domingo, 21 de octubre de 2012

Letra 292, 21 de octubre de 2012


DE LA SEPARACIÓN INEVITABLE A LA UNIDAD IMPRESCINDIBLE (I)
Zwinglio M. Dias
Tiempo y Presencia (1983), Lupa Protestante,  14 de diciembre de 2011

El 10 de julio de 1983, en la ciudad de Vitória, Espíritu Santo, se organizó a nivel nacional la Iglesia Presbiteriana Unida de Brasil (IPU). Esta nueva estructura eclesiástica de la rama presbiteriana está formada por 45 comunidades repartidas en seis Estados de la Federación que, en los últimos 18 años se fueron desligando (o fueron obligadas a ello) de la Iglesia Presbiteriana de Brasil (IPB), a causa de la lucha ideológica que se vive al interior de la estructura matriz del presbiterianismo brasileño.
Contando con cerca de 10 mil miembros, la IPU se propuso ser una iglesia abierta, fraterna, ecuménica y comprometida con las causas del pueblo brasileño por exigencia del Evangelio. Se publica aquí el texto del Rev. Zwinglio M. Dias, pastor de una de las comunidades de la IPU en Río de Janeiro, presentado en aquella ocasión y que sirvió de punto de partida para la discusión acerca de los propósitos de la nueva iglesia.

La Escritura, al narrar los sucesos de Israel, “enseña que Dios, aunque nunca abandonó a su Iglesia, destruye a veces el debido orden político”. “Por consiguiente, no creamos que Él se halla tan vinculado a las personas que la Iglesia sea necesariamente indefectible, esto es, que no puedan apartarse de la verdad quienes la presiden” [Juan Calvino, Sermón sobre 1 Sam 1.18; CO 29, p. 244]. […] Han abusado “tiránicamente de su potestad” y han “depravado el modo de gobernar la Iglesia instituido por Dios” [Ez 13.8-9, CO 40, p. 280; Cf. Carta 1607, CO 14, p. 294 s; Carta 3232, CO 18, pp. 159s]. […]
Lo sucedido bajo el papado muestra “que en el reino de Cristo se cumple lo que aconteció bajo la ley, a saber, que a veces la Iglesia se cubre de miserias y yace oculta sin esplendor ni forma” [Jer 30.20, CO 38, p. 634]. […]
“Así pues, entre ellos hay Iglesia, es decir, Dios tiene allí su Iglesia, aunque oculta, y la conserva milagrosamente; pero de ahí no se deduce que ellos sean dignos de algún honor; al contrario, son más detestables porque, debiendo engendrar hijos e hijas para Dios, los engendran para el diablo y los ídolos” [Ez 16.20, CO 40, p. 354].
 Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino

