sábado, 23 de marzo de 2019

El pueblo reconoce sus pecados, L,. Cervantes-O.

Esdras orando, Gustave Doré


24 de marzo, 2019

“Nosotros hemos desobedecido a nuestro Dios al casarnos con mujeres de países que adoran a otros dioses. Pero todavía hay esperanza para nuestro pueblo Israel”.
Esdras 10.2b, TLA

De esta manera puede plantearse el enorme dilema que se planteó al grupo de repatriados judíos en Jerusalén a consecuencia de las observaciones de Esdras y de su dramática oración de confesión (9.6-15), ante la necesidad de anular los matrimonios con mujeres extranjeras y de preservar el “linaje santo” (9.2a):

En un momento cuando el proceso de reforma religiosa y reconstrucción nacional está en todo su apogeo, el mensaje de Esdras y Nehemías afirma la importancia de la identidad nacional y la pureza religiosa. Las leyes sobre los matrimonios mixtos (Esd 10) y las listas de genealogías deben entenderse a la luz del momento histórico que se vive. La crisis en que se sumergió el pueblo de Israel y, específicamente, la comunidad de Jerusalén luego del exilio y, más aún, luego de la reconstrucción del templo, demandó esta serie de medidas drásticas.[1]

Los gestos de humillación de Esdras junto con el contenido histórico y teológico de su oración (9.6-15), llamaron poderosamente la atención del pueblo. Un gran grupo de hombres, mujeres y niños se congregaron alrededor de él para expresar su arrepentimiento por el gran pecado cometido. La confesión, el llanto y la desesperación de Esdras dieron resultado pues al dramatismo de sus acciones le siguió la respuesta del pueblo: “Mientras Esdras estaba de rodillas frente al templo, reconociendo el pecado del pueblo, una gran cantidad de hombres, mujeres y niños se juntó alrededor de él, llorando amargamente” (10.1). Esta imagen del pueblo impactado por lo enunciado por el escriba en su oración será el telón de fondo de lo que sucederá inmediatamente después. Si se marcan los momentos más climáticos de esta historia, éste es uno de ellos, pues la reacción emocional del pueblo es la que abriría la puerta a la decisión tan extrema que se tomaría a continuación.

Un laiço llamado Secanías se convirtió en vocero del grupo quien, en un acto de solidaridad con el pueblo y de humillación ante Dios afirma: “Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios...” (v. 2). Secanías reconoció la gravedad de la situación. Aunque él no fue identificado, posteriormente, en la lista de les que se habían casado con mujeres extranjeras, se solidarizó con el pecado del pueblo, como anteriormente lo había hecho Esdras. “Secanías tiene que animar a Esdras en su desolación (Esd. 10.2-4). Tal era la tristeza en la que se hallaba sumido. Quizá esto signifique también la dificultad de la tarea del reformador y la resistencia de los deportados. Por eso, Esdras quiere primero la adhesión de los líderes del pueblo (10.5). Le espera una tarea bastante controvertida y complicada. Continúa su oración y ayuna la noche entera, ‘a causa de la rebeldía de los deportados’ (10.6)”.[2]

La propuesta de Secanías fue hacer un pacto con Dios, anular los matrimonios mixtos y acabar con esas familias. El propósito era borrar radicalmente la causa que podía traer el juicio de Dios al pueblo. El ofrecimiento del v. 3 (“Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Dios, que despediremos a todas las mujeres y los [hijos] nacidos de ellas”) es en extremo aventurado puesto que se refiere a un nuevo pacto con Dios y manifiesta la posibilidad de un doloroso consenso entre los implicados aun cuando, como se verá más adelante, hubo algunos hombres que no aceptaron esta resolución. La expresión: “Obedeceremos la ley de Dios” es compleja y difícil de comprender porque, si bien es cierto que en el Pentateuco se prohibían los matrimonios mixtos (Ex. 34.16; Dt. 7.1-4), la ley no ofrece criterios para casos en los que estos matrimonios ya existen. Esa ley no recomendaba el divorcio ni sugería la anulación. “No se trata de una cuestión racial, ni tampoco racista. Se denuncia el peligro del sincretismo, es decir, de una mezcolanza religiosa, en consonancia con el espíritu de Mal 2.10-12: ‘Los de Judá han sido infieles; en Israel y en Jerusalén se ha hecho algo abominable. Los de Judá han profanado el santuario tan querido al Señor, casándose con mujeres que adoran a dioses extranjeros’”.[3] Las instituciones del matrimonio y la familia, de corte tan tradicional en la historia antigua, pero que por ello mismo contenía usos y costumbres cuestionables, se cimbraron hasta sus cimientos más profundos con esta determinación.

