21-22 Amigos míos,
¡tengan lástima de mí!
Dios se ha vuelto mi enemigo,
no hagan ustedes lo mismo.
23-24 ¡Cómo quisiera que mis palabras
quedaran grabadas para siempre
en una placa de hierro!
25 Yo sé que mi Dios vive,
sé que triunfará sobre la muerte,
y me declarará inocente.
26 Cuando mi cuerpo haya sido destruido,
veré a Dios con mis propios ojos.
27 Estoy seguro de que lo veré,
¡con ansias espero el momento!
28 Ustedes sólo piensan en perseguirme,
pues creen que soy culpable;
29 pero tengan mucho cuidado.
Dios es el juez de todos nosotros;
cuando él los juzgue,
los castigará con la muerte».
*
67 Zacarías, lleno del Espíritu Santo, dio este mensaje:
68 ¡Alabemos al Dios de Israel,
porque ha venido a salvarnos!
69 Nos ha dado un Salvador muy poderoso,
descendiente del rey David, su servidor.
70 Esto lo había prometido
hace mucho tiempo,
por medio de sus
santos profetas:
71 que él iba a salvarnos
de nuestros enemigos
y de todos aquellos
que nos odian.
72 Él dijo que sería bondadoso con su pueblo,
y que cumpliría su santa promesa.
73 Él prometió a nuestro
antepasado Abraham,
74 que iba a salvarnos
de nuestros enemigos.
Así podríamos servirle
sin ningún temor,
75 y vivir sólo para él,
practicando la justicia
todos los días de nuestra vida.
76 Y tú, hijo mío, serás llamado:
“Profeta del Dios altísimo”.
Tú irás delante del Mesías,
preparando a la gente para su llegada.
77 Le dirás a su pueblo
que ya tiene salvación,
pues Dios perdona sus pecados.
78 Dios nos ama tanto,
que desde el cielo
nos envió un Salvador,
como si fuera el sol
de un nuevo día.
79 Él salvará a los que viven
en peligro de muerte.
Será como una luz
que alumbra en la oscuridad,
y guiará nuestros pasos
por el camino de la paz.
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