Introducción
Estamos reunidos esta semana para dar un paso histórico en la vida del presbiterianismo brasileño: constituir una Iglesia Presbiteriana abierta, plural, libre y, al mismo tiempo, fiel a su herencia histórica y sensible a la realidad del pueblo brasileño a quien somos enviados como testigos e instrumentos del Evangelio de Cristo. Este momento en nuestra historia, mientras tanto, debe ser visto por nosotros como una oportunidad de reflexión sobre nosotros mismos, sobre lo que hemos sido hasta aquí, sobre lo que somos actualmente y, también, de preparación y planeación para aquello que pretendemos ser en el seno del protestantismo brasileño. Para la mayoría de las iglesias y pastores aquí representados, si no es que para todos, esta ocasión nos depara una mezcla de alegría y decepción. Alegría, porque finalmente llegó la hora de organizar una Iglesia Presbiteriana capaz de recoger los mejores frutos del presbiterianismo brasileño del pasado y del presente y, con ellos, contribuir para el amplio diálogo intereclesiástico, que exige la lucha de nuestro pueblo. Decepción, porque hacemos esto después de un largo periodo de diáspora y bajo la presión de la necesidad de crear un organismo eclesiástico más que, al menos aparentemente, significa otra división de los cristianos evangélicos. Aunque aceptemos la legitimidad eclesial de los innumerables cuerpos eclesiásticos en que nos dividimos, no dejamos de sufrir los dolores de una división más entre aquellos que son herederos de una misma tradición, de una misma forma de ser iglesia, y que ha luchado por la unidad de los cristianos y ha pagado un alto precio por eso.
La consolidación de la Federación Nacional de Iglesias Presbiterianas (Fenip), cuyas actividades desde su formación hasta ahora significaron un avance importante en el esfuerzo para trazar la contribución del presbiterianismo a la lucha común de las iglesias brasileñas, se da en el sentido de un testimonio de unidad en el tratamiento de los gravísimos problemas que afectan a nuestro pueblo.
La adhesión de nuevas iglesias venidas de la Iglesia Presbiteriana de Brasil (ipb) y la propuesta de adopción del nombre Iglesia Presbiteriana Unida (ipu) representan una nueva etapa en el proceso de renovación o reforma y actualización de la tradición reformada entre nosotros y deben ser vistas como una oportunidad para el avance y profundización del significado de la misión de las iglesias en nuestro contexto.
En este sentido, me gustaría reflexionar un poco sobre nuestra historia pasada, tratando de ofrecer algunas conclusiones que, aun cuando sean provisorias y mal hilvanadas en medio de la coyuntura en que nos encontramos, siento que podrían ser útiles para nuestra reflexión de aquí hacia adelante.
No soy historiador de la Iglesia ni especialista en calvinismo. A pesar de eso, me gustaría tomar algunos pocos elementos de la experiencia calvinista que conozco y que me parecen importantes en esta hora en que somos desafiados a comenzar una reconstrucción eclesiológica a partir de nuestras raíces más profundas, para actualizar y hacer efectiva nuestra presencia y contribución al diálogo ecuménico que la actual situación social, política, económica y religiosa de nuestro pueblo exige.
Me gustaría reflexionar, en primer lugar, sobre lo que llamaré “separación necesaria”, la cual nos fue impuesta y que, tal vez, muchos de nosotros provocamos inconscientemente. ¿Será que estamos separados de la ipb hoy sólo por culpas de “el otro lado”? ¿No habría también motivos de “nuestro lado”? En un segundo momento, es mi intención pensar en términos de una reconstrucción eclesiológica, o sea, ¿qué Iglesia queremos formar? ¿De qué manera nos ayuda nuestra herencia calvinista? ¿Podemos afirmar que el presbiterianismo brasileño fue hasta aquí, de hecho, realmente calvinista? ¿No hubo un filtro de experiencia estadunidense, por la refracción impuesta por circunstancias históricas totalmente distintas, que desvió y desvirtuó seriamente la propuesta eclesial calvinista? ¿Es posible un presbiterianismo brasileño? Finalmente, me gustaría reflexionar sobre la propuesta eclesial que hemos asumido hasta aquí. ¿De qué se trata realmente cuando hablamos de Iglesia local autónoma e Iglesia nacional? ¿Cuál es el concepto de ekklesía que estamos articulando? ¿No estaremos siendo desafiados a pensar a partir de ahora en un ecumenismo ad intra, esto es, entre nosotros, intereclesial, que podría ser (o que ya lo es, para muchos) la base de un ecumenismo ad extra que abarcaría no solamente a las demás iglesias sino a la totalidad de la oikoumene, o sea, a “todo el mundo habitado”, por lo que, las realidades humanas como tales se presentan en la concreción de las realidades localizadas que nuestras comunidades enfrentan?
Debe entenderse lo que escribo aquí como un pensamiento en voz alta. No tengo ninguna pretensión de que sea una conferencia o algo así. Sólo me siento movido a compartir algunas ideas, algunas intuiciones acerca de este momento eclesiástico, que me parecen (ofrezco disculpas por ello) significativas para esta nueva etapa histórica que comenzamos a experimentar.

