REPENSAR LA POLÍTICA DESDE LA FE. UNA CONVERSACIÓN CON X. MANUEL SUÁREZ
Joel Forster
Protestante Digital, 27 de mayo de 2012
Dices a menudo que los cristianos deben participar más
en lo que sucede alrededor de ellos, en la sociedad. ¿Qué cosas debemos cambiar
para empezar a involucrarnos más?
Lo primero, perder nuestro complejo de
minoría. Somos una minoría pero somos una minoría con un mensaje claro, y
podemos tener una influencia grande. De hecho, las grandes transformaciones
sociales a lo largo de la Historia no las hicieron las grandes mayorías, en
contra de lo que nos decía el marxismo, sino que las hicieron grupos reducidos,
muy convencidos de sus propuestas.
Y claro, también debemos tener una propuesta coherente. Nosotros tenemos
un texto, que es la Palabra de Dios, que tiene respuesta a todas las
inquietudes del ser humano. Lo decimos, pero eso tenemos que traducirlo a las
diversas áreas de la vida de las personas. Tendemos a restringir nuestro
mensaje a las áreas más eclesiales, eclesiásticas o soteriológicas (es decir,
que tienen que ver con la salvación). Y nos quedamos sin discurso para otras
áreas que también son importantes y que a la gente le preocupan. Desde la
economía a las relaciones exteriores, las relaciones laborales, la
participación de la sociedad civil… hasta la sanidad. Para todas estas áreas
tenemos que elaborar un discurso bien coherente. En esto tenemos que cambiar,
en la convicción y en llenar de contenido nuestro mensaje.
¿Crees que nos pasa esto porque sólo nos fijamos en
algunas partes de la Biblia mientras que ignoramos otras?
La Biblia la leemos con anteojos. Y con
anteojos que restringen su potencia, su capacidad de influencia. Tenemos que
aprender a leer el periódico con la Biblia encima. Entender lo que pasa en el
mundo, y entenderlo con la perspectiva bíblica. Creo que es una cuestión no sé
si de formación o simplemente de vagancia, por nuestra parte. Es mucho más
fácil entender y leer, y hacer hermenéutica de los que siempre hicimos
hermenéutica. Pero lo interesante es hacer interpretación a la luz de la Biblia de las
cosas que aparentemente están más lejos de los que nos sentimos cómodos. Hay un montón de áreas que hay que
arrojar a la luz de la Biblia. Desde la Economía hasta el modelo del Estado de
bienestar… Una cantidad de áreas, y la Biblia tiene respuestas para ellas.
Si la Biblia tiene respuestas y habla de nuestro papel
en todas las áreas, ¿por qué seguimos teniendo esta percepción negativa de la
política? Y, ¿por qué este miedo a la participación pública (no sólo en
partidos sino también en movimientos sociales?
Esto no es fácil de contestar. En la Biblia
vemos personajes como Daniel o José, que eran políticos… primeros ministros,
podríamos decir. Probablemente obedece a que hay áreas que decidimos entregar
al mundo. Parece como que Dios no es soberano más que sobre una parte muy
limitada y que hay áreas del mundo que no están bajo la soberanía de Dios. Creo
que eso es un error, y un error grande.
En el arte cometimos el mismo error. Mira tú que durante siglos el arte
tenía unos fundamentos cristianos, y sin embargo, ahora es un terreno perdido,
lo hemos entregado. Y encima nos quejamos de que el arte trae un mensaje
mundano, pero, ¿qué mensaje va a traer? Es cuestión pues de reconquistar la
presencia de cristianos en esas áreas. También en la política.
Quizás en la política son más visibles los efectos de la corrupción, del
pecado. Pero yo soy médico, y puedo asegurarte que los efectos de la corrupción
y el pecado están ahí también [en la Medicina], y son muy visibles. En mi
actividad médica hay cantidad de tentaciones, y mira tú, la medicina es la más
“santa” de todas las profesiones. En la política lo que sucede es que los
efectos del pecado son más visibles. Pero no es un área donde haya más
corrupción que en buena parte de las otras áreas de la vida. […]
Estamos en una sociedad muy dividida en muchos
aspectos. Poniendo un ejemplo de esto, ahora que parece que terminó la
violencia de ETA en el País Vasco (Euskadi), ¿qué podrían aportar los
cristianos ahora a la reconciliación?
