LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL
DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA ZACARÍAS (III)
Samuel Amsler
Los últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos
otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos
bíblicos, 90)
Segunda
visión (2.1-4)
Se le aparecen cuatro cuernos al profeta. La imagen del cuerno
es corriente para evocar el poder, como el cuerno del carnero. En cuanto al
número cuatro, caracteriza al universo con sus cuatro puntos cardinales. Así
pues, estos cuatro cuernos representan el poder de los que vencieron y
dispersaron a Judá y a Jerusalén (v. 2). de expresión que desborda por completo
la experiencia vivida.
Después de la escena estática, la
escena móvil: el profeta asiste a la llegada de cuatro herreros. Vienen a
romper los cuatro cuernos. Se trata de la buena nueva de la próxima inversión
de la situación actual del mundo. El profeta-vidente recibe su revelación: ¡a
pesar de las apariencias, la salvación ya está en marcha!
Tercera
visión (2.5-9)
Aparecen sucesivamente tres personajes, cuya función no es fácil
de averiguar. Primero aparece un agrimensor, provisto de un cordel para medir el
terreno. Esta vez es el profeta el que le hace directamente la pregunta habitual,
averiguando de este modo cuál es el proyecto de ese hombre: acaba de recorrer
Jerusalén tomando medidas a lo largo y a lo ancho. No se indica la finalidad de
este estudio catastral, pero el proyecto alude a una realidad del momento:
desde la catástrofe del 587, la ciudad carece de murallas que la protejan. La
venida de este agrimensor responde a la sorda inquietud
de los habitantes de la ciudad, que ha quedado desamparada; alguien está
preparando ya los trabajos de construcción de las murallas de la ciudad, como
lo hará algún día Nehemías (Neh 2.12ss).
Viene
luego un segundo personaje. El relato lo llama “ángel” (literalmente,
«enviado»), para dar a entender que viene de parte del Señor. Pero
inmediatamente antes de este ángel, el relato menciona curiosamente la
aparición del “ángel-intérprete”, un ángel que en las otras visiones no es
costumbre que aparezca en el campo de la visión. ¿Se trata de una confusión
debida a un copista distraído? Es lo que supone el traductor griego de los
Setenta, que deja fuera de la visión al ángel-intérprete, como un espectador al
lado del profeta. Pero este rasgo poco habitual podría ser también una manera
de variar el relato, para evitar la monotonía.
El
ángel-intérprete habla directamente al enviado de Dios para ordenarle que se
una al agrimensor y lo detenga en su tarea. Porque ésta es a la vez insensata e
inútil: insensata, porque la ciudad necesitará mucho más espacio que antes para
acoger a todos los que vengan a instalarse en ella, con todos sus ganados.
Pero
sobre todo será una empresa inútil, ya que el mismo Señor asegurará la
protección de la ciudad. Las palabras escogidas para decirlo están sacadas del
libro del Éxodo: “Yo estaré allí”; hacen eco por consiguiente a la revelación
del nombre divino a Moisés en Ex 3,14; y la “muralla de fuego” recuerda la
columna de fuego que acompañaba al pueblo en su marcha por el desierto (Ex 13.21s).
De este modo, el veto a la iniciativa del agrimensor enseña a la comunidad de
los creyentes que, mientras esperan la salvación, no tienen que andar buscando
su seguridad en unos muros protectores. Jerusalén puede vivir abierta a los
demás confiando en su Señor, que es su “gloria”, es decir, su único poder en el
mundo.
A
esta visión se une una vibrante llamada a los desterrados de Babilonia, para
que vuelvan a Jerusalén, en donde el mismo Señor viene a residir (2.10-17).
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MIGUEL LEÓN PORTILLA: EL
PASADO Y EL PRESENTE INDÍGENA DE MÉXICO
No acabarán
mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.
