LA RECONSTRUCCIÓN INTEGRAL DEL PUEBLO DE DIOS
EL PROFETA MALAQUÍAS (II)
Samuel Amsler
Los
últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros
Estella, Verbo Divino, 1996 (Cuadernos bíblicos,
90).
Se acusa a los sacerdotes de despreciar
al Señor, probablemente con gran asombro de los mismos: ¿acaso no
celebran regularmente el culto? La crítica se refiere al valor de los
sacrificios: se ofrecen animales tarados, que ni siquiera se atreverían a
ofrecer al gobernador. ¿Cómo podrá sentirse honrado el Señor con ellos? Por eso
afirma su desaprobación total de este culto indigno, declarándolo “impuro”.
Se acusa a veces a Malaquías de
ritualismo, dado que concede una gran importancia a la pureza de los sacrificios.
Insiste también en las prescripciones relativas al diezmo y a los tributos
sagrados (3.8ss). Mientras que los profetas anteriores al destierro atacaban frontalmente
el culto sacrificial, este profeta parece limitar su crítica a las faltas
cometidas contra la Ley.
Pero su preocupación central,
sigue siendo la misma: va en ello el honor que se debe a Dios como a un padre (1.6).
El culto se ha convertido en un engaño (3.8). La culpa está en los sacerdotes,
que se prestan a estas malversaciones, salvando las apariencias.
2.11-14: Para confundir la buena conciencia de los sacerdotes, el
profeta compara su culto con el que se ofrece entre las naciones paganas.
¿Alude al culto ofrecido por los judíos dispersos entre las naciones? No es
probable, ya que por esta época el culto auténtico sólo podía celebrarse en
Jerusalén. Tampoco se trata de afirmar que todos los cultos tengan el mismo valor:
Malaquías recordará que Dios ha hecho una alianza particular con el clero de
Leví (2.4). Se trata más bien de afirmar que los paganos toman su culto más en
serio que los sacerdotes de Jerusalén el suyo; en esto, sus ofrendas son un
honor que se rinde a Dios por todo el mundo. En cuanto a los sacerdotes de
Jerusalén, Malaquías los acusa de no apreciar en nada el altar de los
sacrificios, a pesar de que es “la mesa del Señor”. Engañan al Señor, pero él
no se deja engañar. Mientras que por todo el mundo se respeta su nombre, ¡su honor
se ve pisoteado en Jerusalén!
2.1-9: Después de la denuncia vienen las amenazas de condenación: la
bendición que debería animar al culto se cambiará en maldición. Los sacerdotes
se verán castigados en lo que constituye su identidad: su descendencia
necesaria para asegurar su ministerio y su existencia alejada de todas las impurezas.
Serán echados fuera del templo junto con la basura de los animales sacrificados
(cf. Ex 29.14).
Sin embargo, el Señor no retira
el compromiso que tomó con Leví cuando le confió el sacerdocio. Al contrario, quiere
devolver a esta «alianza» su eficacia, ya que es fuente de vida y de felicidad.
Pues bien, Leví cumplía sus funciones respetando escrupulosamente al Señor. En
esta descripción del sacerdote perfecto, se observa que no se dice nada de los
sacrificios; la función principal de un sacerdote no consiste en ofrecer sacrificios,
sino en enseñar y en conducir al pueblo al “conocimiento”. El sacerdote es ante
todo un catequista que comunica al pueblo los deseos del Señor (cf. Dt 33.9b-10).
Esta “alianza” es la que han roto los sacerdotes, arrastrando al pueblo fuera
del camino de la ley.
La
traición del matrimonio (2.10-16)
El profeta abandona aquí el estilo oracular para comprometer a
su auditorio en una reflexión sobre la solidaridad que debe presidir las
relaciones sociales. Es un discurso en “nosotros”, en donde el profeta se sitúa
entre sus oyentes para preguntarse él mismo qué es lo que ocurre a su
alrededor. La paternidad del Dios Creador hace hermanos a todos los miembros de
la comunidad. Ya el Deuteronomio insistía en los deberes para con aquél que es “tu
hermano” (Dt 15,7.9.11.12; etcétera). Pues bien, la vida social se desarrolla lejos
de este planteamiento.
Se denuncia más concretamente a
dos culpables: primero, al hombre que se casa con una mujer que venera a una
divinidad extranjera, aun cuando él siga presentando sus ofrendas al Señor;
luego, a los que se lamentan de no ver escuchadas sus plegarias, siendo así que
han traicionado y repudiado a sus mujeres, rompiendo así la unidad conyugal de
la que el Señor es testigo. Más que estas faltas en sí mismas, el profeta
denuncia el hecho de que se cometen so capa de participar en el culto. No se
trata solamente de una traición contra los hermanos, sino de una traición contra
el Dios de la alianza.
