domingo, 1 de marzo de 2015

Letra 409, 1 de marzo de 2015

PODER VIVIR
Karl Barth, Dogmática eclesial, III/4, pp. 524s,
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 93.

Dice Jesús: “Yo vivo, y también vosotros viviréis”.
Juan 14.19

No tienes ninguna obligación de vivir, pero sí puedes vivir. La vida es libertad regalada por Dios. Querer vivir es el querer situado dentro de esta libertad, en la que el ser humano no es precisamente soberano ni está solo, sino que en toda circunstancia tiene por encima de sí a Dios en cuanto Creador, Dador y Señor de su vida. ¿Por qué te empeñas en ser soberano y, consiguientemente, en estar solo, para luego tener seguramente que descubrir, de una manera o de otra, únicamente el vacío en torno a ti, luego desesperarte y, finalmente, pensar en el suicidio? Todo eso tendría algún fuste si tuvieras la obligación de vivir, si la vida no fuera libertad regalada por Dios. Pero, puesto que no es así, todo eso es radicalmente nada: Dios es benévolo contigo. ¿Qué se sigue de ahí? Que puedes vivir sencillamente de eso y, dado que él es Dios, puedes también vivir que él es benévolo contigo. Que, por tanto, puedes sencillamente aceptarlo: él es soberano y tú no.

Es él, no tú, quien tiene la responsabilidad de tu vida y carga con ella. Hace de ella lo que quiere, no lo que tú imaginas que debería querer. Él te justifica, te santifica, te salva y te glorifica, cosa que no se te exige a ti. Lo a ti se te exige es tan sólo que te des por satisfecho con eso. Entonces te verás rodeado por él por todos lados y no podrás desesperar: ni de ti mismo ni de tu vida, por fracasada y desdichada o inútil que pueda parecerte. Es —como tú mismo— propiedad de Dios, y por eso todos los ángeles de Dios están contigo.

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ALGUNOS DATOS SOBRE EL INICIO DE LA CONGREGACIÓN (III)
A.I. Marthita Aguilar A.

"Luego de haber hecho los trámites correspondientes ante el Presbiterio Berea, se designó al Pbro. David Casillas para responsabilizarse de las gestiones pertinentes y después de convocar a una reunión congregacional para corroborar si efectivamente el número de miembros era mayor a 50 y si estaban de acuerdo con el llamamiento del Pbro. Salatiel Palomino, el Pbro. Casillas examinó a los candidatos a Ancianos de Iglesia y Diáconos. Su dictamen recomendó que se aceptara nuestro deseo que como congregación teníamos. Finalmente el 23 de abril de 1995 fuimos constituidos como iglesia por el Presbiterio Berea, y en preparación para dicho acto, se lanzó una convocatoria a la congregación para proponer en nombre que adoptaríamos como iglesia. Entre varias propuestas se seleccionó la de la hermana Miriam Gil Martínez, hija de nuestros hermanos Pablo y Angelita: Ammi-Shadday, combinación de términos hebreos que pueden traducirse como “Pueblo del Dios Todopoderoso”.
“Un elemento esencial dentro de la visión del Pbro. Palomino es el carácter teológico del ministerio de la mujer, el cual sin dudas es un parte aguas en la iglesia presbiteriana, pues ha despertado el interés general por la necesidad de cambios históricos. Ambos pastores, él y su esposa, Laurita Taylor, reafirmaron en nosotros la convicción de que solo el estudio de la Palabra de Dios constituye el instrumento básico para entender la importancia del ministerio de la mujer. Después de un largo y sistemático periodo de estudio de la Palabra de Dios, tuvimos la bendición de compartir el momento histórico que les tocó vivir a nuestras hermanas que fueron electas por la iglesia, y ahora ejerciendo el ministerio de ancianas de Iglesia: Martha Aguilar Arellano, Carmelita Castro y nuestras hermanas diaconisas: Laurita Cabrera Berrocal, Leticia Forcada, Amalia Villar y Sandra Salgado Adame.
“Otro de los legados no solo espirituales que nos dejó la hermana Laurita, es el estandarte que nos idéntica como iglesia, el cual trata de representar gráfica y simbólicamente el sentido de nuestra vida comunitaria, expresado en el nombre Ammi-Shadday: sobre un fondo de terciopelo morado aparece un triángulo equilátero estilizado de fieltro verde, cerca de cuya base muestra, recortada, la figura de una mano extendida con la palma hacia arriba. Sobre la mano aparece la forma de una barca confeccionada con tela de colores, típica de un sarape mexicano, sobre olas azules.
“El Consistorio, después de analizar y reflexionar sobre varias propuestas para responder a la convocatoria para elegir el texto lema que tendríamos, escogió el del hermano Adrián Martínez Leal, fundamentado en la hermosa cita que recoge la razón de las luchas y trabajos del escritor del Apocalipsis quien, desterrado en la isla de Patmos, explica que todo lo sufrió “Por la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo “ (Ap. 1:9, Reina Valera, revisión 1909), lema que actualmente integra junto con el estandarte nuestra representatividad oficial.”
Como puede apreciarse por el entrecomillado, el trabajo y la redacción no son míos, todo el entrecomillado es de una presentación que hizo Hiram Palomino en el XV Aniversario de la Iglesia. Aunque como parte de la congregación viví todos estos acontecimientos, algunos los viví fuera del círculo cercano que experimentó todos estos acontecimientos y para colmo no tengo la curiosidad y, más que curiosidad, la visión de ir anotando fechas y síntesis de los acontecimientos según se van dando. Y no me pareció correcto tomar los datos precisos e intentar darles una nueva redacción pues me pareció que me iba a quedar a todas luces una repetición de lo más impropio; así que preferí transcribirlo tal cual. Aunque la redacción de la primera página si es mía, algunos datos los tomé del escrito de Hiram, me parece que lo más importante es recordar los hechos tal como los vivieron quienes sí tuvieron y manejaron todos estos acontecimientos en sus manos.
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LA MAYORDOMÍA DE LOS BIENES MATERIALES: UNA EXPLORACIÓN EN LA ÉTICA REFORMADA (III)
René Padilla

