LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
LOS JUDÍOS DESPUÉS DE LA RECONSTRUCCIÓN DEL
TEMPLO
Samuel Pagán
Nuestro conocimiento de la comunidad judía luego de la reconstrucción del templo no es extenso. Las
fuentes que están a nuestra disposición son las siguientes: las referencias que
se encuentran en los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías; lo que podemos
inferir de los libros de los profetas Abdías, Zacarías y Malaquías; los descubrimientos
arqueológicos relacionados con esa época; y la historia antigua.
Todas estas fuentes apuntan hacia
el mismo hecho: la comunidad judía, aunque había superado la crisis del retorno
y la reconstrucción, estaba esencialmente insegura y se sentía defraudada. Las
esperanzas que alimentaron en el exilio no se materializaron, y las
expectativas mesiánicas en tomo a Zorobabel no se hicieron realidad. La
comunidad judía restaurada no era ni la sombra del Israel pre-exílico. Los
sueños y las expectativas fueron sustituidos por el desánimo y la frustración.
La historia de la comunidad judía
en Jerusalén estuvo estrechamente relacionada con la historia del imperio
persa. Darío I, quien gobernó durante los años 522-486 a.C., demostró no solo
su inteligencia militar, sino además su gran capacidad y sabiduría
administrativa. AI mantener la política expansionista de sus predecesores,
dividió el imperio persa en 20 satrapías o distritos semiautónomos.
Cada satrapía tenía su gobernante,
con el título de “sátrapa”, a quien los gobernadores locales debían informar.
Un cuerpo militar supervisaba al sátrapa y respondía de ello ante el rey persa.
El sistema intentaba establecer un balance de poderes en los varios niveles
administrativos, políticos, económicos y militares del imperio. Durante la
administración de Darío I, Persia alcanzó uno de los momentos más importantes
de su historia. Entre los logros se pueden identificar los siguientes:
construyó carreteras para unir y comunicar internamente el imperio; construyó
un canal para unir el Río Nilo con el Mar Rojo; desarrolló una serie importante
de reformas legales y un sistema de monedas; promovió la banca, el comercio y
la industria; y construyó edificios importantes en diferentes lugares del
imperio.
Reconstruido ya el templo, el
número de judíos que se animó a regresar a Jerusalén aumentó. Las listas que se
encuentran en Esdras 2 y Nehemías 7 posiblemente se relacionen con un censo de
la población de Judá efectuado durante la época de Nehemías. Es probable que se
esté hablando de unas 50 000 personas.
Durante la administración persa,
Judá era parte de la quinta satrapía conocida como “del otro lado del río”, en
referencia al río Éufrates. Es posible que haya sido gobernada desde Samaria.
Los asuntos locales estaban bajo la incumbencia de los sumos sacerdotes, entre
los cuales podemos identificar a Josué, a Joiacim, a quien le sucedió Eliasib,
a Joiada, a Joiatán, y, posteriormente, a Jadúa (Neh 12.10, 26).
Estos dos niveles administrativos
deben haber estado en conflicto continuo y creciente. Los oficiales de Samaria
no sólo impusieron cargas tributarias excesivas al pueblo, sino que fomentaron
el enfrentamiento entre la comunidad judía y el imperio persa (véase Neh.
5.4,14-19; Esd. 4.6).
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ORIGEN DE LAS SINAGOGAS
Roland de Vaux
Cuando el judaísmo quedó finalmente
constituido, en todas las comunidades judías de
Palestina y de la diáspora, incluso al lado del templo, había edificios en que
no se celebraba culto sacrificial, pero en los que se reunía la comunidad para
orar y para la lectura y enseñanza de la ley. Nos referimos a las sinagogas. El
único detalle que nos interesa en esta obra es el origen de esta institución,
que es una cuestión bastante oscura.
La opinión predominante es que la
institución comenzó en Babilonia durante el destierro como sustitutivo del
servicio del templo y que fue introducida en Palestina por Esdras. Otros opinan
que nació en Palestina después de Esdras y de Nehemías, o sólo después de
terminada la época persa. Algunos eruditos creen que se trata de una creación
palestinense, aunque anterior a la ruina del templo; según ellos sería una
consecuencia de la reforma de Josías: los fieles del campo, privados de
santuario y de sacrificios, excepto en las grandes fiestas en que podían acudir
a Jerusalén, adoptaron la costumbre de reunirse ciertos días para celebrar un
culto sin sacrificios.
La variedad de estas hipótesis se
explica por la ausencia de textos antiguos que sean bastante explícitos. La
existencia de sinagogas en Egipto, de “lugares de oración”, está documentada
por inscripciones y papiros a partir de mediados del siglo III a.C. Josefo, Bell. 7, 3, 3, dice que había una
sinagoga en Antioquía bajo los sucesores de Antíoco Epífanes. La sinagoga
descubierta en las excavaciones de Délos data de fines del s. II o principios
del I a.C. Éstos son los testimonios más antiguos.
