MISIÓN
Karl Barth
Instantes.
Santander, Sal Terrae, 2005, p. 107.
Vosotros
sois la luz del mundo.
Mateo 5.14
L
|
a comunidad de Jesucristo es para el
mundo, y precisamente por ello es para Dios, porque Dios, ante todo, es para el
mundo. Y la comunidad de Jesucristo, a su vez, al ser primero para Dios, no
tiene más remedio que ser a su manera para el mundo. Salva y conserva su propia
vida arriesgándola y entregándola por las demás criaturas humanas.
Ciertamente la comunidad es el
pueblo que, en virtud de la palabra de Dios, está segregado del mundo. Pero al
ser llamado a salir del mundo está llamado más que nunca a entrar en él. Puesto
que viene de la mesa del Señor, no podrá rehusar, después de cuanto le ha
acontecido, sentarse a la mesa con los demás, con todos los pecadores. Para
huir del mundo tendría que huir del amor de Dios. Se pondría al mismo nivel que
el mundo precisamente si, tratando de salvaguardar su pureza, no quisiera
comprometerse con él.
Es verdad que el mundo piensa
poder conservarse propiciando que todos busquen su propia satisfacción. Lo que
necesita no es verse una vez más fortalecido en sí mismo mediante otra variante
de su propia manera de ser, sino ser remitido más allá de sí mismo gracias a
una praxis inequívoca. Espera que aparezca un samaritano en medio de él. La
comunidad cristiana no es en sí misma el samaritano que viene al mundo como
salvador, pero sí es enviada al mundo para servir activamente a dicho
samaritano. En la diaconía deja claro su testimonio de él: aquélla es el
servicio samaritano que, en comunión con él (con él, que fue prójimo del ser humano
perdido), debe prestar a quien cayó en manos de los salteadores. En la diaconía,
ella va y hace lo mismo.
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PARTIDO ENCUENTRO SOCIAL: HERMANO VOTA POR
HERMANO
Carlos Martínez García, La Jornada, 27 de mayo de 2015
La base
electoral del Partido Encuentro Social es la población evangélica. Es allí
donde más está laborando para convencer a los posibles sufragantes que su
propuesta es apegada a lo que llama valores bíblicos. Lo anterior no significa
que el nuevo partido político haya dejado de lado a los electores que no son
protestantes/evangélicos, sino que la mayor parte de sus recursos y fuerzas se
están enfocando al convencimiento del pueblo evangélico para que apoye a uno de
los suyos.
El
principal impulsor y fundador del Partido Encuentro Social es Hugo Éric Flores
Cervantes, quien no ha sido ni es pastor, pero que conoce bien las formas para
ganarse la confianza de las redes ministeriales en las que participan los
pastores y líderes evangélicos. Su idea de fundar primero una asociación
política que después lograra el registro como partido político le viene desde
sus años universitarios. Un logro importante para él fue haber alcanzado en
2001 el registro para el PES en Baja California. Perseveró, hizo aliados,
reclutó simpatizantes, formó un equipo compacto que le acompañó para lograr el
objetivo y supo hallar el camino para vencer los vericuetos del IFE/INE para
lograr el registro de partido político nacional en julio de 2014.
En
su peregrinaje el PES, en la persona de Hugo Éric Flores, ha firmado
compromisos de alianza electoral prácticamente con todo el espectro partidista
del país. Lo mismo ha ido con el PRI, que con Nueva Alianza, Convergencia y el
PAN. Con este último, en 2006, Flores Cervantes, observó con agudeza Luis Hernández
Navarro, viró radicalmente en sus alianzas y convino un acuerdo
electoral con los adversarios ideológicos del cristianismo evangélico mexicano.
El 28 de febrero de 2006 se anunció el pacto con el Partido Acción Nacional
(PAN) para apoyar la candidatura de Felipe Calderón. Hugo Eric colaboró en el
gobierno del entonces perredista Marcelo Ebrard, como director general en la
Secretaría de Gobierno del DF.
Con
el panista Felipe Calderón ocupó fugazmente, no duró ni seis meses, el cargo de
oficial mayor en la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Salió
de la dependencia por acusación de malversación de fondos. Hugo Éric ha sostenido que todo fue
una persecución política, porque no estaba de acuerdo con lo
que se hacía en la secretaría respecto a la inflación de la nómina.
Para
obtener su objetivo, lograr posicionarse de manera importante entre el
electorado evangélico, desde el inicio el PES fue pensado para ganarse la
simpatía y confianza de tal sector de la población. Por eso el nombre y logo
inicial de la organización evocan un acrónimo de un vocablo griego (icthus, literalmente pez), cuyas primeras letras de
cada palabra dieron pie a una confesión del cristianismo primitivo: Iesous
Xristos Theou Yios Sotare, cuya traducción al español es Jesús, Cristo,
Hijo de Dios, Salvador. Por lo cual PES funciona como un código que
entiende bien un muy amplio sector del pueblo evangélico, que tiene como
símbolo de su fe al pez de la Iglesia primitiva, incluso más que a la cruz.
La
consigna hermano vota por hermano se ha usado prolijamente por los partidos
políticos evangélicos de Brasil, y de otros países latinoamericanos. El PES no
ha podido hacer lo mismo en México, por las restricciones constitucionales y
del Instituto Nacional Electoral. Sin embargo, Encuentro Social sí ha recurrido
a presentar a muchos de sus candidatos y candidatas como la mejor opción
electoral simplemente porque son evangélicos. A título de ejemplo reproduzco un
correo electrónico que respalda mi afirmación
(respeto la redacción del mensaje):
“A
pastores y hermanos en Cristo Jesús: Como está escrito por Nuestro Señor
Jesucristo, la Luz se debe oponer a la oscuridad (Juan 12.46), aunque no
estamos involucrados con la política, asumimos la responsabilidad de orar por
nuestros gobernantes y apoyar a aquellos que tienen en su vida principios
bíblicos, y quieren desarrollar política con la intención de apoyar al que
menos tiene.
“En
esta ocasión en oración y pidiendo a Dios su voluntad como El que quita y pone
reyes (Daniel 2.21), solicitamos que podamos apoyar el deseo del corazón de
nuestro hermano en Cristo, Claudio Carrillo Ramos, candidato del Partido
Encuentro Social a diputado federal por el distrito 17, con la intención de que
pueda bajar recursos a todo aquel que lo pueda necesitar.
“El
ermano Claudio Carillo, es abogado, un hombre de familia, empresario con
principios y candidato socialmente responsable, quien será la voz honesta que
represente a los ciudadanos para hacer propuestas valientes y tener los
recursos necesarios para concretar con efectividad los programas sociales.
Desde
ya apreciamos sus oraciones por el hermano Claudio y la perfecta voluntad de
Dios en su vida, el Señor, pueda guiar las decisiones que vayamos a tomar en
Cuajimalpa y Álvaro Obregón. El correo fue enviado por encuentro.soc.cuajimalpa@gmail.com
a pastores y líderes protestantes/evangélicos, con el fin de convencerlos para
sufragar por el PES y para que incidan en favor de esta opción electoral. Deseo
que estos electores hagan uso de su discernimiento y ejerzan su derecho a
votar, o abstenerse, por una razón que no se reduzca al carácter evangélico del
candidato.
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“ESE VENERO, ESE MANANTIAL”: PRESENCIA DE LA
BIBLIA EN LA CULTURA DE OCCIDENTE (III)
Protestante Digital, 28 de mayo de 2015
Traducción y tradición
E
|
l arte de la
traducción es el que ha engendrado culturas y subculturas bíblicas ligadas a la
tradición que cada versión ha producido en las diferentes regiones del planeta.
Mediante el acceso al contenido de la Biblia, cada cultura ha vaciado en ella
su forma de ver el mundo y ha modelado, a través de sus personajes, relatos y
mensaje toda una nueva construcción que se ha expandido entre los lectores cuya
familiaridad con determinadas secciones de las Escrituras ha determinado el
grado de apropiación genuina en cada sociedad lingüística.
Las
traducciones a los diversos idiomas transportan, por decirlo así, el mensaje
bíblico para instalarlo en las matrices y prácticas culturales a través de un
diálogo continuo, de ida y vuelta, que se realiza cada vez que se lleva a cabo
una lectura atenta. Sobre las traducciones bíblicas, escribe Steiner:
El
proceso de traducción y retraducción ha sido continuo durante más de dos
milenios. Los textos bíblicos han sido transmitidos por todos los medios y
notaciones concebibles: de los rollos de papiro a los discos compactos, de los
infolios monumentales a la miniaturización de salmos u oraciones en cabezas de
alfiler. La crónica de la imprenta, del diseño de caracteres, gira en torno a
las ediciones de la Biblia, de Gutenberg en adelante. Pero la Sagrada Escritura
está también disponible en braille y en el lenguaje de signos para sordos. No
hay biblioteca, por extensa que sea, que comprenda la totalidad de las Biblias
y Evangelios hablados, escritos, impresos.
