Esdras orando, Gustave Doré
24 de marzo, 2019
“Nosotros hemos
desobedecido a nuestro Dios al casarnos con mujeres de países que adoran a
otros dioses. Pero todavía hay esperanza para nuestro pueblo Israel”.
Esdras 10.2b, TLA
De esta manera puede
plantearse el enorme dilema que se planteó al grupo de repatriados judíos en
Jerusalén a consecuencia de las observaciones de Esdras y de su dramática
oración de confesión (9.6-15), ante la necesidad de anular los matrimonios con
mujeres extranjeras y de preservar el “linaje santo” (9.2a):
En un momento cuando
el proceso de reforma religiosa y reconstrucción nacional está en todo su
apogeo, el mensaje de Esdras y Nehemías afirma la importancia de la identidad
nacional y la pureza religiosa. Las leyes sobre los matrimonios mixtos (Esd 10)
y las listas de genealogías deben entenderse a la luz del momento histórico que
se vive. La crisis en que se sumergió el pueblo de Israel y, específicamente,
la comunidad de Jerusalén luego del exilio y, más aún, luego de la
reconstrucción del templo, demandó esta serie de medidas drásticas.[1]
Los gestos de
humillación de Esdras junto con el contenido histórico y teológico de su
oración (9.6-15), llamaron poderosamente la atención del pueblo. Un gran grupo
de hombres, mujeres y niños se congregaron alrededor de él para expresar su arrepentimiento
por el gran pecado cometido. La confesión, el llanto y la desesperación de
Esdras dieron resultado pues al dramatismo de sus acciones le siguió la
respuesta del pueblo: “Mientras Esdras estaba de rodillas frente al templo,
reconociendo el pecado del pueblo, una gran cantidad de hombres, mujeres y
niños se juntó alrededor de él, llorando amargamente” (10.1). Esta imagen del
pueblo impactado por lo enunciado por el escriba en su oración será el telón de
fondo de lo que sucederá inmediatamente después. Si se marcan los momentos más climáticos
de esta historia, éste es uno de ellos, pues la reacción emocional del pueblo
es la que abriría la puerta a la decisión tan extrema que se tomaría a continuación.
Un laiço llamado
Secanías se convirtió en vocero del grupo quien, en un acto de solidaridad con
el pueblo y de humillación ante Dios afirma: “Nosotros hemos pecado contra
nuestro Dios...” (v. 2). Secanías reconoció la gravedad de la situación. Aunque
él no fue identificado, posteriormente, en la lista de les que se habían casado
con mujeres extranjeras, se solidarizó con el pecado del pueblo, como
anteriormente lo había hecho Esdras. “Secanías tiene que animar a Esdras en su
desolación (Esd. 10.2-4). Tal era la tristeza en la que se hallaba sumido.
Quizá esto signifique también la dificultad de la tarea del reformador y la
resistencia de los deportados. Por eso, Esdras quiere primero la adhesión de
los líderes del pueblo (10.5). Le espera una tarea bastante controvertida y
complicada. Continúa su oración y ayuna la noche entera, ‘a causa de la
rebeldía de los deportados’ (10.6)”.[2]
La propuesta de
Secanías fue hacer un pacto con Dios, anular los matrimonios mixtos y acabar
con esas familias. El propósito era borrar radicalmente la causa que podía
traer el juicio de Dios al pueblo. El ofrecimiento del v. 3 (“Ahora, pues,
hagamos pacto con nuestro Dios, que despediremos a todas las mujeres y los [hijos]
nacidos de ellas”) es en extremo aventurado puesto que se refiere a un nuevo
pacto con Dios y manifiesta la posibilidad de un doloroso consenso entre los
implicados aun cuando, como se verá más adelante, hubo algunos hombres que no
aceptaron esta resolución. La expresión: “Obedeceremos la ley de Dios” es compleja
y difícil de comprender porque, si bien es cierto que en el Pentateuco se prohibían
los matrimonios mixtos (Ex. 34.16; Dt. 7.1-4), la ley no ofrece criterios para
casos en los que estos matrimonios ya existen. Esa ley no recomendaba el
divorcio ni sugería la anulación. “No se trata de una cuestión racial, ni
tampoco racista. Se denuncia el peligro del sincretismo, es decir, de una
mezcolanza religiosa, en consonancia con el espíritu de Mal 2.10-12: ‘Los de
Judá han sido infieles; en Israel y en Jerusalén se ha hecho algo abominable.
