LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA MALAQUÍAS (III)
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos
bíblicos, 90).
3.1-4: La respuesta viene directamente del Señor: de pronto va a aparecer su mensajero, el
enviado a preparar su venida. Malaquías evita hacer de Dios mismo el juez de su
pueblo, ya que entonces no habría salvación para nadie. Será ése el papel de su
mensajero -en hebreo, es precisamente éste el nombre que se le da a nuestro
profeta-, que tiene la misión de velar por la alianza. La tradición lo identificará
más tarde con Elías (Mal 4.5s). Delante de él se juzgará la vida de cada uno.
La finalidad de su juicio no es la condenación, sino la purificación, ilustrada
por dos imágenes: la lejía de la lavandera y el fuego del fundidor. La
purificación tocará primero al clero, que volverá de nuevo a sus funciones
debidamente purificado; esto permitirá a todo el pueblo volver al culto
auténtico de siempre. 3,5: Se vuelve a la forma solemne del oráculo: el Señor
no tardará en ejercer el juicio, acusando a los infieles y a los opresores de
los débiles, ya que le han perdido todo respeto.
El
restablecimiento de la alianza (3.6-12)
El oráculo va dirigido a toda la
comunidad. En su decepción por no ver cumplidas las promesas, muchos acusan al
Señor de no ser ya lo que había sido para las generaciones anteriores.
La
respuesta es franca: ¡No he sido yo el que ha cambiado, sino vosotros! De ahí
la invitación a volver al Señor, para que también él pueda volver a ellos,
renovando su alianza y haciéndole producir frutos de prosperidad y de felicidad
(vv. 10b-11). Al acusar a sus oyentes de ser “hijos de Jacob” (v. 6b), el
profeta prepara el juego de palabras del v. 8, sobre la raíz hebrea 'aqab, de donde se deriva el nombre del
patriarca, que significa literalmente “coger en fraude” (Gn 27,36). ¡Como Jacob
el mentiroso, vosotros engañáis al Señor! ¿Le habrá chocado al copista la
audacia de esta fórmula para que haya invertido las letras de este verbo, a fin
de obtener el verbo qaba', “robar”?
De todas formas, el hebreo hace oír intencionalmente una asonancia machacante.
El
objeto del litigio es el diezmo que ya no se paga al templo (v. 8b). Por ahí es
por donde hay que comenzar de nuevo a vivir la alianza: el templo tendrá que
quedar abastecido para poder distribuir bienes entre los pobres (Dt 14,22-27).
Entonces, la bendición del Señor hará que caiga la lluvia fértil, protegerá las
cosechas y hará que dé frutos la viña. El país se convertirá en "tierra de
delicias".
El
profeta renueva aquí las promesas que acompañan al contrato de alianza de Dios
con su pueblo (Lv 26; Dt 28). La ofrenda material del diezmo inscribe al culto
en el plano de la creación. O por decirlo en términos de nuestros días: el
culto tiene una función ecológica, contribuye a la renovación de la naturaleza.
La
gran criba del día del juicio (3.13-4.3)
Los repatriados del destierro se
sentían cada vez más decepcionados: las promesas ligadas a su retorno no se
habían realizado. Su escepticismo se manifiesta en los reproches que dirigen
secretamente al Señor: ¿para qué servirle? ¿para qué respetar los días de ayuno
en plan de duelo? Sólo son felices los malos y aquellos que se atreven a desafiar
a Dios impunemente.
Ninguno
de estos pensamientos escapa a la atención del Señor. El nombre de los fieles
está inscrito en un libro, imagen del recuerdo que conserva de cada uno de
ellos. Es la primera mención bíblica del «libro de la vida», un tema que
cultivan con gusto los apocalípticos (Dn 12,1; Ap 3,5; 21,27; cf. ya Éx 32,32s;
y también Flp 4,3).
El
día del juicio ya se está preparando. Dios es un padre que protege a sus hijos
de la desgracia. Entonces, pero sólo entonces, se podrá constatar la suerte tan
distinta que reserva al justo y al malvado: un fuego devorador para consumir a
los inicuos, un sol saludable para curar a los fieles.
El
primer profeta y el último (4.4-6)
Dos amonestaciones, añadidas por
la tradición, sirven de conclusión al mismo tiempo a la colección de Malaquías
y al rollo de los doce profetas menores.
v.
