domingo, 1 de junio de 2014

La perseverancia de los santos en el orden de la salvación, L. Cervantes-O.

1 de junio, 2014

Pero si esperamos algo que no vemos, es que aguardamos con perseverancia (jupomonēs). […] Porque a quienes Dios conoció de antemano (proégno), los destinó también desde el principio (proórisen) a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. Y a quienes Dios destinó desde un principio (proórisen), también los llamó (ekálesen); a quienes llamó, los restableció en su amistad (edikaíosen); y a quienes restableció en su amistad, los hizo partícipes de su gloria (edóxasen).
Romanos 8.25, 29-30, La Palabra (Hispanoamérica)

El llamado “orden de la salvación” (ordo salutis) es una construcción humana basada en algunas evidencias bíblicas como la que aparece en Romanos 8.29-30 donde el apóstol Pablo intentó trazar un orden aproximado, dentro del designio divino, para aplicar su obra de salvación a la humanidad. Allí se delinean, como resultado de un profundo proceso de reflexión y meditación espiritual, las acciones divinas encaminadas a conducir a los seres humanos en la comprensión de las realidades salvíficas que permitan apreciar, en el contexto de una obra teológica de gran envergadura, las dimensiones de la obra divina realizada por Jesucristo:

a) conocimiento previo;
b) predestinación (dos veces);
c) llamamiento;
d) justificación; y
e) glorificación.

Existe un amplio trasfondo bíblico (Mt 24.24; Jn 5.24; 6.37, 39, 40, 44, 47, 51, 54, 56, 58; Ro 5.9-10; Fil 1.6; I P 5.6-10; Judas 24; etcétera) para esta doctrina que algunos prefieren denominar de la preservación, la seguridad eterna o, resumido en una frase, “salvo una vez, siempre salvo”. O mejor: la perseverancia de Dios con los santos. Una definición breve, siguiendo postulados paulinos, podría ser: “…a quien Dios regenera seguramente no permitirá que caiga de nuevo en la perdición sino que permanecerá en el poder de Dios hasta su salvación eventual”.[1]
La doctrina de la perseverancia de los santos forma parte del paquete de los famosos “cinco puntos calvinistas” establecidos por el sínodo internacional de iglesias reformadas reunido en la ciudad de Dordrecht, Holanda (cerca de Rotterdam), a fines de diciembre de 1618 y principios de 1619 para debatir algunos problemas doctrinales derivados de la controversia entre algunos grupos religiosos de ese país sobre la predestinación. Los puntos en cuestión (el famoso TULIP, por sus siglas en inglés), con el típico sabor paulino, son los siguientes:

1. Depravación total del ser humano
2. Elección incondicional
3. Expiación limitada
4. Gracia irresistible
5. Perseverancia de los santos

Como se ve, la última parte de los llamados Cánones de Dort (por la abreviatura del nombre de la ciudad) o Reglas de doctrina de Dordrecht aborda la perseverancia de los santos para responder al debate surgido entre quienes subrayaron fuertemente la participación del ser humano en la obtención de la salvación (Jacobo Arminio y sus seguidores) y afirmar con claridad la perspectiva reformada al respecto tomando en consideración las circunstancias humanas y materiales que deben enfrentar los/as creyentes en su paso por el mundo, de modo que se pueda afirmar la manera en que Dios es quien proporciona la certeza de la fidelidad y la perseverancia en la fe hasta alcanzar las firmes promesas de redención:

I. A los que Dios llama, conforme a Su propósito, a la comunión de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y regenera por el Espíritu Santo, a éstos les salva ciertamente del dominio y de la esclavitud del pecado, pero no les libra en esta vida totalmente de la carne y del cuerpo del pecado.

La perspectiva de experimentar la fe en medio de los vaivenes del mundo y de la historia se sitúa como un desafío permanente.

II. De esto hablan los cotidianos pecados de la flaqueza, y el que las mejores obras de los santos también adolezcan de defectos. Lo cual les da motivo constante de humillarse ante Dios, de buscar su refugio en el Cristo crucificado, de matar progresivamente la carne por Espíritu de oración y los santos ejercicios de piedad, y de desear la meta de la perfección, hasta que, librados de este cuerpo de muerte, reinen con el Cordero de Dios en los cielos.

La respuesta humana a la salvación debe conducirse por los caminos de la piedad, la rectitud y la constancia para ejercitar continuamente los beneficios de la salvación hasta que llegue la consumación plena.

III. A causa de estos restos de pecado que moran en el hombre, y también con motivo de las tentaciones del mundo y de Satanás, los convertidos no podrían perseverar firmemente en esa gracia, si fuesen abandonados a sus propias fuerzas. Pero fiel es Dios que misericordiosamente los confirma en la gracia que, una vez, les fue dada, y los guarda poderosamente hasta el fin.[2]

Las fuerzas para perseverar vienen únicamente de Dios, en cuya gracia hay que depositar toda la confianza para sobrevivir y obtener plenamente lo prometido por Él.



[1] Roger Nicole, “Perseverance of the Saints”, en Donald McKim, ed., Encyclopedia of the Reformed Faith. Louisville, Westminster John Knox Press, 1992, p. 275.
[2] Los Cánones de Dort o Reglas doctrinales de Dordrecht [1619]. Rijswijk, Holanda, Fundación Editorial de Literatura Reformada, p. 51.

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