24 de diciembre, 2012
En
unos campos cercanos había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie
cuidando sus rebaños. De pronto, se les apareció un ángel del Señor y el resplandor
de la gloria de Dios los llenó de luz de modo que quedaron sobrecogidos de
temor. Pero el ángel les dijo: — No tengan miedo, porque vengo a traerles una
buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo. En la ciudad
de David les ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esta será
la señal para que lo reconozcan: encontrarán al niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre. […] Los pastores se volvieron dando gloria a Dios y
alabándolo por lo que habían visto y oído, pues todo había sucedido tal y como
se les había anunciado.
Lucas 2.8-12, 20, La Palabra, SBU
La seriedad con
que los autores del Nuevo Testamento asumieron la realidad del acontecimiento
de Cristo en el mundo y en la historia es una lección para nosotros hoy, puesto
que al trasladar su comprensión de las acciones de Dios a la predicación y la
enseñanza consideraron que debían situar la aparición del Hijo de Dios dentro
del amplio plan redentor de Dios. Como parte de esa tendencia, Lucas sigue a su
maestro y mentor, Pablo de Tarso, y reconstruye los sucesos que mostrarán y
desarrollarán, por ejemplo, las afirmaciones paulinas de II Corintios 8.9: “Ya
conocen cuál fue la generosidad de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico como
era, se hizo pobre por ustedes para enriquecerlos con su pobreza” o Gálatas
4.4: “… al llegar el momento cumbre de la historia, Dios envió a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley…”. Para ello, da la impresión
de haber entrevistado a algunos de los actores de la “primera Navidad” (como
diríamos hoy) y encuentra datos, detalles y situaciones que solamente él
registra.
La preocupación cristológica originaria de Lucas solamente se equipara a
la de Mateo, al grado de que ya es un lugar común la combinación de elementos de
las dos narraciones, como es el hecho de relacionar a los pastores, del
primero, con los magos orientales del segundo, con todo y que la presencia de
unos y otros obedece a proyectos narrativos y teológicos muy distintos. Lucas se
propuso rescatar la perspectiva a ras de suelo, de la gente pobre y, al mismo
tiempo, del “empoderamiento” de la misma al ponerla en diálogo con la esfera
celestial. Mateo, por su parte, asume el horizonte político superior, al
presentar al representante romano Herodes como directamente implicado con los
sucesos del nacimiento de Jesús. Mateo subraya el cumplimiento de las profecías
antiguas, como parte de su inicial proyecto nacionalista judío (que se
modificará a medida que avanza el texto) mientras que Lucas lleva a cabo algo
así como el “matrimonio entre el cielo y la tierra”:
La
historia de Dios se hace realidad en la historia cotidiana y vivida en el
cuerpo de mujeres y de hombres. Esta historia se hace inmanente, trascendiendo,
además, la concepción y la comprensión limitadas y limitantes de la condición
humana al interior de esta historia. […] Por
tanto, la historia personal aparece relacionada con la historia general. Y la
cronología de las anunciaciones y de los embarazos aparece colocada junto a la
cronología de la historia de Israel.[1]
En Mateo, los magos aplican una lógica muy comprensible: si el Mesías
que estaba por nacer era también el rey de los judíos, pues había que preguntar
por él en el palacio real, pero la historia muy pronto abandona ese lugar y se
prescinde por completo, también, de la intervención de los poderes de la época.
Lucas descarta totalmente el plano de la dominación y se ahorra el nivel
político en el sentido negativo, pero para acercar el ámbito celestial y el
terrenal sin necesidad de intermediarios que controlan y someten a las
personas. El horizonte popular es el dominante en la intención de Lucas. Se
privilegia la visión de los marginales, los necesitados, las mujeres y los
ancianos. La historia narrada es un puente entre la eternidad del Dios que
quiere estar cerca y los espacios sociales, culturales y religiosos condenados
al ostracismo y el olvido. La cercanía entre el cielo y la tierra forma parte
de un panorama de fe muy vasto:
Queremos
entender Lc 1-2 de manera que, ya aquí, desde el inicio del evangelio de la
anunciación, del nacimiento y de la infancia de Juan Bautista y de Jesús, están
ya presentes las características histórico-teológicas de toda la obra lucana. Lc 1-2 es evangelio
pleno, concretización de la historia salvífica del “Dios-con-nosotros”. […]
…son historia salvífica de Dios junto a su pueblo. Y esto sucede también en la
forma del sueño-anuncio, gravidez-feto, amamantamiento-bebé y cuidado-criatura.
Dios salva a través de la gravidez y no sólo individualmente, sino a todo un
pueblo y a la humanidad; Dios salva refiriéndose al feto no sólo a una persona,
sino a toda su creación; Dios salva como criatura y no sólo por la debilidad,
sino también por la confrontación y la sabiduría. Dios salva en su
relación-presencia con mujeres portadoras de Su vida. Dios salva con lo Nuevo
que ya está ahí, haciéndose carne en el misterio de la carne de mujer. Ésta es
experiencia de lo sagrado, de este misterio tremendo y fascinante que se realiza en la
vida, a través de anuncios de ángeles, de envolturas del Espíritu, de cuerpos
de mujeres, fetos y criaturas…[2]
La insistencia de Lucas en colocarse en el plano microhistórico sirve
para el propósito de hacer presente la salvación divina en el mundo, más allá
de cualquier convenio, acuerdo o decreto imperial:
El
núcleo del mensaje es la “buena nueva” o evangelio proclamado por el ángel del
Señor: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el
Señor” (Lc 2.11). […] …adopta la forma de una proclamación imperial, como parte
de la moderada contrapropaganda lucana de que Jesús, no Augusto, era el Salvador
y la fuente de paz, cuyo nacimiento marcaba el comienzo de una nueva era (es
decir, el “hoy” escatológico).[3]
Ese presente escatológico es inaugurado por la presencia del Hijo de
Dios encarnado en el mundo, y así se realiza lo que celebró el poeta
novohispano Hernán González de Eslava: si Dios ha nacido entre nosotros, “ya la
tierra es cielo”:
|
El
mal se destierra,
ya
vino el consuelo:
Dios
está en la tierra,
ya
la tierra es cielo.
Ya
el mundo es trasunto
del
eterno Bien,
pues
está en Belén
todo
el cielo junto;
no
fallece punto
de
ser gloria el suelo:
Dios
está en la tierra,
ya
la tierra es cielo.
Ya
baja a ser Hombre
porque
subáis vos;
ya
está Hombre y Dios
debajo
de un nombre.
Ya no habrá más guerra
entre cielo y suelo:
Dios está en la tierra,
ya la tierra es cielo.4
[1] Ivoni Richter Reimer, “Lucas 1-2 bajo una perspectiva
feminista: …y la salvación se hace cuerpo”, en RIBLA, núm. 44, http://claiweb.org/ribla/ribla44/lucas%201-2%20bajo%20un%20aperspectiva%20feminista.html.
No hay comentarios:
Publicar un comentario