sábado, 21 de septiembre de 2019

Nehemías 9.23-31 / Hebreos 3.1-11

23 Les diste tantos hijos
como estrellas hay en el cielo.
Los trajiste a la tierra prometida
para que la conquistaran,
24 y ellos entraron y la tomaron.
Tú derrotaste a los pueblos
y a los reyes de Canaán;
los pusiste bajo nuestro poder
para que hiciéramos con ellos
lo que nos pareciera.
25 Israel conquistó tierras fértiles
y poderosas ciudades;
tomó casas llenas de riqueza,
pozos de agua y viñedos,
olivares y árboles frutales.
Nuestros antepasados
comieron hasta hartarse,
engordaron y disfrutaron
de tu gran bondad.
26 Pero luego ellos
se pusieron en tu contra.
¡Te insultaron gravemente!
Desobedecieron tu ley,
y mataron a tus profetas.
Y los profetas sólo les decían
que debían arrepentirse
y obedecer tu ley.
27 Por eso los entregaste
en poder de sus enemigos,
para hacerlos sufrir.
Nuestros antepasados no aguantaron
que los hicieras sufrir tanto,
y te pidieron ayuda.
Tan grande es tu amor por ellos
que desde el cielo los escuchaste,
y les enviaste libertadores.
28 Pero en cuanto tenían paz
volvían a desobedecerte.
Entonces, una vez más,
caían en poder de sus enemigos.
Pero volvían a pedirte ayuda,
y tú desde el cielo los escuchabas.
Tan grande era tu amor por ellos,
que una y otra vez los liberabas.
29 Les ordenaste obedecer tu ley,
la cual da vida a los que la obedecen,
pero ellos fueron rebeldes y orgullosos,
y no la obedecieron.
30 Durante muchos años
les tuviste paciencia;
tu espíritu y tus profetas
les advirtieron del castigo.
Pero ellos no quisieron escuchar,
así que los dejaste caer en manos
de sus enemigos.
31 Sin embargo,
los amabas tanto que no los destruiste
ni los abandonaste.
¡Eres un Dios tierno y compasivo!
*
Hermanos, Dios los ha llamado a ustedes para que sean su pueblo elegido. Por eso, pónganse a pensar seriamente en quién es Jesús: ¡Él es nuestro apóstol y nuestro Jefe de sacerdotes! Dios le encargó que nos ayudara, y él lo obedeció, así como Moisés también obedeció cuando Dios le ordenó ayudar a todo su pueblo.
Pero Dios le dio a Jesús más honra que a Moisés. Es como cuando se construye una casa: el que la construye es más importante que la casa misma. Toda casa ha sido construida por alguien, pero Dios es quien ha hecho todo lo que existe. Moisés sirvió a Dios y lo obedeció en todo, pues ayudó al pueblo de Dios tal como se le ordenó, y anunció al pueblo lo que Dios iba a decir en el futuro. Pero Cristo, que es el Hijo de Dios, es obediente y ayuda a este pueblo de Dios, que somos nosotros. Y nosotros somos parte de ese pueblo, si seguimos creyendo firmemente y con alegría en la salvación que recibiremos.

Por eso hay que hacer lo que el Espíritu Santo dice:

Si hoy escuchan la voz de Dios,
no sean tercos,
como aquellos israelitas,
que no quisieron obedecerlo
en el desierto.
Ellos quisieron ver hasta dónde
soportaría Dios su desobediencia.
Por eso Dios les dijo:
Aunque los traté bien
durante cuarenta años,
sus antepasados
me pusieron a prueba en el desierto.
10 
Entonces me enojé,
y les hice ver
que vivían en el error,
pues no obedecían mis mandamientos.
11 
Por eso, ya enojado decidí:
“No voy a permitirles
entrar en la tierra prometida,
donde los habría hecho descansar.”

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