sábado, 10 de octubre de 2009

Letra 136, 30 de agosto de 2009

FORMAS PRÁCTICAS DE ESTUDIAR LA BIBLIA
César Vidal
Protestante Digital, 21 de diciembre de 2007

Con notable impertinencia –lo reconozco– he indicado en entregas anteriores la necesidad perentoria de estudiar la Biblia e incluso me he permitido dar algunas indicaciones sobre cómo asumir ese edificante placer de manera cotidiana.
Desearía ahora detenerme en algunos consejos sencillos y prácticos para estudiar con provecho las Escrituras:

1. No le cargue la responsabilidad a la iglesia: usted no come solo cuando le ponen los alimentos delante de las narices. Si es capaz de aplicar tan sencillo principio al plano material, no vacile a la hora de hacer lo mismo en el espiritual. Bien está – es obligado – que reciba alimento espiritual en la iglesia a la que asiste, pero usted debe también leer y estudiar las Escrituras a diario. En esa actitud, hay más que obligación, devoción (Josué 1:7-8).
2. Comience su estudio con oración: las Escrituras son la revelación que procede de Dios y, de hecho, nadie debería ir más allá de lo escrito (I Corintios 4:6) ya que son las Escrituras – y no otra instancia – las que nos apuntan a Jesús como salvador (Juan 5:39) o las que nos pueden instruir para alcanzar la salvación por la fe en el mesías (2 Timoteo 3:14-17). De hecho, como señalan los Hechos, la nobleza espiritual se ve en el hecho de si una persona contrasta lo que escucha con las Escrituras para ver si es o no acorde con ellas (Hechos 17:10-11). Busque, por lo tanto, la guía de Dios antes de adentrarse en su estudio para que le dé su luz y para que disipe cualquier prejuicio que pueda tener.
3. Tenga al lado un cuaderno y un lápiz: me permito sugerirle que no solo lea, sino que intente guardar memoria y recuerdo de lo que lee. Con un cuaderno al lado, podrá anotar lo que no comprende, lo que le enseña la Biblia, lo que le sorprende… Con el paso del tiempo, descubrirá que ha llegado a entender lo que una vez le pareció incomprensible, que ha recibido enseñanzas que no hubiera sospechado y que ha ido acumulando una sabiduría más que indispensable para desenvolverse en la vida cotidiana. Y, de vez en cuando, relea lo que fue escribiendo. Se encontrará con una rememoración más que útil de las cosas que el Señor le fue mostrando a través de su Palabra.
4. Deténgase en aspectos prácticos: la Biblia contiene doctrina, pero no especulación teológica ya que, a decir verdad, ésa es una labor de enredo propia de algunos teólogos. Deténgase, por lo tanto, en esos aspectos prácticos. Por ejemplo, ¿qué le dice la Biblia sobre la manera en que debe vivir su trabajo, su sexualidad, su uso del habla? ¿Qué le dice la Biblia sobre la cultura de la vida y de la muerte? ¿Qué le dice la Biblia sobre la forma en que debe administrar su dinero, su tiempo o su vida de familia? ¿Qué le dice la Biblia sobre callar o hablar? Párese en esos pasajes, tome nota de ellos y medítelos ante el Señor.
5. Descubra a Dios: no caiga en el error de pensar que la Biblia es un mero manual de instrucciones. Hay muchísimo más. Por ejemplo, ¿qué le enseña la Biblia acerca del carácter de Dios? Descubra cómo es y tire por la borda esas ideas que lo mismo lo equiparan con un aguafiestas que con una versión blandengue de Santa Claus. ¿Puede confiar en Él para sus necesidades? ¿Le brindará apoyo frente a las tensiones de la vida y las presiones de los hombres? ¿Cabe la posibilidad de dirigirse a Él en todo momento? ¿Es posible ser amigo de Dios? ¿Qué significa ser su hijo? Si llega a extraer esos aspectos de la Biblia y a incorporarlos a su existencia, ésta se convertirá en algo infinitamente más rico, más profundo y mejor.
6. Consiga algunas ayudas para el estudio de la Biblia: A pesar de que mi biblioteca es bastante nutrida, sinceramente, no creo que sean necesarios muchos libros de ayuda para entender mejor la Biblia. Sin embargo, algunos – sin mucho dispendio – son muy recomendables. Por ejemplo, consígase: a) una buena concordancia que le permita ver textos paralelos de las Escrituras; y b) un buen diccionario bíblico que le indique, por ejemplo, donde estaba Capernaum o quiénes eran los filisteos además de proporcionarle una buena cronología de los profetas. Luego, con el paso del tiempo, puede ir adquiriendo libros que le ayuden a acercarse a los Evangelios, a la vida de Jesús, a Pablo, a los profetas. Son obras que pueden ayudarle a estudiar y que puede prestar a otros hermanos. Y no se engañe. El coste final es muy inferior al de compra o alquiler de DVDs (en la mayoría de los casos pésimo cine), de salir a cenar fuera de casa o de ir al fútbol, y las consecuencias no tienen punto de comparación y
7. Comparta lo que aprenda: no se guarde lo que halle para usted. Comparta con otras personas – creyentes o no – lo que Dios le muestre en las Escrituras. Sin complejos. Parece mentira la saliva que gastamos a la hora de recomendar una película, un programa de TV o unas rebajas y lo ahorrativos que somos en palabras para referir lo que hemos hallado en la Biblia. No se guarde lo que Dios le ha dado. Hágalo extensivo a otros.
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CONMEMORACIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE LA REVISIÓN 1909 DE LA BIBLIA REINA-VALERA. EL ANTIGUO TESTAMENTO REVISADO

