JERUSALÉN
ES UN MONTÓN DE ESCOMBROS (SALMO 78)
Ernesto Cardenal
Salmos. México-Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1969.
He Qi, El arca del pacto
Oh Dios
Jerusalén es un montón de escombros
La sangre de tu pueblo se derramó en las
calles
y corrió por las cunetas
y se fue por las
alcantarillas
La propaganda se burla de nosotros
y slogans de odio nos rodean
¿Hasta cuándo Señor estarás airado con
nosotros?
¿Arderá tu furor
como el fuego nuclear que no se apaga con
agua?
¿Por qué han de decir los ateos
“¿Dónde está su Dios?”
Llegue a tus oídos el gemido de los presos
y la oración de los condenados a trabajos
forzados
y los condenados a muerte
y la oración en el campo de concentración
Y nosotros
tu pueblo
Te alabaremos eternamente
y te cantaremos
de generación
en generación
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Roberto Blancarte
Diciembre de 2006
Por distraído, siempre me pasan
estas cosas. Con motivo de las fiestas de fin de año, preparé unos pequeños
regalos, con motivos navideños, para obsequiárselos a mis colaboradores más
cercanos. Y en el momento que le entregué uno de estos obsequios, una de mis
colaboradoras más cercanas, me dijo: "muchas gracias, doctor, aunque usted
ya sabe que yo no festejo la Navidad". Que bruto soy –pensé- pues en
efecto, en las prisas, no sólo asumí que todo mundo celebra las fiestas
navideñas, como si todos en este país fuesen cristianos, sino que además se me
olvidó que algunos de ellos, entre los cuales los testigos de Jehová, no lo
hacen. En nuestra sociedad damos muchas cosas por descontadas y casi nunca nos
ponemos a pensar de dónde nos vienen ciertas tradiciones. Ya no digamos el
arbolito de navidad o Santa Claus, sino la fecha misma del nacimiento del
Cristo.
Lo anterior tiene
que ver con la manera de interpretar las escrituras y de reproducir la
tradición cristiana. En efecto, en ningún lado en los Evangelios aparece que el
nacimiento de Jesús haya sido el 25 de diciembre. De hecho, está claro hoy que
los cálculos del año de su nacimiento están equivocados y que el verdadero
inicio de nuestra era debería ser otro. Las fechas más probables que dan los
especialistas se sitúan entre el año siete y el año cuatro antes de nuestra
era. Lo que quiere decir que en realidad el tercer milenio, si se quiere contar
a partir del verdadero nacimiento de Jesús, comenzó entre 1994 y 1997. Esta
conclusión se basa en el hecho que los evangelios de Lucas y Mateo sitúan el
nacimiento de Jesús durante el reinado de Herodes el Grande, quien murió en
marzo del año cuatro antes de nuestra era. Mateo, de hecho señala que el
nacimiento ocurrió algunos años antes de la muerte de Herodes.
La principal
fuente de este periodo es la del historiador judío Flavio Josefa, gracias a
quien se tienen noticias de ese tiempo e incluso la primera cita de la
existencia de Jesús. Flavio Josefo narra que Arquelao, hijo de Herodes, quien
gobernó alrededor de una década, fue depuesto en el año seis después de nuestra
era y las luchas internas en Judea condujeron a la intervención del emperador
romano y a que en última instancia el territorio fuese anexado a la provincia
romana de Siria. En esa época, el procónsul de dicha región era Sulpicius
Quirinius, a quien el emperador romano le encargó que tomara posesión de los
bienes de Arquelao y que elaborara un censo del pueblo de Judea, con propósitos
fiscales. Esto significaba que por primera vez se establecía el dominio directo
de Roma sobre esa zona, puesto que mientras existiera un rey no era necesario
dicho censo, ya que él se encargaba directamente de recogerlo. El historiador
Flavio Josefo nos cuenta que el censo impositivo fue la chispa que inició la
primera rebelión anti-romana, dirigida por un líder local llamado Judas el
Galileo, también identificado como el fundador del movimiento Zelote, el cual
muchas décadas después (entre el 66 y el 70 de nuestra era, iniciaría la gran
revuelta contra Roma. Sin embargo, el autor del Evangelio de Lucas y de los
Hechos, sitúa el nacimiento de Jesús en la época del censo de Quirinius y por
lo tanto mucho después de la muerte de Herodes.
