La Palabra (Hispanoamérica)
1
Dichoso aquel a quien se perdona su falta,
aquel a
quien de su pecado se absuelve.
2 Dichoso aquel a quien el Señor
no
le imputa culpa alguna,
ni en su espíritu alberga engaño.
3 Mientras
callaba, envejecían mis huesos
de tanto gemir todo el día,
4 pues
noche y día me abrumaba tu mano,
se extinguía mi vigor entre intensos calores.
5 Pero yo reconocí mi pecado, no te oculté mi culpa;
me dije:
“Confesaré mi culpa ante el Señor”.
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
6
Por eso todo fiel te implora
en los momentos de angustia;
y aunque a
raudales se desborde el agua,
no les podrá dar alcance.
7 Tú eres
para mí un refugio,
tú me proteges de la angustia
y me rodeas de cantos de
salvación.
8 Yo te instruiré y te enseñaré
el camino que debes
seguir,
te aconsejaré y pondré mis ojos en ti.
9 No sean como
caballos o mulos que nada entienden:
con el freno y las riendas hay que
dominar su brío,
pues de otro modo no se acercarán a ti.
10 Muchos son los sufrimientos del malvado,
pero el amor
rodea al que confía en el Señor.
11 Que se alegran en el Señor los
justos, que se regocijen,
que griten de gozo los de corazón recto.
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