Sentido y razones de la separación actual
El presbiterianismo ya sufrió unas cinco o seis divisiones en el transcurso de su historia en Brasil. Fueron muchas y diversas las razones que llevaron a la formación de nuevas iglesias a partir del tronco inicial, formado por el trabajo de los misioneros estadunidenses en la segunda mitad del siglo XX.
En nuestro caso, es interesante observar que el proceso que llevó a la organización de la Fenip, y ahora de la ipu, presenta características muy peculiares, pues salimos para formar una nueva institucionalidad eclesiástica sin proponérnoslo. Basta observar el largo periodo que se requirió para formar la Federación. Las iglesias locales y los presbiterios que quedaron al margen de la ipb alimentaron siempre la esperanza de un cambio en sus cuadros dirigentes, toda vez que, en la mayoría de los casos, los motivos que llevaron a la separación de los pastores, iglesias y cuerpos de gobierno fueron de orden estrictamente político-administrativo y no implicaron ningún debate teológico profundo que justificase tal medida. Es evidente que en el fondo de las posiciones asumidas que produjeron temor a quienes ejercían el poder en la ipb había fundadas razones bíblico-teológicas en la mayoría de los casos. Pero esto no fue nunca planteado seriamente por los ejecutores de la política represiva. También es cierto que éstos se proclamaron guardianes de la tradición, de la verdad y de la pureza doctrinal de la Iglesia. Pero en ningún momento fueron capaces de asumir eso y promover un debate real. Sólo usaron esas afirmaciones de manera demagógica y oportunista. De ahí, quiero creer, la razón de la esperanza de un cambio en el cuadro político interno que siempre animó muchos corazones y retrasó la medida tomada con la formación de la Fenip.

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EL TRASFONDO DE LA IGLESIA REFORMADA (III)
Curso de Historia y Teología Reformada, Lección 2

La situación en Zürich se hace cada vez más complicada y polémica. El Concejo se adjudica la competencia decisiva en el conflicto, eludiendo así al obispo de Constanza. Tras una audiencia y una prohibición temporal de la violación del mandamiento de ayuno, la disputa es postergada para el inicio del año 1523: ahí el concejo municipal quiere tomar su decisión sobre la base de la Santa Escritura. Con esto, las ideas de Zwinglio definitivamente han ganado terreno en Zürich.
Aparte del ayuno existen otros puntos conflictivos. Zwinglio critica la veneración de los santos provocando enfrentamientos con las órdenes mendicantes. El, por su parte, exige a las órdenes mendicantes que en el futuro basen sus prédicas únicamente en la Biblia. Además, Zwinglio exige terminar con el celibato y proteger a Martín Lutero quien se encuentra bajo proscripción imperial. Todavía en 1522, Zwinglio se opone al papel de María como mediadora de la salvación.
En agosto de 1522, Zwinglio renuncia a su membresía en la iglesia católica, porque, como dice, ésta se fundamenta solamente en leyes humanas. Erasmo está consternado frente a palabras tan tajantes.
Zwinglio cada vez más cumple con el rol del predicador que da el tono en Zürich. Desde 1522 convive con su mujer Anna Reinhart, pero sólo dos años más tarde se casan oficialmente. Los dos tienen cuatro hijos.
El 29 de enero de 1523 se realiza la Primera Disputa de Zürich. Básicamente se trata de ver si hay argumentos en contra de la prédica de Zwinglio; el concejo mismo quiere decidir sobre la base de la Biblia. 600 participantes llegan a la municipalidad de Zürich. Desde Constanza llega una delegación guiada por Juan Faber. Se supone que éste no participe en el debate, sino que viene a protestar y a observar. El punto central del debate es el problema de la autoridad: ¿Quién tiene la autoridad máxima en la tierra? Ya al mediodía, el Concejo ha escuchado lo suficiente y razona que nadie puede condenar a Zwinglio por herejía. Y más aún: Todos los demás predicadores deberán guiarse de ahora en adelante por la Santa Escritura. Para el debate, Zwinglio ha formulado 67 artículos o "conclusiones" para los cuales se consideran los siguientes lemas como resumen: solus Christus, sólo Cristo, y sola Scriptura, sólo la Biblia.
En los artículos dos y tres de los 67 artículos o conclusiones dice: “He aquí resumido el Evangelio: Nuestro Señor Cristo Jesús, el verdadero Hijo de Dios, nos ha dado a conocer la voluntad de su Padre celestial y con su muerte inocente nos ha redimido y reconciliado con Dios. Por eso es Cristo el único camino de salvación para todos los hombres que fueron, son y serán”.
(Ulrico Zwinglio, Interpretación y fundamento de las conclusiones, 1523, en Zwinglio, Antología. Barcelona, Producciones Editoriales del Nordeste, 1973, pp. 45, 46.)

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