Estas
transformaciones en lo que hoy se conoce como “soporte” para vehicular los
textos bíblicos atravesaron, en cada caso, una historia propia. En todos los
idiomas de Occidente es posible reconstruir estos procesos como parte de una
historia cultural más amplia. A partir de la Reforma Protestante y las diversas
traducciones a las lenguas vernáculas, se abrió la caja de Pandora de la libre
lectura e interpretación de los textos sagrados y comenzaron a imponerse nuevas
prácticas de la lectura como tal.
Así
lo esbozó Carlos Monsiváis (1938-2010): “La única cultura “superior” de las
masas, precisa [Antonio] Alatorre, es la religión, y de allí la enorme
influencia de esa producción de letrados en el desarrollo de nuestra lengua, de
manera similar a la influencia de la versión de la Biblia de King James en los
países anglosajones […] y a la enorme presencia de la versión de la Biblia
hecha por Lutero en el desarrollo del idioma alemán”.
En
ese contexto, la cita de Alatorre es obligatoria: “La lectura de la Biblia
quedó prohibida en el Imperio español desde el siglo XVI. Si hubiera sido
‘autorizada’ la hermosa traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera,
protestantes españoles del siglo XVI, la historia de nuestra lengua sería sin
duda distinta de lo que es” (Los 1001 años de la lengua española, 1979,
1989).
No
se puede menospreciar el hecho de que muchos reformadores como Erasmo, Lutero y
Calvino participaron directamente en esfuerzos magníficos de traducción bíblica
que hicieran accesibles los textos sagrados a los grandes públicos de su época.
Precisamente
escritores como los mexicanos Monsiváis, Sergio Pitol y José Emilio Pacheco
(Premio Cervantes los dos segundos) han destacado la manera en que el acceso a
determinadas traducciones de la Biblia permite que su influjo se haga sentir en
rangos cada vez mayores de influencia cultural y literaria. Monsiváis, como
tantos lectores evangélicos de su generación, fue un escritor formado y
permeado toda su vida por la revisión Reina-Valera de 1909. Su testimonio es
coloquial, directo y sin rodeos:
En
el principio era el Verbo, y a continuación Casiodoro de Reina y Cipriano de
Valera tradujeron la Biblia, y acto seguido aprendí a leer. El mucho estudio
aflicción es de la carne, y sin embargo la única característica de mi infancia
fue la literatura: himnos conmovedores […], cultura puritana (“Instruye al niño
en su carrera y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella”), y libros
ejemplares: El progreso del peregrino de John Bunyan; En sus pasos o
¿Qué haría Jesús?; El paraíso perdido, La institución de la vida
cristiana de Calvino, Bosquejo de dogmática de Karl Barth. (Autobiografía,
1966).
Como
lo demuestran algunos historiadores de la lectura, para él no existió discontinuidad
alguna entre el acto mismo de la memorización, como parte de una subcultura
religiosa, y la proyección de todo lo bíblico en el resto de la cultura,
particularmente en la literaria, incluyendo las obras piadosas de lectura
obligatoria. Como se aprecia en todos sus libros, su lenguaje transformó los
textos bíblicos en continuos ejercicios de intertextualidad, una de las
prácticas protestantes más comunes, consistente en referir cualquier porción a
su antecedente en el Antiguo o en el Nuevo Testamento: “La Biblia es un libro
de registros variados, de énfasis comunitario e individual (Proverbios o Job),
de intensidades y matices. En nuestra cultura es el clásico de clásicos, y eso
beneficia a todos los que escriben”.
A fines de los años 50, siendo Monsiváis y Pitol muy jóvenes, ambos conocieron a Borges, lo que dio oportunidad al primero de referirse a su traducción bíblica predilecta y de expresar su aspiración, según recuerda Pitol, “a que algún día su prosa muestre el beneficio de los infinitos años que ha dedicado a leer los textos bíblicos; yo que soy lego en ellos, comento bastante encogido que la mayor influencia que registro por el momento es la de William Faulkner, y allí me da jaque mate al aclararme que el lenguaje de Faulkner, como el de [Herman] Melville y [Nathaniel] Hawthorne, están profundamente marcados por la Biblia: son una derivación no religiosa del Lenguaje Revelado”. Los autores de Moby Dick y La letra escarlata forman parte también del universo cultural que giraba intensamente en torno a la Biblia en la tradición anglo-sajona.
