martes, 19 de febrero de 2008

Letra 63, 17 de febrero de 2008


EL MEJOR REGALO DE TODOS (SERMÓN PARA NIÑAS Y NIÑOS)
Consejo Latinoamericano de Iglesias
www.clailatino.org/predicaciones/nuevo_testamento/juan/316_4kids.htm
Traducción de Zulma M. Corchado de Gavaldá

Tema
La gracia de Dios. Cuarto domingo de Cuaresma
Objeto
Un paquete envuelto en papel de regalo
Textos bíblicos
Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte" (Efesios 2:8-9, Nueva Versión Internacional, NVI).
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16 - NVI).

Miren este regalo tan preciosamente envuelto. ¿A alguno de ustedes le gusta recibir regalos? ¡Desde luego que sí! No puedo imaginar a alguien diciendo que no le gusta recibir regalos. Si fuera a darte este paquete y te pidiera que me dieras cinco dólares, ¿te estaría dando un regalo? No, si tienes que pagar por él o hacer algo para recibirlo, entonces no es un regalo. Cuando alguien te da un regalo, no te cuesta. No hay condiciones. Lo que tienes que hacer es aceptarlo. Eso hace que sea un regalo.
¿Cuál es el mejor regalo que has recibido? ¿Fue tu primera bicicleta? Tal vez fue un XBox 360® o un Sony Playstation®. Para algunos de ustedes puede haber sido un carro de control remoto y para otros puede haber sido un muñeco de peluche. En un grupo como éste, podemos tener diferentes ideas de lo que es un buen regalo, pero hoy deseo hablarte sobre el mejor regalo que se ha dado jamás.
¿Cuál ese regalo? Es el regalo de la vida eterna. Es el regalo de Dios y que es dado a todo aquel que desee recibirlo. La Biblia dice: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna." Todo el que cree: esos somos tú y yo. El mejor regalo de todos es para ti y para mí.
Cuando alguien te da un regalo, no es correcto preguntarle: "¿Cuánto te costó?". Pero en este caso, la Biblia nos dice cuánto costó el regalo de Dios, y el costo es muy grande. Le costó a Dios su único Hijo. ¿Puedes imaginarte cuánto amor tuvo que sentir Dios por nosotros para que enviara a su único Hijo a la tierra a morir para que tuviéramos vida eterna? ¿Puedes imaginarte cuánto amor nos tuvo Jesús se dispuso a morir en la cruz para que pasáramos la vida eterna en el cielo?
Vida eterna, ¡qué regalo! Y todo lo que tenemos que hacer para recibirlo es creer y aceptar a Jesús como su Salvador.

Oración: Gracias, Padre, por el mejor regalo de todos. Gracias por Jesús, quien nos amó tanto que pagó el precio por nuestro pecado para darnos el regalo de la vida eterna. Amén.

Recursos adicionales
· Página para colorear 1:
El mejor regalo de todos (ABDA Acts)
· Página para colorear 2:
El mejor regalo de todos
· Página para colorear 3: Juan 3:16
· Búsqueda de palabras: El mejor regalo de todos
· Revoltura de palabras: El mejor regalo de todos
· Crucigrama: El mejor regalo de todos

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POR QUÉ SOY CRISTIANO, DE JOSÉ ANTONIO MARINA (III)
Guillermo Sánchez Vicente
http://javzan.freehostia.com/resennas/rl_porquesoycristiano.htm

