EL DIOS VIVO: SU COMPASIÓN
Karl Barth, Instantes
“Me da lástima de la multitud” (Mateo 15.32)
La expresión es mucho más fuerte de
lo que esta traducción da a entender. La expresión viene a decir que el apuro y
el padecimiento, el error y el desconcierto, el desamparo y la situación de
amenaza de esa multitud no sólo afectaban a Jesús, sino que le llegaban hasta
el corazón, a lo más profundo de sí mismo. Él les quitó todo eso y lo tomó
sobre sí, transformándolo en su propia miseria; cargó con ello y lo soportó en
su lugar. Y justamente al hacer esto, se convirtió y fue para ellos -sin
limitarse, ni mucho menos, a mirarlos en su obrar y su fortuna con mera
simpatía- algo más que un predicador, un pastor de almas, una persona capaz de
consolar y exhortar; se convirtió y fue para ellos salvador y liberador:
creador de una situación nueva, de una existencia nueva. Y lo hizo compadeciéndose
de ellos. La “compasión” es el comportamiento por el que uno interviene a favor
de quien tiene necesidad de ello, se muestra disponible para él y actúa en su
favor. Jesús es, en este sentido, el ser humano que “practica la compasión”.
Ésta es su humanidad. Con ello lleva a efecto lo que Dios quiere: que esté por
los seres humanos y muera por ellos, a fin de vivir para ellos. Por eso está
por nosotros, los seres humanos: porque Dios mismo está por nosotros. Y Dios
mismo está por nosotros en cuanto que el hombre Jesús también lo está. En la
humanidad de Jesús se refleja la esencia de Dios mismo. La convivencia y la
intensa reciprocidad están primera y originariamente en él, en el Dios trino
como tal. Él, Dios, no sólo ama, sino que es el amor. Y precisamente en la humanidad
de Jesús se realiza y se anuncia en el mundo como amor eterno.
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PEÑA NIETO EN EL VATICANO: NUEVAS REFLEXIONES
(I)
ALC
Noticias, 11 de junio de 2014
Dos cosas destacan las notas periodísticas sobre esta nueva visita
presidencial mexicana al Vaticano: primera, la obsesión por invitarlo al país;
y segunda, que en México somos “eminentemente guadalupanos”.[1] Y las dos son dudosas o, al menos
cuestionables, porque se sabe todo el tiempo que las visitas papales le hacen
mucho bien al régimen de turno , aunque no sea filocatólico esta vez (del
Partido Acción Nacional), aunque eso se subsanó por el hecho de que Enrique Peña
Nieto estudió en una institución confesional ligada al Opus Dei (Universidad
Panamericana, www.up.edu.mx/sede.aspx?doc=11). Cada vez que un obispo de Roma viene a México, el país entra en un
estado de sopor religioso mediante el cual las esperanzas de cambio y mejoría
socio-económica reencuentran su cauce religioso y hasta los conductores de
radio y televisión alcanzan instantáneos (y poco milagrosos) doctorados en
teología.
Por otra parte, el
guadalupanismo se sigue esgrimiendo como arma cultural y refugio para una
sociedad que no logra avanzar en su despegue como “país desarrollado”. Tal como
escribió Octavio Paz: a los mexicanos únicamente les queda la fe en la Virgen
Morena y en la Lotería Nacional. Peña Nieto se montó, como los últimos cinco
presidentes en la moribunda ola de un catolicismo que ha perdido fuerza como
nunca antes. Su discurso suena a un esfuerzo, desde el poder, para restaurar la
Cristiandad en medio de una sociedad cuyo carácter laico avanza a pasos
agigantados, a pesar de los esfuerzos de los grupos más conservadores. Todavía
sigue abierta la herida ocasionada por el partido en el poder, el
Revolucionario Institucional, que el sexenio pasado negoció anticipadamente su
regreso al negociar en los congresos de las entidades federativas a costa de
seguir criminalizando a las mujeres que abortan, en ostensible y vergonzoso
contubernio con los episcopados locales y los grupos de ultraderecha con el
propósito de contrarrestar los cambios jurídicos en esa materia en la ciudad de
México.
Obviamente, la
prensa “del corazón” ha sido la más beneficiada con esta visita, pues ahora se
habla del “estilo” que le imprimió Angélica Rivera (famosa actriz de
telenovelas), también presente en Roma durante la canonización de los
pontífices Roncalli y Wojtyla, ataviada a la usanza tradicional, con un velo
(acompañada de sus hijas Sofía y Fernanda). La foto oficial de Peña Nieto con
sus tres hijos (Alejandro, Nicole y Paulina Peña) y su esposa es toda una
postal del nuevo rostro de la diplomacia mexicana en su relación con la
dirigencia católica mundial.
El
constitucionalista (y también priista) Diego Valadés, analizó este asunto en su
contexto nacional: “En el marco de la campaña para renovar la Cámara de
Diputados en 2009, doce estados alteraron sus constituciones estableciendo que
el óvulo fecundado se equipara a una persona viva para todos los efectos
legales. Fue una reacción ante la reforma de 2007 al código penal del Distrito
Federal que despenalizó el aborto durante las doce primeras semanas del
embarazo”.[2] Y con lujo de detalles, explica:
Con aquellas modificaciones constitucionales, más la de Chihuahua en
1994 y las adoptadas después de las elecciones de 2009, dieciocho estados
tuvieron disposiciones análogas. Once eran gobernados por el PRI, seis por el
PAN y uno por el Partido de la Revolución Democrática [PRD, centro-izquierda].
