y como actuaron con
justicia, recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron la boca de
leones y apagaron grandes incendios. Escaparon de que los mataran con espada,
recibieron fuerzas cuando más débiles estaban, y en la guerra fueron tan
poderosos que vencieron a los ejércitos enemigos” (vv. 33-34). Su labor estuvo
llena de sinsabores y exigencias, de triunfos y tristezas, pero al final de su
carrera alcanzaron la aprobación divina por su desempeño. Esas personas, “de
las cuales el mundo no era digno” (v. 38) testificaron acerca de la acción en
el mundo, es decir, encarnaron el mensaje de Dios en su vida y en su carne,
llevaron en su cuerpo las marcas de su fidelidad a la obra divina en el mundo y
en la historia.
Las reformas
del siglo XVI y nuestra fe
De manera similar, el testimonio de las disidencias religiosas del siglo
XVI ha llegado hasta nosotros para afirmar y forjar nuestra fe mediante un
modelo que no era el predominante en la cultura mexicana. Los protestantes
somos disidentes (título de la tesis
doctoral de Jean-Pierre Bastian en El Colegio de México, 1989) por herencia,
convicción y compromiso, lo que nos coloca delante de Dios en la misma línea
que los creyentes de Heb 11 y de los reformadores del siglo XVI. Dice el
teólogo cubano presbiteriano Reinerio Arce: “En la carta a los Hebreos se lee:
‘La fe es la garantía de lo que se espera’. Y la esperanza, fundada en la fe,
como bien se puede deducir de aquí, no es más que ‘la certeza de lo que no se
ve’. La fe es confianza en Dios, pero también decisión y acto a la vez. […] La
fe no puede quedarse en el nivel de las convicciones íntimas, sino que debe
llevar a la acción para hacer realidad la esperanza en algo que vendrá o se
construirá con esta acción”.[1] Y
agrega. “No se puede ser cristiano —y menos protestante—, si se carece de
esperanza. La esperanza constituye la totalidad de la vida cristiana. No se
puede ser cristiano si no se es portador de la esperanza para todos los
pueblos, en medio de las dificultades e incertidumbres que ensombrecen la
existencia en el mundo actual”.
Ser protestante es afirmar el
primado de la fe por encima de todas las cosas. “Pero la fe que es fe, la
verdadera fe, vence la duda en un proceso en el que Dios también interviene.
Esa misma fe es la que conduce a la acción. A la acción de dejar lo que hemos
construido para sentirnos seguros. […] Dios pide que se abandonen las barcas
que hemos construido y nos ofrecen total seguridad, para encaminarnos junto a
Él en su proyecto salvador-liberador. Esa es la consecuencia de la afirmación ‘sólo
por la fe’”. [...] La fe ha sido fundamental a lo largo de los siglos: hay
innumerables ejemplos. Por la fe dejó Lutero el monasterio y clavó las tesis en
Wittenberg. Por la fe dejó Calvino la seguridad de la ciudad de Estrasburgo
para ir a Ginebra, y así sucesivamente”. A continuación, ensaya una larga lista
de nombres y episodios históricos cubanos, caribeños y latinoamericanos que han
dado continuidad a la propuesta de fe de Hebreos 11. Se trata de una auténtica contextualización
en el espíritu del texto bíblico:
Por fe, el
indio Hatuey encabezó una rebelión de los aborígenes en La Española; por fe, el
indio Enriquillo dirigió otra rebelión en La Española durante catorce años; por
fe, Miguel, un esclavo, se convirtió en Venezuela en rey de unos cimarrones que
fueron invencibles por muchos años; por la fe, el padre Bartolomé de las Casas
rehusó sacrificar el bienestar de los indios en beneficio de la codicia de los
encomenderos colonialistas del imperio español; por la fe, Toussaint L’Ouverture
se alzó contra el dominio colonial francés en Haití y condujo una revolución
que fundó la primera nación negra en la América; por la fe, Carlos Manuel de