No sé si da tiempo de explicar una historia
concreta de Euskadi. Estoy con una asociación que llama “Clube Nacionalista
Alén Nós” (“Alén Nós” significa “más allá de nosotros”). Invitamos a gente a
que viene a dar conferencias. Uno de los que invitamos fue al Lehendakari
[presidente del gobierno vasco] Ibarretxe. Y estuvo ahí y nos dio una
conferencia sobre la situación en Euskadi, el problema de ETA en aquel momento…
Y dijo algo que me impactó muchísimo: “Euskadi necesita un proceso de perdón y
reconciliación”. Al terminar su charla, lo abordé, y le dije: “Señor
Lehendakari, usted ha hablado de que Euskadi necesita un proceso de perdón y
reconciliación. Mire, realmente es muy poco frecuente escuchar a un político
hablar de estos conceptos”. Y él me contestó: “A mí me parecen imprescindibles
en nuestra sociedad”. Y le respondí: “Usted conoce la historia de la esposa del
señor Morcillo?”.
El señor Morcillo era un señor evangélico, de Donosti, jefe de policía,
que ETA asesinó. Y aquella mujer publicó un artículo en la prensa que decía que
le habían destrozado la vida pero que ella perdonaba a quienes habían matado a
su marido. Aquello en aquel momento fue una conmoción. Ibarretxe me contestó
inmediatamente: “¿Y quién puede olvidarla?”. Y le dije: “Para ese proceso de
perdón y reconciliación usted necesita un sustento ético, algo que pueda
aportar bases morales para ese proceso. Si no, es imposible. Mire, esta mujer
es evangélica, como yo. Usted necesita escuchar a los evangélicos”. Y él me
dijo: “Lo haré”, y lo dijo convencido.
Entonces yo inmediatamente escribí a los evangélicos de allá de Euskadi y
les dije: “Pedid una entrevista con él, con el Lehendakari”. Y nadie lo hizo…
Fue una pena, porque ahora en este momento en el que ha habido la declaración
de final de la actividad armada por parte de ETA, es un momento que es de final
pero que es de principio. Ahora empieza otro proceso, un proceso de perdón y
reconciliación. La sociedad vasca tiene muros, y necesitamos a gente que sea
capaz de tener valores éticos que superen esos muros. Gente que sea capaz de
hablar con un lado y con el otro, y de no ver enemigo. De mirar los ojos con limpieza,
sin cargarlos de rencor o de ‘nos las tenéis que pagar’. Entonces esa gente…
creo que son los evangélicos. Y es una minoría insignificante, sin duda, pero
una minoría pequeña puede hacer un cambio tremendo. Ese proceso imprescindible
para Euskadi es un proceso moral pero con consecuencias políticas muy claras.
Yendo al contexto donde se dan muchos cambios, la
Universidad… ¿A qué desafiarías a un universitario cristiano que vive en
España? ¿Qué oportunidades tiene y no debería dejar pasar?
Yo diría que los universitarios evangélicos
deben estudiar, y estudiar con excelencia, no deben ser unos ‘mangantes’. Ser
responsables, porque es una oportunidad que el Señor les da. Y la formación que
ellos tienen ahora es fundamental para después. Y cuanto mejor se formen
mejores profesionales serán. Un profesional tiene que tener autoridad moral, no
solamente autoridad profesional.
Y al mismo tiempo, la Universidad debería ser un sitio de debate de
ideas, libre y abierto. El problema es que nos lo están quitando, ese espacio.
Los evangélicos, pues, deberían tener las ‘narices’ de crear y de ampliar ese
entorno de debate de ideas. Y en ese entorno también tienen que formarse,
porque tú no puedes ir a un debate de ideas con cuatro cosas, ni mucho menos
con el discurso evangélico-eclesial con el que hemos sido educados. Debemos
tener un discurso coherente. Yo creo que en este sentido los GBU (Grupos
Bíblicos Universitarios) han sido una bendición enorme. Para mí lo ha sido. Y
poder estar con hermanos que piensan como yo y elaborar juntos ese discurso que
podía llegar a la sociedad.
