DE LA
SEPARACIÓN INEVITABLE A LA UNIDAD IMPRESCINDIBLE
(I)
Zwinglio M. Dias
Tiempo y Presencia (1983), Lupa Protestante, 14 de
diciembre de 2011
El
10 de julio de 1983, en la ciudad de Vitória, Espíritu Santo, se organizó a
nivel nacional la Iglesia Presbiteriana Unida de Brasil (IPU). Esta nueva
estructura eclesiástica de la rama presbiteriana está formada por 45
comunidades repartidas en seis Estados de la Federación que, en los últimos 18
años se fueron desligando (o fueron obligadas a ello) de la Iglesia
Presbiteriana de Brasil (IPB), a causa de la lucha ideológica que se vive al
interior de la estructura matriz del presbiterianismo brasileño.
Contando con cerca de 10 mil miembros, la IPU se
propuso ser una iglesia abierta, fraterna, ecuménica y comprometida con las
causas del pueblo brasileño por exigencia del Evangelio. Se publica aquí el
texto del Rev. Zwinglio M. Dias, pastor de una de las comunidades de la IPU en
Río de Janeiro, presentado en aquella ocasión y que sirvió de punto de partida
para la discusión acerca de los propósitos de la nueva iglesia.
La Escritura, al narrar los
sucesos de Israel, “enseña que Dios, aunque nunca abandonó a su Iglesia,
destruye a veces el debido orden político”. “Por consiguiente, no creamos que
Él se halla tan vinculado a las personas que la Iglesia sea necesariamente
indefectible, esto es, que no puedan apartarse de la verdad quienes la
presiden” [Juan Calvino, Sermón sobre 1 Sam 1.18; CO 29, p. 244]. […] Han
abusado “tiránicamente de su potestad” y han “depravado el modo de gobernar la
Iglesia instituido por Dios” [Ez 13.8-9, CO 40, p. 280; Cf. Carta 1607, CO 14,
p. 294 s; Carta 3232, CO 18, pp. 159s]. […]
Lo sucedido bajo el papado
muestra “que en el reino de Cristo se cumple lo que aconteció bajo la ley, a
saber, que a veces la Iglesia se cubre de miserias y yace oculta sin esplendor
ni forma” [Jer 30.20, CO 38, p. 634]. […]
“Así pues, entre ellos hay
Iglesia, es decir, Dios tiene allí su Iglesia, aunque oculta, y la conserva
milagrosamente; pero de ahí no se deduce que ellos sean dignos de algún honor;
al contrario, son más detestables porque, debiendo engendrar hijos e hijas para
Dios, los engendran para el diablo y los ídolos” [Ez 16.20, CO 40, p. 354].
Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino
Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino
Introducción
Estamos reunidos esta semana para dar un paso histórico en la vida del
presbiterianismo brasileño: constituir una Iglesia Presbiteriana abierta,
plural, libre y, al mismo tiempo, fiel a su
herencia histórica y sensible a la realidad del pueblo brasileño a quien somos
enviados como testigos e instrumentos del Evangelio de Cristo. Este momento en
nuestra historia, mientras tanto, debe ser visto por nosotros como una
oportunidad de reflexión sobre nosotros mismos, sobre lo que hemos sido hasta
aquí, sobre lo que somos actualmente y, también, de preparación y planeación
para aquello que pretendemos ser en el seno del protestantismo brasileño. Para
la mayoría de las iglesias y pastores aquí representados, si no es que para
todos, esta ocasión nos depara una mezcla de alegría y decepción. Alegría,
porque finalmente llegó la hora de organizar una Iglesia Presbiteriana capaz de
recoger los mejores frutos del presbiterianismo brasileño del pasado y del
presente y, con ellos, contribuir para el amplio diálogo intereclesiástico, que
exige la lucha de nuestro pueblo. Decepción, porque hacemos esto después de un
largo periodo de diáspora y bajo la presión de la necesidad de crear un
organismo eclesiástico más que, al menos aparentemente, significa otra división
de los cristianos evangélicos. Aunque aceptemos la legitimidad eclesial de los
innumerables cuerpos eclesiásticos en que nos dividimos, no dejamos de sufrir
los dolores de una división más entre aquellos que son herederos de una misma
tradición, de una misma forma de ser iglesia, y que ha luchado por la unidad de
los cristianos y ha pagado un alto precio por eso.
