La Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday es una comunidad cristiana que adora y sirve al Dios único y verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ella se reúnen hombres y mujeres de todas las edades y de todas las condiciones para celebrar agradecida, gozosa y conscientemente el amor divino revelado en Jesucristo, y para ofrecer humilde pero sinceramente el afecto fraterno a todas las personas que buscan el consuelo de Dios y el calor de la comunidad humana.
lunes, 25 de noviembre de 2019
sábado, 23 de noviembre de 2019
Letra 646, 24 de noviembre de 2019
LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA MALAQUÍAS (III)
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos
bíblicos, 90).
3.1-4: La respuesta viene directamente del Señor: de pronto va a aparecer su mensajero, el
enviado a preparar su venida. Malaquías evita hacer de Dios mismo el juez de su
pueblo, ya que entonces no habría salvación para nadie. Será ése el papel de su
mensajero -en hebreo, es precisamente éste el nombre que se le da a nuestro
profeta-, que tiene la misión de velar por la alianza. La tradición lo identificará
más tarde con Elías (Mal 4.5s). Delante de él se juzgará la vida de cada uno.
La finalidad de su juicio no es la condenación, sino la purificación, ilustrada
por dos imágenes: la lejía de la lavandera y el fuego del fundidor. La
purificación tocará primero al clero, que volverá de nuevo a sus funciones
debidamente purificado; esto permitirá a todo el pueblo volver al culto
auténtico de siempre. 3,5: Se vuelve a la forma solemne del oráculo: el Señor
no tardará en ejercer el juicio, acusando a los infieles y a los opresores de
los débiles, ya que le han perdido todo respeto.
El
restablecimiento de la alianza (3.6-12)
El oráculo va dirigido a toda la
comunidad. En su decepción por no ver cumplidas las promesas, muchos acusan al
Señor de no ser ya lo que había sido para las generaciones anteriores.
La
respuesta es franca: ¡No he sido yo el que ha cambiado, sino vosotros! De ahí
la invitación a volver al Señor, para que también él pueda volver a ellos,
renovando su alianza y haciéndole producir frutos de prosperidad y de felicidad
(vv. 10b-11). Al acusar a sus oyentes de ser “hijos de Jacob” (v. 6b), el
profeta prepara el juego de palabras del v. 8, sobre la raíz hebrea 'aqab, de donde se deriva el nombre del
patriarca, que significa literalmente “coger en fraude” (Gn 27,36). ¡Como Jacob
el mentiroso, vosotros engañáis al Señor! ¿Le habrá chocado al copista la
audacia de esta fórmula para que haya invertido las letras de este verbo, a fin
de obtener el verbo qaba', “robar”?
De todas formas, el hebreo hace oír intencionalmente una asonancia machacante.
El
objeto del litigio es el diezmo que ya no se paga al templo (v. 8b). Por ahí es
por donde hay que comenzar de nuevo a vivir la alianza: el templo tendrá que
quedar abastecido para poder distribuir bienes entre los pobres (Dt 14,22-27).
Entonces, la bendición del Señor hará que caiga la lluvia fértil, protegerá las
cosechas y hará que dé frutos la viña. El país se convertirá en "tierra de
delicias".
El
profeta renueva aquí las promesas que acompañan al contrato de alianza de Dios
con su pueblo (Lv 26; Dt 28). La ofrenda material del diezmo inscribe al culto
en el plano de la creación. O por decirlo en términos de nuestros días: el
culto tiene una función ecológica, contribuye a la renovación de la naturaleza.
La
gran criba del día del juicio (3.13-4.3)
Los repatriados del destierro se
sentían cada vez más decepcionados: las promesas ligadas a su retorno no se
habían realizado. Su escepticismo se manifiesta en los reproches que dirigen
secretamente al Señor: ¿para qué servirle? ¿para qué respetar los días de ayuno
en plan de duelo? Sólo son felices los malos y aquellos que se atreven a desafiar
a Dios impunemente.
Ninguno
de estos pensamientos escapa a la atención del Señor. El nombre de los fieles
está inscrito en un libro, imagen del recuerdo que conserva de cada uno de
ellos. Es la primera mención bíblica del «libro de la vida», un tema que
cultivan con gusto los apocalípticos (Dn 12,1; Ap 3,5; 21,27; cf. ya Éx 32,32s;
y también Flp 4,3).
El
día del juicio ya se está preparando. Dios es un padre que protege a sus hijos
de la desgracia. Entonces, pero sólo entonces, se podrá constatar la suerte tan
distinta que reserva al justo y al malvado: un fuego devorador para consumir a
los inicuos, un sol saludable para curar a los fieles.
El
primer profeta y el último (4.4-6)
Dos amonestaciones, añadidas por
la tradición, sirven de conclusión al mismo tiempo a la colección de Malaquías
y al rollo de los doce profetas menores.
v.
4: Una invitación a recordar el don de la ley a Moisés, el más eminente de los
profetas (cf. Dt 34,10). Podría tratarse de una alusión a la reciente
proclamación de la ley por Esdras, en el año 399.
vv.
5-6: La identificación del mensajero anunciado en 3,1 con Elías, el último
profeta, que tendrá la misión de reunir a todas las generaciones y de preparar
así al pueblo para la venida del «Día del Señor». Es la primera huella que
encontramos del papel cada vez más importante que se atribuirá a Elías (cf. Mt
11,14; 16,24; 27,47; Jn 1,21). Ya sabemos cómo estas dos figuras emblemáticas
de toda la profecía aparecerán juntas en el relato evangélico de la
transfiguración de Jesús (Mr 9,2 y paralelos).
