16 de octubre, 2016
Introducción: Como un meteorito que se precipita a la tierra
En el año de 1998, dentro de un contexto
de temor debido a la llegada del cabalístico año 2000, se estrenó en la
pantalla grande una película de corte y de título “apocalíptico”, Armagedón. Poco o nada tenía que ver
con la batalla cósmica en la cual, según las Sagradas Escrituras, el Señor
Jesucristo derrotará a sus enemigos en el perímetro del Valle de Meguido al
nor-oriente de Jerusalén, lugar también conocido como Armagedón.
La película de título
homónimo a aquel apocalíptico lugar fue protagonizada por Bruce Willis y
co-estelarizada por un joven que comenzaba a hacer sus pininos en Hollywood,
Ben Affleck, quien un día estaba sentado muy triste bajo la lluvia, cuando un
hombre se le aceró y le dijo que sonriera, que si se esforzaba mucho podría ser
lo que quisiera, y con el paso de los años, tras mucha dedicación ¡este joven se
convirtió en Batman!... o algo así pasó.
En lugar de anunciar
la victoria del Cordero de Dios sobre los opresores de su pueblo, la película Armagedón nos presenta a un grupo de
científicos de la NASA quienes descubren azorados que un meteorito de titánicas
proporciones se dirige con inquebrantable vehemencia a la tierra. De este modo,
al chocar contra nuestro planeta, dicho meteorito colapsará al mundo entero ¡No
hay escapatoria! Según los hollywoodenses cálculos de los científicos
espaciales, si cae en tierra firme colisionará con todas las placas tectónicas
provocando un terremoto de proporciones incalculables. Si cae en el mar,
hervirá el agua del océano derritiendo las masas glaciares de los polos y
sumergiendo a los continentes. Posteriormente la temperatura descendería tanto
que de quedar algún sobreviviente no podría vivir en un clima tan extremo.
Ante tal crisis los
científicos afrontan un dilema ético. ¿Deben o no alertar a la humanidad sobre
el riesgo al que están haciendo frente?; ¿Cuáles podrían ser las consecuencias
de que el mundo supiera que esta a unas semanas de desaparecer?, ¿Se
entregarían todos al terror? ¿La delincuencia y la violencia se incrementarían
debido al pánico global? o ¿Se unirían todos en una hermandad mundial ahora que
el mundo llega a su fin? La película, algo inocente en este sentido, presenta
(sin dejar de mostrar ciertas escenas donde efectivamente la violencia y pánico
se desatan) a todos los hombres de todas partes del mundo, de todas las
religiones y lugares uniéndose en oración, quizá esperando una salvación, quizá
resignados a su destino. De cualquier
modo ¡no hay porque temer!, Bruce Willis encabeza a un grupo de expertos
perforadores de piedra que hacen sendos huecos para encontrar petróleo, y que
ahora serán enviados en misión espacial hacia aquel meteorito para perforarlo,
colocar una bomba en su interior y hacerlo explotar antes de que se acerque
demasiado a la tierra-
¿Podrán estos expertos
perforadores salvar a la humanidad? ¿Podrá el hombre salvar su propia vida
gracias a la primermundista tecnología con la que cuenta? ¿Dejarán las
películas estadunidenses de presentar a los gringos como los únicos salvadores
del mundo?
Por lo pronto
resaltemos el hecho de que frente a una crisis de esas proporciones algo queda
claro: no importa cuanto dinero tengas, con cuántos títulos te hayan honrado,
cuánto empeño le pongas a tu trabajo, cuan honradamente hayas querido vivir, o
que religión profeses, estás igualmente en crisis, igualmente perecerás ¡No hay
escapatoria! La muerte, la única demócrata.
Pues bien, como un
meteorito que irrumpe en nuestro mundo poniendo en jaque a todos los hombres y
sus valores, a todos los hombres y sus creencias, a todos los hombres y sus
seguridades, es el advenimiento de Jesucristo a la vida del ser humano.