Esto significa que la historia,
también narrada por Mateo el evangelista, de Herodes mandando matar a todos los
niños menores de dos años, es falsa o por lo menos incorrecta. Al parecer, para
el momento del censo (seis de nuestra era) Jesús tendría ya alrededor de doce
años y Herodes habría muerto una década antes. De hecho, no hay evidencia
histórica de alguna matanza de niños ordenada por el rey Herodes, lo cual no
quiere decir tampoco que era un santo, pues de hecho sí hay indicios de que
mandó matar a una de sus esposas y a más de un hijo adulto, por conflictos de
poder. Herodes, de hecho, es reconocido por haber gobernado con crueldad
(aunque no más de la usual en su época), pero sin duda por ser un hombre
inteligente, distinguiéndose por la expansión de sus dominios y por las grandes
obras urbanas que ejecutó con ayuda de ingenieros griegos y romanos, tales como
el templo de Jerusalén y el puerto de Cesarea Marítima.
Algunos
historiadores han querido argumentar acerca de la posibilidad de otro censo,
elaborado con anterioridad por Quirinius, lo cual salvaría la contradicción de
los evangelios. Sin embargo, se tiene registro de los gobernadores de la Siria
romana, con la excepción de algunos huecos entre el 13 y 11, así como entre el
4 y el 2 antes de nuestra era. Sin embargo, se sabe que Quirinius era cónsul en
Roma en el primer periodo y gobernador de Panfilia-Galatea (Armenia) en el
segundo. Así que no pudo haber dirigido un censo en Judea antes del año
seis.
En suma, el asunto de la fecha del nacimiento de Jesús, luego llamado el
Cristo, es algo que se definió por cálculos erróneos en algún momento de la
historia de la cristiandad. Y como se podrá usted imaginar, la fecha del 25 de
diciembre (o 24 en la noche) es evidentemente arbitraria. Ya no digamos otras
costumbres que suelen tomarse como genuinas y exactas, pero que no tienen que
ver más que con el folclor y las bonitas (aunque históricamente cuestionables)
tradiciones establecidas por la Iglesia. Lo cual no debería impedir el
desearnos y pasar una ¡feliz navidad!
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CARNE DEL CIELO, LA NAVIDAD HECHA VERSO
Protestante Digital, 24 de diciembre de 2015
Bajo la coordinación de los poetas
evangélicos Alfredo Pérez Alencart y Luis Cruz-Villalobos, se ha lanzado el
libro digital Carne del cielo, una
antología en la que participan 47 poetas compartiendo 83 poemas inéditos, que
se acompañan con ilustraciones del pintor Miguel Elías. Alencart presentó este
miércoles la edición física en Salamanca. “Era necesaria una antología de
poetas vivos que ampliara a las recopilaciones tradicionales, magníficas todas
pero que no incluyen a poetas de estas décadas precedentes”, explica el poeta y
colaborador de Protestante Digital.
La antología
empieza con la cubana Fina García Marruz (1923), Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana, y termina con el mexicano Juan Ángel Torres Rechy (1983),
doctorando de la Universidad de Salamanca, sumando cuarenta y siete voces que,
desde distintos enfoques, hacen de Carne
del cielo un magno testimonio no sólo sobre el nacimiento de Jesús, sino
también sobre la tradición navideña en el único continente de las dos lenguas
ibéricas. Hay una excepción a este ámbito geográfico, y es el de Violeta
Boncheva, hispanista y destacada poeta búlgara, traductora de Pedro Salinas,
entre otros. También, al final, se ha incluido un aporte en prosa y en verso de
Araceli Sagüillo, viuda de Andrés Quintanilla Buey, poeta de calidad y
cristiano ejemplar.