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CONTEXTO DEL LIBRO DE ESTER
François Castel, Historia de Israel y de Judá
Apenas
subir al trono, Jerjes (486-465) tiene que
dominar una nueva rebelión
en Babilonia. A diferencia de sus predecesores, hace arrasar la ciudad y sus
templos. Han surgido por ello dudas sobre su fe, ya que podría haber sido un
soberano marcado por la reforma de Zoroastro, que creía sólo en Ahura Mazda y
veía en todos los demás dioses demonios que tenían que ser destruidos.
Un
segundo acontecimiento habría de marcar su reinado: reanudando la política de
su padre, quiso someter a los griegos, pero esta segunda guerra médica acabó
para él en catástrofe (479) y los griegos volvieron a ocupar el Asia Menor.
También Egipto creyó que podía sublevarse y Jerjes tuvo que enfrentarse con la
rebelión. ¿Fue entonces cuando quedaron destruidas las ciudades de Siquem y de
Betel? La arqueología lo constata, pero no nos ofrece una explicación.
También
el libro de Esdras (4.6), menciona una queja contra los judíos, pero no hay
nada que nos permita señalar su contenido ni sabemos nada del juicio que se dio
sobre ella.
Después
de estos fracasos, Jerjes se retiró a sus palacios: había concluido la política
generosa que deseaba Ciro; se olvidaron sus buenos propósitos de justicia, de
orden, de prosperidad económica; se aplastó con impuestos a los pueblos
oprimidos y cualquier intento de sedición se vio implacablemente sofocado. En
su palacio, Jerjes se prestó a numerosas intrigas de harén, de modo que
Herodoto (9,108-113) vio en él “más bien un aventurero galante que un hombre de
estado enérgico”. Murió asesinado en el año 465.
En este marco es en el que
pretende situarse el libro de Ester. Es cierto que el autor conoce la corte de
Susa, sus costumbres religiosas y políticas, el carácter extravagante y sensual
del soberano. Sin embargo, el libro no hace más que utilizar este marco
arqueológico para ofrecernos un relato que no es posible fechar antes del siglo
II a. C. Tal como está, el libro nos revela de todas formas la dificultad de
vivir el particularismo judío en un ambiente pagano; los paganos pretenderán
siempre hacer desaparecer a esta comunidad. Estas dificultades ¿empezaron ya en
Persia o solamente en tiempo de los seléucidas?
Ester
salvará a su pueblo a través de las intrigas de harén; la interven-ción de Dios
no figura más que en la versión griega de Ester, sensiblemente distinta de la hebrea.
Ester no resulta muy simpática cuando consigue que la matanza se vuelva en
contra de los acusadores de los judíos y pide que el castigo se extienda y que
puedan ser saqueados los bienes de las víctimas.
Nos
encontramos ante una corriente judía nacionalista que expresaba sus rencores y
sus deseos de venganza contra los paganos. Se comprende que un libro semejante
haya tenido dificultades en entrar en el canon judío; de hecho, parece
ignorarlo la comunidad de Qumrán. Sin embargo, alcanzó un éxito enorme y fue la
ocasión de la fiesta de los Purim, una especie de carnaval en la que se
permiten todos los excesos. Esta fiesta debe quizás su origen a las fiestas del
nuevo año de Mesopotamia, que conoció cierto prestigio en la corte persa. ¿No
fue acaso Persépolis la capital sagrada reservada para la celebración del año
nuevo?
Lo
mismo que el rey iranio era responsable en dicha fiesta de la regeneración del
mundo, del triunfo del bien sobre todas las fuerzas del mal, también en la
fiesta de Purim se celebrará el triunfo de Israel sobre todos sus enemigos.
Actividades y avisos
OREMOS POR LOS
MINISTERIOS Y POR LA REUNIÓN DE PLANEACIÓN QUE SE LLEVARÁ A CABO HOY
***
CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 26 de noviembre, 19 hrs.
Modera: Hna. Martina Tolentino L.
Llamamiento: Salmo
124
Oración de ofrecimiento
Himno: “Grande gozo” (382)
Círculo de oración y testimonios
Lectura bíblica: Nehemías
13.19-31
Tema: Esd/Neh:
conclusiones del proyecto
Himno: “Jesús es el Señor” (224)
Ofertorio
Bendición pastoral
EL FINAL DEL LIBRO DE NEHEMÍAS
Philippe Abadie
Al carácter tan estereotipado de Esd 9.1 (cf. Dt 7.1; Jos 3.10; 24.11), Neh 13.23 opone un carácter más concreto, que se apoya en Dt 23.4-6 Y sólo se fija en los vecinos cercanos de Israel: las mujeres del país filisteo, de Amón y de Moab, Dt 23.3 añade a ellos el “bastardo” (mamzer), término muy raro que sólo se encuentra en Zac 9.6: “el bastardo habitará en Asdad”. Mediante esta relación lexical que equipara al bastardo con el asdodita, volvemos a la enumeración de Neh 13.23. Por lo demás, ¿qué significa Asdod? Por extensión, como hemos dicho, se alude a todo el país filisteo (v. 24).
“Hablar
asdodeo” parece tan peyorativo como nuestra expresión: “hablar en chino”. A ese
hablar bárbaro, por ser extranjero, se opone el “judío” (cf. 2 Re 18.26, 28; 2
Cr 32.8; Is 36.11, 13). Este dato deja percibir la importancia cultural de la
reforma emprendida por Nehemías, reforma tanto más necesaria cuanto que la
lengua transmitida por las madres es el vehículo de la civilización y de la
religión judías. La pérdida de la cultura judía para las generaciones venideras
no era una vana amenaza para el propio monoteísmo, tal como nos lo recuerda el
ejemplo de los “matrimonios extranjeros” de Salomón, que le condujeron (y con
él a su reino) al pecado contra Dios. De ahí el juicio que pronuncia el v. 27.