No le cuesta esfuerzo al autor, en cambio, compatibilizar la ética cristiana con la mística (a la que no menciona con este término, pero que describe acudiendo a la tradición teológico-espiritual de la iglesia ortodoxa; p. 125, 126; ver también las notas al capítulo VIII); una compatibilidad difícil de encajar, a nuestro juicio, en el mensaje de Jesús; otro tanto ocurre con el panteísmo, al cual, según él, «todas las religiones llevadas a sus últimas consecuencias tienen forzosamente que acercarse» (p. 146).
Consideramos que el principal conflicto interno de la historia del cristianismo no consiste en la oposición conocimiento/acción; siendo ésta importante, es de una trascendencia mucho menor que la de la dicotomía fundamental, que gira en torno al concepto de autoridad: por tanto si hay una corriente que se ha impuesto a lo largo de la historia, ésta ha sido la humanista, que confía la conciencia a autoridades humanas (tradicionalmente sacerdotes, líderes religiosos, papas y similares; hoy se les suman no pocos teólogos erigidos en Autoridad Académica) y que estaría en abierta contradicción con el cristianismo genuino (véase:
Jeremías 17: 5, 7; Mateo 23: 8ss; etc.). Le ha plantado cara la corriente que promulga que la autoridad se dirige de Dios a los creyentes sin más intermediarios que la Revelación y el Espíritu. La primera corriente es generadora de realidades históricas autoritarias (y totalitarias); la segunda, de procesos que favorecen la libertad (por ejemplificarlo en una época concreta, léase nuestra reseña de la película Lutero). El supuesto enfrentamiento conocimiento/acción se supera en la praxis cristiana, por lo que es inadecuado decantarse por una de las dos corrientes. Pero ante la dicotomía autoridad humana/autoridad divina sí que nos parece necesario apostar decididamente por la segunda.
La interpretación de Marina, demasiado ligada a la teología católica y ortodoxa (oriental), no acaba de profundizar en el carácter paradójico del pensamiento bíblico, a pesar del título del capítulo V (“Las paradojas de la experiencia cristiana”). El análisis es sugestivo, pues el autor expone con agudeza la traición que significa el asalto del pensamiento platónico (“gnóstico”) a la teología cristiana, en un proceso paralelo a las formulaciones dogmáticas y eclesiocráticas del romanismo. Pero al adscribir a la corriente gnóstica algunos textos de Pablo o la doctrina de la justificación por la fe que reivindicó la Reforma protestante, nos anuncia ya el reduccionismo ético al que JAM somete al cristianismo. Se advierte aquí la principal deficiencia del ensayo: Marina profundiza en las teologías cristianas pero, a pesar de aproximarse al texto bíblico con honestidad, respeto y no poca fe, soslaya uno de los ejes fundamentales del mensaje de Jesús, cual es el escatológico, como luego explicaremos. Y yerra estrepitosamente al considerar que «el ciclo gnóstico del cristianismo se cerró con el Vaticano II en el campo católico» (p. 69), al ignorar la pesada carga dogmática y eclesiocrática presente en los documentos emanados de aquel concilio (ignorancia habitual entre la mayor parte de quienes se interesan por estos asuntos).
Para el autor, el proyecto de Jesús, el Reino de Dios, es «gigantesco e impreciso» (p. 86). Subraya el impulso rebelde que contiene la fe cristiana, impulso que ha modelado el concepto de libertad en la Modernidad. De gran interés es la contraposición que hace JAM entre libertad de conciencia cristiana y las limitaciones a la libertad propias de la concepción griega, señalando cómo incluso en el protestantismo (que abrió la vía a la libertad) se cayó en la tentación de imponer una “verdad” religiosa (p. 117-120).

El Reino de Dios
El capítulo final, “¿Por qué soy cristiano?”, es «un trozo de biografía intelectual» (p. 137), en el que expone su comprensión personal del Reino de Dios como despliegue de la actividad creadora del hombre dirigida hacia el Bien. Enlaza así con el eje filosófico de toda su producción intelectual (la inteligencia creativa) y con la tesis final de su Dictamen sobre Dios
(la deriva ética de las religiones como signo de esperanza).
Las conclusiones resultan un tanto decepcionantes, sobre todo para quien esperase otra cosa en función del título de su libro. Afirma Marina: «Esta dimensión divina de la realidad tiene un vocero, un anunciador». Sería de esperar que un cristiano lo identifique con Jesucristo. Pero para JAM es «el ser humano. Sin él no habría Dios. […] Dios es el modo como la conciencia humana –algunas conciencias humanas– profieren, expresan, conceptualizan esa realidad misteriosa que nos mantiene en el ser y nos impulsa» (la humanistización a la que somete Marina al cristianismo no es más que una nueva versión, aunque por un camino algo diferente, de las conclusiones de Feuerbach en La esencia del cristianismo). Y, a pesar de haber apostado por el modelo ético y desechado el “gnóstico”, Marina abdica incomprensiblemente ante este último afirmando: «Ésta fue, creo yo, la gran intuición de Tomás de Aquino» (p. 146, 147).
El pensador se mantiene en este ensayo fiel a su optimismo, como reconoce al final del mismo: «Todo lo que he dicho […] es una verdad privada. Es, ciertamente, una verdad optimista y megalómana. Si Jesús tiene razón va ser posible mi gran sueño: transformar en todos los registros de nuestra vida el esfuerzo en gracia. Amén» (p. 149). A pesar de que planea en la obra cierto agnosticismo, cierta interpretación subjetivista y escéptica sobre la realidad de Jesús como alguien vivo hoy, Marina hace una apuesta pascaliana por la fe (una fe particular, como insiste en recordar): «Jesús hizo también una promesa. La agapé acabará triunfando sobre el mal y sobre la muerte. […] La tarea de los cristianos, como dice la carta de Pedro, es “acelerar la venida del Reino de Dios”» (p. 149).

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