10 de noviembre de 2019
Yo, Nehemías, les pedí a los líderes de Judá que se subieran al muro, y que formaran dos grandes grupos para que marcharan por el muro dando gracias a Dios.
Nehemías 12.31a, TLA
La
segunda parte de Nehemías 12 describe los detalles con los que se celebró la
dedicación del muro reconstruido de Jerusalén. Ese gran motivo de alegría
mostró al pueblo que, con la participación colectiva, fue posible alcanzar ese
objetivo dentro del proceso de reconstrucción integral de la vida social y
espiritual de la comunidad que ahora tendría un nuevo futuro por delante. Para ello,
debía consolidar lo logrado y establecer nuevas bases de convivencia. Luego de
la obligada ceremonia de purificación en la que se buscaba que Dios recibiera
con agrado los trabajos realizados en el muro y las puertas de la ciudad (v. 30),
Nehemías pidió “a los líderes de Judá que se subieran al muro, y que formaran
dos grandes grupos para que marcharan por el muro dando gracias a Dios” (31a). Además,
organizó dos coros para que marcharan y así, en procesión, caminar hasta continuar
por las escaleras de la ciudad (37) y otros lugares de alrededor del muro señalados
puntualmente (38-39), y encontrarse en el templo (40). Se destaca el carácter
litúrgico de la celebración con la presencia de los líderes acompañados por los
sacerdotes.
El ambiente era de una gran alegría y el festejo
estuvo lleno de música y cantos en el espíritu de David (35-36). Delante de los
sacerdotes que tocaban instrumentos iba “el maestro Esdras” (36b), lo que sin
duda fue una presencia relevante para hacer sentir la unidad de los liderazgos
que habían encabezado los grandes trabajos en todos sus aspectos. Es de
imaginarse la satisfacción que debió sentir este dirigente al ver consumados sus
desvelos. En un momento de la celebración, los laicos debieron separarse del
grupo para permitir que los sacerdotes hicieran la labor relacionada con los
sacrificios (41-42). El estruendo del júbilo era notorio pues, como se afirma a
continuación, “Dios había dado esa enorme alegría al pueblo” (43b), incluyendo
a las mujeres y los niños.
La participación de los dos grupos tuvo una estructura
claramente definida:
1. Dos coros (vv. 31 y 38).
2. La presencia de un laico importante en cada grupo;
Osaías (v. 32) y Nehemías (v. 40).
3. Cada grupo contaba con la mitad de los príncipes de
Juda (v. 32) o con la mitad de los oficiales (v. 40).
4. Había siete sacerdotes con trompetas en cada grupo
(vv. 33-34 y 41)
5. Cada grupo contaba con un director musical: Zacarías
(v. 35) e Izrahías (v. 42).
6. Cada grupo tenía ocho músicos levitas (vv. 36 y
42).[1]
El acto de dedicación del muro fue “un evento solemne,
entusiasta y participativo. […] Para
el autor-cronista el futuro de la ciudad estaba estrechamente relacionado con
el de la comunidad. El bienestar de uno era el bienestar del otro. La dedicación
de los muros no era un evento aislado, sino la continuación del trabajo físico de
reconstrucción, y la culminación de la labor educativa y formativa en el pueblo”.[2] Con
la presencia renovada del templo debía garantizarse la existencia permanente de
un espacio litúrgico, celebrativo y formativo al alcance del pueblo, a fin de reeducar
la conciencia de esas nuevas generaciones en todos los planos que establecía la
tradición de fe. La preservación de la memoria de la alianza con Yahvé, la lectura
e interpretación de la Torá y la interpretación de los sucesos históricos y
antiguos serían parte esencial de este proceso formativo.
La narración concluye con algunos de los aspectos
prácticos derivados de la consecución final de los trabajos de reconstrucción,
todo ello descrito con una visión muy positiva de las responsabilidades de cada
sector. Primeramente, el acopio de provisiones para las bodegas del templo que llegaban
“de los campos de cada ciudad” (44) y que correspondían a los sacerdotes y sus
ayudantes. Estos grupos cumplirían esa labor adecuadamente, pues “junto con los
cantores y los vigilantes de las entradas, celebraban el culto a Dios y la
ceremonia de la purificación, siguiendo las instrucciones que habían dado David
y su hijo Salomón” (45). En segundo lugar, se menciona la parte musical, con la
referencia antigua de los reyes citados (46). Finalmente, se subraya la
circunstancia del momento: en la época de Zorobabel y de Nehemías, “todos los
israelitas daban ofrendas para los cantores y los vigilantes de las entradas” (47)
y contribuían para el sostenimiento de los encargados del templo y su trabajo
litúrgico y sacerdotal. Con ello se cerraba el círculo que mostraba todo lo
acontecido como un conjunto de logros que la fe yahvista había permitido
alcanzar en medio de dudas, conflictos, resistencias y esperanzas.
La estrategia de Nehemías había sido efectiva y resultó
en un nuevo perfil de la conducción espiritual y litúrgica del pueblo. El papel
de los sacerdotes y levitas había quedado bien claro:
No fue en los sacerdotes
donde Nehemías apoyó sus reformas, sino, como buen político, en los levitas. Tal
como exigía Ez 44.10-14, éstos se habían visto relegados a funciones subalternas,
no sacerdotales, enumeradas en Esd 2.40-58, pero Nehemías revaloró su papel litúrgico
(presidencia de la plegaria: Neh 9.4), veló por asegurar sus derechos (12.44-47;
13.5) Y les confió cargos estratégicos (13.22). A él se debe el haber promovido
la situación social de los levitas y haber favorecido así una espiritualidad
muy rica que se expresa en el libro de los salmos (especialmente en los salmos de
confianza). Pero, ante Nehemías, los sacerdotes no habían representado ningún
papel especial.[3]
La gran transformación y reconstrucción del pueblo
debió pasar, entonces, como un proceso dirigido hacia la desclericalización
progresiva de la vida social, en camino hacia nuevas etapas de la historia que
vendrían con otros retos y exigencias. El énfasis está puesto en la
participación masiva de los diferentes sectores del pueblo guiados por la
visión de los dirigentes que consideraron necesario horizontalizar la
responsabilidad y conseguir que las obras se sintieran como propias y no
ajenas, o únicamente del interés de los líderes. Esta decisión fue crucial para
la buena marcha del trabajo y su conclusión, con lo que sus resultados se
consolidarían plenamente. La gran gesta de fe de la reconstrucción dejaría una
huella indeleble para los tiempos que vendrían.
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