En
el libro, la expresión “traicionar a Dios” va siempre ligada a este tema: cf.
Esd 9.2-4; 10,2.6.10. Esta expresión es también frecuente en las Crónicas, pero
nunca ligada al tema de los matrimonios mixtos: la infidelidad a Dios tiene
lugar en la búsqueda de otros dioses (1 Cr 5.25; 2 Cr 28.19, 22; 30.7) o en la
transgresión del culto (2 Cr 26.16). […]
A
estas razones teológico-religiosas bastante explícitas se añadían sin duda
otras razones económicas, que han puesto de relieve algunos estudios recientes
sobre el tema de la esposa extranjera. Los Papiros de Elefantina muestran que
en la sociedad judía las mujeres podían heredar bienes (riquezas, inmuebles) y
tierras. ¿No habrá entonces una amenaza de disolución de la herencia judía, que
podía caer “en manos extranjeras”? De ahí la viva reacción de las autoridades
judías del retorno (Esdras, Nehemías). En este mismo sentido irían ciertas notas
polémicas contra la mujer extranjera en Prov 1-9 (cf. Prov 5.10).
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PRÓXIMAS
ACTIVIDADES
DICIEMBRE: LA ENCARNACIÓN, FE PLENAMENTE
RECONSTRUIDA POR DIOS
1 – 1er Domingo de Adviento / Santa Cena / Reunión de Consistorio
El futuro incierto del pueblo reconstruido en las sabias manos de Dios, L. Cervantes-O.
24 de noviembre, 2019
Entonces reprendí así a
los jefes de Judá: “¡Está muy mal lo que hacen! ¡No están respetando el día
sábado! Acuérdense de que, cuando sus antepasados hicieron lo mismo, Dios nos
castigó a nosotros y también a esta ciudad. Si ustedes no descansan y adoran a
Dios el día sábado, él nos castigará aún más. Nehemías 13.17-18, TLA
La
última sección del capítulo final de Nehemías muestra al dirigente y
reconstructor del pueblo judío sumamente preocupado por el destino que tendrían
sus reformas y su actuación completa al frente de todo el proceso. Debido a
ello aparece ejerciendo su autoridad moral y sociopolítica hasta el último momento.
La historia seguiría su marcha ya sin él presente y el rumbo del pueblo estaría
a expensas de los vaivenes externos, comenzando con la voluntad del imperio
persa que duraría todavía, al menos un siglo más. Además, se agudizaría el
conflicto con Samaria, el cual se extendería durante mucho tiempo, incluso
hasta la época de Jesús de Nazaret. Los episodios referidos en Neh 13.15-31
demuestran que, a pesar del empeño de los líderes que tuvo el pueblo durante el
tiempo de la reedificación, las nuevas normas establecidas por ellos debieron
abrirse paso con enormes dificultades y resistencias, al grado de que, como es
muy palpable en este relato, el propio Nehemías debió actuar con mano dura. El
perfil futuro del pueblo había sido trazado con energía para cubrir todas las
áreas de la existencia religiosa, moral y sociopolítica de la comunidad, aun
cuando la oposición a los cambios consiguió rechazar o modificar algunos de
ellos. El enfático retorno a respetar la autoridad de la Ley debió aplicarse
mediante el apoyo efectivo del sacerdocio, que fue reinstalado en medio de las
dudas de algunos sectores y de las advertencias de los profetas. El culto,
enmarcado en las obligaciones de la renovación de la alianza antigua, debía
estar, una vez más, centralizado en el templo de Jerusalén, lo que puso
nuevamente en riesgo la viabilidad de la religión yahvista, especialmente en el
contexto del mestizaje y del sincretismo que avanzaron fuertemente.
Si el destierro fue entendido como “la sanción de los
compromisos de los reyes y de los sacerdotes con la idolatría, consecuencia a
su vez de las alianzas con el extranjero”, se esperaba que, desde entonces en
adelante, “los sacerdotes deberían dar ejemplo de renuncia a esos compromisos,
especialmente por una segregación radical en sus alianzas matrimoniales (Ez 44.22;
Esd 10.18-44; Neh 13.28-30)”.[1] La
estricta reingeniería que se aplicó para cambiar el rostro de la comunidad tuvo
que ver, en primer lugar, con la celosa observancia del sábado como día de
descanso para todos/as (13.15-22a). “Esta práctica iba acompañada de una
elevada espiritualidad: observar el sábado era imitar a Dios mismo (Gn 2.2-3) Y
significar la libertad inalienable de su pueblo dentro incluso de la opresión”.[2] No
obstante, para los profetas (especialmente Is III, 58.3-8; 13-14), “el sábado y el ayuno no significan nada sin la
justicia social que exigen los mandamientos”.[3] Este
tono profético, que en absoluto era nuevo en medio del pueblo, marcó para
siempre la espiritualidad comunitaria y obligó a no dejarla nunca de lado, aun
cuando en Esd/Neh no se insiste demasiado en la actuación de los profetas que,
por cierto, estaban en los dos bandos.
Por otro lado, los grandes peligros religiosos y
culturales de la mezcla racial son señalados en la realidad misma de que buena
parte de las nuevas generaciones de judíos ya no hablaban el idioma propio sino
el de la vertiente materna extranjera: Asdos, Amón y Moab (13.23-24),
especialmente el de los dos últimos pueblos, cuya inserción en el judaísmo
estaba expresamente prohibida por la ley antigua, como se recuerda al inicio
del cap.13. Esa situación hizo que Nehemías enfureciera, literalmente, y que los
confrontara duramente (25a) para luego agredir físicamente y maldecir a algunos
de ellos (25b). Esta medida tan desesperada se puede explicar porque el
reformador y reconstructor percibió claramente los alcances de semejantes
irregularidades y desobediencias. Para fortalecer sus advertencias recurrió al
pasado y trajo a colación las acciones nefastas de Salomón en ese sentido, a
quien sus muchas esposas extranjeras hicieron pecar (26), para luego anunciar
solemnemente que ese tipo de “traición” no se iba a permitir a partir de
entonces (27).
