viernes, 6 de agosto de 2021

La Escritura, inspirada por Dios, mantiene la esperanza, L. Cervantes-O.


Philippe de Champaigne, Moisés presentando las tablas de la Ley (1648)

8 de agosto, 2021

 

Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia…

Todo lo que está escrito en la Biblia es el mensaje de Dios, y es útil para enseñar a la gente, para ayudarla y corregirla, y para mostrarle cómo debe vivir.                           

II Timoteo 3.16, RVR1909 / TLA

 

II Timoteo contiene una de las dos afirmaciones más categóricas del Nuevo Testamento sobre la inspiración de la Biblia. La otra se encuentra en II Pedro 1.21. Esta carta, una de las llamadas “cartas pastorales” paulinas (junto con I Tim y Tito), en el cap. 3, advierte en una larga lista sobre algunas actitudes peligrosas e inmorales de muchas personas en los “últimos días” (vv. 1-9). “La proliferación de los seductores aparece como un signo del final de los tiempos. Los calificativos más duros no bastan para definir a la generación desencaminada que no tiene más que apariencias de piedad”.[1] El texto es una firme exhortación para que Timoteo, como siervo de Dios, se distinga de quienes actúan así. De ahí que el adversativo con que abre el v. 10 marque la pauta para el discurso que viene a continuación, en el que además del tono personal y directo hay lugar para la afirmación solemne sobre la inspiración y el propósito de las Escrituras. En ese mismo versículo y el siguiente se enumera cómo Timoteo ha seguido una conducta irreprochable mediante una enorme lista de virtudes que ha desarrollado (12b). Los otros, “malos hombres” y “engañadores” terminarán muy mal (13).

 

Una Palabra inspirada directamente por Dios

Otro adversativo abre la siguiente sección en la que Timoteo recibe otro reconocimiento por su experiencia continua de aprendizaje y conocimiento familiar de las Escrituras (vv. 14-15). En II Tim 2.15b, se exhorta a Timoteo a “usar bien la palabra de verdad”, es decir, a interpretarla, proclamarla y aplicarla correctamente. Esta triple labor formaba parte de la labor pastoral del joven discípulo de Pablo, que debía realizarla en la comunidad de Éfeso. “Para Timoteo y para Tito, exponer correctamente la Palabra de verdad significó seguir la comprensión apostólica del evangelio de Jesucristo, en contraste con la distorsión del evangelio por parte de maestros malsanos”.[2] “Persistir en lo aprendido”(14a) en las Escrituras es el único camino saludable para este pastor en su trabajo eclesial.

Tratar con los textos sagrados es la tarea primordial de la comunidad cristiana y, para ello, hay algunos principios interpretativos básicos: “Primero está el mundo detrás del texto, el contexto histórico y cultural en el que se originó el texto. En segundo lugar está el mundo del texto, una lectura atenta del texto en sí, destacando sus matices literarios y teológicos. Y en tercer lugar está el mundo frente al texto: el mundo de los lectores, donde vemos cómo los textos les hablan a los lectores/as de hoy en diferentes contextos y los llaman a una nueva vida, pensamiento y acción”.[3] Con todo ello en mente, es posible afrontar la gran afirmación inicial del v. 16a: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”: “La palabra graphé, Escritura, no puede significar más que los libros santos que se leían en la sinagoga. Aun cuando alguna que otra palabra del Señor (por ejemplo, en I Tim 5.18) se invoca en paralelo con el texto del Deuteronomio, vale como ‘palabra’ transmitida por la tradición oral y no como cita de un evangelio ya reconocido como canónico”.[4] Aunque nuestra mente piensa inmediatamente en la Biblia completa, esas Escrituras antiguas que conoció Timoteo eran únicamente el Antiguo Testamento, las cuales tenían un fuerte “poder instruccional” (P.M. Zehr). Habiendo establecido la importancia de las Escrituras para conducir a la salvación en Cristo Jesús, el texto asegura que el mensaje del Evangelio basado en ellas tiene la autoridad adecuada y la utilidad en el ministerio cristiano para enfrentar las necesidades de los efesios.

