Simeón en el templo, Rembrandt, 1669.
21
A los ocho días llevaron a
circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, el nombre que el ángel le
puso antes de ser concebido. 22
Más tarde, pasados ya los días de
la purificación prescrita por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén
para presentárselo al Señor, 23
cumpliendo así lo que dispone la
ley del Señor: Todo primogénito varón ha de ser consagrado al Señor, 24 y
para ofrecer al mismo tiempo el sacrificio prescrito por la ley del Señor: una
pareja de tórtolas o dos pichones.
25 Por
aquel entonces vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y
piadoso que esperaba la liberación de Israel. El Espíritu Santo estaba con
Simeón 26 y le había hecho saber que no moriría antes de haber
visto al Mesías enviado por el Señor. 27
Guiado por el Espíritu Santo,
Simeón fue al Templo cuando los padres del niño Jesús llevaban a su hijo para
hacer con él lo que ordenaba la ley. 28
Y tomando al niño en brazos, alabó
a Dios diciendo:
29 Ahora,
Señor, ya puedo morir en paz,
porque has cumplido tu promesa.
30 Con mis propios ojos he visto
la salvación que nos envías
31 y que has preparado
a la vista de todos los pueblos:
32 luz que se manifiesta a las naciones,
y gloria de tu pueblo Israel.
porque has cumplido tu promesa.
30 Con mis propios ojos he visto
la salvación que nos envías
31 y que has preparado
a la vista de todos los pueblos:
32 luz que se manifiesta a las naciones,
y gloria de tu pueblo Israel.
33
Los padres de Jesús estaban
asombrados de lo que Simeón decía acerca del niño. 34 Simeón
los bendijo y anunció a María, la madre del niño: — Mira, este niño va a ser
causa en Israel de que muchos caigan y otros muchos se levanten. Será también
signo de contradicción 35
puesto para descubrir los
pensamientos más íntimos de mucha gente. En cuanto a ti, una espada te
atravesará el corazón.
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