Inmediatamente después, se ofrece un ejemplo de tal
intransigencia, completamente justificada en el caso del sacerdote Joiada, cuyo
hijo estaba casado con una extranjera (28a), nada menos que hija de Sanbalat,
nativo de Horón, líder samaritano y funcionario del gobierno persa, opositor
recalcitrante al proyecto de reconstrucción (28b; 2.10, 19; 4.1). El
historiador Flavio Josefo registra este hecho en sus Antigüedades judías (XI, vii, 2). Tal unión ponía en riesgo la
pureza del sacerdocio y, por ello, Nehemías expulsó al hijo de Joiada (28c)
para evitarlo. Josefo agrega que, después de la expulsión de Manasés, Sanbalat
consiguió que se nombrase a éste como sumo sacerdote del culto samaritano en
Gerizim, cerca de Siquem (XI, viii, 2-4), pero hay serias dudas históricas
sobre el acontecimiento. A esto se le conoce como “el cisma samaritano”.[4]
La penúltima oración breve del dirigente surgió
precisamente por la desobediencia de los sacerdotes y reclama el castigo para
ellos (29). Esa acción condujo a la separación radical de los extranjeros del
sacerdocio (30), otra medida fundamental para mantener impecable la estirpe sacerdotal.
Finalmente, luego de organizar los turnos sacerdotales y las tareas necesarias para
el sacrificio, Nehemías concluye con una oración en la que ruega ser recordado
por Dios (31b), acaso porque su retorno a Persia sería definitivo y era seguro
que no volvería a Jerusalén. Isaías 56.6, en el inicio mismo de la tercera
parte del libro, parece contradecir toda esta orientación de cerrazón racial mediante
una afirmación completamente coherente con la obediencia a la ley judía por
parte de los extranjeros: “A los extranjeros que me adoran, / que respetan el
día de descanso, / y son fieles a mi pacto, / yo los traeré a mi monte santo / y
los haré dichosos / en mi casa de oración”.
La proyección futura del destino del pueblo se
proyectó en varios niveles, especialmente a partir de las afirmaciones de
Isaías 56-66, que plantea, por un lado, las exigencias éticas como resultado del
respecto por la Ley, el culto y el sábado, y por el otro, a través de la inclusión
de los extranjeros conversos ante la inevitable mezcla racial y cultural,
además de la visión hacia un futuro universal de paz y justicia, una nueva
creación, tal como se atisba en los capítulos finales (65-66). Is 59.9-15 y
63.15-64.12 (en paralelo con lo que después dirá el Salmo 74) exponen el
reconocimiento de los errores del pueblo, su arrepentimiento y su dolor por lo sucedido
en el templo ante la aparente inacción de Dios (“Nuestro grandioso santuario, /
donde nuestros padres te alababan, / ha sido destruido por el fuego. / ¡Todo lo
que tanto queríamos / ha quedado en ruinas! / Y ahora, Dios nuestro, / no te
quedes sin hacer nada; / no te quedes callado / ni nos humilles más”, 64.11-12),
razón por la que Dios anuncia que su pacto sigue adelante (59.21). prueba de ello
es la manera en que se habla del futuro glorioso de Jerusalén como parte de la
extensión pacífica de la fe yahvista en el mundo (60.6-9): “Vienen para
adorarme, / pues soy el Dios santo de Israel / que los llena de poder”. Incluso
las puertas no se cerrarán nunca (60.11), al revés de lo que hizo Nehemías (13.19).
Este magnífico horizonte tiene tintes escatológicos y cósmicos en la respuesta de Dios del
cap. 65.17-25, anunciando cielos y tierra nueva y, en el capítulo final, la
felicidad total de Israel, en completa armonía con el cosmos y con los demás
pueblos de la tierra (22) El futuro incierto del pueblo reconstruido en las sabias
manos de Dios aún depararía muchas sorpresas: “Toda la humanidad vendrá a
adorarme / semana tras semana / y mes tras mes” (23, RVR 1960).
[1] Claude Tassin, El judaísmo desde el destierro hasta el
tiempo de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1987 (Cuadernos bíblicos, 55), p. 48.
[2] Ibíd.,
p. 32.
[3] Ibíd.,
p. 41.
[4] Cf. Paolo Sacchi, Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo. Israel entre los
siglos VI a.C. y I d.C. Madrid, Trotta-Pontificia Universidad Católica del
Perú, 2004 (Estructuras y procesos, serie Religión), pp. 167-169.
Nehemías 13.15-31 / II Corintios 5.1-10, TLA
15 En ese tiempo vi que en Judá, los sábados, algunos hacían vino y llevaban manojos de trigo sobre los burros. También cargaban vino, racimos de uvas, higos y toda clase de cargas, y todo eso lo traían a Jerusalén para venderlo. Entonces los reprendí por eso. 16 Además, algunos de Tiro que vivían en la ciudad, llevaban pescado y toda clase de productos a Jerusalén, para vendérselos a la gente de Judá los días sábados. 17 Entonces reprendí así a los jefes de Judá:
«¡Está muy mal lo que hacen! ¡No están respetando el día sábado! 18 Acuérdense de que cuando sus antepasados hicieron lo mismo, Dios nos castigó a nosotros y también a esta ciudad. Si ustedes no descansan y adoran a Dios el día sábado, él nos castigará aún más».