Entre los poetas
incluidos, todos con textos inéditos, están los portugueses António Salvado,
Albano Martins, Maria do Sameiro Barroso y Carlos Lopes Pires; los chilenos
Juan Antonio Massone, Luis Cruz Villalobos y Marcelo Gatica; los peruanos
Carlos Germán Belli y Alfredo Pérez Alencart; los ecuatorianos Xavier Oquendo,
Bruno Sáenz, Ana Cecilia Blum y Jorge Dávila Vázquez; el salvadoreño David
Escobar Galindo; los brasileños Carlos Nejar, Álvaro Alves de Faria y Cyro de
Mattos; la cubana Lilliam Moro y así hasta 47 autores, donde son mayoría los
poetas españoles, como los catalanes Pedro Casaldáliga, Carles Duarte, José Luis
García Herrera y Manuel Corral. También Carlos Aganzo (Madrid), Jesús Fonseca y
Enrique Villagrasa (Aragón), Helena Villar Janeiro (Galicia), José Antonio
Santano y José Pulido (Andalucía), Pedro Tarquis (Canarias), Xenaro Ovín
(Asturias), Luis Guillermo Alonso (La Rioja), Juan Carlos Rodríguez Búrdalo
(Extremadura), y los castellano-leoneses José María Muñoz Quirós (Ávila), José
Antonio Valle Alonso (Zamora), Máximo Cayón (León), Araceli Sagüillo
(Palencia), Luis Carnicero (León), Julio Collado (Ávila), Quintín García
(Valladolid), Leopoldo L. Samprón (León). Por Salamanca están incluidos
Verónica Amat, Isaura Díaz, José Amador y Luis Frayle Delgado.
JESÚS, EL MEJOR POEMA
Para Pérez Alencart, “Jesús es el mejor Poema de Dios, y su Tiempo condensa las horas del mundo, la otra Historia desde su presencia hecha carne, humanísimo y ya preparado para el martirio. Hay un antes y un después de Cristo, agrade o no a quienes discrepan tras estos veinte milenios”. Y estima que “siendo Jesús Poeta y profeta, bien merecía una ofrenda de autores de ambas orillas del castellano y el portugués, todos vivos. Con Jesús reluce el misterio del Verbo y renace el Amor sin edad”.
Alencart resaltó que también se quiso honrar la voz de cuatro poetas fallecidos, poniendo tres citas iniciales del peruano César Vallejo, del chileno Miguel Arteche y del español Andrés Quintanilla Buey, quien decía: “Quisiera ser la paja, mullirme en el Pesebre,/ hacerme casi lumbre en su primer rocío/ y calentar su frío con mi calor de fiebre”. También hay una cita final, a modo de colofón, del cubano Gastón Baquero. Finalmente, Alencart destacó que “En los versos que hemos acopiado se recuerda lo que germinó desde lo divino, pero también aquello que atañe al hombre de hoy Celebrar Navidad desde lo sencillo y humilde, no desde el grosero consumismo o la superficialidad. Justicia y verdad, fraternidad y gozo, sin olvidar nunca a quien luego anunció el reino a los pobres, los sanó y defendió de sus opresores”.
En la edición ha trabajado también Luis Cruz Villalobos, poeta chileno y pastor presbiteriano. “Para mí ha sido un agrado trabajar con Alfredo en la edición de esta antología, él es ejemplo de fraternidad y rigor artístico... el proceso ha sido arduo y veloz, pero considero que hemos sido una buena dupla de albañiles”, expresa. Luis Cruz Villalobos destaca asimismo “las pinturas de Miguel Elías... un privilegio para los ojos y el corazón”. “Agradezco a todos los participantes de esta antología, que amablemente han compartido sus poemas e incluso han elaborado algunos para este libro. Anima muchísimo realizar este tipo de obras, editando a tan buenos/as poetas que donan sus armónicos y silentes cantos. Especialmente en este caso, que hacen honor a aquel amoroso y potente Jesús, el Cristo, vocación última de la vida de quienes hemos experimentado su amor.
Ha sido una alegría ser testigo directo del proceso de recolección de tesoros poéticos tan dulces en esta arca, la cual ha quedado abierta para quienes quieran indagarla y nutrirse”, concluye el coeditor de la obra.
El libro puede descargarse completo en este sitio: