2 de abril, 2017
Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece. RVR 60
Todo lo
puedo con Aquel que me da fuerzas. BJ
Todo lo
puedo en aquel que me da fuerzas. BdP
Cristo me
da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones. TLA
Puedo salir
airoso de toda suerte de pruebas, porque Cristo me da las fuerzas. BLPH
Pues todo
lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas. NTV
πάντα ἰσχύω ἐν τῷ ἐνδυναμοῦντί με.
Filipenses 4.13
La
certeza de la fe para afrontarlo todo
No obstante su brevedad, la carta de san Pablo a los Filipenses incluye
algunos temas fundamentales para la fe cristiana, como lo son el vaciamiento
del Hijo de Dios para proporcionar la salvación, la fidelidad al mensaje
cristiano en medio de cualquier circunstancia o el gozo como expresión de una
sana relación con Dios a través del Salvador a pesar de estar preso por causa
de la predicación del Evangelio. “Estar
preso aumenta su dependencia de otros, del entorno amigable y del hostil, del
lenguaje y de la intervención de terceros, de la continuidad y de los saltos
del pensamiento. También la situación de prisión es parte de lo
transindividual, de su experiencia que ahora lo agrega a un colectivo distinto,
el de los prisioneros del poder romano”.[1] Colateralmente,
y ya muy cerca de concluir su escrito, el apóstol hizo una de las mayores
afirmaciones sobre la fuente de la fortaleza para sobrevivir adecuadamente en
medio de todas las situaciones de la vida. Palabras sumamente famosas (“Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece”, 4.13) que, en ocasiones, son mal
interpretadas y utilizadas para describir una experiencia que poco tiene que
ver con la genuina fortaleza que produce la cercanía de Jesucristo en la vida
de cada creyente y de la comunidad.
Al afirmar que la fortaleza que viene de Dios, con toda claridad el
apóstol estableció la certeza de que Dios lo sostenía en todo tiempo, a cada
momento, incluso si estaba preso por causa de la predicación del Evangelio. En
cada una de sus cartas destaca la confianza que tenía depositada en la elección
del Señor. Pablo expone los extremos que ha vivido para mostrar la forma en que
la fe lo sostiene en medio de cualquier circunstancia. Pobreza y abundancia son
situaciones que no deberían mostrarse como opuestas, pues en cualquiera de
ellas la mano del Señor está cerca.
Es preciso que la fe funcione como un factor de estabilidad en cualquier
momento que atraviese el creyente: “La actitud que todo creyente debe tener ante
los problemas de la vida. […] El apóstol afirma que, por medio de la fe, él
puede enfrentar con valor cualquier situación problemática hasta una situación
límite. Lo puede hacer porque Dios es el que le fortalece. La madurez espiritual
que le da el Señor es lo que le ha enseñado a vivir aun en medio de la escasez,
y no solamente a vivir, él sabe vivir con mucho y sabe sobrevivir con nada”.[2] De
los momentos de privilegio, abundancia y poder, a la escasez, la nulidad y la
cárcel. Del poder amplio a la necesidad total, de perseguidor a perseguido.
Sabía ser preso y sabía ser libre.
Poder
hacer frente a todo gracias al Señor
Las famosas palabras del v. 13 no son una afirmación al estilo de la
autoayuda ni una expresión de voluntarismo a-histórico. Más bien, son la
expresión de la confianza en la única fuente de poder que es el Señor. “Pablo
utilizó esta frase en respuesta a las amenazas de la vida. […] No es una expresión
de ‘triunfalismo humanista’, no es una expresión de bravuconería. […] Filipenses
4.13 es una herramienta espiritual que Dios nos da para batallar ante las situaciones
límites de la vida. […] Fil 4.10-20 nos enseña que las personas maduras en la fe
gozan de una salud integral. […] Y esa salud integral les da fortaleza para vivir
con integridad”.[3]
El Señor Jesucristo es la razón de ser de toda vida que acepte, profunda y
auténticamente, la supremacía de la acción de Dios en su vida. El poder del
Señor no produce “súper hombres” o “súper mujeres” que estén más allá del
sufrimiento o del bien y del mal. Eso sería una nueva forma de estoicismo. La
relación con el Dios de Jesús y con los beneficios de su salvación produce un
estado de paz y calma que puede afrontar todas las cosas.
Una prueba del acompañamiento divino fue la disposición de sus hermanos,
muy pobres (a diferencia de Corinto, por ejemplo), para ayudarlo (v.18: “Acuso
recibo de todo, y hasta tengo de sobra. Con lo que me enviaron por medio de
Epafrodito, tengo más que suficiente. Lo que me enviaron fue como una ofrenda
de incienso perfumado, un sacrificio que Dios recibe con agrado”). Porque la
fortaleza divina se canaliza en recursos que la vida cotidiana manifiesta para
fortalecer la confianza en la ayuda que viene de Él, pues Dios utiliza “gloriosas
riquezas”: “Todo lo que nos falte Dios lo ha de suplir, no conforme a nuestra
fe, no conforme a nuestros valores, no conforme a lo que nosotros queremos,
sino de acuerdo con sus riquezas en gloria”.[4]
Y ese poder supletorio de Dios será el que se manifestará, también, en
medio de esa comunidad que fue tan solidaria con el apóstol (v. 19): “…como Pablo depende de Dios, será
Dios quien supla a los filipenses lo que falta. El espacio de las relaciones
humanas no conoce otra dependencia que la del poder divino, que se manifiesta,
como Pablo lo explicitará claramente en otros escritos, como poder gratuito,
salvador, de una justicia que no se basa en la reciprocidad sino en la
misericordia del amor. Esa dimensión debe, pues, reinar también en la comunidad”.[5]
[1] Néstor Míguez, “Filipenses: La
humildad como propuesta ideológica”, en RIBLA,
núm. 62, 2009, 1, p. 35, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/62.pdf.
[2] Pablo Jiménez, “Para vivir con salud
integral” (audio), en http://drpablojimenez.com/2016/07/03/filipenses-4-13-para-vivir-con-salud-integral/
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] N. Míguez, op.
cit., p. 44.
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