En una entrevista, Monsiváis habló explícitamente de la traducción aludida:
La Biblia fue el primer libro que leí, a los 6 años. Y desde entonces he seguido leyéndola y me he familiarizado con el lenguaje. Sé que muchas cosas ya exigen un correlato histórico muy distinto en cuanto a épocas, la época en que se escriben los Evangelios, en fin… Hay necesidad de una contextualización histórica implacable, pero sé también que como documento de formación de una persona en la lengua y de una persona en lo que se considera el pasado y el presente religioso de la humanidad es un texto indispensable. Me parece que para mí fue un aprendizaje de la lengua excepcional porque me tocó leer la Biblia en la versión de Casidoro de Reina y Cipriano de Valera que considero inmejorable y cuyo uso me parecería todavía necesario. No me gusta la actualización de la Biblia, la versión actual, no porque discrepe de las correcciones, las anotaciones, las puestas al día de vocabulario, sino porque lo otro era el caudal de la lengua y la manera inmejorable de decir: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría”. Me parece que allí se ha llegado a una perfección del idioma tan declarada que buscar equivalentes que sean más comprensibles es simplemente relegar lo que da de profundidad una versión hecha de una manera soberbia por Reina y Valera.
Pitol definió así la impronta bíblica en la literatura:
Literariamente, la Biblia es la madre de todos los libros. El lenguaje bíblico es como la sedimentación de grandes literaturas. Yo me explico la gran literatura norteamericana del siglo XIX, ese surgimiento del nivel del suelo a los niveles más altos debido a que, para los protestantes, la Biblia era un libro de lectura diaria. En cambio, nosotros, la literatura de nuestro siglo XIX no puede compararse porque nuestra tradición de la lengua era entonces a base de sermones de curas. Leo la traducción de Casiodoro de Reina […] Es un texto que la Inquisición consideró como heterodoxo [...] Es la tradicional que comencé a leer y sigo leyendo: es en donde el lenguaje me parece prodigioso.
Pacheco (1939-2014), proveniente de un dominio religioso distinto, debido a estos contactos personales, años más tarde se acercó al Cantar de los Cantares e hizo una adaptación fiel a su horizonte y contenido (2009), en la cual sentenció: “El Cantar de los Cantares vuelve absurda la idea de que existen el ‘autor’ de un texto y las tradiciones nacionales.
A semejanza de la cocina, la poesía es una serie infinita de apropiaciones e intercambios. Nada es de nadie porque todo es de todos. Un poema pertenece a quien tenga la voluntad de hacerlo suyo”.
En la Península Ibérica, y con un enfoque similar, el poeta Félix de Azúa, también se ha referido a la Biblia como “la madre de la literatura” en las diversas comunidades idiomáticas (Alemania, Inglaterra, España): “Suele decirse que la moderna literatura europea nace a finales del Renacimiento y su impulso decisivo es la Biblia en sus traducciones a lenguas vernáculas. Adaptar el gran estilo bíblico a una expresión comprensible en lengua llana fue una tarea monumental” (El País, 26 de mayo de 2013).
Su reconocimiento de la traducción protestante renacentista, colocada al lado de sus equivalentes en otras lenguas, es digno de citarse: Al igual que los casos alemán, italiano o inglés, la escritura de Reina es un fabuloso ejemplo de la lengua común castellana de su siglo, empleada con suma elegancia literaria. Si la King James suele compararse con Shakespeare (aparece cuando se estrena The Tempest), Reina puede hacerlo con Cervantes cuyo Quijote data de 1605. Así lo juzga Menéndez Pelayo: “[Casiodoro de Reina es] el escritor a quien debió nuestro idioma igual servicio que el italiano a Diodati”. La frase (citada por González Ruiz en su inencontrable edición de 1987) parece un sacacorchos, pero se entiende: Reina inventa el castellano literario de la calle, por así decirlo, como Giovanni Diodati inventó el italiano en su traducción de 1607, obra maestra de la lengua de su país. También se lamenta de que esa versión no circulara en España lo suficiente para influir más en su literatura: “Casi hemos de ponernos en Unamuno para divisar la influencia de la Biblia del Oso en algún escritor de altura”.
Al referirse a la presencia de la Biblia en el Quijote matiza sus afirmaciones: “Sus trescientas citas de las Sagradas Escrituras confirman un extenso conocimiento del texto bíblico, aunque no se ha podido establecer qué traducción llegó a sus manos”. En este punto es imposible dejar de recordar el volumen de Juan Antonio Monroy: La Biblia en el Quijote (1963). De Azúa califica la obra mayor de Cervantes con una afirmación crítica y altisonante. “Una Biblia para un país sin Biblia”.
(LC-O)