sábado, 22 de diciembre de 2012

Dios nace entre nosotros: "¡Ya la tierra es cielo!", L. Cervantes-O.


24 de diciembre, 2012

En unos campos cercanos había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie cuidando sus rebaños. De pronto, se les apareció un ángel del Señor y el resplandor de la gloria de Dios los llenó de luz de modo que quedaron sobrecogidos de temor. Pero el ángel les dijo: — No tengan miedo, porque vengo a traerles una buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo. En la ciudad de David les ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esta será la señal para que lo reconozcan: encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. […] Los pastores se volvieron dando gloria a Dios y alabándolo por lo que habían visto y oído, pues todo había sucedido tal y como se les había anunciado.
Lucas 2.8-12, 20, La Palabra, SBU

La seriedad con que los autores del Nuevo Testamento asumieron la realidad del acontecimiento de Cristo en el mundo y en la historia es una lección para nosotros hoy, puesto que al trasladar su comprensión de las acciones de Dios a la predicación y la enseñanza consideraron que debían situar la aparición del Hijo de Dios dentro del amplio plan redentor de Dios. Como parte de esa tendencia, Lucas sigue a su maestro y mentor, Pablo de Tarso, y reconstruye los sucesos que mostrarán y desarrollarán, por ejemplo, las afirmaciones paulinas de II Corintios 8.9: “Ya conocen cuál fue la generosidad de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico como era, se hizo pobre por ustedes para enriquecerlos con su pobreza” o Gálatas 4.4: “… al llegar el momento cumbre de la historia, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley…”. Para ello, da la impresión de haber entrevistado a algunos de los actores de la “primera Navidad” (como diríamos hoy) y encuentra datos, detalles y situaciones que solamente él registra.
La preocupación cristológica originaria de Lucas solamente se equipara a la de Mateo, al grado de que ya es un lugar común la combinación de elementos de las dos narraciones, como es el hecho de relacionar a los pastores, del primero, con los magos orientales del segundo, con todo y que la presencia de unos y otros obedece a proyectos narrativos y teológicos muy distintos. Lucas se propuso rescatar la perspectiva a ras de suelo, de la gente pobre y, al mismo tiempo, del “empoderamiento” de la misma al ponerla en diálogo con la esfera celestial. Mateo, por su parte, asume el horizonte político superior, al presentar al representante romano Herodes como directamente implicado con los sucesos del nacimiento de Jesús. Mateo subraya el cumplimiento de las profecías antiguas, como parte de su inicial proyecto nacionalista judío (que se modificará a medida que avanza el texto) mientras que Lucas lleva a cabo algo así como el “matrimonio entre el cielo y la tierra”:

La historia de Dios se hace realidad en la historia cotidiana y vivida en el cuerpo de mujeres y de hombres. Esta historia se hace inmanente, trascendiendo, además, la concepción y la comprensión limitadas y limitantes de la condición humana al interior de esta historia. […] Por tanto, la historia personal aparece relacionada con la historia general. Y la cronología de las anunciaciones y de los embarazos aparece colocada junto a la cronología de la historia de Israel.[1]

En Mateo, los magos aplican una lógica muy comprensible: si el Mesías que estaba por nacer era también el rey de los judíos, pues había que preguntar por él en el palacio real, pero la historia muy pronto abandona ese lugar y se prescinde por completo, también, de la intervención de los poderes de la época. Lucas descarta totalmente el plano de la dominación y se ahorra el nivel político en el sentido negativo, pero para acercar el ámbito celestial y el terrenal sin necesidad de intermediarios que controlan y someten a las personas. El horizonte popular es el dominante en la intención de Lucas. Se privilegia la visión de los marginales, los necesitados, las mujeres y los ancianos. La historia narrada es un puente entre la eternidad del Dios que quiere estar cerca y los espacios sociales, culturales y religiosos condenados al ostracismo y el olvido. La cercanía entre el cielo y la tierra forma parte de un panorama de fe muy vasto:

Queremos entender Lc 1-2 de manera que, ya aquí, desde el inicio del evangelio de la anunciación, del nacimiento y de la infancia de Juan Bautista y de Jesús, están ya presentes las características histórico-teológicas de toda la obra lucana. Lc 1-2 es evangelio pleno, concretización de la historia salvífica del “Dios-con-nosotros”. […] …son historia salvífica de Dios junto a su pueblo. Y esto sucede también en la forma del sueño-anuncio, gravidez-feto, amamantamiento-bebé y cuidado-criatura. Dios salva a través de la gravidez y no sólo individualmente, sino a todo un pueblo y a la humanidad; Dios salva refiriéndose al feto no sólo a una persona, sino a toda su creación; Dios salva como criatura y no sólo por la debilidad, sino también por la confrontación y la sabiduría. Dios salva en su relación-presencia con mujeres portadoras de Su vida. Dios salva con lo Nuevo que ya está ahí, haciéndose carne en el misterio de la carne de mujer. Ésta es experiencia de lo sagrado, de este misterio tremendo y fascinante que se realiza en la vida, a través de anuncios de ángeles, de envolturas del Espíritu, de cuerpos de mujeres, fetos y criaturas…[2]

La insistencia de Lucas en colocarse en el plano microhistórico sirve para el propósito de hacer presente la salvación divina en el mundo, más allá de cualquier convenio, acuerdo o decreto imperial:

El núcleo del mensaje es la “buena nueva” o evangelio proclamado por el ángel del Señor: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2.11). […] …adopta la forma de una proclamación imperial, como parte de la moderada contrapropaganda lucana de que Jesús, no Augusto, era el Salvador y la fuente de paz, cuyo nacimiento marcaba el comienzo de una nueva era (es decir, el “hoy” escatológico).[3]

Ese presente escatológico es inaugurado por la presencia del Hijo de Dios encarnado en el mundo, y así se realiza lo que celebró el poeta novohispano Hernán González de Eslava: si Dios ha nacido entre nosotros, “ya la tierra es cielo”:



 
Al nacimiento
El mal se destierra,
ya vino el consuelo:
Dios está en la tierra,
ya la tierra es cielo.
Ya el mundo es trasunto
del eterno Bien,
pues está en Belén
todo el cielo junto;
no fallece punto
de ser gloria el suelo:
Dios está en la tierra,
ya la tierra es cielo.
Ya baja a ser Hombre
porque subáis vos;
ya está Hombre y Dios
debajo de un nombre.
Ya no habrá más guerra
entre cielo y suelo:
Dios está en la tierra,
ya la tierra es cielo.4

[1] Ivoni Richter Reimer, “Lucas 1-2 bajo una perspectiva feminista: …y la salvación se hace cuerpo”, en RIBLA, núm. 44, http://claiweb.org/ribla/ribla44/lucas%201-2%20bajo%20un%20aperspectiva%20feminista.html.
[2] Idem.
[3] R.E. Brown, El nacimiento del Mesías. Comentario a los relatos de la infancia. Madrid, Cristiandad, 1982, pp. 443-444.
4 H. González de Eslava, “Al nacimiento”, en A. Méndez Plancarte, Poetas novohispanos. I. 2ª ed. México, UNAM, 1964, p.53.

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