LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA ZACARÍAS (VI)
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos bíblicos,
90).
Última
visión (6.1-8)
El profeta asiste a la salida de cuatro carros tirados por
caballos de diversos colores. Salen de entre dos montañas, algo así como la luz
del día al amanecer. Se acaba la noche, viene la aurora, con su cielo de
múltiples colores. Encargados de una misión por el “Señor de toda la tierra”,
los carros parten cada uno en una dirección. Tienen que recorrer todo el mundo.
No se indica el objetivo de su misión, pero se deduce del poder universal de
Aquel que los envía: como mensajeros, van a llevar la nueva de la salvación
hasta los extremos del orbe.
Sin embargo, la atención del
profeta se dirige más bien a uno de los carros, el que va hacia el norte, es decir,
hacia Mesopotamia (v. 6). Todavía quedan allí muchos desterrados. La buena
nueva es también para ellos: por medio de su Espíritu, el Señor viene a morar
en medio de los suyos, estén donde estén. Desde los colores del crepúsculo
hasta los de la aurora, ¡qué noche tan inspirada! ¡Y qué promesa para toda la
comunidad! El reinado universal del Señor está ya a las puertas. El profeta ha
asistido ya en visión a su venida, aunque nada de ello perciban todavía
los ojos de los demás mortales.
La
acción profética de la corona (6.9-15)
Inmediatamente después del relato de sus visiones, Zacarías
narra la acción profética que ha recibido la orden de cumplir. Se trata de un
modo de comunicación por el gesto, al que los profetas se ven obligados a recurrir
cuando los oyentes hacen oídos sordos a su mensaje. Zacarías tiene que
dirigirse a una casa en donde se alojan varios desterrados que han regresado
recientemente a Jerusalén y que han traído aportaciones destinadas a la
reconstrucción del templo. Se retirará una parte de ese dinero y del oro que
han traído, para hacer una corona. ¿Para qué servirá esta corona? El relato
indica que está destinada a coronar al sacerdote Josué (v. 11).
Desgraciadamente, la continuación
del texto no le va bien a un sacerdote: el profeta le atribuye el título de “Germen”,
que es el de un príncipe de sangre real (v. 12). Su misión consiste en
construir el templo (v. 13a); pero ésta es la misión que se le atribuye en otro
lugar a Zorobabel (4.8ss). Y, sobre todo, se sentará en un trono, como un rey,
en perfecta armonía con un sacerdote que se sentará también en otro trono (v.
13b).
Toda esta descripción mueve a
suponer que, en el relato original de Zacarías, la corona iba destinada a
Zorobabel, el descendiente de la dinastía davídica, en quien ya el profeta Hageo
había reconocido al futuro mesías (Hag 2.23). La coexistencia armoniosa de los dos
jefes, sentado cada uno en su trono, guarda analogía con los dos olivos de la
visión central (4.14). Esta perspectiva profética chocó, como sabemos, con el
desmentido de la historia, lo mismo que la visión de los dos olivos que
enmarcaban el candelabro: Zorobabel desapareció prematuramente y sólo quedó en
funciones el sacerdote Josué. Con toda probabilidad se hizo más tarde una
corrección en el relato primitivo, para hacer de Josué el destinatario de la
corona de Zorobabel.
Una vez realizado el gesto profético,
la corona habría de tomar otro significado: depositada en el templo, recuerda
la aportación traída por los repatriados y anuncia la llegada de nuevos
desterrados dispersos por el mundo.
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TEODORO DE BEZA: RELIGIÓN Y POLÍTICA EN LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI
A menudo se nos pregunta si está
permitido levantarse contra aquellos que son enemigos no sólo de la religión
sino también del reino.
Teodoro
de Beza, carta a H. Bullinger, septiembre de 1559
La editorial española Trotta ha
anunciado la inminente aparición del volumen Del derecho de los magistrados sobre sus
súbditos, del teólogo reformado francés Teodoro de Beza (1519-1605), en
traducción de Manuela Águeda García-Garrido, con introducción y notas de Rocío G. Sumillera, profesora de la Universidad de Granada. […] La publicación de Trotta coincide con los 500
años del nacimiento de Beza, el 24 de junio de 1519, en Vézelay, provincia de
Borgoña. Poeta, filólogo, pedagogo, teólogo y dirigente eclesiástico, su
estatua forma parte del Monumento Internacional de la Reforma Protestante en
Ginebra, ciudad en la que colaboró con Juan Calvino, y a quien sucedió al
frente de la iglesia local (fue, además, su primer biógrafo, en 1564, el año de su muerte, y
primer rector de la Academia de Ginebra), además de hacerse cargo de la
conducción moral y espiritual de las iglesias reformadas europeas, casi de la
misma manera que su antecesor. Su figura siempre ha sido vista desde una
perspectiva bastante discreta, a pesar de que, durante los años que ejerció
esas responsabilidades (poco más de 30, pues falleció el 13 de octubre de 1605),
encabezó los desarrollos eclesiales, doctrinales y socio-políticos de esa
vertiente de las reformas protestantes y debió tratar con la inmensa mayoría de
líderes evangélicos de esa época mediante una amplia correspondencia.