Nuestra lectura
bíblica de hoy nos habla de una crisis. Desde luego hace referencia a la crisis
histórica cuando señala que “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina,
sino que teniendo comezón de oír” (vs 3), pero va más allá. Pablo está haciendo
un testamento espiritual a Timoteo, en unas cuántas líneas le describe su vida
“he peleado la buena batalla, he guardado la fe…”-
Para reconocer los
tiempos de crisis a nivel social y político, solo falta buscar las noticias en
internet. El estado de Veracruz se encuentra como moneda de cambio política
entre uno de los peores gobernadores que haya tenido, Javier Duarte quien llevó
a la entidad a ser una de las más peligrosas para periodistas y estudiantes, y
cuenta con acusaciones de corrupción y Miguel Ángel Yunes, el gobernador electo
quien desde antes de su toma de posesión también tiene imputada acciones de
corrupción; en Argentina Lucia Pérez una joven de 16 años fue drogada, violada
y empalada en una acción brutal que ha consternado al país mientras aún hay
hombres que lloran porque las mujeres no quieren pagar la cuenta en el
restaurante. En México se han registrado asesinatos sádicos contra personas
transgénero, Alessa Flores, así como Itzel y Paola. El desplome de nuestra moneda en lo que va del
año, y todavía nos faltan 43…
Hoy, sin embargo, y
sin olvidar lo que está pasando en el mundo, quiero hablar sobre la crisis que
nos presenta Pablo en este testamento a Timoteo, la crisis biográfica acaecida
por el encuentro inquietante con la Palabra de Dios. Veremos esto como si fuera
el drama de un meteorito a punto de caer sobre la tierra.
1. PRIMER ACTO: LA CRISIS DEL ADVENIMIENTO DE
JESUCRISTO
a) La crisis que Jesucristo
representa para el hombre
La palabra crisis (del griego krisis) significa juicio, juzgar las
acciones de alguien. Los profetas que para nosotros anunciaron la llegada de
Jesucristo sabían que la misión del Mesías consiste en juzgar a las naciones,
poner en crisis a todo ser humano. Así el Salmo 2 dice al Mesías que al enfrentarse
a los pueblos, a las gentes a los reyes y príncipes los quebrantarás con vara de hierro; como vasijas de alfarero los
desmenuzaras (v. 9). La llegada de Jesucristo al mundo representa en primer
lugar un juicio o crisis global. Sólo tras esta crisis puede venir la salvación
y el perdón de pecados.
Es decir, no podemos
acceder a la salvación en Jesucristo si no nos hemos topado en primer lugar con
el poder desestabilizador de Dios en Cristo. Así el niño de Belén puso en jaque
al gobierno de Herodes, quien sabemos busco matarle, Juan el Bautista fue
igualmente sorprendido por Jesús cuando el Hijo de Dios le pidió que lo
bautizara, Yo necesito ser bautizado por
ti, ¿y tú vienes a mí? (Mateo 3.14), pregunta
azorado el bautista. ¿Podemos notar la consternación de este hombre?
Toda su vida se había preparado para el momento en el cual se encontraría con
el Cordero de Dios, seguramente había recreado la escena una y otra vez, “le
voy a decir esto y el me va a contestar aquello”, “luego él me bautizará”. Toda
su vida había creído firmemente que sería bautizado por Jesús y ahora que por
fin lo conoce la mayor certeza de su vida se viene abajo, sus más profundas
creencias son puesta en tela de juicio y sin duda el Bautista entra en crisis,
pero obedece
b) Ejemplos de esta crisis
La predicación del Evangelio es, en buena
medida, el percatarse de la consternación del mundo entero frente a los
asombrosos dichos y hechos de Jesús. Los fariseos y demás cúpulas clericales
fueron sorprendidos una y otra vez: “¿Por qué este perdona pecados?” (cf. Mateo
9.3) , “¿Por qué tus discípulos no guardan el sábado?” (cf. Lucas 6.2), “¿Por
qué no nos dices con que autoridad haces estas cosas?” (cf. Mateo 21.23-9; sus
discípulos vivieron igualmente atónitos por la forma de ser de su Maestro: “¡Señor,
no tenemos pan y quieres alimentar a miles de personas!”(cf. Mateo 14.16-17), “Señor,
todos te empujan ¿y preguntas quién te tocó?”(cf. Lucas 8.45) , “¿Qué quieres
hacer?, ¡ten piedad de ti, no subas a Jerusalén!”(cf. Mateo 16.22); en fin,
todos aquellos que tienen contacto con Jesús sufren una crisis en la cual todas
sus convicciones, creencias, ritos y prejuicios son puestos en tela de juicio: “Este
es profeta y deja que una mujer prostituta lo toque” (cf. Lucas 7.39); “ja, ja,
él dice que la niña que acabamos de ver morir sólo está dormida” (cf. Lucas
8.52-23); “si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto” (cf. Juan
11-21). Como lectores de los evangelios sin duda podremos concluir que en todos
estos pasajes referidos hay una constante: El ser humano que es desestabilizado
por la Palabra de Dios. “Toda la vida creyendo que las prostitutas eran
intocables y viene este Nazareno y se deja besar por ella en los pies”; “toda
la vida creyendo que la enfermedad era castigo divino y llega Jesús a decirnos
que es muestra de la injusticia social”; “toda la vida creyendo que los muertos
no pueden resucitar y viene éste y les da vida”.