El Abogado Cristiano Ilustrado,15 de marzo de 1906

Está ya en nuestras manos el Tomo Sagrado al cual se hizo referencia en este periódico hace algunas semanas, la edición está hecha en Madrid, lleva como fecha la cifra correspondiente al año pasado, y en la carátula hallamos lo siguiente: "El Antiguo Testamento, que contiene los libros canónicos del pueblo hebreo.—versión de Casiodoro de Reina en 1569, revisada y cotejada con el texto hebreo por Cipriano de Valera en 1602, y ahora nuevamente revisada por una comisión de ministros evangélicos españoles". En las pocas palabras anteriores ha quedado ya expresada la historia y el valor de este tomo; hecha la versión en el tercer cuarto del siglo XVI, fue objeto de una revisión minuciosa y concienzuda por Cipriano de Valera, cuyo nombre acabó por darse generalmente a dicha versión; tras de las revisiones y enmiendas que desde esos lejanos años ha ido recibiendo, naturalmente se ha mejorado más y más la primitiva obra de Casiodoro de Reina. Esta edición se presenta después de las asiduas labores de revisión y cotejamiento por parte de una comisión al frente de la cual han estado por varios años el venerable Obispo de la Iglesia Española Reformada, don Juan B. Cabrera, y el distinguido presidente de la Iglesia Evangélica Española, don Cipriano Tornos, y el resultado de los trabajos realizados por esta comisión no podía haber sido más feliz. […]
El objeto perseguido por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera ha sido introducir en el lenguaje de las Sagradas Escrituras los cambios que fueran necesarios para que desaparecieran aquellos giros, frases y defectos que no pueden ser aceptados ya en las formas del castellano esencialmente moderno. Esta idea de modernizar el lenguaje de la Sagrada Escritura no ha sido del agrado algunos estilistas, porque, dicen, se le quitará a la Biblia ese sabor peculiar de su dicción, ese estilo propio de la literatura sagrada que es ya una forma aceptada, clásica, y jamás igualada entre las varias formas de expresión.
Pero notamos con satisfacción que no obstante los grandes cambios introducidos, el lenguaje no se ha resentido, muy al contrario, sus bellezas naturales se han acentuado, los arcaísmos han desaparecido, y sin embargo, la estructura clásica del lenguaje bíblico al que tal acostumbrado está no solo nuestro oído sino también nuestro corazón, no ha sufrido modificación esencial, así que hay una verdadera delectación en recorrer sus flamantes páginas.
Hojeamos con interés los primeros capítulos del Génesis, y notamos con placer que la palabra Jehová ha sido substituida con éxito por la más fácil y conocida: Señor; algunas frases bastante claras, pero también bastante duras en su forma para ser leídas en público tal como estaban han sido también cambiadas por otras. Algunos versículos se han modificado completamente, presentándonos una forma que por lo pronto causa gran novedad.
Donde resultan más las bellezas de la nueva obra es en los libros poéticos, Job, Salmos, Proverbios, etc.; el Cántico de los Cánticos tiene una grande novedad: está en la forma dialogada original y se marcan bien en la introducción de cada capítulo las distintas partes y escenas de que se compone ese hermoso poema dramático de la Sagrada Escritura. Aseguremos que no obstante de que los libros poéticos y los proféticos puedan ser muy conocidos, para cualquier persona, la lectura le parecerá una cosa nueva, y precisamente por ser muy conocidos se pueden leer con más fruición. Nosotros pasamos horas de muy legítima satisfacción leyendo algunos de los Salmos y pasajes favoritos en Isaías, el profeta de incomparables vuelos. Creemos que esta versión revisada no debe faltar a ningún ministro, y cuando su costo la ponga al alcance del pueblo pobre, que cada uno tenga un ejemplar.

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