19 Entonces ordené que los portones de Jerusalén se cerraran en cuanto empezara a anochecer el viernes, y que no se abrieran hasta el anochecer del sábado. Puse a algunos de mis ayudantes para que vigilaran las entradas y no dejaran entrar ninguna carga en día sábado. 20 Una o dos veces, algunos comerciantes y vendedores pasaron la noche fuera de Jerusalén. 21 Yo discutí con ellos y les advertí que, si volvían a pasar la noche junto al muro, los sacaría de allí por la fuerza. Desde entonces no volvieron a presentarse en día sábado. 22 Luego ordené a los ayudantes de los sacerdotes que se purificaran, y fueran a vigilar las entradas para que se respetara el día sábado. Entonces le dije a Dios: «¡Dios mío, tampoco olvides esto que he hecho! Ya que eres tan bueno, ¡ten compasión de mí!»
23 En ese tiempo vi también que algunos judíos se habían casado con mujeres de países como Asdod, Amón y Moab. 24 La mitad de sus hijos hablaban el idioma de Asdod y de otros países, pero no conocían el idioma de los judíos. 25 Discutí con esos hombres y los maldije. A algunos les di de golpes, les arranqué el cabello y los obligué a prometer, en nombre de Dios, que ni ellos ni sus hijos o hijas se casarían con extranjeros. 26 Además, les recordé:
«Ustedes han cometido el mismo pecado que cometió Salomón. Entre muchas naciones no hubo un rey como él. Dios lo amó y lo puso como rey sobre Israel, pero fueron sus esposas extranjeras las que lo hicieron pecar. 27 Por eso, nosotros no vamos a permitir que se cometa este grave pecado contra nuestro Dios. No traicionaremos a Dios casándonos con mujeres extranjeras».
28 Joiadá, que era hijo del jefe de los sacerdotes, tenía un hijo que se casó con una extranjera. Ella era hija de Sambalat el de Horón. Así que obligué al hijo de Joiadá a irse lejos de Jerusalén. Luego hablé con Dios, y le dije: 29 "¡Dios mío, castiga a los sacerdotes y a los ayudantes que no han respetado el pacto que hicieron contigo!".
30 De esta manera los separé de los extranjeros y de todo lo que tuviera que ver con ellos. Luego organicé los turnos de los sacerdotes y de sus ayudantes, cada uno en su tarea. 31 Organicé también a los que traían la leña, para que lo hicieran en las fechas indicadas, y organicé la entrega de los primeros frutos. Luego le dije a Dios: "¡Acuérdate de mí, Dios mío, y trátame bien!".
lunes, 18 de noviembre de 2019
sábado, 16 de noviembre de 2019
Letra 645, 17 de noviembre de 2019
LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA MALAQUÍAS (II)
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos bíblicos,
90).
Se acusa a los sacerdotes de despreciar
al Señor, probablemente con gran asombro de los mismos: ¿acaso no
celebran regularmente el culto? La crítica se refiere al valor de los
sacrificios: se ofrecen animales tarados, que ni siquiera se atreverían a
ofrecer al gobernador. ¿Cómo podrá sentirse honrado el Señor con ellos? Por eso
afirma su desaprobación total de este culto indigno, declarándolo “impuro”.
Se acusa a veces a Malaquías de
ritualismo, dado que concede una gran importancia a la pureza de los sacrificios.
Insiste también en las prescripciones relativas al diezmo y a los tributos
sagrados (3.8ss). Mientras que los profetas anteriores al destierro atacaban frontalmente
el culto sacrificial, este profeta parece limitar su crítica a las faltas
cometidas contra la Ley.
Pero su preocupación central,
sigue siendo la misma: va en ello el honor que se debe a Dios como a un padre (1.6).
El culto se ha convertido en un engaño (3.8). La culpa está en los sacerdotes,
que se prestan a estas malversaciones, salvando las apariencias.
2.11-14: Para confundir la buena conciencia de los sacerdotes, el
profeta compara su culto con el que se ofrece entre las naciones paganas.
¿Alude al culto ofrecido por los judíos dispersos entre las naciones? No es
probable, ya que por esta época el culto auténtico sólo podía celebrarse en
Jerusalén. Tampoco se trata de afirmar que todos los cultos tengan el mismo valor:
Malaquías recordará que Dios ha hecho una alianza particular con el clero de
Leví (2.4). Se trata más bien de afirmar que los paganos toman su culto más en
serio que los sacerdotes de Jerusalén el suyo; en esto, sus ofrendas son un
honor que se rinde a Dios por todo el mundo. En cuanto a los sacerdotes de
Jerusalén, Malaquías los acusa de no apreciar en nada el altar de los
sacrificios, a pesar de que es “la mesa del Señor”. Engañan al Señor, pero él
no se deja engañar. Mientras que por todo el mundo se respeta su nombre, ¡su honor
se ve pisoteado en Jerusalén!
2.1-9: Después de la denuncia vienen las amenazas de condenación: la
bendición que debería animar al culto se cambiará en maldición. Los sacerdotes
se verán castigados en lo que constituye su identidad: su descendencia
necesaria para asegurar su ministerio y su existencia alejada de todas las impurezas.
Serán echados fuera del templo junto con la basura de los animales sacrificados
(cf. Ex 29.14).
Sin embargo, el Señor no retira
el compromiso que tomó con Leví cuando le confió el sacerdocio. Al contrario, quiere
devolver a esta «alianza» su eficacia, ya que es fuente de vida y de felicidad.
Pues bien, Leví cumplía sus funciones respetando escrupulosamente al Señor. En
esta descripción del sacerdote perfecto, se observa que no se dice nada de los
sacrificios; la función principal de un sacerdote no consiste en ofrecer sacrificios,
sino en enseñar y en conducir al pueblo al “conocimiento”. El sacerdote es ante
todo un catequista que comunica al pueblo los deseos del Señor (cf. Dt 33.9b-10).
