23 de octubre, 2016
Por eso,
acuérdate de cómo eras antes, y vuelve a obedecer a Dios. Deja de hacer lo
malo, y compórtate como al principio. Si no lo haces, yo iré a castigarte y quitaré
tu candelabro de su lugar.
Apocalipsis 2.5, Traducción en Lenguaje Actual
El Espíritu evalúa a las iglesias: Éfeso
Una parte sustancial del inicio del Apocalipsis se ocupa de la
evaluación que hace el Espíritu de las iglesias del Asia Menor, en riguroso
orden geográfico. Si se observa el mapa de la época se verá que dicho orden
responde a la distribución de las comunidades en esa región romana, quizá como
una muestra del circuito pastoral que recorrió alguien como el apóstol Juan. Llama
la atención la manera en que el vidente registra los juicios puntuales sobre el
comportamiento de cada comunidad, sintetizando en trazos ágiles sus aspectos
positivos y negativos. Ninguna de ellas deja de tener ambos y la proyección que
se hace de los mismos ofrece un perfil exacto de sus características. “De las
siete congregaciones, el Señor no halla nada que criticar en Esmirna y
Filadelfia, nada que elogiar en Laodicea y casi nada en Sardis. […] Como es típico en el Apocalipsis, Juan se limita a
siete para simbolizar lo completo y sugerir que estas siete congregaciones
representan a toda la Iglesia en todas partes. Por eso cada carta, además de un
mensaje directo de Cristo a una comunidad específica, es también ‘lo que el
Espíritu dice a las iglesias’ de todo lugar y todo tiempo”.[1]
En Éfeso (2.1-7), la ciudad más rica e importante de la región, su
congregación había sido muy privilegiada en todo sentido: fue la única de estas
siete iglesias en que trabajó Pablo (Hch 20:31). Él, Timoteo y Juan fueron
pastores allí. Los reconocimientos (fortalezas se diría hoy) son evidentes:
a) “Sé que por
obedecerme has tenido muchas dificultades” (“Resistencia a toda integración en
el intento de compromiso histórico con la idolatría, sobre todo con el culto
imperial”[2]);
b) “También sé que
las has soportado con mucha paciencia, y que rechazas a los malvados (rigor
doctrinal).
c) “Has puesto a
prueba a los que no son apóstoles, pero dicen serlo, y has demostrado que son
unos mentirosos” (firmeza teológica) (v. 2);
d) “Has sido paciente,
y por obedecerme has sufrido mucho. Pero aun así no te has cansado de
obedecerme” (v. 3); y
e) “Lo que me gusta
de ti es que, lo mismo que yo, odias lo que hacen los nicolaítas” (grupo
sectario que creía que la libertad cristiana les permitía practicar la
idolatría y otras costumbres extrañas) (v. 6).
La falla (o debilidad) no deja de advertirse: “Ya no me amas tanto como
me amabas cuando te hiciste cristiano” (v. 4). Y la exhortación es igual de
firme: “Acuérdate de cómo eras antes, y vuelve a obedecer a Dios. Deja de hacer
lo malo, y compórtate como al principio. Si no lo haces, yo iré a castigarte y
quitaré tu candelabro de su lugar” (v. 5). “En vez de seguir gloriándose en sus
laureles, la iglesia debe reconocer que ha caído y volver a la práctica de amor
que antes le era típica. Más que un cambio emocional para volver a sus primeros
sentimientos, el Señor le exige cambiar su conducta y realizar de nuevo las
obras de antes” (J. Stam). González Ruiz sugiere que los efesios perdieron el “primer
amor” como resultado de un proceso de institucionalización y burocratización.
Esmirna: riqueza espiritual y fe inquebrantable
Ante esta comunidad, el Señor de la iglesia se presenta como “el primero
y el último”, como el Resucitado (8). “Dios es el sujeto soberano, el primero
porque antecede toda la historia y el último porque la trasciende” (Stam). En
este caso, el balance es totalmente positivo, pues primeramente se reconocen
sus dificultades (9a) e inmediatamente después se resumen sus características:
“sé que eres pobre, aunque espiritualmente eres muy rico” (9b). La comunidad es
atacada por los judíos (9c), lo que da pie a un fuerte ataque contra ellos. La
exhortación es a mantener la fe con valor ante la persecución, aunque la
fidelidad será premiada con la vida eterna (10). “Esta congregación se perfila
como pobre, perseguida y calumniada.
Pero desde la perspectiva del Señor, las cosas no son como parecen ser. A los
ojos de Jesús esta iglesia, de gente pobre en una ciudad próspera, era de hecho
bien rica. Los valores del Reino suelen ir a la inversa de los valores del
mundo (Mt 5:3-12). Esta congregación, pobre y despreciada por sus vecinos
judíos, recibe sólo elogios de la boca de su Señor” (Stam, énfasis agregado).
Una comunidad materialmente pobre (y de pobreza extrema) a los ojos del
mundo, pero con un inmenso patrimonio espiritual a los ojos de Dios. Sus
integrantes representaban una “contracultura disidente”, y debían actuar con
firmeza en medio de las adversidades. Si el Señor no encontró fallas en ellos,
por supuesto que eso no debía ser motivo para enorgullecerse sino para mantener
esa actitud permanentemente. El Señor reconoce sus virtudes, pero
paradójicamente, les anuncia más pruebas. La corona de la vida será el premio
final a la fidelidad.
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