3 Así
vivíamos también todos nosotros en el pasado: sometidos a nuestras desordenadas
apetencias humanas, obedientes a esos desordenados impulsos del instinto y de
la imaginación, y destinados por nuestra condición a experimentar, como los
demás, la ira de Dios.
4 Pero la piedad de
Dios es grande, e inmenso su amor hacia nosotros. 5 Por eso, aunque
estábamos muertos en razón de nuestras culpas, nos hizo revivir junto con
Cristo —¡la salvación es pura generosidad de Dios!—, 6 nos resucitó
y nos sentó con Cristo Jesús en el cielo. 7 Desplegó así, ante los
siglos venideros, toda la impresionante riqueza de su gracia, hecha bondad para
nosotros en Cristo Jesús. 8 En efecto, ustedes han sido salvados
gratuitamente mediante la fe. Y eso no es algo que provenga de ustedes; es un
don de Dios. 9 No es, pues, cuestión de obras humanas, para que
nadie pueda presumir. 10 Lo que somos, a Dios se lo debemos. Él nos
ha creado por medio de Cristo Jesús, para que hagamos el bien que Dios mismo
nos señaló de antemano como norma de conducta. […]
13 Ahora, en cambio,
injertados en Cristo Jesús y gracias a su muerte, ya no están lejos como antes,
sino cerca. 14 Cristo es nuestra paz. […]
19 Ya no
son, por tanto, extranjeros o advenedizos. Son conciudadanos de un pueblo
consagrado, son familia de Dios, 20 son piedras de un edificio
construido sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Y Cristo Jesús es
la piedra angular 21 en la que todo el edificio queda ensamblado y
va creciendo hasta convertirse en templo consagrado al Señor, 22 en
el que también ustedes se van integrando hasta llegar a ser, por medio del
Espíritu, casa en la que habita Dios.
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