LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
LOS JUDÍOS DESPUÉS DE LA RECONSTRUCCIÓN DEL
TEMPLO (II)
Samuel Pagán
La comunidad judía en Jerusalén se
sentía completamente insegura. Las relaciones con los samaritanos eran
cada vez más tirantes. A su vez, este fue un período cuando los árabes estaban
en un proceso de reorganización y reconquista. Sus incursiones militares
hicieron que los edomitas tuvieran que abandonar sus tierras, y se ubicaran al
sur de Palestina, hasta el Norte de Hebrón.
Para los judíos, esas no eran buenas noticias, pues las
relaciones entre judíos y edomitas no eran las mejores (véase Abdías 1.14,15-21).
Con este marco histórico de referencia podemos identificar algunas causas de la
inseguridad de la población jerosolimitana durante el reinado de Artajerjes I:
la hostilidad de parte de los samaritanos; la enemistad con los edomitas que se
acercaban; el desarrollo político y militar de Egipto; y las dificultades con
el imperio persa, fomentadas por los samaritanos.
Frente a esta realidad, la comunidad judía decidió reconstruir
las murallas de Jerusalén y fortalecer la ciudad. Éste fue el marco político
que antecedió a la llegada de Nehemías a la ciudad de Jerusalén, en el año
vigésimo del rey, o sea, el año 445 a.C. (Neh 2.1-10).
Como consecuencia de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y
la deportación de muchos judíos a Babilonia, se establecieron comunidades
judías en diversos lugares de Egipto, Asia y Babilonia. Algunas de esas
comunidades prosperaron; además, mantuvieron contactos con la comunidad judía
restaurada en Jerusalén.
LA RUPTURA DE LOS MATRIMONIOS MIXTOS (ESD 9-10)
Philippe Abadie
Lo mismo que Esd 7-8, este conjunto se
articula en dos relatos parcialmente paralelos. Así,
9.1-2 remite a 10.2 (tema de la infidelidad), y 9.4 (“todos los temerosos de
las palabras del Dios de Israel”) a 10.1 (“el pueblo lloraba copiosamente”).
[…]
Al llegar, Esdras se encontró con una comunidad muy heterogénea:
“La raza santa se ha mezclado con los pueblos de los países; los jefes y los
consejeros han sido los primeros en sucumbir a esta infidelidad” (9.1-2).
Hay que pensar sin duda en la relectura teológica: a la lista de
los “pueblos de los países” (v. 1, repetición de numerosos textos bíblicos del
éxodo) se opone la “raza santa” que remite a la “nación santa” de Éx 9.16. Es
lo que proclama la paráfrasis editorial del cap. 10 (segundo relato): “Ahora,
pues, glorificad al Señor, Dios de vuestros antepasados, y cumplid su voluntad.
Separaos de la población del país y de las mujeres extranjeras” (10.11).
No se trata de una cuestión racial, ni tampoco racista. Se
denuncia el peligro del sincretismo, es decir, de una mezcolanza religiosa, en
consonancia con el espíritu de Malaquías 2.10-12: “Los de Judá han sido
infieles; en Israel y en Jerusalén se ha hecho algo abominable. Los de Judá han profanado el santuario tan
querido al Señor, casándose con mujeres que adoran a dioses extranjeros”.
La idea que se propone es la de separación, heredada de Lev 19.2; 20.7; 21.8; se deriva de la idea
de elección. De hecho, sólo una raza santa, separada de todo elemento impío y
mezclado (Neh 13), puede pretender la posesión de la tierra santa (Sal 78.54;
Zac 2.16). Vivir su misión, que es la de proteger la Torá (Esd 9.9). ¿No es eso
lo que proclama Esdras en su oración?: “El Señor nuestro Dios nos ha mostrado
su misericordia, dejándonos un resto y dándonos un refugio estable en su lugar
santo” (9.8).
El radicalismo de las medidas tomadas por Esdras no puede
comprenderse más que a esta luz. El objetivo primero de este relato se refiere
a “la identidad religiosa de la comunidad” (J. Blenkinsopp), problemática tanto
más complicada en este periodo tras el destierro, cuanto que Israel no gozaba
de autonomía política. De ahí nacerá la particularidad del judaísmo del segundo
Templo, que vivía sin cesar una tensión dialéctica entre el universalismo y el
particularismo. […]
Por contraste, la carta de Jeremías a los deportados (Jer 29.4-7)
ofrece una imagen mucho más positiva de las relaciones de Israel con las
naciones: “Trabajad por hacer próspera la ciudad adonde yo os haya desterrado y
rogad por ella al Señor, porque su bien será también el vuestro” (v. 7). Es que
el sentimiento de culpabilidad colectiva de la nación que se expresa en Neh 9
coincide con una temática especialmente viva en la vuelta del destierro. […]
Estas pocas observaciones sobre la oración de Esdras,
redaccional en su mayor parte, muestra perfectamente cómo Israel se define en
su identidad pecadora ante Dios, oponiendo su debilidad (v. 8) a la grandeza de
su misión (v. 9). Por este título esta oración es esencial para comprender la
naturaleza del separatismo judío.
Si el libro de Esdras pertenece a una corriente separatista,
“teocrática” (según la terminología de P. Hanson), no debe hacernos olvidar
otras corrientes de este mismo judaísmo. Así, el librito de Rut mantiene una
mirada abierta al “matrimonio mixto” de una moabita (Rut 1.4, 22; 2.2, 6, 10-13,
21; 4.5-10) con un israelita, del que nacerá el abuelo del mismo David (Rut 4.18-22).
