18 de junio, 2017
Jesús les dijo: “Vayan por todos los países del
mundo y anuncien las buenas noticias a todo el mundo. Los que crean en mí y se
bauticen, serán salvos. Pero a los que no crean en mí, yo los voy a rechazar”.
Marcos 16.15-16, Traducción en Lenguaje Actual
La evangelización, razón de
ser de la iglesia en el mundo
Si para algo
existe la iglesia en el mundo es para dar razón de la esperanza que mora en
ella (I Pedro 3.15). De otra manera no podría cumplirse lo que dice la Escritura
acerca de que los ángeles quisieran venir al mundo a hacer esa labor, pero no
están autorizados por pertenecer a otra dimensión (I P 1.12). Ellos no pueden
realizar tal tarea porque la evangelización es un trabajo eminentemente
histórico, lo cual quiere decir que debe acontecer en medio del mundo, al calor
de los dilemas y contradicciones de éste, tal como se lo ha planteado la Comunión
Mundial de Iglesias Reformadas antes de la celebración de su XXVI Asamblea
General en Leipzig, Alemania: “La evangelización es compartir la Buena Noticia
tanto en palabra como en acción. La CMIR seguirá haciendo hincapié en el vínculo
inseparable entre la evangelización y la justicia en todas las áreas de su trabajo”.[1]
Semejante énfasis proviene desde el Antiguo Testamento porque prácticamente
todos los llamados a la conversión pasaban por la necesidad de realizar la
justicia en el mundo en todas sus formas. Miqueas 6.1-8 es testimonio
fehaciente de ello.
En nuestro tiempo, la evangelización ya no debería debatirse acerca de su
forma de realización (personal, masiva, espectacular, natural, etcétera…) sino
en su carácter, en su fortaleza moral, en su preocupación por el surgimiento de
una nueva sociedad dominada por los valores del Reino de Dios. Acaso el
supuesto “fracaso” de la evangelización en “nuestra generación”, como antes se
decía, obedezca más a la falta de empuje profético de la presencia de la
iglesia en el mundo. O al hecho de suponer por un lado, que, como el
cristianismo es la “religión tradicional”, ya no es necesario hacer los
llamados a la conversión, o, por el otro, a que deben convertirse naciones
enteras para que se cumplan las profecías y así acelerar la segunda venida del
Señor.
Todas las perspectivas con que se aborde la necesidad de la
evangelización deben considerar las enseñanzas escriturales al respecto,
partiendo de la acción misma de Jesús y de su Espíritu, como “primeros
misioneros y evangelizadores”. Antes de cualquier estrategia o proyecto, hay
que voltear la mirada al testimonio evangélico y apostólico para adquirir una
visión sólida y justa de lo que Dios quiere hacer con su mundo y en medio de
él. Al proselitismo intenso de otras épocas hay que agregar las bases mismas de
la estrategia de Jesús, sintetizada en sus propias palabras: “El trabajo que yo
los envío a hacer es peligroso. Es como enviar ovejas a un lugar lleno de
lobos. Por eso, sean listos y estén atentos como las serpientes, pero sean
también humildes, como las palomas” (Mateo 10.16). Esa metáfora, tan relegada en
ocasiones, constituye todo un programa de pensamiento y acción para la vida y
misión de la iglesia en el mundo. Nunca nadie ha dicho que la tarea es
sencilla, pero debe llevarse a cabo con conciencia, rigor y responsabilidad.
La perspectiva de Marcos 16 sobre la evangelización
El final
abrupto del evangelio de Marcos contrasta con la firmeza de Mateo 28, de donde
se ha extraído siempre el mandato de la llamada “gran comisión”. En Marcos, las
cosas son diferentes, de ahí que la explicación que puede leerse en el texto
virtual de la TLA es directo e inquietante: “Existen tres formas de finalizar
el Evangelio de Marcos. La primera y, quizá, la más original es la que finaliza
en el capítulo 16 versículo 8 (16.8). Los más antiguos y mejores manuscritos
apoyan este final. La segunda forma es la de 16.9-20. Pero este final usa un
vocabulario y un estilo muy distintos a los que se usan en el resto del
Evangelio de Marcos. Además, los manuscritos sobre los que se basa este final
son más tardíos y de menor calidad. La persona que escribió este final resumió
varios relatos de las apariciones de Jesús que se encuentran en los Evangelios
de Lucas y Juan. La tercera forma es la de Marcos 16.9-10, titulada ‘Otra
manera de finalizar el libro de Marcos’. El estilo es diferente al resto del
libro de Marcos, y muy pocos manuscritos la apoyan”.
La insistencia del Señor resucitado en proclamar su mensaje a todas las
naciones y pueblos está en consonancia con el objetivo central de este primer
evangelio escrito: “Con el miedo y el silencio de las mujeres, Marcos pretende
no dar por terminado el evangelio para que los creyentes de todos los tiempos,
conociendo el testimonio de las primeras comunidades, lo hagamos nuestro,
recreándolo desde nuestra situación concreta y con la fuerza del Espíritu de
Jesús resucitado. Es decir, cada uno de nosotros debe ‘terminar’ el evangelio
de Marcos”.[2]
“El autor de la conclusión de Marcos le ha dado una forma especial que
presenta la acción misionera universal y abarcando la creación entera. No es
que se piense que los discípulos hayan de predicar también a la creación
irracional, puesto que a la predicación responde en la frase inmediata la fe,
que cada hombre debe prestar”.[3]
Marcos 16 es el primer esfuerzo misionero de la iglesia inicial en forma
escrita, aun cuando algunos de los textos apostólicos lo precedieron. “Pero se
subraya la penetración triunfal del Evangelio, al igual que en el himno a
Cristo de 1Tim 3,16 se dice: ‘proclamado entre los gentiles, creído en el mundo’.
Esa Iglesia está firmemente convencida de que sólo se salvará el que crea y se
bautice. Atención especial se pone también en los prodigios concomitantes, en
que se expresaría una experiencia de la Iglesia misionera. En ella se daban
fuerzas carismáticas extraordinarias; se ha observado que las curaciones y
milagros mencionados aquí aparecen también en los Hechos de los Apóstoles.
Al final se menciona la ascensión de Jesús al cielo y su entronización a
la diestra de Dios. La visión lucana del arrebato corporal de Jesús se ha
impuesto, aunque sólo se tratase de una forma de representar el hecho que los
otros evangelistas no conocen. El Señor que está sentado a la derecha de Dios
permanece unido sobre la tierra a su comunidad que continúa su obra y la ayuda
con su cooperación; cooperación que el autor vuelve a ver sobre todo en los
signos que corroboran la predicación misionera. Es el propio Señor quien
prolonga su predicación por medio de la comunidad”.
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