jueves, 27 de abril de 2017

La iglesia de Cristo ante los desafíos presentes, Lic. Olivia Quezada

23 de abril de 2017

II Timoteo 4.1-8

Desafío. Término puede entenderse en varios sentidos. En primer lugar, como un reto, en una meta por alcanzar y que se torna en algo prioritario. O también podríamos entenderlo como una situación difícil o peligrosa con la que alguien se enfrenta. Un verbo que hace referencia a competir, retar o provocar a alguien. Un desafío puede ser, por lo tanto, una competencia donde una rivalidad queda en manifiesto.
Recuerdo aquella película que vi hace más de veinte años, llamada Despertares, la cual trataba de un médico que había hecho algunos descubrimientos con un medicamento o unas sustancias que parecía ser, curaban el Alzheimer. No obstante, así debía ponerlo en práctica con pacientes que estaban ya internados por las etapas severas que sufrían, a los cuales les comenzó a aplicar estas sustancias ya observar sus reacciones, para de esta forma dar seguimiento a los procesos y resultados de ellas. Casi de inmediato se dio cuenta de que había efectos positivos; algunos de ellos, sobre todo uno, comenzó a ser funcional y este médico, cada vez más, le fue confiando algunas actividades, incluso ambulatorias ya que su finalidad era ver si podrían incorporarse a la vida funcional por si mismos. Pero como en todo proceso, siempre hay regresiones o eventos secundarios con los cuales no contaba, y que tenía que ir atendiendo conforme iban surgiendo, no obstante, esto no impidió que sus descubrimientos si bien no fueron lo que él esperaba en la cura de dicho mal, si fueron determinantes en la progresión de los estudios para combatirlo.
El Apóstol Pablo, consciente de su pronta partida y preocupado por la Iglesia de Efeso, le da instrucciones precisas a su discípulo, reconociendo ante todo, su vocación al servicio de Dios y sus dones. Así que, partiendo de esta premisa, veremos que la Iglesia de Cristo ante los desafíos presentes, debe seguir instrucciones precisas esto es, si es que en realidad asume su vocación al servicio de Dios y pone en práctica sus dones.
Nietzsche es probablemente el pensador moderno que primero ha pensado esta situación. El ya ve al cristianismo como el denominador común de toda modernidad anterior, inclusive el liberalismo y el socialismo. Nietzsche no percibe —o no quiere percibir— la inversión del conjunto de sentido, por la cual pasa el cristianismo al constituirse como cristianismo desde el poder. Por tanto, hace arrancar el cristianismo imperial en Pablo, mientras en realidad se deriva de Augustinus. Pero su confrontación es ésta: el nihilismo activo frente al cristianismo de 2000 años. Nietzsche es a la vez un antijudaico furioso. Pero lo es más bien porque ve en el judaísmo la verdadera raíz del cristianismo. Por tanto, su confrontación es con un cristianismo que para él es denominador común para el judaísmo, el cristianismo, el liberalismo y el socialismo. Esta es la confrontación que ya trataba de llevar a cabo el fascismo, pero es hoy la confrontación subyacente al capitalismo cínico y nihilista de la globalización actual. Se trata de un anticristianismo metafísico.
En este sentido, la crisis fue anunciada y también provocada por el pensamiento de Nietzsche. El mundo se emancipa del cristianismo del mundo. La modernidad de hoy se lanza en contra de sus orígenes. No es posmoderna, sino poscristiana. Hay muchos fines que se anuncian. Fin de la utopía, fin de la historia, fin de la ideología, fin del humanismo, fin de los sueños. Lo que resume todo eso es: fin del cristianismo imperial, fin de la sustentación del poder por el cristianismo desde el poder, por el cristianismo del mundo, fin de cualquier cristianismo. Los fundamentalismos cristianos y sus evangelios de la prosperidad no son más que la venta en baratillo de este cristianismo.
Pero este anticristianismo metafísico no se lleva a cabo en las facultades de teología, que siguen siendo tranquilas. Por eso para los teólogos es difícil captar la situación. Sin embargo, este anticristianismo metafísico opera en las calles, en los medios de comunicación y lleva la voz cantante de la opinión pública.
En esta situación hace falta repensar nuestra propia historia. Pero este repensar tiene que empezar con repensar el propio cristianismo. No se trata simplemente de salvar el cristianismo, sino más bien de preguntarse si tiene sentido siquiera tratar de salvarlo.
Franz Hinkelammert, El grito del sujeto