De paso, el profeta aporta una
enseñanza preciosa sobre el matrimonio (vv. 14-16). Reinterpreta la unidad
conyugal a la luz de Gn 2,23-24, aunque insiste de una forma nueva en la
procreación. Desgraciadamente, el texto hebreo del comienzo del v. 15 está mal
conservado y es difícil de restaurar; de ahí las vacilaciones en las
traducciones modernas.
El
juicio de los infieles (2.17-3.5)
2.17: el discurso comienza con un diálogo del profeta con sus
oyentes. Los fieles le reprochan al Señor que favorezca a los malhechores. Es
el gran problema que plantea la felicidad que disfrutan los malvados. Este
problema atormentaba también a los salmistas (cf. Sal 37; 73; etc.). La
pregunta procede probablemente de los repatriados del destierro, que se
escandalizaban de ver sus propiedades familiares acaparadas por la población
que se había quedado en el país. ¡Que Dios manifieste finalmente su justicia
contra ellos!
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LA BIBLIA Y LA RELIGIÓN EN LA GRAVE CRISIS QUE VIVE
BOLIVIA
CNN, 14 de noviembre de 2019
“La Biblia vuelve a Palacio”. Esa fue una de las primeras declaraciones
de la presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, tras autoproclamarse en el
cargo, este martes, luego de semanas caóticas de tensión política en este país. Con Biblia en mano, la presidenta
interina inició su gobierno dando uno de los primeros cambios en la política
boliviana: regresar la Biblia al Palacio de Gobierno. Agradeciendo a los
movimientos cívicos, sociales y a la ciudadanía “por haber pensado solo en
Bolivia”, la gobernante levantó la Biblia y dijo que “esto es por Bolivia”. “Bolivia es un país tremendamente religioso y muy místico y hace
que predomine mucho el providencialismo, es decir, esta creencia de que para cualquier
actividad es necesaria la ayuda de Dios o de las divinidades”, le dijo a CNN en
Español Fernando Cajías, historiador y catedrático en Culturas Bolivianas de
las universidades Mayor de San Andrés y Católica Boliviana. Las declaraciones
de Áñez son un giro de 180 grados respecto a la política de Evo Morales, que duró casi 14 años en el poder. Desde la
llegada al poder de Morales, en 2006, tanto el mandatario como otros
funcionarios públicos dejaron de jurar sobre la Biblia. Tanto el mandatario
como algunos de sus funcionarios fueron posesionados con la mano izquierda
arriba, en señal del socialismo.
Antes de 2009, la Constitución
política de Bolivia decía que “el Estado reconoce y sostiene la religión
católica, apostólica y romana”, aunque reconocía “el ejercicio público de todo
otro culto”, pero el Estado era primordialmente católico. Con la Constitución de
2009, Bolivia pasó a ser un Estado laico, “independiente de la
religión”.
Un
país muy católico
No solo Áñez, también el líder opositor Luis Fernando Camacho
usó la Biblia en este momento crítico para Bolivia. Para entender por qué es
necesario entender el contexto religioso de Bolivia.
En este país, la mayoría es católica romana (76,8%), una minoría es
evangélica y pentecostal (7.1 %) y protestante (1,7%), de acuerdo con datos de
2012. Según Cajías, en el país hay cuatro cosmovisiones con las que se puede
entender la espiritualidad boliviana:
Por un lado está la cosmovisión
de los indígenas (que son el 20% de la población del país), que sobrevive a pesar de la
evangelización. Por otro, dice el experto, están las iglesias no católicas, que
entre evangélicos, pentecostales y protestantes representan un 8.8% de la
población. Luego están los católicos, que representan un 76% de la población.
Entre ellos, están los “católicos mestizos” y los “católicos ortodoxos”.
Los primeros mezclan lo católico
con la cosmovisión indígena. Y las tradiciones bolivianas están muy conectadas
con esta corriente, señala el experto. Hace falta ver el Festival de Oruro,
declarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco, en el que hay
una mezcla de tradiciones culturales con religiosas: “El culto al tío de la
mina, que a la vez se convierte en el diablo del cristianismo”, dice Cajías.
También hay culto a la Virgen del Socavón y hay un Día de la Madre Tierra o
Pachamama.
Y por otro lado están los
“católicos ortodoxos” que tienen “una fe muy grande tanto en Cristo como en la
Virgen María”, dice el experto. Este último es más fuerte en ciudades como
Trinidad y Santa Cruz, justamente de donde son originarios la presidenta
interina, Áñez, y el líder opositor Luis Fernando Camacho.
El domingo, tras la renuncia de
Morales, Camacho entró al Palacio de Gobierno y puso sobre la bandera boliviana
una Biblia y se arrodilló frente a estos símbolos. “No tumbamos un gobierno”, dijo Camacho en sus redes sociales. “Liberamos a un pueblo en
fe. Solo se llevó una Biblia a Palacio y una carta de renuncia”. […]
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