Esta “alianza” es la que han roto los sacerdotes, arrastrando al pueblo fuera
del camino de la ley.
La
traición del matrimonio (2.10-16)
El profeta abandona aquí el estilo oracular para comprometer a
su auditorio en una reflexión sobre la solidaridad que debe presidir las
relaciones sociales. Es un discurso en “nosotros”, en donde el profeta se sitúa
entre sus oyentes para preguntarse él mismo qué es lo que ocurre a su
alrededor. La paternidad del Dios Creador hace hermanos a todos los miembros de
la comunidad. Ya el Deuteronomio insistía en los deberes para con aquél que es “tu
hermano” (Dt 15,7.9.11.12; etcétera). Pues bien, la vida social se desarrolla lejos
de este planteamiento.
Se denuncia más concretamente a
dos culpables: primero, al hombre que se casa con una mujer que venera a una
divinidad extranjera, aun cuando él siga presentando sus ofrendas al Señor;
luego, a los que se lamentan de no ver escuchadas sus plegarias, siendo así que
han traicionado y repudiado a sus mujeres, rompiendo así la unidad conyugal de
la que el Señor es testigo. Más que estas faltas en sí mismas, el profeta
denuncia el hecho de que se cometen so capa de participar en el culto. No se
trata solamente de una traición contra los hermanos, sino de una traición contra
el Dios de la alianza.
De paso, el profeta aporta una
enseñanza preciosa sobre el matrimonio (vv. 14-16). Reinterpreta la unidad
conyugal a la luz de Gn 2,23-24, aunque insiste de una forma nueva en la
procreación. Desgraciadamente, el texto hebreo del comienzo del v. 15 está mal
conservado y es difícil de restaurar; de ahí las vacilaciones en las
traducciones modernas.
El
juicio de los infieles (2.17-3.5)
2.17: el discurso comienza con un diálogo del profeta con sus
oyentes. Los fieles le reprochan al Señor que favorezca a los malhechores. Es
el gran problema que plantea la felicidad que disfrutan los malvados. Este
problema atormentaba también a los salmistas (cf. Sal 37; 73; etc.). La
pregunta procede probablemente de los repatriados del destierro, que se
escandalizaban de ver sus propiedades familiares acaparadas por la población
que se había quedado en el país. ¡Que Dios manifieste finalmente su justicia
contra ellos!
________________________________________
LA BIBLIA Y LA RELIGIÓN EN LA GRAVE CRISIS QUE VIVE
BOLIVIA
CNN, 14 de noviembre de 2019
“La Biblia vuelve a Palacio”. Esa fue una de las primeras declaraciones
de la presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, tras autoproclamarse en el
cargo, este martes, luego de semanas caóticas de tensión política en este país. Con Biblia en mano, la presidenta
interina inició su gobierno dando uno de los primeros cambios en la política
boliviana: regresar la Biblia al Palacio de Gobierno. Agradeciendo a los
movimientos cívicos, sociales y a la ciudadanía “por haber pensado solo en
Bolivia”, la gobernante levantó la Biblia y dijo que “esto es por Bolivia”. “Bolivia es un país tremendamente religioso y muy místico y hace
que predomine mucho el providencialismo, es decir, esta creencia de que para cualquier
actividad es necesaria la ayuda de Dios o de las divinidades”, le dijo a CNN en
Español Fernando Cajías, historiador y catedrático en Culturas Bolivianas de
las universidades Mayor de San Andrés y Católica Boliviana. Las declaraciones
de Áñez son un giro de 180 grados respecto a la política de Evo Morales, que duró casi 14 años en el poder. Desde la
llegada al poder de Morales, en 2006, tanto el mandatario como otros
funcionarios públicos dejaron de jurar sobre la Biblia. Tanto el mandatario
como algunos de sus funcionarios fueron posesionados con la mano izquierda
arriba, en señal del socialismo.
Antes de 2009, la Constitución
política de Bolivia decía que “el Estado reconoce y sostiene la religión
católica, apostólica y romana”, aunque reconocía “el ejercicio público de todo
otro culto”, pero el Estado era primordialmente católico. Con la Constitución de
2009, Bolivia pasó a ser un Estado laico, “independiente de la
religión”.
Un
país muy católico
No solo Áñez, también el líder opositor Luis Fernando Camacho
usó la Biblia en este momento crítico para Bolivia. Para entender por qué es
necesario entender el contexto religioso de Bolivia.
En este país, la mayoría es católica romana (76,8%), una minoría es
evangélica y pentecostal (7.1 %) y protestante (1,7%), de acuerdo con datos de
2012. Según Cajías, en el país hay cuatro cosmovisiones con las que se puede
entender la espiritualidad boliviana:
Por un lado está la cosmovisión
de los indígenas (que son el 20% de la población del país), que sobrevive a pesar de la
evangelización. Por otro, dice el experto, están las iglesias no católicas, que
entre evangélicos, pentecostales y protestantes representan un 8.8% de la
población. Luego están los católicos, que representan un 76% de la población.
Entre ellos, están los “católicos mestizos” y los “católicos ortodoxos”.
Los primeros mezclan lo católico
con la cosmovisión indígena. Y las tradiciones bolivianas están muy conectadas
con esta corriente, señala el experto. Hace falta ver el Festival de Oruro,
declarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco, en el que hay
una mezcla de tradiciones culturales con religiosas: “El culto al tío de la
mina, que a la vez se convierte en el diablo del cristianismo”, dice Cajías.
También hay culto a la Virgen del Socavón y hay un Día de la Madre Tierra o
Pachamama.