La consolidación de la
Federación Nacional de Iglesias Presbiterianas (Fenip), cuyas actividades desde
su formación hasta ahora significaron un avance importante en el esfuerzo para
trazar la contribución del presbiterianismo a la lucha común de las iglesias
brasileñas, se da en el sentido de un testimonio de unidad en el tratamiento de
los gravísimos problemas que afectan a nuestro pueblo.
La adhesión de nuevas
iglesias venidas de la Iglesia Presbiteriana de Brasil (ipb) y la propuesta de adopción del nombre Iglesia
Presbiteriana Unida (ipu) representan
una nueva etapa en el proceso de renovación o reforma y actualización de la
tradición reformada entre nosotros y deben ser vistas como una oportunidad para
el avance y profundización del significado de la misión de las iglesias en
nuestro contexto.
En este sentido, me gustaría reflexionar un poco sobre nuestra historia pasada,
tratando de ofrecer algunas conclusiones que, aun cuando sean provisorias y mal
hilvanadas en medio de la coyuntura en que nos encontramos, siento que podrían
ser útiles para nuestra reflexión de aquí hacia adelante.
No soy historiador de la
Iglesia ni especialista en calvinismo. A pesar de eso, me gustaría tomar
algunos pocos elementos de la experiencia calvinista que conozco y que me
parecen importantes en esta hora en que somos desafiados a comenzar una
reconstrucción eclesiológica a partir de nuestras raíces más profundas, para
actualizar y hacer efectiva nuestra presencia y contribución al diálogo
ecuménico que la actual situación social, política, económica y religiosa de
nuestro pueblo exige.
Me gustaría reflexionar, en
primer lugar, sobre lo que llamaré “separación necesaria”, la cual nos fue
impuesta y que, tal vez, muchos de nosotros provocamos inconscientemente. ¿Será
que estamos separados de la ipb
hoy sólo por culpas de “el otro lado”? ¿No habría también motivos de “nuestro
lado”? En un segundo momento, es mi intención pensar en términos de una
reconstrucción eclesiológica, o sea, ¿qué Iglesia queremos formar? ¿De qué
manera nos ayuda nuestra herencia calvinista? ¿Podemos afirmar que el
presbiterianismo brasileño fue hasta aquí, de hecho, realmente calvinista? ¿No
hubo un filtro de experiencia estadunidense, por la refracción impuesta por
circunstancias históricas totalmente distintas, que desvió y desvirtuó seriamente
la propuesta eclesial calvinista? ¿Es posible un presbiterianismo brasileño?
Finalmente, me gustaría reflexionar sobre la propuesta eclesial que hemos
asumido hasta aquí. ¿De qué se trata realmente cuando hablamos de Iglesia local
autónoma e Iglesia nacional? ¿Cuál es el concepto de ekklesía que
estamos articulando? ¿No estaremos siendo desafiados a pensar a partir de ahora
en un ecumenismo ad intra, esto es, entre nosotros, intereclesial, que
podría ser (o que ya lo es, para muchos) la base de un ecumenismo ad extra que
abarcaría no solamente a las demás iglesias sino a la totalidad de la oikoumene,
o sea, a “todo el mundo habitado”, por lo que, las realidades humanas como
tales se presentan en la concreción de las realidades localizadas que nuestras
comunidades enfrentan?
Debe entenderse lo que
escribo aquí como un pensamiento en voz alta. No tengo ninguna pretensión de
que sea una conferencia o algo así. Sólo me siento movido a compartir algunas
ideas, algunas intuiciones acerca de este momento eclesiástico, que me parecen
(ofrezco disculpas por ello) significativas para esta nueva etapa histórica que
comenzamos a experimentar.
Sentido y razones de la separación actual
El presbiterianismo ya sufrió unas cinco o seis divisiones en el
transcurso de su historia en Brasil. Fueron muchas y diversas las razones que
llevaron a la formación de nuevas iglesias a partir del tronco inicial, formado
por el trabajo de los misioneros estadunidenses en la segunda mitad del siglo
XX.
