25 Cinco
veces me dieron los judíos los treinta y nueve azotes de
rigor; 25 tres veces me azotaron con varas; una vez me apedrearon;
naufragué tres veces y pasé un día entero flotando a la deriva en alta mar. 26
Continuos viajes con peligros de toda clase: peligros al cruzar los ríos
o al caer en manos de bandidos; peligros procedentes de mis propios
compatriotas, de los paganos, de los falsos hermanos; peligros en la ciudad, en
despoblado, en el mar. 27 Fatigas y agobios, innumerables noches sin
dormir, hambre y sed, ayunos constantes, frío y desnudez. 28 Y para
no seguir contando, añádase mi preocupación diaria por todas las iglesias. 29
Pues ¿quién desfallece sin que yo desfallezca? ¿Quién es inducido a pecar
sin que yo lo sienta como una quemadura?
30 Aunque
si hay que presumir, presumiré de mis debilidades.
31 El Dios y
Padre de Jesucristo, el Señor —¡bendito sea para siempre!— sabe que no miento.
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