domingo, 3 de marzo de 2019

Esdras 7.1-17 / Hebreos 4.6-12, TLA

Tiempo después, durante el reinado de Artajerjes, llegó a Jerusalén un hombre llamado Esdras, que era descendiente de Aarón, el primer sacerdote de Israel. Sus antepasados fueron: Seraías, Azarías, Hilquías, Salum, Sadoc, Ahitub, Amarías, Azarías, Meraiot, Zeraías, Uzí, Buquí, Abisúa, Finees, Eleazar.
6-11 Esdras era un sacerdote y un maestro que conocía muy bien la ley que Dios había dado por medio de Moisés; la estudiaba constantemente, la obedecía y la enseñaba a los judíos.
Dios había hecho que el rey Artajerjes le diera a Esdras todo lo que él pidiera. Así Esdras logró salir de Babilonia el día primero del mes de Abib, del séptimo año del reinado de Artajerjes. Llegó a Jerusalén el día primero del mes de Ab de ese mismo año. Lo acompañaba un grupo de judíos, entre los que había sacerdotes, sus ayudantes, cantores, guardianes y servidores del templo de Dios.

Esdras llevaba una carta del rey Artajerjes que decía así:

12 El gran rey Artajerjes, saluda al sacerdote Esdras, maestro de la ley del Dios todopoderoso.
13 Cualquier judío que esté en mi país y quiera acompañarte a Jerusalén, puede hacerlo, incluyendo a los sacerdotes y a sus ayudantes. 14 Yo, junto con mis siete consejeros, te envío a Jerusalén para averiguar si se está obedeciendo la ley de Dios que tú conoces bien. 15 Además, quiero que lleves el oro y la plata que nosotros hemos ofrecido al Dios de Israel, que tiene su templo en Jerusalén. 16 Lleva también todo el oro y la plata que puedas conseguir en toda la provincia de Babilonia, más las ofrendas que la gente y los sacerdotes den voluntariamente para el templo. 17 Con ese dinero comprarás toros, carneros y corderos, y también trigo y vino para ofrecerlos sobre el altar del templo.
*
Los primeros en oír la buena noticia desobedecieron a Dios, y por eso no pudieron recibir su descanso. Pero la promesa de Dios sigue en pie, porque él nos dio una nueva oportunidad, como lo dijo por medio de David en el pasaje de la Biblia, que ya mencionamos:
Si hoy escuchan la voz de Dios,
no sean tan tercos.
Si Josué hubiera podido hacer que los israelitas descansaran realmente en paz y tranquilidad, Dios no habría hablado de otra oportunidad. Pero todavía esperamos el día en que nosotros, el pueblo de Dios, recibiremos el descanso que Dios nos ha prometido. 10 En ese día, el pueblo de Dios descansará por fin de su trabajo, así como Dios descansó del suyo. 11 Por eso, hagamos todo lo posible por obedecer a Dios, para que en ese día recibamos su descanso. No sigamos el ejemplo de los que no creyeron la buena noticia.
12 Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida. La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos. 

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