En nuestro caso, es
interesante observar que el proceso que llevó a la organización de la Fenip, y
ahora de la ipu, presenta
características muy peculiares, pues salimos para formar una nueva
institucionalidad eclesiástica sin proponérnoslo. Basta observar el largo
periodo que se requirió para formar la Federación. Las iglesias locales y los
presbiterios que quedaron al margen de la ipb
alimentaron siempre la esperanza de un cambio en sus cuadros dirigentes, toda
vez que, en la mayoría de los casos, los motivos que llevaron a la separación
de los pastores, iglesias y cuerpos de gobierno fueron de orden estrictamente
político-administrativo y no implicaron ningún debate teológico profundo que
justificase tal medida. Es evidente que en el fondo de las posiciones asumidas
que produjeron temor a quienes ejercían el poder en la ipb había fundadas razones bíblico-teológicas en la mayoría
de los casos. Pero esto no fue nunca planteado seriamente por los ejecutores de
la política represiva. También es cierto que éstos se proclamaron guardianes de
la tradición, de la verdad y de la pureza doctrinal de la Iglesia. Pero en
ningún momento fueron capaces de asumir eso y promover un debate real. Sólo
usaron esas afirmaciones de manera demagógica y oportunista. De ahí, quiero
creer, la razón de la esperanza de un cambio en el cuadro político interno que
siempre animó muchos corazones y retrasó la medida tomada con la formación de
la Fenip.
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EL TRASFONDO DE LA IGLESIA REFORMADA (III)
Curso de Historia y Teología Reformada, Lección 2
La situación en Zürich se hace cada vez más complicada y polémica. El
Concejo se adjudica la competencia decisiva en el conflicto, eludiendo así al
obispo de Constanza. Tras una audiencia y una prohibición temporal de la
violación del mandamiento de ayuno, la disputa es postergada para el inicio del
año 1523: ahí el concejo municipal quiere tomar su decisión sobre la base de la
Santa Escritura. Con esto, las ideas de Zwinglio definitivamente han ganado
terreno en Zürich.
Aparte del ayuno existen
otros puntos conflictivos. Zwinglio critica la veneración de los santos
provocando enfrentamientos con las órdenes mendicantes. El, por su parte, exige
a las órdenes mendicantes que en el futuro basen sus prédicas únicamente en la
Biblia. Además, Zwinglio exige terminar con el celibato y proteger a Martín
Lutero quien se encuentra bajo proscripción imperial. Todavía en 1522, Zwinglio
se opone al papel de María como mediadora de la salvación.
En agosto de 1522, Zwinglio
renuncia a su membresía en la iglesia católica, porque, como dice, ésta se
fundamenta solamente en leyes humanas. Erasmo está consternado frente a
palabras tan tajantes.
Zwinglio cada vez más cumple
con el rol del predicador que da el tono en Zürich. Desde 1522 convive con su
mujer Anna Reinhart, pero sólo dos años más tarde se casan oficialmente. Los
dos tienen cuatro hijos.
El 29 de enero de 1523 se realiza
la Primera Disputa de Zürich. Básicamente se trata de ver si hay argumentos en
contra de la prédica de Zwinglio; el concejo mismo quiere decidir sobre la base
de la Biblia. 600 participantes llegan a la municipalidad de Zürich. Desde
Constanza llega una delegación guiada por Juan Faber. Se supone que éste no
participe en el debate, sino que viene a protestar y a observar. El punto
central del debate es el problema de la autoridad: ¿Quién tiene la autoridad máxima
en la tierra? Ya al mediodía, el Concejo ha escuchado lo suficiente y razona
que nadie puede condenar a Zwinglio por herejía. Y más aún: Todos los demás
predicadores deberán guiarse de ahora en adelante por la Santa Escritura. Para
el debate, Zwinglio ha formulado 67 artículos o "conclusiones" para
los cuales se consideran los siguientes lemas como resumen: solus Christus, sólo Cristo, y sola Scriptura, sólo la Biblia.
En los artículos dos y tres
de los 67 artículos o conclusiones dice: “He aquí resumido el Evangelio:
Nuestro Señor Cristo Jesús, el verdadero Hijo de Dios, nos ha dado a conocer la
voluntad de su Padre celestial y con su muerte inocente nos ha redimido y
reconciliado con Dios. Por eso es Cristo el único camino de salvación para
todos los hombres que fueron, son y serán”.
(Ulrico Zwinglio,
Interpretación y fundamento de las conclusiones, 1523, en Zwinglio, Antología. Barcelona, Producciones
Editoriales del Nordeste, 1973, pp. 45, 46.)
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