El biblista argentino Pablo Andiñach aborda el problema desde la inevitable relación de Israel con los demás pueblos:

Ante la crisis y el riesgo de perder identidad esta obra aboga por la separación del pueblo de aquellos que son distintos (en contraste con el mensaje de los libros de Rut, Jonás y otros textos esparcidos en las Escrituras). La respuesta de Esd-Neh es la expulsión de las mujeres extranjeras y sus hijos y la centralización del poder religioso en el templo y el sacerdocio. Ambos elementos deben ser evaluados como una opción para el momento histórico que enfrentaron y no como un mandato. En el juego del equilibrio entre la preservación de la identidad y la apertura a lo nuevo que ha de modificar nuestras tradiciones, esta obra opta por romper el equilibrio como estrategia para superar una crisis. Pero Israel no nació como pueblo ni continuó su vida posterior a este período aislándose del resto del mundo ni expulsando a quienes fueran distintos de él sino participando de una dialéctica creativa y generosa donde aportó su mensaje y supo recibir la sana influencia de quienes los rodeaban.[4]

Por otro lado, como subraya Walter Brueggemann, “la ‘reforma’ llevada a cabo por Esdras, costosa y notable”, fue “un movimiento de purificación de la Torah que resultó excluyente, no solamente hacia los no judíos sino también hacia otros judíos (‘el pueblo de la tierra’) quienes fueron vistos como ‘menos judíos’ que el pequeño grupo de repatriados, quienes se presentaron a sí mismos como los ‘verdaderos judíos’, calificados de ese modo en relación con la obediencia más pura a la Toráh. […] Esta propensión a la exclusión es un sello distintivo de los repatriados de Babilonia”.[5] Este texto en el libro de Esdras posiblemente revela el comienzo de una nueva práctica en relación con los matrimonios mixtos (endogamia), a la luz del peligro que presentaban para una comunidad judía en minoría.

Definitivamente, el rostro excluyente de Dios que ofrece Esdras 9-10, no necesariamente coincide con otros textos en los que se sugiere la inclusión de extranjeros en el pueblo. Lília Dias Marianno se ha referido, desde Brasil, a los sentimientos de exclusión (desde el título de su análisis: “Los/as extranjeros/as dicen: ‘¡Yahweh no nos excluirá de su pueblo!’”) que experimentaron las mujeres extranjeras y los hijos de esas uniones, confrontando con la historia de Esd 10 los episodios de Agar e Ismael, Rut y Noemí, y los niños de Jonás: “Los líderes consiguieron arreglar una forma de transformar a Yahweh, el Dios libertador del débil y del oprimido en el Dios de las élites fortalecidas. Transformaron el Dios de toda la tierra, en el Yahweh exclusivo del pueblo judaíta. Considerando a los extranjeros como gente inferior, los líderes se sintieron en el derecho de excluirlos de la congregación, de las familias y de todo lugar donde pudiesen ser considerados una amenaza”.[6]


[1] S. Pagán, Esdras, Nehemías y Ester. Miami, Caribe, 1990 (Comentario bíblico hispanoamericano), p. 41.
[2] Neftalí Vélez Chaverra, “Reconstrucción e identidad (La alternativa de Esdras)”, en RIBLA, núm. 9, 2001, p. 40.
[3] P. Abadie, El libro de Esdras y de Nehemías. Estella, Verbo Divino, 1998 (Cuadernos bíblicos, 98), p. 44.
[4] P. Andiñach, “Introducción a Esdras y Nehemías”, en Cuadernos de Teología, Instituto Universitario ISEDET, vol. XXX, 2011, pp. 126-127. Énfasis agregado.
[5] W. Brueggemann, An introduction to the Old Testament. Louisville, Westminster/John Knox Press, 2003, p. 365.
[6] L. Dias Marianno, “Los/as extranjeros/as dicen: ‘¡Yahweh no nos excluirá de su pueblo!’”, en RIBLA, núm. 48, 2004/2, p. 42.

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