Céspedes liberó a sus esclavos, dejó todas sus riquezas y salió a la manigua a
luchar por la independencia de Cuba; por la fe, Ramón Emeterio Betances dio el
grito de Lares por la independencia de Puerto Rico en contra del coloniaje
español; por la fe, Lolita Rodríguez se enfrento al colonialismo español,
escribió la hermosa letra de La Borinqueña, fue desterrada de su amada isla y
apoyó a los cubanos en su lucha independentista contra España; por la fe,
Mariana Grajales envió a sus hijos Antonio y José Maceo —que se convirtieron
después en famosos generales negros del ejército cubano contra los españoles— a
la guerra de independencia; por la fe, José Martí organizo y dirigió el Partido
Revolucionario Cubano para la independencia de Cuba y Puerto Rico y fue baleado
en el combate de Dos Rio para convertirse en el apóstol de Cuba; por la fe,
Eugenio María de Hostos luchó por la independencia de Cuba y Puerto Rico y soñó
una sola nación del Caribe hispano; por la fe, Augusto César Sandino desafió al
ejército de intervención de los Estados Unidos en Nicaragua; por fe, Pedro
Albizu Campos soñó y luchó por la independencia de Puerto Rico y soportó once
años de prisión, hasta que fue indultado en 1964 para que no muriera en la
cárcel; por la fe, Lolita Lebrón llamó la atención al mundo sobre la situación
colonial de Puerto Rico, por lo que padeció veinticinco años de cárcel; por la
fe, Frank País, hijo de pastor bautista, se rebeló ante los abusos de la
dictadura batistiana para caer mortalmente herido a los veintiún años de edad
en las calles de Santiago de Cuba. Finalmente, podemos afirmar que, por la fe,
Juan Antonio Franco se opuso a la guerra de Vietnam y al apartheid, por la fe luchó por la independencia de Puerto Rico y
marchó en demostraciones en contra del uso militar de la isla de Vieques.
¿Cuál sería la relectura
actualizada de este pasaje que elaboraríamos en México? Pero en estos tiempos
necesitamos también la autocrítica y mirarnos ante el espejo sin
contemplaciones a fin de tratar de estar a la altura de las circunstancias. Con
ese propósito, concluimos aquí con las palabras de Bastian acerca de la
situación actual de las iglesias en relación con su herencia protestante. La
pregunta fue: “A la luz de los 500 años de las reformas luteranas, ¿qué tanto
se conserva su impulso transformador en las iglesias latinas, tanto europeas
como americanas?”. Así respondió:
En la Europa
latina, una parte del protestantismo histórico sigue siendo una religión de
minorías activas y críticas; sin embargo, en sus manifestaciones pietistas y
pentecostales articuladas a las comunidades religiosas de inmigrantes, parece
más bien una expresión de la modernidad tardía a la búsqueda de experiencias
efervescentes más que un agente de reforma intelectual y social. En la tensión
entre un protestantismo, estadísticamente decreciente, portador de una
religiosidad reflexiva y critica, socialmente endeble, y expresiones crecientes
de gestión emocional de lazo con lo sagrado, intelectualmente endebles, se está
jugando el porvenir del protestantismo en los países latinos de Europa. En
América Latina, el protestantismo histórico se ha marginado y se encuentra
superado por una dinámica religión popular del milagro y de la prosperidad, en
un tipo de “cristianismo del sur” que ignora todo de Martín Lutero y del aporte
de la Reforma, a distancia de toda filiación con el protestantismo histórico. (Comunicación personal, aparecerá en alc-noticias.net)
[1] R. Arce, “La mentalidad teológica del
protestante”, en Caminos. Revista Cubana
de Pensamiento Socioteológico, núm. 67, 2013, p. 45, https://revista.ecaminos.org/article/la-mentalidad-teologica-del-protestante/
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