c) La crisis de Cristo como evento inesperado
Como un meteorito que irrumpe en nuestro
mundo poniendo en jaque a todos los hombres y sus valores, a todos los hombres
y sus creencias, a todos los hombres y sus seguridades, es el advenimiento de
Jesucristo a la vida del ser humano. Al igual que en la película Armageddon, en la cual todos los seres
humanos están por igual frente a la crisis de la hecatombe, así frente al
advenimiento de Jesucristo todos los seres humanos estamos por igual, sin
distinción de edad, nacionalidad, género, orientación sexual o religión, en una crisis, en un juicio en el que todas
nuestras convicciones y seguridades son desestabilizadas por la sorprendente
acción transformadora del Hijo de Dios que irrumpe sin permiso en la vida de
cada uno de nosotros.
Así es, Dios no avisa.
Es como un meteorito que atraviesa furiosamente la atmósfera y al tener
contacto con la superficie cambia todo el mundo para siempre. Por eso el pastor
suizo Karl Barth hablaba del hombre que se convierte al evangelio como aquel
que “se ha estrellado contra Dios, pero no puede olvidar a Dios” (Barth, 2000:
334). Así, Jesucristo, la Palabra encarnada de Dios es “la intervención
inimaginable de Dios mismo” (Ídem,
123)
2. SEGUNDO ACTO: EL CARÁCTER
CREATIVO DEL ADVENIMIENTO DE JESUCRISTO
a) Tras la crisis del nuevo
nacimiento
En segundo lugar, debemos resaltar lo que
ocurre tras esta crisis que representa Jesucristo para el hombre. Decíamos hace
un momento que, sin crisis o juicio, no hay perdón de pecados. Antes de avanzar
debo aclarar que juicio no significa mandar a nadie al infierno. La cuestión del
infierno hace referencia a la condenación; por juicio queremos evocar la crisis
o la desestabilización que hace Dios de nuestra cómoda y segura vida y sus
convicciones. Una vez que hemos sido presa de tal crisis, y que nos hemos
percatado de que todo nuestro sistema de valores, todas nuestras certezas
políticas, toda nuestra filosofía de vida se desvanecen al encontrarnos duro y
de frente con Jesucristo, una vez que nos hemos vaciado de nuestra propia
fuerza, entonces en esa oquedad, en ese vacio, al dejar intentar justificarnos
a nosotros mismos, hace acto de presencia el poder de Dios, el perdón de los
pecados y la salvación. Pero primero hubimos de dejar de lado nuestras más
profundas creencias, tambalearnos de pies a cabeza y observar atónitos como el mundo
en el que con tanta seguridad habíamos estado viviendo se derrumba como las
murallas de Jericó. Nuevamente Barth comenta: “Cuando a la luz de Dios (el
hombre), no encuentra en sí mismo más que su propia impureza, cuando no es
capaz de pensar en otro sacrificio que su espíritu angustiado, en su corazón
angustiado y quebrantado entonces reconoce
a Dios como vencedor que triunfa” (Ídem:
129).
De las ruinas de
nuestra derrota, de aquel caos de escombros, la Palabra victoriosa de Dios
logrará crear algo “bueno en gran manera” como dicen las Sagradas Escrituras. El
nacimiento de Jesucristo representa vida
nueva, una vida buena y en abundancia. Pero cuando Cristo nació el mundo no
estaba vacío. Al igual que en el relato de la creación del Génesis, un caos
gobernaba el mundo entero. El imperio Romano extorsionaba impunemente a los
hijos de Israel y demás súbditos, los círculos sacerdotales se encargaban de
oprimir y manipular al pobre a costa de una teología del miedo (si no haces
esto Dios te reprueba, si haces aquello Dios te desecha, ¡vamos acuérdate de
tus pecados y da tu limosna!), la inseguridad era el pan y la sal del pueblo. En medio de ese caos nació nuestro Señor
Jesucristo resplandeciendo como “poderoso salvador” que trae salvación,
misericordia y libertad, es decir una nueva creación.
b) El advenimiento de Jesucristo
significa una nueva creación
Uno de los estudiosos más interesantes
del Antiguo Testamento en la actualidad es sin duda Walter Brueggemann, que se
retiró hace unos años de su cátedra de Antiguo Testamento en la Universidad de
Columbia. Brueggemann sugiere que el verbo crear puede ser un punto de partida
para entender al Dios de Israel, y evidentemente, para nosotros los cristianos,
entender a Jesucristo, la nueva creación.
