sábado, 7 de octubre de 2017

La Reforma y la radicalidad del mensaje evangélico, L. Cervantes-Ortiz


8 de octubre de 2017

Dios nos ha aceptado porque confiamos en él. Esto lo hizo posible nuestro Señor Jesucristo. Por eso ahora vivimos en paz con Dios. […] Si Dios nos declaró inocentes por medio de la muerte de Cristo, con mayor razón, gracias a Cristo, nos librará del castigo final.
Romanos 5.1, 9

Reformas protestantes, reformas radicales
No cabe la menor duda de que el cap. 5 de la carta a los Romanos es un auténtico sumario de la doctrina de la justificación por la fe, tal como la trabajó bíblica y teológicamente su autor. Estamos ante el monumento espiritual del Nuevo Testamento que representó, en su momento, una toma de partido radical por la acción de Jesucristo a favor de los elegidos. Los grandes pasos llevados a cabo por el apóstol en los cuatro capítulos anteriores alcanzan el clímax en esta serie de afirmaciones que trasladan la percepción del profeta Habacuc al plano de la realidad religiosa de su tiempo. Mediante una interpretación audaz de la figura de Abraham y del motivo de la relación ley-obras/justificación-fe, San Pablo establece las bases jurídico-espirituales de una relación con Dios dominada por la aceptación irrestricta de la fe como razón de ser de todo por parte de la divinidad, lo cual no es poca cosa.

La argumentación bíblico-teológica de Pablo es abrumadora:

[Ro 3.25] reasume esta idea: «Dios nos lo ha puesto (a Cristo Jesús) delante como lugar donde, por medio de la fe, se expían los pecados con su propia sangre. Así demuestra Dios que no fue injusto si dejó impunes con su tolerancia los pecados del pasado, con esa demostración de su justicia en nuestros días: resulta así que él es justo y que justifica (NB: rehabilita) al que alega la fe en Jesús”. […]
Por eso Dios es justo, porque no precipita al hombre en el pecado para que éste pueda experimentar la gracia de Dios (cf. la discusión en 3, 5 ss), sino que, no obstante la distancia existente entre Dios y el hombre, Dios hace posible desde ahora una confianza basada en la fe y, con ello, una nueva vida antes de la manifestación de su nueva creación (Rom 5, 17).
La justificación del individuo tiene, pues, su origen en la de todos los hombres (Rom 5,19). Por eso no poseemos la justicia, sino que es ella la que nos posee (6,18) y nosotros somos sus siervos (2 Cor 3,9). Así pues, nuestra justificación procede del futuro de Dios y remite a él.[1]

El compromiso de la Reforma con la radicalidad del mensaje evangélico
Es verdad que muchas de las grandes intuiciones acerca de la radicalidad del mensaje cristiano provienen de la tradición conocida como anabautista o como la reforma radical (“el ala izquierda de la Reforma”), famosa por su interés en el Sermón del Monte como base de la nueva vida cristiana. Es de allí que surgió una visión radical, en todos los sentidos, para la aplicación de la vertiente más exigente del Evangelio. Si Pedro Valdo en el siglo XII vendió sus bienes y salió a los campos para predicar el Evangelio, los anabautistas, en esa línea, se plantearon la absoluta necesidad de no negociar con nadie los alcances de su fe, tal como escribió George Williams en su obra monumental:

Los radicales, empujados a las márgenes de la sociedad y la periferia de la cristiandad latina, ocuparon en el mundo una posición semejante a la de los cristianos antes de Constantino, […] ellos estuvieron en el proceso de romper con la estructura parroquial-territorial-nacional del Corpus Christianum, y estuvieron buscando, por diversos caminos, crear comuniones voluntarias o asambleas con base en los modelos de aquellos reunidos o llamados por Dios al margen de la historia para proclamar los cuatro Evangelios y la no conformidad con el mundo.[2]

Esta radicalidad para aplicar el mensaje cristiano fue lo que los hizo inaceptables e indigestos para el sistema político y religioso y fue lo que los marcó para siempre como una huella indeleble en el devenir de la historia. El rechazo al control por parte de los príncipes hizo que incluso se enemistaran con los grandes reformadores, con quienes pudieron haber llevado una mejor relación y hasta podido trabajar con mayor armonía, no obstante lo cual el intercambio y la influencia mutua fueron una realidad. Los casos, sobre todo de Zwinglio (en cuya ciudad, Zúrich, inició uno de los focos más importantes del anabautismo en 1525) y de Calvino son aleccionadores, aunque este último se desesperaba por la forma en que algunos de ellos interiorizaron y manifestaron su fe. El testimonio de los mártires anabautistas, hombres y mujeres, diseminó por toda Europa una semilla que dio grandes frutos en la vida comunitaria. Fueron heraldos de una forma de “anarquía cristiana” basada en los postulados evangélicos radicales de resistencia a cualquier forma de dominio interesado ajeno a la fe.

Amalgamar el contenido del Sermón del Monte con las afirmaciones paulinas sobre la libertad cristiana y la justificación por la fe es algo que siempre necesitará la iglesia, en todas las épocas, para resistir los embates y las tentaciones de negociar con los poderes su sobrevivencia. Las lecciones de la Reforma Radical valen para el conjunto de la iglesia en todas sus manifestaciones, especialmente, como no pudo ser de otra forma, también en la vida y acción de sus mujeres:

En la Reforma radical, particularmente dentro de la vertiente anabautista, mujeres de los sectores populares fueron muy activas en la difusión de un cristianismo horizontal, luchaban por que las jerarquías fuesen abolidas dentro de las comunidades voluntarias de creyentes, contrastando así con el modelo patriarcal de dominación. […]
Como integrantes de un movimiento gestado desde abajo de la sociedad, las mujeres anabautistas padecieron una triple marginación. La primera, por ser mayoritariamente pobres. La segunda, por ser mujeres en una sociedad dominada por el patriarcado. La tercera, por formar parte de un movimiento estigmatizado como secta perniciosa y demonizado por las autoridades religiosas y políticas, tanto católicas como protestantes. Snyder y Huebert [Profiles of Anabaptist Women: Sixteenth-Century Reforming Pioneers. Universidad Wilfrid Laurier, 1996, 7ª reimp., 2008] mencionan que durante el siglo XVI, en regiones de Europa donde la persecución fue más cruenta, y en determinados periodos, las mujeres anabautistas ejecutadas representaron 40 por ciento del total de martirizados identificados con el anabautismo.[3]



[1] H. Seebass, “Justicia”, en L. Coenen et al., dirs., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Salamanca, Sígueme, 1990, pp. 409, 410.
[2] George Huntston Williams, cit. por Donald F. Durnbaugh, “Characteristics of the Radical Reformation in Historical Perspective”, en Communio Viatorum, XXIX, 2, 1986, p. 109.
[3] Carlos Martínez García, “Participación femenina en la reforma protestante”, en La Jornada, 7 de diciembre de 2016, www.jornada.unam.mx/2016/12/07/opinion/021a2pol.

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