1.        Instrucciones precisas - Dirección: La sana doctrina vs. gnosticismo de la época.
1.1.        v. 2 :  Anuncia el Mensaje en todo momento. Aun cuando ese no parezca ser el mejor.
1.1.1.        Problemas políticos a nivel mundial que tienen desde luego repercusiones de toda índole.
1.1.2.        Problemas a nivel nacional, que tal pareciera ya nos hemos hasta acostumbrado a escucharlos y tal vez hasta a lidiar con ellos.
1.1.3.        Problemas internos de la misma Iglesia.
1.2.        v.2b: Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y anímala
1.2.1.        Argumenta, dice la versión Hispanoamericana Traducción Interconfesional.  Trabajo arduo el de este joven, ya que para argumentar, necesitaba prepararse lo suficiente.
1.2.2.        Animar y exhortar, equivalen a lo mismo, sólo que con diferente contexto que no es regaño. Motivar: cualquier cosa que incita al organismo a una acción, la sostiene y le da dirección.
1.3.        v.2c: Instruye con mucha paciencia. Nuevamente la versión hispanoamericana nos dice: echando mano de toda tu paciencia y competencia en enseñar.
1.3.1.        Aquí sí bien vale la pena la acotación y quiero recordarles lo que al
inicio decía acerca de una de las acepciones en la definición de la palabra desafío y es la situación difícil o peligrosa con la que alguien se enfrenta.
1.3.2.       Cuando una Iglesia aprende a identificar sus problemas internos, llámense afanes protagónicos, luchas de poder, complejos de espiritualidad, búsquedas de identidad no adquiridas previamente en su entorno social, puede decirse que es una Iglesia que está practicando la sana doctrina.

2.        La Iglesia de Cristo asume su vocación al servicio de su Señor
2.1.        Buscarán halagadores del oído, toda clase de cuentos y novelerías
2.2.        La gente no querrá escuchar la verdadera enseñanza, la que tiene que ver con ese Jesús que acompañaba al pueblo, la que tiene que ver con el compromiso.

Sin la proclamación de Jesucristo como Señor no hay evangelio integral, y sin éste tampoco puede haber misión integral. aquí radica el problema con versiones del mensaje cristiano que restringen la acción de Jesucristo al ámbito de la religión privada, “lo espiritual”, y excluyen toda referencia a su soberanía sobre otros ámbitos de la vida humana. Si Jesucristo es el Señor de todo el universo, a quien le ha sido dada autoridad en el cielo y en la tierra, su soberanía se extiende tanto al ámbito económico como al político, tanto al ámbito social como al cultural, aún al ámbito estético como al ecológico, tanto al ámbito personal como al comunitario. Nada ni nadie queda excluido de su señorío.
Cuando la Iglesia pierde de vista la centralidad del Señor Jesucristo, deja de ser Iglesia y se constituye en una secta religiosa incapaz de relacionar el mensaje con la vida práctica y la vida pública. La iglesia integral es aquella que entiende que todos los ámbitos de la vida son “campos misioneros” y busca maneras de afirmar la soberanía de Jesucristo en todos ellos”.
René Padilla, “La Iglesia local, agente de transformación integral”

2.3.        Pero tú, haz bien tu trabajo. La versión hispanoamericana dice “mantente siempre alerta, proclama el mensaje de salvación, desempeña con esmero el ministerio”, esto es el servicio.
2.3.1.        Timoteo es convidado a mantener la calma en todo momento.
2.3.2.        Soportar sufrimientos. Ap. 2:10
2.3.3.        Anunciar siempre la buena noticia
Si la iglesia es la comunidad que confiesa a Jesucristo como Señor y vive a la luz de esa confesión, entonces la proclamación de Jesucristo como Señor y la invitación, dirigida a todos, a someterse a su soberanía son aspectos ineludibles de la misión de la iglesia. Como argumenta Pablo.

No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, porque a todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.

E insiste René Padilla:

Desde la perspectiva bíblica, la ortopraxis (la obediencia a todo lo que Jesús mandó a sus discípulos) es por lo menos tan importante como la ortodoxia, si no más, ya que tiene como meta que los discípulos vivan en función del amor y sean así hijos de su Padre que está en el cielo “perfectos, así como su Padre celestial es perfecto” (Mt. 5,45,48). Los discípulos de Jesús no se distinguen por ser meros adherentes de una religión (un culto a Jesús) sino por un estilo de vida que refleja el amor y la justicia del Reino de Dios. Por lo tanto, anunciar el evangelio del Reino no puede limitarse a “salvar almas”; su misión es “hacer discípulos que aprendan a obedecer al Señor en todas las circunstancias de la vida diaria, tanto en lo privado como en lo público, tanto en lo personal como en lo social, tanto en lo espiritual como en lo material. El llamado del evangelio es un llamado a una transformación integral que refleje el propósito de Dios de redimir la vida humana en todas sus dimensiones. Un desafío entonces para la iglesia es llevar una misión integral y ésa es posible solo cuando hay discípulos que tienen la visión de lograr que la levadura de los valores del Reino de Dios leude todas las esferas de la sociedad.


3.        La Iglesia de Cristo es incluyente 
3.1.        Pablo reconocía los dones de su discípulo
3.2.        Pablo no se sentía agredido por el desarrollo de su discípulo
             
3.3.        Una Iglesia verdaderamente carismática, es aquélla que ejerce todos sus dones

Conclusión

Si podemos repensar de esta manera nuestro cristianismo, seguramente estamos haciendo la misión al estilo de Jesús y seguramente tendremos nuestros despertares.

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