Ninguno de los textos bíblicos
que se han invocado, en particular Ez 11,16 y Esd 8,15-20, prueba la existencia
en Babilonia de locales comunes de oración durante el destierro, y el Sal 137
parece excluirla. En cuanto a Palestina, se puede invocar el libro apócrifo de
Henoc, que habla de «casas de asambleas» de fieles, 46,8, pero esto se
aplicaría a lo sumo al tiempo de los Macabeos. Queda, por fin, el Sal 74,7-8:
«Han entregado tu santuario a las llamas..., han incendiado en el país todo
lugar de asamblea de Dios.» Este salmo ha sido atribuido por muchos críticos a
la época macabea, pero esta fecha parece demasiado tardía y este pasaje
particular se podría entender mejor de la destrucción del templo por
Nabucodonosor; los otros lugares de asamblea podrían ser los antepasados de las
sinagogas.
Pero queda siempre la dificultad
de relacionar su institución con la reforma de Josías, que, como se ha visto,
sólo había cerrado los santuarios locales durante un breve período. Estos
«lugares de asamblea de Dios», ¿no serían estos mismos santuarios que estarían
de nuevo en actividad a la sazón de la toma de Jerusalén? El carácter
parenético de ciertos pasajes del libro de Jeremías no requiere que hubiesen
sido para leerse en las sinagogas.
No hay, pues, nada que permita
determinar cuándo comenzaron a existir las sinagogas. Por lo demás, es
verosímil que la institución se fuese formando poco a poco, bajo la presión de
dos factores del judaísmo postexílico: la ley de unidad del santuario se había
impuesto, por lo cual parecería no sólo legítimo, sino necesario, poseer
lugares de oración (sin culto sacrificial) fuera de Jerusalén; sobre todo, la
importancia que se daba a la ley exigía quizá que fuese leída y enseñada en las
comunidades; ahora bien, las sinagogas eran centros de enseñanza tanto o más
que de oración. Estos factores intervenían tanto en Palestina como en la diáspora,
y al azar de los descubrimientos se debe el que conozcamos en Egipto la primera
sinagoga documentada con seguridad.
A propósito del reinado de
Josafat, 2Par 17.7-9 refiere la misión confiada a seglares, a levitas y
sacerdotes, que debían ir con el libro de la ley a instruir al pueblo en todas
las ciudades de Judá. Este informe, que parece calcado en la reforma judiciaria
del mismo rey, 2 Cr 19.4-7, seguramente no se aplica al reinado de Josafat,
pero puede reflejar una práctica del tiempo del cronista; ahora bien, hacían
falta locales donde se pudiese dar tal instrucción. Adondequiera que nos
volvamos, no salimos del terreno de las hipótesis y las sinagogas no nos
aparecen con plena claridad hasta comienzos de nuestra era: pero estas
sinagogas no pertenecen ya a las instituciones del Antiguo Testamento.
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CONFRATERNICE: ¿BRAZO RELIGIOSO DE LA “CUARTA
TRANSFORMACIÓN”? (I)
Soy un seguidor de la vida y de la obra de Jesucristo. Porque
Jesucristo luchó en su tiempo por los pobres, por los humildes. Por eso lo
persiguieron los poderosos de su época. Entonces soy en ese sentido un
creyente. Tengo mucho amor, lo digo de manera sincera, por el pueblo. (Nación 321, 1 de diciembre de 2018)
Andrés Manuel López Obrador
La Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice) de México, surgida a
raíz de los cambios constitucionales en materia religiosa, entre 1991 y 1992,
ha sido uno de los organismos más visibles que aglutinan a las iglesias no
católicas del país. A consecuencia del fracaso continuo en la creación de un
Concilio Nacional Evangélico, que tuvo antecedentes en la primera mitad del
siglo XX, pero que no se pudo consolidar, y de otros intentos (como la
Convención Nacional Evangélica, que funcionó hasta los años 80), la coyuntura
experimentada durante el sexenio de 1988-1994 permitió que Confraternice se
impusiera como una representación, siempre puesta en dudas por las llamadas
“iglesias históricas”, de las iglesias no católicas. El pastor pentecostal
Arturo Farela Gutiérrez (ex integrante de las Asambleas de Dios), su fundador y
presidente hasta la fecha, fue, desde esos años iniciales, la figura más
notoria de estas iglesias, luego de competir con otros líderes, como Alberto
Montalvo, quien también intentó, con el Foro Nacional de Iglesias Cristianas
Evangélicas (Fonice) como membrete, hacerse de la “representación evangélica”
ante el gobierno (Cf. Felipe R. Vázquez Palacios, Andando el camino, en La fe y la ciudadanía en la práctica evangélica
veracruzana, 2007).
En ese entonces se señaló la
forma en que los nuevos liderazgos de estas iglesias asumieron un papel más
activo y hasta agresivo, en medio de los cambios constitucionales que
otorgarían personalidad jurídica a las iglesias (ahora como Asociaciones
Religiosas), algo impensable años atrás, pero que, como parte del proceso de
“modernización” del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, se requería la
legitimación mutua (de las iglesias al gobierno, y viceversa), luego de la
crisis electoral de julio de 1988. El primer gran golpe propagandístico por
parte del régimen consistió en referirse, en la iniciativa de modificaciones a
la Constitución, a las “iglesias”, en vez de la “iglesia”, lo que generó un
fervoroso entusiasmo en el movimiento evangélico, al grado de que en las
marchas se empezó a escuchar la consigna: “¡Salinas, amigo, Cristo está
contigo!”. (LC-O)
Protestante Digital, 15 de marzo de 2019
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