La fe: un tesoro invaluable
Parecería que es más importante hablar del futuro del cristianismo y no de la Iglesia, pero dado que ésta (en sus diversas formas y variaciones) es el rostro histórico de la comunidad de creyentes, resulta inevitable referirse a ella para sondear las posibilidades reales de transmisión de la fe a los hombre y mujeres de esta época y la que están por venir. Con el triunfalismo eclesiástico en proceso de ser sustituido por una actitud más humilde de diálogo y búsqueda de un testimonio coherente con las exigencias del Evangelio, las nuevas comunidades tienen ante sí un enorme abanico de posibilidades para explorar creativamente cómo hacer plenamente inteligible el mensaje de Jesús de Nazaret con todas sus consecuencias.La fe, entendida como un tesoro invaluable recibido gracias a los y las testigos fieles que durante 2 mil años se han esforzado por mantener viva la llama de la esperanza cristiana es justamente lo que está en juego a la hora de asomarse al futuro humano. Si las iglesias sobreviven o no como instituciones visibles, eso no hará mella en la exigencia de que los diversos grupos que reivindiquen de manera seria y crítica el legado cristiano tendrán que ofrecer respuestas y planteamientos consecuentes con la universalidad y vigencia de la obra de salvación de Dios en Cristo. La enseñanza comunitaria de esta herencia y de su valor debe obligar desde ahora a desarrollar nuevos caminos para que las personas vayan más allá de la mera repetición de fórmulas religiosas o espirituales que ya no alcanzan a reflejar con eficacia el amor de Dios por la humanidad. Por ejemplo, los desafíos de la destrucción sistemática del medio ambiente y las nuevas condiciones éticas para los sujetos en términos de decisiones ligadas a la reproducción de la vida humana, deben aparecer como asuntos dignos de atención en el momento de acercarse a la Biblia y a los textos doctrinales. Especialmente la primera tiene mucho que decir acerca del cuidado de Dios hacia sus criaturas. La teología, a su vez, que ha trabajado estos temas desde hace tiempo, deberá hacer llegar sus conclusiones al respecto a los miembros de las iglesias para romper con la tradicional y lamentable lejanía entre pensamiento y acción cristianos
Nueva educación: ¿nueva fe?
No se trata, entonces, de abandonar los moldes antiguos de la fe para dotarla de nuevos contenidos, sino más bien de capacitar permanentemente a las comunidades para estar a la altura de las circunstancias. En este sentido, es muy contradictorio el hecho de que el innegable aumento en la escolaridad de las nuevas generaciones de creyentes no influya en la seriedad con que debe estudiarse la Biblia, la doctrina cristiana, la historia dela Iglesia y la ética cristiana, por sólo mencionar algunos aspectos.
Esta realidad tan positiva debe encontrar cauces de expresión para que efectivamente incida en la renovación de la Iglesia, pues de lo contrario se seguirán viviendo dobles vidas en las que la vertiente religiosa sólo responda a “problemas espirituales” y la vida real siga su curso de manera ajena y, lo que es peor, refractaria a los impulsos transformadores del mensaje cristiano, identificado como está con un estado de cosas que debe mantenerse intacto, según la mentalidad de ciertos sectores eclesiásticos. Porque debe haber una mayor armonía entre conocimiento, información, devoción y espiritualidad para lograr superar el dualismo que aún sigue vivo en buena parte de las iglesias evangélicas.De no ser así, los movimientos cristianos seguirán siendo identificados con el moralismo predecible y el conformismo social. (LC-O)
Parecería que es más importante hablar del futuro del cristianismo y no de la Iglesia, pero dado que ésta (en sus diversas formas y variaciones) es el rostro histórico de la comunidad de creyentes, resulta inevitable referirse a ella para sondear las posibilidades reales de transmisión de la fe a los hombre y mujeres de esta época y la que están por venir. Con el triunfalismo eclesiástico en proceso de ser sustituido por una actitud más humilde de diálogo y búsqueda de un testimonio coherente con las exigencias del Evangelio, las nuevas comunidades tienen ante sí un enorme abanico de posibilidades para explorar creativamente cómo hacer plenamente inteligible el mensaje de Jesús de Nazaret con todas sus consecuencias.La fe, entendida como un tesoro invaluable recibido gracias a los y las testigos fieles que durante 2 mil años se han esforzado por mantener viva la llama de la esperanza cristiana es justamente lo que está en juego a la hora de asomarse al futuro humano. Si las iglesias sobreviven o no como instituciones visibles, eso no hará mella en la exigencia de que los diversos grupos que reivindiquen de manera seria y crítica el legado cristiano tendrán que ofrecer respuestas y planteamientos consecuentes con la universalidad y vigencia de la obra de salvación de Dios en Cristo. La enseñanza comunitaria de esta herencia y de su valor debe obligar desde ahora a desarrollar nuevos caminos para que las personas vayan más allá de la mera repetición de fórmulas religiosas o espirituales que ya no alcanzan a reflejar con eficacia el amor de Dios por la humanidad. Por ejemplo, los desafíos de la destrucción sistemática del medio ambiente y las nuevas condiciones éticas para los sujetos en términos de decisiones ligadas a la reproducción de la vida humana, deben aparecer como asuntos dignos de atención en el momento de acercarse a la Biblia y a los textos doctrinales. Especialmente la primera tiene mucho que decir acerca del cuidado de Dios hacia sus criaturas. La teología, a su vez, que ha trabajado estos temas desde hace tiempo, deberá hacer llegar sus conclusiones al respecto a los miembros de las iglesias para romper con la tradicional y lamentable lejanía entre pensamiento y acción cristianos
Nueva educación: ¿nueva fe?
No se trata, entonces, de abandonar los moldes antiguos de la fe para dotarla de nuevos contenidos, sino más bien de capacitar permanentemente a las comunidades para estar a la altura de las circunstancias. En este sentido, es muy contradictorio el hecho de que el innegable aumento en la escolaridad de las nuevas generaciones de creyentes no influya en la seriedad con que debe estudiarse la Biblia, la doctrina cristiana, la historia dela Iglesia y la ética cristiana, por sólo mencionar algunos aspectos.
Esta realidad tan positiva debe encontrar cauces de expresión para que efectivamente incida en la renovación de la Iglesia, pues de lo contrario se seguirán viviendo dobles vidas en las que la vertiente religiosa sólo responda a “problemas espirituales” y la vida real siga su curso de manera ajena y, lo que es peor, refractaria a los impulsos transformadores del mensaje cristiano, identificado como está con un estado de cosas que debe mantenerse intacto, según la mentalidad de ciertos sectores eclesiásticos. Porque debe haber una mayor armonía entre conocimiento, información, devoción y espiritualidad para lograr superar el dualismo que aún sigue vivo en buena parte de las iglesias evangélicas.De no ser así, los movimientos cristianos seguirán siendo identificados con el moralismo predecible y el conformismo social. (LC-O)
No hay comentarios:
Publicar un comentario