sábado, 7 de diciembre de 2019

Zacarías 3 / Hebreos 8, TLA

1-3 En otro sueño vi a Josué, parado frente al ángel de Dios. Josué era el jefe de los sacerdotes, y había pecado; por eso en el sueño su ropa sacerdotal no estaba limpia. El ángel acusador estaba a la derecha de Josué, dispuesto a acusarlo ante Dios, pero el ángel de Dios le dijo: "Ángel acusador, si Dios debe castigar a alguien, es a ti. Así como Dios ha elegido a la ciudad de Jerusalén, también a este hombre lo ha librado del castigo".
Enseguida, el ángel de Dios habló con sus ayudantes y les ordenó que le quitaran a Josué las ropas sucias. A Josué le dijo: "Toma en cuenta que ya he perdonado tus pecados. Por eso ahora te voy a vestir con ropa limpia".
Mientras el ángel de Dios seguía allí de pie, él le ordenó a los ayudantes que también le pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza, y ellos lo hicieron así. Cuando terminaron de vestirlo, el ángel de Dios le advirtió:
7-8 
Así dice el Dios todopoderoso:
Yo te elegí
como jefe de los sacerdotes.
Si obedeces mis mandamientos
y eres un buen sacerdote,
te pondré a cargo de mi templo.
Te daré además un puesto de honor
entre mis más cercanos servidores.
Y ustedes, el resto de los sacerdotes,
también pongan atención,
pues ustedes son una buena señal:
Yo haré que vuelva a reinar en Israel
mi servidor escogido.
9-10 
¡Fíjate bien, Josué!
Delante de ti he puesto una piedra.
Es una piedra de siete costados.
Voy a grabar algo en esa piedra,
y en un solo día borraré
los pecados de toda la tierra.
Cuando llegue ese día,
se invitarán unos a otros
a sentarse bajo los árboles,
y podrán disfrutar tranquilos
de sus uvas y de sus higos.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.
*
Lo más importante de todo esto es que tenemos un Jefe de sacerdotes que está en el cielo, sentado a la derecha del trono de Dios. Ese sacerdote es Jesucristo, que actúa como sacerdote en el verdadero santuario,[a] es decir, en el verdadero lugar de adoración, hecho por Dios y no por nosotros los humanos.
Aquí en la tierra, se nombra a cada jefe de los sacerdotes para presentar a Dios las ofrendas y sacrificios del pueblo. Por eso, también Jesucristo tiene algo que ofrecer a Dios. Si él estuviera aquí, no sería sacerdote, pues ya tenemos sacerdotes que presentan a Dios las ofrendas que ordena la ley de Moisés. Pero el trabajo de esos sacerdotes nos da apenas una ligera idea de lo que pasa en el cielo. Por eso, cuando Moisés iba a construir el santuario, Dios le dijo: «Pon mucho cuidado, porque debes hacerlo todo siguiendo el modelo que te mostré en la montaña». Pero el trabajo que Dios le dio a Jesucristo, nuestro Jefe de sacerdotes, es mucho mejor, y por medio de él tenemos también un pacto mejor, porque en él Dios nos hace mejores promesas.

Si el pacto que Dios hizo antes con el pueblo de Israel hubiera sido perfecto, no habría sido necesario un nuevo pacto. Pero al ver Dios que el pueblo no le obedecía como él esperaba, dijo:

Viene el día
en que haré un nuevo pacto
con el pueblo de Israel
y con el pueblo de Judá.
En el pasado,
tomé de la mano a sus antepasados
y los saqué de Egipto,
y luego hice un pacto con ellos.
Pero no lo cumplieron,
y por eso no me preocupé más por ellos.
10 
Por eso, éste será mi nuevo pacto
con el pueblo de Israel:
haré que mis enseñanzas
las aprendan de memoria,
y que sean la guía de su vida.
Yo seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo.
Les juro que así será.
11 
Ya no hará falta
que unos sean maestros de otros,
y que les enseñen a conocerme,
porque todos me conocerán,
desde el más joven hasta el más viejo.
12 
Yo les perdonaré
todas sus maldades,
y nunca más me acordaré
de sus pecados.
13 Cuando Dios habla de hacer con nosotros un nuevo pacto, es porque considera viejo el pacto anterior. Y lo que se considera viejo e inútil, ya está a punto de desaparecer.

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