Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), Jesús y Juan el Bautista, niños (1659)
29 Al día
siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y
dijo: “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! 30 De éste hablaba yo cuando dije:
“Después de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que
yo.” 31 Yo ni siquiera
lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando
con agua”.
32 Juan declaró: “Vi al Espíritu
descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. 33 Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a
bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y
permanece, es el que bautiza con el Espíritu Santo’. 34 Yo lo he
visto y por eso testifico que éste es el Hijo de Dios”.
35 Al día siguiente Juan estaba de nuevo
allí, con dos de sus discípulos. 36 Al
ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios! 37 Cuando los dos discípulos le
oyeron decir esto, siguieron a Jesús. 38
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué
buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí
significa: Maestro.) 39 —Vengan
a ver —les contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y
aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. 40 Andrés, hermano de Simón Pedro,
era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a
Jesús. 41 Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos
encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). 42 Luego lo llevó a Jesús, quien mirándolo fijamente,
le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).
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