29 de julio, 2018
Dios les ha
cambiado su modo de vivir. Es como si ustedes hubieran vuelto a nacer, no de
padres humanos, que finalmente mueren, sino gracias al mensaje de Dios. Y es
que ese mensaje da vida y nada puede destruirlo. […] Y esa Palabra es la buena
noticia que el Señor Jesucristo les ha enseñado.
I Pedro 1.23, 25b, Traducción en Lenguaje Actual
En el inicio mismo de su
primera epístola, el apóstol Pedro habla acerca de la grandeza y la importancia
del mensaje transformador del Evangelio. Manifiesta, con ello, la forma en que
pudo profundizar en las enseñanzas de su maestro, el Señor Jesucristo, y de
cómo consiguió comprender, para contribuir a la expansión del nuevo pueblo de
Dios, los alcances de un mensaje tan renovador de la vida humana. Paso a paso,
su reflexión marca la pauta de la acción de Dios en Cristo para modificar el
rumbo de la vida de las personas: “La seguridad del bien prometido hace que el
cristiano viva el tiempo de la espera como tiempo ya de salvación y, por tanto,
tiempo de alegría, de ‘sentirse uno ya como en la gloria’. Y esto no sólo a
pesar de los sufrimientos presentes, sino justamente a causa de ellos” (Biblia de Nuestro Pueblo). Si antes, los
creyentes hacían lo malo ante los ojos de Dios, ahora la Buena Noticia transformó
sus vidas radicalmente (1.14). Apartados de su orientación hacia el mal por la
elección de Dios, muestran una rotunda diferencia en el mundo por causa de ese “Dios
diferente” (1.15-16), santo, que produce santidad (1.17).
La
honra que le dan a Dios los seguidores/as de Jesús (1.17b) revela el impacto de
la salvación en sus vidas. El modo de vida anterior está siendo superado
paulatinamente a fin de instalar las bondades de la redención obrada por
Jesucristo mediante un precio que sobrepasa cualquier tesoro material, pues se
obtuvo gracias a su valiosa sangre (1.18b-19). Por ello: “Hay que tomarse la
vida cristiana en serio, como seria fue la prueba del amor que nos trajo la
salvación”. El sacrificio voluntario del Cordero divino (1.19b) estaba predeterminado
desde la eternidad, desde los insondables designios de Dios, aunque su
aparición presente en “los últimos tiempos” es lo que da la esperanza total
(20b). Los extraordinarios logros de esa obra salvadora, comenzando por la
resurrección de Jesús y su lugar de preeminencia en el Reino divino (21a) son
la prueba de la magnificencia del mensaje traído por Él, quien es la garantía
de las bendiciones venideras (21b).
Quienes
han obedecido el verdadero mensaje de Dios han sido limpios ya de todo pecado y
han obtenido la capacidad de reencontrarse con los demás seres humanos como
hermanos (22a). así, el apóstol retoma la exhortación directa del Señor acerca
del amor, con palabras similares a las referidas al amor que se debe a Dios
mismo (22b). A continuación, se encuentra el núcleo fundamental de la enseñanza
cristiana: “Dios les ha cambiado su modo de vivir” (23a). La transformación ha
sido radical y ha ido hasta lo más profundo de la existencia, con todos sus
conflictos y contradicciones: “Es como si ustedes hubieran vuelto a nacer, no
de padres humanos, que finalmente mueren, sino gracias al mensaje de Dios”
(23b). La novedad de vida es total, absoluta y efectiva, es un nuevo inicio
existencial, un giro completo a lo experimentado anteriormente. La vida misma
es vista de otra manera: “Y es que ese mensaje da vida y nada puede destruirlo”
(23c). la eficacia regeneradora de la Palabra divina es completa, pues ella “purifica
las conciencias abriéndolas a la verdad” y “da nueva vida al que la escucha y
obedece, construyendo así la comunidad”. A lo efímero de la vida humana (24) se
le opone la eternidad de la Palabra, su permanente capacidad de transformación:
“Y esa Palabra es la buena noticia que el Señor Jesucristo les ha enseñado.
La
iglesia de hoy y siempre, cada uno de sus integrantes, puede y debe sumarse a
la tarea sublime de la proclamación de este Evangelio transformador a fin de
que la obra de Dios sea visible.
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