LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA HAGEO
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos
bíblicos, 90).
4º oráculo: El culto
es impuro (2.10-14)
El texto toma
la forma de un relato de gesto simbólico, con la orden que se le da al profeta
(vv. 11-13) y luego la aplicación del gesto a la realidad (v. 14). Como suele
ocurrir en este género literario, el relato omite decir que el profeta obedeció
las órdenes recibidas. Pero menciona las reacciones sucesivas de los oyentes
(vv. 12b y 13b), lo cual le permite introducir fácilmente el mensaje final.
El
gesto profético consiste en plantear una cuestión ritual a unos sacerdotes,
para que den una “torá”, es decir, una norma sobre la conducta que hay que
adoptar en una situación determinada. En este caso se trata de saber dónde está
el límite entre lo que es “consagrado” y lo que es “profano” o “impuro”. Se
describen dos situaciones: cuando un fiel se lleva a su casa un trozo de carne
de un animal sacrificado en el templo y que es considerado como “santo”, ¿cómo
esta carne hace “santo” al que la toca? Y al revés, el que se ha hecho “impuro”
por haber tocado a un muerto, ¿trasmite esa “impureza” a los objetos que toca?
La respuesta es sutil, pero clara: la impureza es contagiosa por contacto,
mientras que la “santidad” no se comunica.
¿Adónde
quiere llegar el profeta? Todo depende de la manera de identificar a quiénes
aplica el profeta la respuesta que ha obtenido de los sacerdotes: “Hageo
replicó: Pues así le sucede a este pueblo y a esta nación” (v. 14).
¿Desacreditará aquí el profeta, en nombre de Dios, a las personas venidas de
otras partes con la intención de sostener con sus dones los trabajos en curso?
Se ha pensado en los habitantes de Samaría, como aquellos de los que habla más
tarde Esd 4.1-5a. Hageo rechazaría este ofrecimiento de colaboración, pensando
que haría “impuro” el sitio de reconstrucción del templo. De esta manera, el profeta recordaría a los
fieles de Jerusalén que es a ellos a quienes les corresponde comprometerse en
la tarea, sin cargar su responsabilidad sobre los otros. Pero esta estrechez de
espíritu no está muy de acuerdo con las perspectivas universales del oráculo
anterior.
Por
eso es más probable que el profeta piense en la comunidad misma que se queda
satisfecha con los sacrificios que de nuevo se ofrecen cada día sobre el altar.
Se ha empezado a dudar de que la reconstrucción del edificio del templo sea
verdaderamente indispensable para la celebración del culto. Aplicando a esta
situación la respuesta de los sacerdotes, Hageo declara que, por muy “santos”
que sean, los sacrificios no bastan para santificar el culto; al contrario, es
el templo en ruinas el que hace “impuros” los sacrificios a los ojos de Dios.
Sólo la reconstrucción del templo devolverá al culto su pureza. De esa
obediencia, y no de la ofrenda cotidiana de los sacrificios, depende la
bendición divina.
5º oráculo: El mesías ya está ahí (2.20-23)
Examinemos más
de cerca este último oráculo, quizás el más atrevido de Hageo.
v.
20. El oráculo está fechado en el mismo día que el anterior, como si, después
de una crítica del presente, el profeta tuviera que traer una promesa abierta
al porvenir. El día 24 del mes ¿tendría una importancia especial a los ojos de
Hageo —o a los del redactor del relato—, dado que tres de sus oráculos están
fechados en ese día del mes (1.15a; 2.10, 20)? Lo cierto es que el hecho de
pronunciar dos oráculos en una sola jornada caracteriza muy bien el clima de
urgencia en que ejerce su ministerio el profeta.
v.
21a. Hageo debe dirigirse personalmente a Zorobabel, el actual gobernador de
Judá. El Señor le encarga de una especie de mensaje secreto, que no va
destinado a toda la comunidad, como ocurría con los oráculos anteriores. Se
trata de estimular especialmente al principal responsable de las obras del templo.
vv.
21b-22. La primera parte del oráculo renueva la promesa de una convulsión
cósmica, anunciada ya en 2,6. Pero mientras que el tercer oráculo veía en esa
convulsión el medio que Dios iba a emplear para hacer que afluyeran al templo
las riquezas de las naciones, la descripción presenta aquí una batalla
gigantesca, en la que serán aniquiladas todas las potencias de este mundo. Se
trata de la imagen, desplegada a escala universal, de la crisis que acaba de
pasar el imperio persa, en la que se enfrentaron los diversos pretendientes a
la sucesión de Cambises: “caballos y jinetes caerán atravesados por la espada
de sus propios camaradas”. Este último detalle tiene su origen en la tradición
de la guerra santa (o sacra), en la que el Señor triunfa sin tener que
intervenir, ya que los enemigos se matan entre sí (cf. Jue 7.22; Zac 14.13).
v.