Diversas instituciones han realizado
eventos conmemorativos del 500º aniversario del nacimiento de Beza. En la
Asamblea del Desierto, retiro anual de los protestantes franceses, se le rindió
homenaje bajo el lema: “Al soplo de Teodoro de Beza”. Una nota sobre esta
actividad señaló: “El poeta humanista, convertido a la fe reformada alrededor
de 1548, exegeta del Nuevo Testamento y teólogo, jurista y político, de hecho,
y en muchas ocasiones, ‘ha dado aliento a los protestantes en peligro en el
reino, constituyendo por escrito un stock de imágenes e historia”. […]
El Museo Internacional de la
Reforma, de Ginebra, por su parte, anunció la exposición temporal hasta el 27
de octubre, denominada “Rostros de T. de Beza”, que presenta 36 obras representativas
de las varias facetas de la personalidad del sucesor de Calvino (www.musee-reforme.ch). La nota de
Benjamin Chaix en La Tribune de Geneve
al respecto, afirma: “La renombrada especialista ginebrina Béatrice Nicollier
es la curadora de la exposición que acaba de abrir en el Museo Internacional de
la Reforma (MIR). […]
En 1528, a los 10 años, Beza llegó
a la casa del humanista Melchior Volmar (1497-1561, maestro de Calvino en otra
época), en Orleans, quien lo educó y lo llevó a Bourges
en 1530. En su infancia se convirtió a la fe evangélica, aunque sólo después de
una grave enfermedad se inclinó totalmente a la Reforma. Tras la emigración de
Vollmar, Beza estudió derecho en Orleans (1535-1539) y cursó después estudios
humanísticos en París. Fue profesor de griego durante 10 años en la academia de
Lausana en Suiza, donde escribió tratados humanísticos y polémicos, además de
una pieza teatral, Abraham sacrifiant
(1550). Viajó a Ginebra en 1558 y un año después comenzó a dirigir la Academia
(fundada por Calvino) de esa ciudad, además de ser clérigo. Dio clases de
teología alternando con Calvino y, en sus primeros años en esa ciudad, fue
consultor teológico de la iglesia francesa y dialogó con las autoridades
políticas de los hugonotes en el contexto de las guerras por la religión. En
1561 representó a los evangélicos en el Coloquio de Poissy, defendiendo con elocuencia
los principios de la fe evangélica.
Después de la muerte de Calvino, fue elegido su sucesor (aunque sería
mucho más que eso) y moderador de los pastores de Ginebra. Siguió en estrecho
contacto con las comunidades francesas e incluso fue elegido presidente del
sínodo de La Rochelle, interviniendo en numerosas controversias. A diferencia
de Calvino, sus raíces están en la filosofía aristotélica. Trabajó intensamente
el Nuevo Testamento y la ciencia bíblica. Su edición del Nuevo Testamento fue
reimpresa más de 150 veces hasta 1965. Sus escritos en su mayoría tratan
cuestiones controvertidas de teología.
Sólo sus obras humanísticas y sus sermones tardíos se sitúan más
allá de la disputa confesional. Escribió el prólogo para la Biblia de Ginebra
(1588). La Confessio fidei christianae
(1559) es el mejor resumen de su teología. Reunió sus obras en tres tomos. En De haeretecis a civili magistratu puniendis
(1554) defendió la actuación de Calvino en la condena de Bolsec y de Servet.
Otras obras importantes son: la famosa Historia
eclesiástica de las Iglesias Reformadas del Reino de Francia (1580), su
biografía de Calvino, con la que debe citarse su edición de la Epistolæ et responsa (1575) del
reformador de Noyon.
El contenido del libro mencionado (cuyo original, Du droit des magistrats sur leurs subjets, apareció
en Ginebra en 1574) es por demás interesante, pues los seis documentos y los
cuatro apéndices incluidos son una buena muestra de la reflexión
bíblico-teológica de Beza, no suficientemente conocida, ni siquiera en los
espacios reformados o calvinistas.
Se trata, como se aprecia desde el título de la obra, de un
acercamiento a sus trabajos sobre el poder político, materia que lo ocupó
bastante en su labor religiosa, y que lo llevó a discutir seriamente la
posibilidad de resistir, incluso por la vía violenta, a un gobernante tiránico.
Los textos que lo integran son: “Del magistrado injusto al súbdito infiel”, “Tiranos
consentidos”, “El magistrado frente al pueblo: los límites del poder”, “Razones
para deslegitimar el poder de los magistrados”, “La supremacía de la ley” y “El
recurso a la acción violenta”. […]
Una recopilación así viene a romper el relativo desconocimiento
de la vida y obra de Beza en el contexto del avance y consolidación de las reformas
teológicas y eclesiales del siglo XVI. Su nombre está ligado estrechamente a la
discusión sobre la eventual resistencia a las autoridades civiles por parte de
las comunidades reformadas, algo sobre lo que han escrito autores como Quentin
Skinner, profesor de la Universidad de Cambridge (Los fundamentos del
pensamiento político moderno. II. La Reforma, 1986; original en inglés: 1978),
quien mostró la evolución de las doctrinas teológicas que abrieron la puerta a
la “revolución hugonota” en Francia, cerca del final del siglo XVI. (LCO)
Protestante Digital, 11 de octubre de 2019