 

La razón profunda de este valor de la Escritura radica en que ha sido inspirada por Dios (theopneustos). La fórmula “toda Escritura” tiene normalmente un sentido distributivo; el indefinido “todo” significa cada uno de los pasajes. El adjetivo verbal theopneustos se deriva del término theos, dios, y del verbo pneo, soplar. Los compuestos de este género tienen normalmente un sentido pasivo: inspirado por Dios, y no un sentido activo: que respira a Dios, o sea, que da a conocer a Dios. […]

En una palabra, el depósito de la fe consta de un cuerpo de escrituras sagradas y de una enseñanza oral en sus orígenes, cuya permanente actualización en la Iglesia está asegurada por el Espíritu Santo (cf. II Tim 1.14).[5]

 

La utilidad práctica del mensaje divino

“Más importante que la inspiración es la utilidad de la Escritura”.[6] La segunda parte del v. 16 y el siguiente desglosan firmemente la utilidad y los propósitos de la Escritura: “y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (16b-17). “La utilidad de la Escritura se manifiesta en múltiples terrenos: sirve para la enseñanza, […] una enseñanza que no es puramente teórica, sino que está ordenada a educar al oyente en la justicia y a sostenerlo con sus exhortaciones fervientes (cf. I Tim 4.13). La Escritura no es menos indispensable para la refutación de los adversarios, como expresan los dos verbos ‘argüir’ y ‘corregir’. Así se dice que la ley es útil, no ya para el justo, sino para reprimir toda clase de vicios (I Tim 1.8-11)”.[7]

Cada uno de los cuatro verbos (que forman un quiasmo) representa aspectos fundamentales de la utilidad de las Escrituras:

 

a) Enseñar (didascalia). “Varias veces se dice a Timoteo que participe en una enseñanza sana o sana (1 Timoteo 4.6, 13, 16; 6.3). La enseñanza basada en las Escrituras lleva a las personas a la salvación y la fe en Cristo (II Tim 3.15)”.

b)  Redargüir, reprender (elegmon). “Es útil para la reprensión porque trae convicción de pecado y hace que el pecador se dé cuenta del mal que ha cometido (Núm 5.18-22)”.

b’) Corregir (epanorthosin). “Es útil para la corrección, ya que habla de un comportamiento inadecuado y pide cambios y mejoras, o arreglar las cosas”.

a’) Instruir en justicia (paideían ten en dikaiosune). “Es útil para la instrucción o la educación. Disciplina o entrena a una persona en la dirección de la rectitud. El énfasis aquí está en la justicia, una relación correcta con Dios y con los demás”.[8]

 

Gracias a esta utilidad de la Palabra divina, concluye el texto, es posible equipar a “la persona de Dios para toda buena obra” (NT Interlineal Palabra por Palabra). “Al sumergirse en las Escrituras, Timoteo estará completamente equipado para toda buena obra. Podrá satisfacer las demandas del ministerio cristiano en Éfeso. Las Escrituras son un instrumento útil para edificar la vida espiritual de Timoteo, para mantener sus pensamientos y enseñanzas centrados en la verdad en Cristo y para satisfacer las demandas del ministerio, que implican responder a los maestros malsanos de Éfeso”.[9] Eso mismo puede suceder con cualquiera de nosotros y es el ideal al que debemos aspirar siempre con la ayuda de Dios. La Palabra divina, que permanece para siempre, es la que mantiene a flote la esperanza humana.



[1] Edouard Cothenet, Las cartas pastorales. Estella, Verbo Divino, 1991 (Cuadernos bíblicos, 72), pp. 15-16.

[2] Paul M. Zehr, 1 & 2 Timothy. Titus. Scottdale, Herald Press, 2010 (Believers Church Bible Commentary) p. 197. Versión propia.

[3] Ibid., p. 199.

[4] E. Cothenet, op. cit., p. 27.

[5] Ibid., p. 28.

[6] P.M. Zehr, op. cit., p. 207.

[7] E. Cothenet, op. cit., p. 28.

[8] P.M. Zehr, op. cit., p. 208.

[9] Ídem.

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