Según Brueggemann el verbo crear significa
al menos seis cosas (Brueggemann):
- Mandato real
- Formar al mundo tras librar un combate contra el caos
- Realización artística
- Productividad material
- Proceso de dar a luz
A la luz de este
significado del verbo crear, hablar de “nueva” creación no significa tirar a la
basura la antigua creación y que de la
nada aparezca otra cosa. Dios no es un niño que arranca hojas a su
cuaderno, es un alfarero que da nuevas formas al barro que tiene en sus manos,
no lo desecha sólo lo re-forma. Conocer a Cristo es el momento en que el
alfarero ha comenzado con vigor a hacer girar su torno, a tomar entre sus manos
esa masa deforme de barro y continuar con su obra artística de una manera
contundente. Jesucristo es para ti y para mí el momento y el proceso en el que
el alfarero nos toma entre sus dedos y moldea creativa y hábilmente cada
centímetro cuadrado de nuestra vida.
La pregunta es ¿para
qué?, ¿cuál es la finalidad de nacer de nuevo? Nacer de nuevo tras ser
desestabilizado de pies a cabeza por la crisis que Cristo representa para mi
vida al poner en jaque todo en lo que yo creía. Nacer de nuevo al ser moldeado
por las manos creadoras del alfarero. ¿Qué objetivo persigue Dios al darme esta
posibilidad?
c) El escenario crítico de la
vida cotidiana
Quizá lo primero que venga a nuestra
mente es: pues vivir en el cielo. Pues bien, la Palabra de Dios sigue
poniéndonos en aprietos. Antes que pensar en una eternidad desencarnada, el
mensaje de Jesucristo se enfoca en atender las situaciones cotidianas de la vida.
Comer, beber, estar enfermo, ¿qué más escenas encontramos en los Evangelios?
Bodas, fiestas, trabajo, obreros trabajando, etc. Los mandatos de Dios dados en
Cristo ¿hacía adonde apuntaban? “vete y no peques más” (aquí, en la tierra),
“dadles vosotros de comer” (no en el cielo, aquí en este momento), “mujer,
grande es tu fe, sea hecho como tu pides” (tu hija sanará ahora). La
predicación de Jesús es extremadamente cotidiana. Lo decimos claramente, antes
que pensar en el “más allá”, Jesucristo nos ordena actuar en el “más acá”.
Somos una nueva creación debido a que podemos vivir en este mundo de tal forma
que anunciemos algo totalmente nuevo en medio esta desesperada sociedad en la
que vivimos: Brueggemann anota: “La fe en la creación (ahora nueva creación)
cimienta la esperanza activa y concreta de Israel en lo concerniente a las
circunstancias, las posibilidades y las responsabilidades cotidianas”
(Brueggemann, 2007: 175).
El advenimiento de
Jesucristo a nuestra vida nos confronta con nuestra cotidianidad, es decir con
las cosas que hacemos todos los días. Pero ahora en virtud del poder del
Espíritu Santo que reside en los hijos de Dios soy llamado a vivir mi vida
cotidiana de un modo nuevo: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos
del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos
en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4 23,24).
3. TERCER ACTO: IMPACTO DEL
ADVENIMIENTO DE JESUCRISTO EN LA BIOGRAFÍA
a) La dimensión biográfica del advenimiento de Jesucristo
El advenimiento de Jesucristo tiene al
menos dos dimensiones. Una es la dimensión cósmica que referíamos en un
principio cuando hablábamos de la humanidad entera colocada bajo la crisis de
la Palabra de Dios. Otra dimensión del advenimiento de Jesucristo es la
dimensión biográfica. Por biografía nos referimos a nuestra historia de vida, es decir nuestro testimonio personal. Todos tenemos un
testimonio que contar: la forma en la cual Dios tuvo misericordia de nosotros,
nos puso en severa crisis y posteriormente nos otorgó el don del
arrepentimiento.
Pero nuestro
testimonio o biografía no termina con el momento en el que creímos en Cristo.
Nuestra biografía se va escribiendo todos los días, todos los días Dios vuelve
a presentarse a nosotros, a darnos el pan cotidiano, a mostrar su amor a
nosotros, cada día las misericordias de Jehová se renuevan por la mañana. Dios
nos crea continuamente.
b) Biografía y lectura de la
Biblia
Ahora bien, nuestra biografía no es
totalmente pasiva. También nosotros participamos en su redacción. Algo que
nuestro Señor repetía constantemente después de sanar a alguien era, vete y no peques más. Es decir, toma en
tus propias manos tu vida y evita pecar, atrévete a tomar tus propias
decisiones atendiendo a la Palabra de Dios. Efectivamente, es mediante esta
conjugación entre la Palabra de Dios y las decisiones que tomo la manera en la
cual voy redactando mi biografía o escribiendo mi testimonio.