Desde una perspectiva bíblica, la riqueza del símbolo del mayordomo radica en que coloca a la persona entre Dios y la creación. "Como mayordomo, el ser humano es responsable ante [accountable to] Dios y responsable por [responsible for] las criaturas que lo rodean" (26). Los elementos básicos de la metáfora están en las Escrituras y le dan la posibilidad de convertirse en un vehí­culo apropiado para la comunicación del Evangelio en el mundo actual, en que "se requiere que los seres humanos encuentren una nueva manera de concebir su identidad y su vocación" (75). Para que cumpla tal función, sin embargo, la metáfora no puede concebirse exclusivamente en términos espirituales o eclesiásticos: tiene que concebirse como "la vocación que Dios quiso y quiere para la criatura humana en medio de su buena creación" (122).
Hall se detiene a examinar la aplicación del principio de mayordomía en tres áreas especí­ficas de la vida: la búsqueda de la justicia, la búsqueda de una relación más apropiada entre la humanidad y la creación, y la búsqueda de la paz mundial. De especial urgencia en este momento histórico de nuestro continente es la práctica de la mayordomía de los bienes materiales en función de la justicia. Y en este campo cobra mucha vigencia la ética económica, de innegable raigambre bíblica, expuesta por Thomas Gouge en el siglo XVII.
En efecto, mientras que a nuestro alrededor abundan las evidencias del crecimiento de la pobreza, en muchas de nuestras iglesias se da por sentado que la fe no tiene nada que ver con la economí­a; que la persona vale por lo que tiene y no por lo que es, y que el "consumo conspicuo" (Thorstein Veblen) está por encima de la ética cristiana. El anhelo de Gouge era ayudar a los creyentes a "usar a Mamón" para servir a Dios; el anhelo de los heraldos del "evangelio de la prosperidad" es ayudarlos a "usar a Dios" para su propio enriquecimiento personal.
En este contexto, es urgente que la Iglesia recupere el concepto bíblico de la propiedad, según el cual "del Señor es el mundo entero, con todo lo que en él hay, con todo lo que en él vive" (Sal. 24.1, VP); la visión bíblica de los pobres, según la cual "el Señor hace justicia al pobre y defiende el derecho del afligido" (Sal. 140.12), y el ideal bí­blico de la verdadera felicidad, según el cual "Dichoso el que piensa en el débil y pobre; el Señor lo librará en tiempos malos" (Sal. 41.1).
La tradición reformada no se limita a la afirmación de doctrinas tales como la soberanía de Dios y la predestinación de los creyentes. Propone una ética orientada a la transformación de la vida humana y de la creación en todas sus dimensiones, por el poder y para la gloria de Dios. Y la Iglesia está llamada a encarnar esa ética aquí y ahora.

Notas
1 Cita tomada de A Brief Memoir of the Author que, sin el nombre del autor, aparece al comienzo de la obra de Gouge.
2 En esta edición moderna no consta el año de publicación de la original del siglo 17. Sin embargo, en la página 61 el autor se refiere a un sermón que un tal Dr. Thomas Jacomb predicó en 1657, de lo cual se infiere que la edición original corresponde a una fecha posterior a esa fecha. Gouge escribió varias obras, todas ellas orientadas a la práctica del discipulado cristiano.
3 Todo el desarrollo del tema se basa en una cuidadosa exégesis de pasajes bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. La obra incluye, además, tres apéndices de citas textuales de la Biblia: "Scripture authorities for giving; with promises annexed thereto" (203-218), "Scripture authorities for liberality to the ministers of the Gospel" (219-221) y "Scripture testimony relating to the spread of the Gospel, shewing the duty and privilege of liberality" (221-234).

4 Cabe señalar que tampoco en los escritos de Calvino se elabora el tema de la responsabilidad del Estado en relación con la economía. Lo más probable es que, como afirma Graham (1978:75), el reformador ginebrino aceptó al respecto lo que la generalidad de la gente de su tiempo en la Europa occidental daba por sentado, es decir, que el gobierno tenía la responsabilidad de regular la economía. En todo caso, el reconocido investigador de Calvino, André Biéler, ha encontrado suficiente base para afirmar: "En cuanto al papel económico del Estado, el ideal calvinista se conforma a la enseñanza cristiana de todos los tiempos y se une a la de los escolásticos como a la de los otros reformadores. Todos están de acuerdo en reconocer que al estado le compete mantener cierta armonía económica en la sociedad, defender a los pobres contra los ricos y quitar al dinero su poder opresor... La doctrina cristiana del estado se aleja tanto de las teorías socialistas-estatistas que casi eliminarían la propiedad privada, como de las doctrinas liberales [e.d., la defensa del laissez-faire] que niegan el principio de la intervención del estado" (cit. por Graham 1978:75).

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