Yo creo que esos dos componentes, el de formarte como estudiante y el
ayudar a crear un espacio de debate de ideas, son las dos propuestas que yo
haría a los estudiantes universitarios. Y el GBU es un espacio perfecto para
esto.
Has escrito algunas cosas sobre el debate alrededor de
los “Indignados”. Pero quería preguntarte muy concretamente sobre el concepto
de “rendir cuentas” y el tema de la integridad…
A mí me parece muy interesante el movimiento
de los “indignados” porque desmiente la idea que nos venían diciendo a los que
somos de la generación del final del franquismo, que nos decían: “Vosotros estabais
muy concienciados y la universidad era un entorno de debate de ideas porque
estabais peleando contra el Franquismo, pero eso ahora no existe”. Pero viene
el 15-M y desmiente esa idea, y resulta que sí es un entorno en el que se
pueden debatir ideas, y además crear ideas. Crear nuevos movimientos. A mí eso me parece la cosa más esperanzadora e ilusionante. Hay futuro
con jóvenes que son capaces de plantearse lo que está prohibido plantearse. Y
además están en la edad de hacerlo, Si no lo hacen ahora, no lo harán nunca. Y
la sociedad necesita esto, reevaluar y replantearse.
El problema que veo para la supervivencia del movimiento es que no hay un
sustrato ideológico bien definido, no hay una cosmovisión compartida, no hay un
paradigma, un modelo del que se pueda decir: “Esto es lo que queremos”. Sino
más bien hay más bien quejas un poco dispersas sobre una serie de cuestiones.
En este sentido está la necesidad de hacer un control riguroso del
proceso del poder por parte de los políticos. Y eso necesita un sustrato
ideológico, una cosmovisión por detrás. De hecho, todas las ideologías son
parte interesada de que se mantenga esta situación en las que los partidos
deciden y gobiernan. La cultura católica en la que hemos vivido no responde a
eso, la cultura laicista tampoco responde a eso. ¿Quién puede responder a esto?
Una cosmovisión protestante, en la que tenemos muy claro todo el concepto de la
corrupción integral del hombre, el peligro que hay cuando un hombre pecador
(todos los somos) llega al poder, la necesidad de controlar el riesgo de que se
haga uso del poder con la condición pecaminosa que todo tenemos. Por tanto, es
necesario establecer mecanismos de control. Y el mejor mecanismo es exigir y
rendir cuentas.
Esto en la tradición política se ha visto muy claro. El desarrollo de las
sociedades civiles en la tradición protestante, los mecanismos de control,
el impeachment,
toda la separación tan clara en las sociedades protestantes. La cantidad de
iniciativas populares por ejemplo en Suiza, la cantidad de referéndums que se
hacen, en los que hay participación popular directa en la toma de decisiones,
no participación mediada a través de la clase política. Todo esto tiene un
sustrato protestante. […]
Para acabar, ¿es posible aportar valores protestantes
al deseo de cambio de la sociedad, si la gente no está dispuesta a aceptar el
evangelio tal cómo es?
Ese es
un reto. Para nosotros, porque sí es posible introducir los elementos del
evangelio si somos capaces de traducirlos adecuadamente. Si tú vas hablando de
lo mismo que acabo de decir, de la “corrupción integral del hombre” y estos
términos, no te van a escuchar. Pero si eres capaz de traducir el mensaje del
evangelio a la terminología y las necesidades del movimiento, y hacerlo bien,
sí es posible. Si eres capaz de hablar de la tendencia de todas las personas
que llegan al poder de hacer abuso de ese poder, realmente estás hablando de
elementos de pecado. Los estás traduciendo para que se entienda. Ese es el reto
de los estudiantes evangélicos de ahora. Ser capaces de coger el evangelio, no
modificarlo sino al revés, hacerlo pertinente traduciéndolo adecuadamente. El
problema, en este sentido no es de ellos, el problema es nuestro.
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