Y por otro lado están los
“católicos ortodoxos” que tienen “una fe muy grande tanto en Cristo como en la
Virgen María”, dice el experto. Este último es más fuerte en ciudades como
Trinidad y Santa Cruz, justamente de donde son originarios la presidenta
interina, Áñez, y el líder opositor Luis Fernando Camacho.
El domingo, tras la renuncia de
Morales, Camacho entró al Palacio de Gobierno y puso sobre la bandera boliviana
una Biblia y se arrodilló frente a estos símbolos. “No tumbamos un gobierno”, dijo Camacho en sus redes sociales. “Liberamos a un pueblo en
fe. Solo se llevó una Biblia a Palacio y una carta de renuncia”. […]
Actividades y avisos
OREMOS POR LOS NUEVOS MINISTERIOS
Y POR LOS PLANES Y ACTIVIDADES DE 2020
***
CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 19 de noviembre,
19 hrs.
Modera: D. I. Ismael Núñez C.
Llamamiento: Salmo
123
Oración de ofrecimiento
Himno:
“La mañana gloriosa” (207)
Círculo de oración y
testimonios
Lectura bíblica: Nehemías 13.25-31
Tema: Perfil de las reformas finales de Nehemías
Himno: “Cerca
de ti, Señor” (314)
Ofertorio
Bendición pastoral
EL TRIUNFO DE LA ENDOGAMIA
Xabier Pikaza
U
|
n
problema clave en la reforma de Esdras/Nehemías ha sido la búsqueda de una
“identidad propia”, en el plano religioso y social, es decir, la existencia de
un pueblo formado por personas con una identidad propia, capaces de marcar su
territorio social. En este contexto, donde parece que todo se ha perdido (y en
un sentido se ha perdido todo, pues no existe ya un Estado nacional), puede
surgir y surge todo: el nuevo judaísmo.
Antes,
los israelitas lo eran “por nacimiento y por pertenencia a un grupo social” (aunque
en un contexto de mezcla constante entre elementos yahvistas y signos de la
diosa o de los dioses cananeos). Ahora, dentro de la nueva tendencia universal
del imperio, primero persa y luego helenista, los judíos sólo pueden surgir y
mantenerse como tales si definen y refuerzan su voluntad de ser judíos, optando
por un modo de vida distinto, en el plano religioso y social. En este contexto
se suscita el problema de las relaciones con los otros pueblos y el de la
pureza étnico-religiosa, que se expresa de un modo especial en la prohibición
de matrimonios mixtos.
El
tema de los matrimonios aparece de forma menos elaborada, en la parte final de
las memorias de Nehemías (Neh 13). […]
Éste
parece históricamente el texto más antiguo y menos teologizado sobre el tema y
en él se vinculan dos elementos básicos de la identidad judía: la sacralidad
del sábado, impuesta de un modo oficial en Jerusalén, y la prohibición del
matrimonio con mujeres extranjeras, por el riesgo que ello implica de
disolución del judaísmo, que ahora se entiende como una comunidad de personas
vinculadas sacralmente a un templo y cerradas socialmente en sí mismas.
El
símbolo del judaísmo es de esa forma una ciudad que se recluye en sus muros (en
torno a su templo) sin que pueda entrar nadie a contaminarla en un día de
sábado, una comunidad de hombres y mujeres que se clausuran en sus límites
sociales (sin aceptar mujeres externas). La observancia del sábado y el rechazo
del matrimonio con extranjeras constituyen los dos grandes signos del nuevo
judaísmo. […]
Estamos
ante un pueblo muy preocupado por mantener su pureza social y religiosa, para
guardarse de esa forma libre de contaminación, distinguiendo así lo puro de lo
impuro. En esa línea, las mujeres extranjeras aparecen como impuras, de forma
que pueden contaminar al pueblo.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
24 – Reunión de planeación para 2020
Reingeniería divina y reformas finales de Nehemías, L. Cervantes-O.
17 de noviembre de 2019
Luego de hacer eso, le dije a Dios: “¡Dios mío, toma en cuenta esto que acabo de hacer, y no te olvides de todo lo bueno que he hecho por tu templo y por el culto!”. Nehemías 13.14, TLA
El
último capítulo del libro de Nehemías traza el panorama final de las reformas
realizadas y coloca el proyecto realizado en un horizonte futuro sumamente
preocupante por causa de la inestabilidad que refleja el relato. Ante la conclusión
de los trabajos de reconstrucción y reedificación, era preciso redefinir el
rumbo del pueblo en medio de una situación que, al menos aparentemente, había
alcanzado cierto equilibrio. A la alegría del capítulo anterior, en el que se
consagraron los trabajos terminados de las murallas y el templo, le seguiría
ahora una etapa de transición que conectaría, posteriormente, con la nueva hegemonía
de turno. Nehemías deseaba dejar como legado propio un ambiente lo más estable
posible, a fin de continuar la marcha hacia adelante, al menos ya con la
comunidad judía establecida en el añorado territorio antiguo, aun cuando
seguirían sometidos a los designios de los imperios sucesivos. Con todo, se aseguró
la continuidad de la tradición judía durante varios siglos sobre nuevas bases,
que se mantuvieron bastante firmes en medio de los vaivenes sociopolíticos. El
futuro más comprometedor sería valorar la continuidad (o discontinuidad) de
todos estos procesos con el surgimiento de los asmoneos como una fuerza que
resistió violentamente las agresiones de gobernantes posteriores. El imperio
persa extendería su dominio hasta el año 333 a.C., cuando Alejandro Magno lo
sometió e incluso visitó Palestina. A partir de entonces se consumaría la
helenización del mundo conocido.
