LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA ZACARÍAS (IV)
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos bíblicos,
90).
Visión
central (4.1-6a + 10b-14)
En medio de la noche es cuando va a
surgir la visión más impresionante de todas. El profeta se muestra allí
especialmente atento. Desea que el lector comprenda que no se trata de un
simple sueño que haya tenido el profeta mientras dormía. No; se trata de una revelación
que requiere por su parte la mayor vigilancia.
Aparece a los ojos del profeta un
candelabro de oro llevando siete lámparas, cada una de las cuales brilla con
siete llamas (vv. 2-3). La descripción de este candelabro muestra que no tiene
la forma tradicional
de la menorah de siete
brazos. Hay que representárselo más bien bajo la forma de un gran recipiente en
pie y muy ancho, en cuyo borde superior están fijadas las siete lámparas con
siete picos. El profeta se siente tan impresionado que confiesa que no
comprende lo que está viendo (vv. 4-5).
En este momento del relato
intervienen tres oráculos que desplazan la atención sobre Zorobabel y sobre su
papel en la reconstrucción del templo (vv. 6b7.8-9 y 10). Una vez más es el
redactor el que debió intercalarlas aquí, aunque de manera menos afortunada que
otras veces, ya que aquí cortan el hilo del relato.
Introducida en el v. 6a, la
identificación del candelabro por el ángel-intérprete se expresa en el v. 10b:
el candelabro de oro no es otro más que el mismo Señor; las siete lámparas
simbolizan sus ojos, de los que no se escapa nada en la tierra.
Segunda escena: aparecen dos
olivos, uno a cada lado del candelabro (v. 11). Los va a identificar el ángel-intérprete:
son los dos jefes actuales de la comunidad, el gobernador Zorobabel y el sumo
sacerdote Josué, que van a recibir la unción de aceite (4,14).
Como
vemos, la visión juega de manera sugestiva con la doble función del aceite,
producto del olivo: el aceite es lo que alimenta las lámparas, pero sirve
también para la unción del rey o del sacerdote. La declaración final evita
utilizar el verbo específico de la unción, para dejar cierto misterio a la
revelación. Pero la designación es clara: los jefes actuales de la comunidad son
ya los que el Señor ha escogido para ser los ministros del reino que va a
establecer sobre el mundo entero.
El
v. 12 introduce una interpretación diferente de la visión: el profeta hace otra
pregunta sobre las dos ramas de los olivos que alimentan el depósito del
candelabro. Esta pregunta, que acompaña a la del v. 11, induce el sentido
diferente que se dio más tarde a esta misma visión: el candelabro no
representaría a Dios mismo, al que se considera demasiado transcendente para aparecerse
a un hombre, incluso bajo una forma simbólica. Representa a la comunidad,
sostenida y dirigida actualmente por sus dos jefes. Comprobamos que una misma
visión se presta a varias interpretaciones ulteriores.
Así
pues, la visión central trae esta buena nueva: el Señor que domina sobre toda
la tierra ha escogido ya a los ministros de su reino. ¡Y esos ministros están ya
presentes! La designación de dos ministros mesiánicos de la misma categoría es
muy interesante. Refleja, en el mensaje de Zacarías, la distribución del poder
tal como existía por aquella época en Jerusalén, en donde la comunidad estaba
dirigida a la vez por un gobernador civil y por un sumo sacerdote. Esta distribución
es frágil; por eso el profeta se inclina aquí por un equilibrio perfecto entre
los dos poderes (cf. Zac 6.13b).
Visión suplementaria (3.1-7)
El relato de
esta visión no sigue el mismo esquema que los demás. Es el mismo Señor el que
da la visión y el profeta es capaz de identificar inmediatamente lo que ve.
Asiste a una escena en el tribunal, presidido por un ángel que representa a
Dios y ante el cual el sumo sacerdote Josué es acusado por un personaje llamado
“Satán”. El término hebreo no es todavía un nombre propio, sino un nombre de
función que se deriva de un verbo que evoca la hostilidad de un adversario. No
se sabe de qué acusa a Josué. Pero el ángel que preside el tribunal lo
desautoriza e impone silencio a sus críticas. En nombre del Señor que reside en
Jerusalén, el ángel-presidente toma la defensa de Josué: se trata de un hombre
valiosísimo, que el mismo Señor ha salvado, como a un tizón que se retira del
fuego, para que restablezca el culto en el templo.