Nezahualcóyotl (1402-1472), rey
de Texcoco, versión de Miguel León-Portilla
A los 93 años, en la Ciudad de México,
lugar donde nació el 22 de febrero de 1926, falleció el
1 de octubre pasado el Dr. Miguel León-Portilla, insigne estudioso y promotor
del pasado indígena mexicano, especialmente del área náhuatl, que conocía como
pocos. Auténtico sabio, tlamatini,
como se calificaba en ese idioma a los pensadores o “filósofos” (aunque este
término es occidental), ha dejado un enorme vacío en la cultura de su país,
pero, al mismo tiempo, un inmenso legado, el cual es enormemente apreciado. […]
Discípulo directo del P. Ángel María Garibay K. (1892-1967), el mentor que lo
introdujo al mundo prehispánico y cuya línea de estudio e investigación
desarrolló fiel y brillantemente, alcanzó el doctorado en Filosofía, en la UNAM
(la institución que lo acogió durante toda su vida académica), con La filosofía náhuatl estudiada en sus
fuentes (1956), un estudio que se convirtió en referencia obligada (dentro
y fuera de México) para la comprensión del pensamiento náhuatl (traducido al
ruso, inglés, alemán, francés y checo).
Con ese
trabajo dio inicio una de las trayectorias más dilatadas en la intelectualidad
mexicana que continuó, de manera ininterrumpida con otras obras igualmente
valiosas: Siete ensayos sobre cultura
náhuatl (1957); Visión de los
vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista (1959); Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961);
El reverso de la conquista (1974); México-Tenochtitlan, su espacio y tiempos sagrados (1979); Toltecáyotl: aspectos de la cultura náhuatl
(1980); Literaturas de Mesoamérica (1984);
Quince poetas del mundo náhuatl (1993,
una obra en creciente expansión); Literaturas
indígenas de México (1992); Arte de
la lengua mexicana, de fray Andrés de Olmos (edición facsimilar, con su
esposa, Ascensión Hernández, 1993, España); La
flecha en el blanco. Francisco Tenamaztle y Bartolomé de las Casas en lucha por
los derechos de los indígenas, 1541-1556 (1995); El destino de la palabra. De la oralidad y los glifos mesoamericanos a
la escritura alfabética (1996); Humanistas
de Mesoamérica (1997); Tonantzin
Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican mopohua” (2000);
Códices: los antiguos libros del Nuevo
Mundo (2003); La huida de
Quetzalcóatl (2004); Poesía náhuatl:
la de ellos y la mía (2006); Baja
California: historia breve (con David Piñera R., 2010); Literaturas de Anáhuac y del Incario
(2015); El México antiguo en la historia
universal (2015, volumen que quien esto escribe y su hijo tuvieron la dicha
de revisar), entre muchos más.
La UNAM y
El Colegio Nacional han publicado 13 tomos de sus Obras. Además, obtuvo innumerables premios, entre los que destacan
el Menéndez Pelayo, de la Universidad de Santander (2001) y la Medalla Nezahualcóyotl de
la Secretaría de Educación Pública de México, en septiembre de este año. Hace pocos meses, dio a conocer Erótica náhuatl, un volumen que obtuvo
el premio Antonio García Cubas al arte editorial. […]
Asimismo,
se anuncia para las próximas semanas la aparición de los siguientes: La historia y los historiadores del México
antiguo, La música en la literatura náhuatl y Teatro náhuatl. Prehispánico, colonial y moderno.
En el sitio
oficial del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, se lee:
Miguel
León-Portilla fue un investigador de amplio espectro; prueba de ello son las
diversas áreas del conocimiento que cultivó, así como los numerosos asuntos que
fueron objeto de su mirada inquisitiva. Trabajó temas de historiografía,
traducción, paleografía, codicología, historia de la educación, concepto del
arte, biografías, historia de Baja California, algunas rebeliones indígenas
coloniales, las autonomías indígenas contemporáneas, la edición crítica de
textos o el estudio del pensamiento maya sobre el tiempo, sólo por mencionar
algunos de los campos en los cuales su aportación es notable.
León-Portilla forma parte de una pléyade de
investigadores que han profundizado y divulgado ampliamente el pasado prehis-pánico
mesoamericano: Manuel Gamio (1883-1960), Eulalia Guzmán (1890-1985), Alfonso
Caso (1896-1970), Alberto Ruz Lhuillier (1906-1979), Laurette Séjourné (1911-2003),
Román Piña Chan (1920-2001), Xólotl González Torres (1932), Alfredo López
Austin (1936), Mercedes de la Garza (1939), Eduardo Matos Moctezuma (1940) y
Leonardo López Luján (1964), entre otros. (LC-O)
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