Lo primero que salta a la vista es la continuidad de
la lectura pública de la ley antigua que, nuevamente, permitió recuperar
algunos lineamientos relacionados con la pureza racial del pueblo. La ordenanza
específica era en contra de incorporar a amonitas y moabitas (13.1; Dt 23.3). La
razón de la prohibición era muy antigua: “…esa gente no les dio a los
israelitas el pan y el agua que necesitaban, y en cambio le pagó a Balaam para
que los maldijera” (13.2a; Nm 22-24). En aquella remota ocasión Dios transformó
los malos augurios en algo bueno (2b). Inmediatamente, se procedió a expulsar a
todos los que se habían mezclado con extranjeros (3). La marea nacionalista y
purificadora nuevamente estaba en marcha para aplacar los impulsos integradores
y más abiertos hacia otros pueblos.
La oportunidad por demostrar los males de estas
relaciones raciales aparece a continuación, pues el sacerdote Eliasib, jefe de
las bodegas del templo, había emparentado con Tobías, el gobernador amonita (4)
y le había permitido ocupar una habitación dentro del mismo, lo cual fue visto
como una auténtica profanación, dado que allí se guardaban ofrendas y
utensilios para los sacerdotes, sus ayudantes, los cantores y los vigilantes de
las entradas (5). Eso sucedió en ausencia de Nehemías, quien en el año 32 de Artajerjes
estuvo en Babilonia con él (6a). Al volver, autorizado por el rey, se enteró de
esas acciones (7) y reaccionó con enorme enojo, por lo que ordenó el desalojo y
la purificación obligada de ese espacio (8-9), para luego retomar el uso
original del lugar. Este episodio muestra la gran reacción del dirigente en
contra de una decisión realista y relajada del nuevo sacerdocio de Jerusalén.
A la nueva imposición del criterio de pureza racial el
teólogo español Xabier Pikaza (Las mujeres de la Biblia Judía) lo denominó “el
triunfo de la endogamia”, es decir, el cierre de la posibilidad de un mestizaje
que, aun cuando estaba en jarcha y resultaría imparable, fue un gran obstáculo
para afianzar mucho de lo conseguido con la reconstrucción realizada hasta ese
momento.
El
rechazo de la Diosa se refleja en la expulsión de las mujeres extranjeras, de
tal forma que el nuevo judaísmo se constituye como un pueblo endogámicamente
religioso. […]
La
observancia del sábado y el rechazo del matrimonio con extranjeras constituyen
los dos grandes signos del nuevo judaísmo. […]
El
gesto de expulsar a las mujeres “extranjeras” (que estrictamente hablando no
eran extranjeras, pues formaban parte de otras corrientes de vida israelita)
constituye un signo de debilidad extrema: los dirigentes judíos temen las
mujeres que tengan otra forma de entender la vida (otra manera de interpretar la
cultura/religión, sobre todo porque ellas tienen en sus manos el cuidado de los
hijos). Por eso, a fin de asegurar la fidelidad socio/religiosa de sus hijos,
los jefes del nuevo judaísmo exigen que las mujeres de los judíos sean también
judías de su misma tendencia. De esa
manera, la experiencia más honda de trascendimiento y fidelidad ética del
judaísmo se ha vinculado con un gesto ambiguo de separación: para ser religioso
y judío fiel hay que expulsar a las mujeres extranjeras. De los derechos de
esas mujeres no se dice nada.[1]
Pikaza profundiza en esta determinación mediante una
lectura perspicaz sobre sus objetivos más profundos: el principio matrilineal (judío
= hijo de judía) no estaba al servicio de la mujer sino al contrario. Se trataba
de defender a los hombres, de evitar que ellos se contaminasen al casarse con
mujeres impuras (que tendrían, a su vez, hijos impuros). “Esta ley sirve para
proteger el carácter judío de un hombre y de sus hijos. Este principio (¡que no
se case un judío con una no judía!) no se puede invertir, pues en el caso de
una mujer judía que se casa con un no-judío, sus hijos pertenecen a la familia
del marido (están fuera de Israel), de manera que no constituyen un riesgo de
contaminación para el judaísmo”.[2]
El otro aspecto de la narración es la falta de
obediencia a las determinaciones sobre el apoyo alimenticio a los ayudantes de
los sacerdotes, quienes junto con los cantores decidieron irse al campo (10). Nehemías
reprendió airadamente a los responsables por esa falta y reinstaló a las
personas en cuestión (11), con lo que se retomó lo acordado sobre el acopio y
el manejo de los recursos, especialmente los diezmos de trigo, vino y aceite
(12). Luego nombró a otro encargado de las bodegas con sus ayudantes, con el
fin de que la distribución fuese equitativa (13). Es en este punto en que
reaparece otra de las oraciones breves de Nehemías referidas a su actuación: “Luego
de hacer eso, le dije a Dios: ‘¡Dios mío, toma en cuenta esto que acabo de
hacer, y no te olvides de todo lo bueno que he hecho por tu templo y por el
culto!’” (14). Sigfried Herrmann apunta muy bien acerca de la minuciosidad de
estos relatos: “Estos sucesos y estas medidas especiales cuadran claramente con
la imagen compleja de la época; pero precisamente lo cotidiano necesitaba ser
regulado hasta en sus detalles. Esdras y Nehemías debieron consolidar de forma
decisiva para varias generaciones la situación postexílica de Jerusalén-Judá”.[3]
De modo que la reingeniería divina para reconstruir al
pueblo atravesó por factores familiares, sociopolíticos y religiosos que, al
entrar en juego de manera dinámica, obligó a dirigentes como Nehemías a actuar
mediante la complicada implementación de sus últimas reformas, encaminadas a
consolidar lo conseguido en el proceso de reconstrucción y reedificación física
y de las instituciones sagradas. El proyecto divino se estableció, así, gracias
a la conjunción de múltiples elementos que entraron en juego.
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