“La judía (Noemí), sin la moabita (Rut), no es más que un leño muerto” (cf. Rut
1.11).
Escrita en tiempos de Esdras y de Nehemías, esta historia es un
“panfleto político subversivo” (A. Lacocque). De hecho, vemos allí a una
moabita entrar en la asamblea de Israel, en oposición al conservadurismo de
inspiración deuteronómica y sacerdotal, representado por las reformas de Esdras
y de Nehemías.
Esta fuerte corriente utopista está mejor representada todavía
por el libro profético de Jonás. La visión de los ninivitas convertidos frente
al profeta judío mosqueado es una imagen impresionante. Como escribe justamente
V. Mora: “El Dios de Jonás no tiene más que una preocupación, la salvación de
los ninivitas; e Israel tiene una sola misión, ser el instrumento de su
salvación. ¡Era demasiado!". Bajo una forma más nacionalista (“la
salvación llega por medio de Jerusalén”: Is 60.62), la colección de oráculos
del Tercer Isaías (ls 56-66) atestigua igualmente un universalismo más amplio
(“…pues mi casa será casa de oración para todos los pueblos”: 56.3-7). […]
El movimiento de reformas emprendido por Esdras lo llevó a
radicalizar ciertas medidas tomadas por Nehemías. Ésta es la conclusión que se
deriva de una lectura de Esd 10, comparado con Neh 13.4-9, 23-29 que, más allá
de la exhortación general, no se enfrenta más que con dos casos realmente
escandalosos. Según 10,7-8, Esdras convocó la asamblea de "todos los
repatriados" en Jerusalén y les dio la orden de separarse de las gentes
del país y de las mujeres extranjeras", una orden que se inscribía en la
fidelidad a Dios (10,10-11). La unanimidad que se alcanzó (v. 12) no debe
ocultar algunas oposiciones de laicos y de levitas (v. 15): signos probables de
tensión entre algunos ambientes laicos y un radicalismo hierocrático con el que
parece estar ligado el «sacerdote" Esdras (cf. Esd 8.33; 10.6), a
diferencia del “laico” Nehemías.
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CONFRATERNICE: ¿BRAZO RELIGIOSO DE LA “CUARTA
TRANSFORMACIÓN”? (II)
En este
tenor fue el análisis del momento:
Los impulsos neoliberales
encaminados al adelgazamiento del Estado y a la formalización del Tratado de
Libre Comercio exigían cambios fundamentales en las áreas económica, agrícola,
educativa y también en la cuestión religiosa, que se fueron dando
sistemáticamente. Ya con las reformas constitucionales en marcha, varios
organismos eclesiásticos trataron de reaccionar, unos con mayor fuerza y claridad
que otros. […]
Contra
la costumbre de los grupos protestantes, habituados al silencio y la pasividad,
las nuevas condiciones jurídicas les exigirían formas impredecibles de
respuesta y de expresión de sus proyectos. (L. C.-O., “Política y nuevo régimen
constitucional de las iglesias. Mentalidades, discursos, acciones” (1995)
Atrás
quedaban los tímidos encuentros y acercamientos de agrupaciones como el Comité
Nacional Evangélico de Defensa (www.facebook.com/conedef), que promovía el
respeto a los derechos de las iglesias protestantes o evangélicas y reclamaba
el cumplimiento de la libertad de cultos establecida en la Constitución,
denunciando los frecuentes casos de intolerancia anti-protestante. […]
La
actitud evangélica hacia lo político y público, pasó de un “letargo social” (en
palabras de Carlos Mondragón) a un inesperado interés por acceder a las esferas
del poder o, al menos, organizar algún partido confesional que pudiera expresar
sus inquietudes, sueños e ideales, algunos de ellos de corte francamente
integrista.
El
ímpetu por formar agrupaciones políticas trató de encarnar en varias
organizaciones que, finalmente, no cuajaron, aunque dicho ímpetu resurgía
periódicamente (Jean-Pierre Bastian, “Los nuevos partidos políticos
confesionales evangélicos y su relación con el Estado en América Latina”,
1999). Esas iniciativas preludiaron lo que finalmente vino a conseguir el
Partido Encuentro Social (PES), que hoy se encuentra al borde de la
desaparición, si se aplica adecuadamente la ley en materia electoral, luego de
no alcanzar el porcentaje establecido en las elecciones de julio de 2018
(véase: Ricardo Raphael, “La resurrección del PES”, en El Universal, 7 de marzo de 2019).
El
21 de marzo (fecha del nacimiento de Benito Juárez, presidente que promulgó las
Leyes de Reforma en 1860) siguió siendo, hasta fines del siglo XX, el momento
en que los contingentes evangélicos hacían confesión de su militancia
oficialista dentro de los regímenes encabezados por el Partido Revolucionario
Institucional (PRI). Esta actividad, de marcado sabor liberal (o “juarista”,
como se decía entonces), que incluso contaba con el apoyo de la masonería por
causa de su típica filiación anticlerical, sería sustituida por el evento
denominado “Marcha de Gloria”, realizado en la Plaza de la Constitución (y en
otros lugares) el sábado de gloria de cada año, desde la primera década del
nuevo siglo (http://marchadegloria.org/). El énfasis ahistórico y apolítico de
esta nueva celebración muestra la desconexión de los nuevos liderazgos evangélicos
(pentecostales y de nuevas iglesias, predominantemente) de la identidad
protestante de las décadas anteriores, así como el surgimiento de una
pluralidad ideológica inédita al interior de estas comunidades religiosas. (LC-O)
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