23: Introducida por una nueva fórmula oracular que subraya su importancia, la
segunda parte del mensaje levanta el velo sobre el papel que Dios tiene
reservado a Zorobabel. Cada una de las palabras tiene todo el peso de una
designación suya como rey. El verbo «tomar» tiene el sentido fuerte de una
elección real, como para David en 2 Sm 7,8. El título de «siervo» subraya la
iniciativa soberana de Dios, cuando toma a un hombre a su servicio (Is 42.1).
Es el título honorífico que llevan los ministros de un rey (por ejemplo, I Re
20.23), de manera que Zorobabel se ve investido de las funciones de ministro
del Señor, del Todopoderoso. El oráculo recoge a continuación la metáfora del “anillo
de firmar” que ya había utilizado Jeremías contra el rey Jeconías (Jr 22.24).
Pero mientras que para Jeremías se trataba de rechazar al rey, Hageo explota
positivamente la metáfora para hacer de Zorobabel el ejecutor de las decisiones
divinas, lo mismo que el anillo se usa para sellar y autentificar el texto de
un edicto real. Resuena finalmente el verbo “elegir”, el más explícito de todos
para caracterizar la función real de la que queda investido Zorobabel.
A
pesar de esta acumulación de términos pertenecientes al vocabulario real, se
observa cierto recato en el profeta, que no habla abiertamente de “rey” ni de “mesías”.
A pesar de esta acumulación de términos pertenecientes al vocabulario real, se
observa cierto recato en el profeta, que no habla abiertamente de “rey” ni de
“mesías”, malentendido de naturaleza política. El papel de Zorobabel debe
permanecer todavía oculto, para aparecer sólo más tarde, cuando llegue el gran “día”.
Así, dentro del secreto que sólo se levanta para él, Zorobabel queda designado
de antemano como el ejecutor testamentario de la voluntad del Señor.
Choca la audacia de esta
profecía, que manifiesta una inmensa impaciencia por la consumación de los
tiempos. De hecho, el templo reconstruido después del destierro nunca llegará a
igualar el esplendor del de Salomón. En cuanto a Zorobabel, parece ser que
desapareció de la escena política antes de que se acabaran los trabajos, ya que
el relato de la dedicación no hace ninguna mención de él (Esd 6.15-17).
¿Habrá engañado Hageo al pueblo y
a sus jefes? No es ésa la respuesta que da la tradición, ya que ha conservado
cuidadosamente sus cinco oráculos. Hageo es un profeta auténtico, no por haber
predicho el porvenir con exactitud, sino porque ha discernido cuál era la
urgencia espiritual de aquellos momentos: reconstruir el templo, ante todo,
para demostrar que Dios es el primero a quien hay que servir. El profeta tiene
una aguda conciencia de la importancia del presente, en función de un porvenir
que vislumbra inminente. Como él dice, hace ya horas que el fin del mundo está
a las puertas. Ésa es la hora de Hageo: ¡el momento de ponerse a trabajar para
atestiguar en concreto la esperanza en la salvación que viene!
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ARTURO FARELA, EL CAPELLÁN DE LA 4T (III)
Juan Carlos Rodríguez
Eje Central, 2 de agosto de 2019
El
acertijo. A Farela se le plantea el siguiente problema conceptual: López
Obrador se declara juarista; sin embargo, acude a las Iglesias para que le
ayuden en tareas del gobierno; el tabasqueño es un político de izquierda, pero
se guía por principios religiosos; del mismo modo, el Presidente se dice
progresista, pero hizo alianza con el Partido Encuentro Social, que tiene una
agenda conservadora.
¿Ha
podido descifrar ese acertijo?
Tenemos que entender que el presidente López Obrador es un
hombre espiritual y con una gran sensibilidad social. Él es progresista, y
prueba de ello es que en la mañanera ha recibido a representantes de la
comunidad lésbico-gay. Él es de izquierda, porque siempre ha luchado por la
justicia, por la equidad, por los pobres. Entonces, el acertijo se entiende
cuando descubrimos que hay un principio que lo rige para llevar a cabo todas
esas misiones y es lo que declaró hace poco: ‘yo soy seguidor de Cristo’”.
¿Cómo
conoció a López Obrador y cómo se forjó su amistad?
Desde que él fue jefe de Gobierno aquí en la Ciudad de México,
tuvimos contacto. Él siempre ha sido una persona plural y dialoga con todas las
iglesias. Nos comenzamos a saludar con frecuencia y comenzamos a tener
reuniones periódicas. La amistad se incrementó cuando fue candidato a la
Presidencia de la República por primera vez, en 2006, y yo lo apoyé
abiertamente. Siempre lo he apoyado porque para mí es un hombre de bien, que lucha
por la justicia, a tal grado que fui llevado a dos procesos judiciales porque
supuestamente había yo quebrantado la legislación, pero gané en ambos lados.
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