El
profeta asiste entonces a una escena de investidura sacerdotal. Despojan a
Josué de sus ropas sucias, símbolos de su pecado, y lo visten con vestidos limpios,
traje de fiesta y turbante (vv. 4s). El ángel que preside la escena promete a
Josué que, como responsable del culto en el templo, formará parte del círculo de
ministros celestiales del Señor, con tal que vele por el cumplimiento de sus
preceptos (vv. 6s).
He
aquí cómo el profeta tenía que adaptar el mensaje de su visión central en
función de la nueva situación, surgida con la desaparición prematura de
Zorobabel. Pero he aquí también una manera incisiva de anclar la institución
sacerdotal de Jerusalén en el mundo del Reino venidero. ¿No es el culto terreno
una especie de repetición general con vistas al gran concierto que será el
culto celestial?
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EL PROCESO DE RECONCILIACIÓN ENTRE ETIOPÍA Y
ERITREA VALE EL NOBEL DE LA PAZ
De ser ampliamente ignorado por la
esfera mediática global, a valer el premio Nobel de la
Paz de 2019. La resolución del conflicto fronterizo entre Etiopía y Eritrea,
después de dos décadas, figura hoy en todas las portadas y cabeceras después de
que el Comité Noruego Nobel haya otorgado el galardón al primer ministro
etíope, Abiy Ahmed Ali, “por su esfuerzo en lograr la paz y la cooperación
internacional, y en particular, su iniciativa decisiva para resolver el
conflicto fronterizo con la vecina Eritrea”.
“Me he sentido muy humilde y
emocionado cuando he escuchado la noticia”, ha asegurado Ahmed Ali en una de
sus primeras reacciones al anuncio del premio. “La paz es una comodidad muy
cara en mi país. Esta es una buena noticia para África, para el este de África,
donde la paz es una comodidad muy cara. Estoy seguro de que nos dará energía
para trabajar hacia la paz juntos en nuestra región”, ha señalado el primer
ministro etíope en declaraciones a la organización del Premio Nobel.
“Invitamos a todos los etíopes a
permanecer en el lado de la paz. Esta victoria y reconocimiento es colectiva
para todos los etíopes”, han señalado desde la oficina de Ahmed Ali.
Una
corta pero intensa carrera política
Ahmed Ali se convirtió en primer ministro de Etiopía en abril de
2018, como consecuencia de las protestas contra el gobierno de Hailemariam
Dessalegn. Apenas tres meses después, ya estaba negociando unos acuerdos de paz
con Eritrea para poner fin a un conflicto fronterizo que ha marcado las
realidades de ambos países durante los últimos veinte años.
Una paz que se formalizaba con la
firma, en julio de 2018, por parte de Abiy Ahmed Ali y del autoritario
presidente eritreo, Isaias Afewerki. “Cuando escuchamos por primera vez que
comenzaban las negociaciones de paz, cada eritreo se llenó de gozo porque hemos
estado orando por esto durante mucho tiempo”, señalaba entonces a Protestante Digital el responsable de
una iglesia protestante en Eritrea.
“Cuando Abiy Ahmed Ali llegó se
convirtió en primer ministro en abril de 2018, él dejó claro que deseaba
retomar las conversaciones de paz con Eritrea. Rápidamente trabajó los
principios de un acuerdo de paz”, han señalado desde el Comité Noruego Nobel.
Por segundo año consecutivo, el
premio, que va acompañado de una dotación económica de más de 8 millones de
euros, reconoce la labor de pacificación en el continente africano, ya que en
2018 se le otorgó al médico Denis Mukwege por su labor en la guerra de
República Democrática del Congo. Galardón que compartió con la activista kurda yazidí
Nadia Murad.
Protestante Digital,
11
de octubre de 2019
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