En los congresos el PAN votó a favor en todos los casos; el PRI se escindió en
Puebla y San Luis Potosí; el PRD lo hizo a favor en 2, se opuso en 6 y en 4 se
dividió. El Partido del Trabajo [centro-izquierda, también] aprobó en 5 y
discrepó en 3; Convergencia [aliado del PRD] y el Verde [aliado del PRI en
2012, antes lo fue del PAN] dijeron sí en 3 y no en 2; Nueva Alianza [de origen
priista, pero con decisiones coyunturales] apoyó en 4 y rechazó en 2.
Como se aprecia,
más de la mitad de los estados la penalización del aborto, algo que ahora Peña
Nieto puede presumir y “entregar” a Jorge Bergoglio personalmente en su visita.
Podría decirse que los congresos estatales y el partido en cuestión han hecho
“el trabajo sucio” que la Iglesia Católica ya no puede realizar debido a que la
laicidad del país se lo impide: medios seculares sacralizando su labor política
al servicio de la mayor iglesia de México. Circunstancia doblemente vergonzosa
si se recuerdan los privilegios excesivos del catolicismo en el país, y que
sus cúpulas no dejan de presionar a los gobiernos para mantenerlos. Y con
logros importantes, pues otra negociación, dentro de este nueva situación de
simulación, permitió nuevos cambios constitucionales: “Otro problema concierne
al tipo de Estado que creemos tener. En 2012 fue adicionado el artículo 40 de
la Constitución para incorporar la laicidad como un elemento más de la
república representativa, democrática y federal. El siguiente año entró en
vigor la reforma al artículo 24 en el sentido de que ‘toda persona tiene
derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión’”.
Una cosa por la
otra: el Episcopado mexicano aceptó que la Constitución afirme el carácter
laico de la nación a cambio de que ésta incorporase el concepto, peleado
durante décadas por el “clero político” (como se expresaban antes los políticos
más liberales radicales), de “libertad religiosa”, como si el de “libertad de
culto”, garantizado desde 1860, no fuera ya una realidad legal. Valadés agrega:
“La laicidad es un concepto complejo, pero en un sentido amplio denota que el
Estado carece de religión, se abstiene de imponer un credo y garantiza las
libertades y el pluralismo enunciados por la Constitución, los tratados y las
leyes”. Y describe cómo el norteño estado de Nuevo León está funcionando como
un “laboratorio” para imponer, a todas luces ilegalmente, las directrices
católicas en el terreno de la reproducción humana con la bandera del “derecho a
la vida”:
…en Nuevo León se pretende
deformar la Constitución local en los mismos términos que las otras 18, sin
tener en cuenta las nuevas normas de la Constitución federal. […]
La iniciativa fue presentada en Monterrey
el 21 de mayo [por el diputado panista Francisco Treviño] y en apenas siete
días fue dictaminada y aprobada por el PAN y el PRI. El sorprendente proceso de
reforma constitucional lleva un ritmo acelerado; en breve quedarán consumados
otro atropello a los derechos fundamentales de las mujeres, el desconocimiento
de la laicidad del Estado mexicano y la expansión de la tendencia
fundamentalista que afecta al país.
Lo que se pretende en Nuevo León, como lo
que ya existe en más de la mitad de los estados, es que con el pretexto del
presunto derecho a la vida de los óvulos fecundados, el poder político
establezca la maternidad obligatoria. Algunos de quienes postulan la tesis del Estado subsidiario en materia
económica, adoptan medidas de un Estado invasivo en cuestiones personales.
En Nuevo León la mujer que se descuide al
tener relaciones sexuales, o que cambie de opinión a los pocos días, deberá
acatar la imposición coercitiva de la maternidad a riesgo de que, si no lo
hace, no será sancionada por abortar sino por asesinar. A diferencia de las modificaciones previas, esta se plantea
después de que la Constitución federal adoptó el principio de laicidad.
Aceptar todos los hijos engendrados es
respetable como orientación eclesiástica y como decisión personal, pero
transformar ese criterio en norma coactiva es propio de un Estado confesional.
En Nuevo León, como en casi todo el país,
se violará el derecho constitucional a la protección de la salud, cuyo
ejercicio se impide a las mujeres cuando abortan. (Énfasis agregado.)[3]
Que existan gobernantes o políticos/as
priistas (o de cualquier otro partido) católicos no es el problema, pues pueden
profesar la fe que gusten o ninguna, según lo establecieron la Constitución y
las Leyes de Reforma desde el siglo XIX. Lo preocupante y ostentosamente
exhibido es que muchos de ellos/as funjan más que como servidores de las leyes
y la sociedad, como testaferros y casi empleados a las órdenes de una
dirigencia religiosa, puesto que ninguna creencia en particular puede tomarse
atribuciones de conducción o imposición de políticas públicas, sin violentar
con ello la historia, el derecho y las exigencias de la realidad actual.
Bernardo Barranco, a su vez, ubicó esta
visita en el marco de las reformas en marcha y ante la reacción de los obispos
expuesta en un documento reciente:
El Presidente no sólo invitará
oficialmente al Papa a una próxima visita a México, sino que buscará apoyo,
comprensión y hasta complacencia para su política de reformas estructurales.
[…]
El gobierno de Peña Nieto quiere atajar un
potencial foco de tensión con la Iglesia católica, utilizando el recurso del
pragmatismo político. Especialmente cuando la jerarquía mexicana ha dado
muestras de descontento y malestar, no sólo ante la política económica, sino
frente a los contenidos de las reformas que se están negociando. En el mensaje Por
México ¡actuemos!, los obispos cuestionan la orientación de las reformas.[4]
(LC-O)
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