Los de Judá han profanado el santuario tan querido al Señor, casándose con
mujeres que adoran a dioses extranjeros’”.[3]
Las instituciones del matrimonio y la familia, de corte tan tradicional en la
historia antigua, pero que por ello mismo contenía usos y costumbres cuestionables,
se cimbraron hasta sus cimientos más profundos con esta determinación.
El biblista argentino
Pablo Andiñach aborda el problema desde la inevitable relación de Israel con
los demás pueblos:
Ante la crisis y el riesgo de perder identidad esta obra aboga por la
separación del pueblo de aquellos que son distintos (en contraste con el
mensaje de los libros de Rut, Jonás y otros textos esparcidos en las
Escrituras). La respuesta de Esd-Neh es la expulsión de las mujeres extranjeras
y sus hijos y la centralización del poder religioso en el templo y el
sacerdocio. Ambos elementos deben ser
evaluados como una opción para el momento histórico que enfrentaron y no como
un mandato. En el juego del equilibrio entre la preservación de la identidad y
la apertura a lo nuevo que ha de modificar nuestras tradiciones, esta obra opta
por romper el equilibrio como estrategia para superar una crisis. Pero
Israel no nació como pueblo ni continuó su vida posterior a este período
aislándose del resto del mundo ni expulsando a quienes fueran distintos de él
sino participando de una dialéctica creativa y generosa donde aportó su mensaje
y supo recibir la sana influencia de quienes los rodeaban.[4]
Por otro lado, como
subraya Walter Brueggemann, “la ‘reforma’ llevada a cabo por Esdras, costosa y
notable”, fue “un movimiento de purificación de la Torah que resultó
excluyente, no solamente hacia los no judíos sino también hacia otros judíos
(‘el pueblo de la tierra’) quienes fueron vistos como ‘menos judíos’ que el
pequeño grupo de repatriados, quienes se presentaron a sí mismos como los
‘verdaderos judíos’, calificados de ese modo en relación con la obediencia más
pura a la Toráh. […] Esta propensión a la exclusión es un sello distintivo de
los repatriados de Babilonia”.[5]
Este texto en el libro de Esdras posiblemente revela el comienzo de una nueva
práctica en relación con los matrimonios mixtos (endogamia), a la luz del
peligro que presentaban para una comunidad judía en minoría.
Definitivamente, el
rostro excluyente de Dios que ofrece Esdras 9-10, no necesariamente coincide
con otros textos en los que se sugiere la inclusión de extranjeros en el pueblo.
Lília Dias Marianno se ha referido, desde Brasil, a los sentimientos de
exclusión (desde el título de su análisis: “Los/as extranjeros/as dicen:
‘¡Yahweh no nos excluirá de su pueblo!’”) que experimentaron las mujeres extranjeras
y los hijos de esas uniones, confrontando con la historia de Esd 10 los episodios
de Agar e Ismael, Rut y Noemí, y los niños de Jonás: “Los líderes consiguieron
arreglar una forma de transformar a Yahweh, el Dios libertador del débil y del
oprimido en el Dios de las élites fortalecidas. Transformaron el Dios de toda
la tierra, en el Yahweh exclusivo del pueblo judaíta. Considerando a los
extranjeros como gente inferior, los líderes se sintieron en el derecho de
excluirlos de la congregación, de las familias y de todo lugar donde pudiesen
ser considerados una amenaza”.[6]
[1] S. Pagán, Esdras, Nehemías y Ester. Miami, Caribe,
1990 (Comentario bíblico hispanoamericano), p. 41.
[2] Neftalí Vélez Chaverra, “Reconstrucción e identidad
(La alternativa de Esdras)”, en RIBLA, núm.
9, 2001, p. 40.
[3] P. Abadie, El libro de Esdras y de Nehemías. Estella,
Verbo Divino, 1998 (Cuadernos bíblicos, 98), p. 44.
[4] P. Andiñach,
“Introducción a Esdras y Nehemías”, en Cuadernos
de Teología, Instituto Universitario ISEDET, vol. XXX, 2011, pp. 126-127. Énfasis agregado.
[5] W. Brueggemann, An
introduction to the Old Testament. Louisville, Westminster/John Knox Press,
2003, p. 365.
[6] L. Dias Marianno, “Los/as extranjeros/as dicen: ‘¡Yahweh no nos excluirá
de su pueblo!’”, en RIBLA, núm. 48, 2004/2,
p. 42.
No hay comentarios:
Publicar un comentario