Por eso la lectura de
las Sagradas Escrituras no es una actividad pasiva, meramente receptiva. No
leemos la Biblia para informarnos, para saber con quien se caso David o para
saber la ruta del segundo viaje misionero del Apóstol Pablo. Sin duda son datos
importantes que es bueno conocer pero más allá de datos, las Escrituras quieren
comunicarnos un mensaje. La Biblia no es solo para informarnos, sino para formarnos,
darle diversas posibilidades y alternativas a nuestra vida. Cuando leamos la
Biblia hagámoslo a imagen y semejanza de Dios, es decir creativamente.
Preguntémonos cuál es la relación entre el extraño
y nuevo mundo (Barth) que me presenta la Palabra de Dios, y el desesperado
mundo en el que hoy estoy viviendo. ¿Cuál es el mandato de Dios para hoy?, ¿Qué
quiere Dios transformar?, ¿Qué quiere hacer Dios? Esas son las preguntas en las
que el hombre de pensar desde aquel día cuando Jesús nació en este mundo para
traernos el mandato, la transformación y la voluntad de Dios. Elisabeth
Schüssler Fiorenza, la primera mujer en ocupar el cargo de Directora de la
Sociedad de Literatura Bíblica, ha dicho que la lectura de la Biblia debe ser
“un complejo proceso de lectura y reconstrucción y, al mismo tiempo, como una
práctica teológico-cultural de resistencia y transformación” (Schüssler
Fiorenza, 1996: 62, 63).
c) Resistencia y transformación
“Resistencia” y “transformación”. Dos
palabras que describen el ministerio de Jesucristo. Resistencia ante los
poderes diabólicos de opresión y transformación del mundo. ¿Cuál es la mayor
transformación que hizo Jesucristo? Cuando nos pasó de muerte a vida.
Pero la “resistencia”
y la “transformación” también están presentes en nuestra vida. ¡Deben estarlo!
Un creyente en el advenimiento de Jesucristo no duerme las noches tranquilo
esperando que a la mañana siguiente Santa Claus ya le haya resuelto todos sus
problemas. Por el contrario, el creyente en el nacimiento, vida, muerte,
resurrección, ascensión y retorno de Jesucristo vive luchando, venciendo
obstáculos, resistiendo al mal y transformando su mundo.
Felipe Vázquez
Palacios, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social en el Golfo de México, se dispuso a estudiar la manera en
la que los grupos religiosos crecen en Veracruz. Investigó, entre otros, a un
grupo evangélico y se percató de la fuerza y vitalidad que estos grupos tienen
debido a su búsqueda por salir adelante en medio de la insatisfactoria cultura
dominante. Esto no es otra cosa que la actualización del nacimiento de
Jesucristo, “dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de pecados”
(Lc 1.77).
Conclusión
El encuentro con Jesucristo es como una
puesta en escena. El primer acto es la profunda crisis que sufre el personaje
del drama (crisis simbolizada en el nacimiento de Jesucristo), posteriormente
este personaje se ve transformado por el poder creador de Dios (poder que vemos
actuando a lo largo y ancho del ministerio de Jesucristo) y finalmente un
tercer acto, en donde el personaje, con la esperanza puesta en la Segunda
Venida de Cristo, redacta su biografía como una lugar de resistencia y
transformación en el que ha salido victorioso, donde, en palabras de Felipe
Vázquez: “El drama es el paso por el escenario de un personaje triunfante no
sólo en la vida sino incluso más allá de la muerte (Vázquez, 1998: 97)”.
Y dicho por el Apóstol
Pablo, esta crisis biográfica con la Palabra de Dios se concluye cuando se
puede exclamar: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual
me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a
todos los que aman su venida” (vv. 7-8).
BIBLIOGRAFÍA
Barth, Karl, Carta
a los Romanos (1921), trad. Abelardo Martínez de la Pera, Madrid, Biblioteca
de Autores Cristianos, 2002.
Brueggemann, Walter, Teología
del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé (1997). Testimonio. Disputa. Defensa, trad. Francisco J. Molina, Salamanca,
Ediciones Sígueme 2007.
Schüssler Fiorenza, Elisabeth, Pero ella dijo. Prácticas feministas de interpretación bíblica, Madrid,
Trotta, 1996.
Vázquez Palacios, Felipe, “Difusión diferenciada en las
agrupaciones religiosas en el centro de Veracruz”, en Alteridades, año 9, num. 18, revista del Departamento de
Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México, 1999.
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