4: Una invitación a recordar el don de la ley a Moisés, el más eminente de los
profetas (cf. Dt 34,10). Podría tratarse de una alusión a la reciente
proclamación de la ley por Esdras, en el año 399.
vv.
5-6: La identificación del mensajero anunciado en 3,1 con Elías, el último
profeta, que tendrá la misión de reunir a todas las generaciones y de preparar
así al pueblo para la venida del «Día del Señor». Es la primera huella que
encontramos del papel cada vez más importante que se atribuirá a Elías (cf. Mt
11,14; 16,24; 27,47; Jn 1,21). Ya sabemos cómo estas dos figuras emblemáticas
de toda la profecía aparecerán juntas en el relato evangélico de la
transfiguración de Jesús (Mr 9,2 y paralelos).
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CONTEXTO DEL LIBRO DE ESTER
François Castel, Historia de Israel y de Judá
Apenas
subir al trono, Jerjes (486-465) tiene que
dominar una nueva rebelión
en Babilonia. A diferencia de sus predecesores, hace arrasar la ciudad y sus
templos. Han surgido por ello dudas sobre su fe, ya que podría haber sido un
soberano marcado por la reforma de Zoroastro, que creía sólo en Ahura Mazda y
veía en todos los demás dioses demonios que tenían que ser destruidos.
Un
segundo acontecimiento habría de marcar su reinado: reanudando la política de
su padre, quiso someter a los griegos, pero esta segunda guerra médica acabó
para él en catástrofe (479) y los griegos volvieron a ocupar el Asia Menor.
También Egipto creyó que podía sublevarse y Jerjes tuvo que enfrentarse con la
rebelión. ¿Fue entonces cuando quedaron destruidas las ciudades de Siquem y de
Betel? La arqueología lo constata, pero no nos ofrece una explicación.
También
el libro de Esdras (4.6), menciona una queja contra los judíos, pero no hay
nada que nos permita señalar su contenido ni sabemos nada del juicio que se dio
sobre ella.
Después
de estos fracasos, Jerjes se retiró a sus palacios: había concluido la política
generosa que deseaba Ciro; se olvidaron sus buenos propósitos de justicia, de
orden, de prosperidad económica; se aplastó con impuestos a los pueblos
oprimidos y cualquier intento de sedición se vio implacablemente sofocado. En
su palacio, Jerjes se prestó a numerosas intrigas de harén, de modo que
Herodoto (9,108-113) vio en él “más bien un aventurero galante que un hombre de
estado enérgico”. Murió asesinado en el año 465.
En este marco es en el que
pretende situarse el libro de Ester. Es cierto que el autor conoce la corte de
Susa, sus costumbres religiosas y políticas, el carácter extravagante y sensual
del soberano. Sin embargo, el libro no hace más que utilizar este marco
arqueológico para ofrecernos un relato que no es posible fechar antes del siglo
II a. C. Tal como está, el libro nos revela de todas formas la dificultad de
vivir el particularismo judío en un ambiente pagano; los paganos pretenderán
siempre hacer desaparecer a esta comunidad. Estas dificultades ¿empezaron ya en
Persia o solamente en tiempo de los seléucidas?
Ester
salvará a su pueblo a través de las intrigas de harén; la interven-ción de Dios
no figura más que en la versión griega de Ester, sensiblemente distinta de la hebrea.
Ester no resulta muy simpática cuando consigue que la matanza se vuelva en
contra de los acusadores de los judíos y pide que el castigo se extienda y que
puedan ser saqueados los bienes de las víctimas.
Nos
encontramos ante una corriente judía nacionalista que expresaba sus rencores y
sus deseos de venganza contra los paganos. Se comprende que un libro semejante
haya tenido dificultades en entrar en el canon judío; de hecho, parece
ignorarlo la comunidad de Qumrán. Sin embargo, alcanzó un éxito enorme y fue la
ocasión de la fiesta de los Purim, una especie de carnaval en la que se
permiten todos los excesos. Esta fiesta debe quizás su origen a las fiestas del
nuevo año de Mesopotamia, que conoció cierto prestigio en la corte persa. ¿No
fue acaso Persépolis la capital sagrada reservada para la celebración del año
nuevo?
Lo
mismo que el rey iranio era responsable en dicha fiesta de la regeneración del
mundo, del triunfo del bien sobre todas las fuerzas del mal, también en la
fiesta de Purim se celebrará el triunfo de Israel sobre todos sus enemigos.
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